Marquesa Maron - MARMAR - Libro 3 - Capítulo 291

—¡¿Estás en tu sano juicio?! ¡¿Cómo te atreves a decir algo así, de esa manera?!

Mientras yo, incapaz de soltar una grosería, solo movía los labios como un pez, Misty advirtió con voz grave:

—Es un secreto que hemos protegido con nuestras vidas. Es un secreto que hemos guardado con lealtad para que Su Excelencia pueda concentrarse únicamente en lograr la gran empresa.

—¡¿Qué, qué, qué?!

Los soldados estaban casi a punto de desmayarse. Era increíble, pero la información era demasiado aterradora para ignorarla.

¡¿El bastardo del Rey Demonio?!

—Esperen.

El hombre, que hasta ahora no había dicho una palabra detrás de los soldados, dio un paso al frente. Por las muchas decoraciones en su armadura, parecía el de mayor rango entre ellos.

—¿Dijiste Misty? No debe haber ni una pizca de mentira en esas palabras.

Era un hombre de cejas largas, ojos hundidos y una mirada penetrante. Su apariencia recordaba a un general de la Época de los Tres Reinos.

La mirada suave pero firme de Misty se encontró con la suya.

‘Así es como saltan las chispas’

Una hostilidad que no podía expresarse con la palabra «duelo de miradas» flotaba en el aire.

‘Repítelo. Si mientes, te mataré’

Eso era lo que su mirada significaba. Se podía saber sin que lo dijera.

Misty no reveló la verdad, ni añadió mentiras.

Lo que eligió fue la negación.

—¿Qué dije yo?

Con una sonrisa tenue.

—No sé de qué está hablando. Entendí perfectamente lo de la orden de reclutamiento. Denos tiempo para discutir entre nosotros si hay alguien digno de ser voluntario.

—¡Ja!

Los soldados estallaron en risas vacías de ira. Algunos incluso pusieron la mano en sus armas en silencio.

Entonces, el de cejas largas y ojos hundidos levantó una mano, calmando a sus subordinados.

—Volveré.

—De acuerdo.

—Hasta entonces, no podrán dar un solo paso fuera de esta aldea.

Los soldados se pararon bloqueando la entrada de la aldea. Su aspecto denotaba una resolución de no retroceder ni un solo paso, pase lo que pase.

Misty no se inmutó. Influenciado por su actitud tranquila, yo también me quedé inmóvil en mi lugar.

Pasó un día.

En medio de una tensión gélida dentro y fuera de la aldea, unos pequeños y ligeros pasos resonaron nítidamente.

—Señor.

Campanilla preguntó.

—¿Yo también podré tener una espada tan grande cuando sea adulto?

Su piel morena brillaba. Sus ojos de un verde oscuro, como el musgo en un pantano, parecían contener estrellas. Una voz peculiarmente suave y a la vez grave, con un tono que parecía el de un adulto.

Era irresistiblemente adorable.

—Mmm.

El soldado sostenía una guadaña de combate con una hoja aterradora en la punta de una lanza larga.

La mirada de Campanilla se detuvo en la lanza. El niño, con su cara infantil, miró al soldado con los ojos llenos de anhelo. Era bajito, no le llegaba ni a la cintura, pero sus manos y pies eran firmes.

—¿Sí?

—Mmm.

—Yo seré un guerrero cuando sea grande. Mi papá dijo que él es el guerrero más fuerte del mundo. Mi mamá lo dijo.

‘Bien hecho, mi pequeño’

Yo estaba escondido en la sombra del callejón, espiando a Campanilla. Detrás de mí estaba Balein, y detrás de él, Misty.

El soldado trató de no interactuar con Campanilla. Miraba la montaña a lo lejos cuando el niño se acercaba, y fingía no escucharlo cuando le hablaba.

‘Pero de esto no podrá escapar’

Una sonrisa maliciosa apareció en mis labios. Lo mismo ocurrió con Valen y Misty.

Campanilla agarró con fuerza la manga del soldado, la tiró y preguntó:

—Señor, ¿Cuál es su nombre?

—Él…

¡Tiemblo, tiemblo!

—No puedo decirte mi nombre. Mamá dijo que no se lo dijera a nadie. En cambio, te diré un nombre que uso a escondidas de mamá.

—¿Cuál es?

Campanilla levantó la barbilla y dijo con aire de triunfo:

—Tirano.

—……

La disciplina desapareció del soldado. Primero, su boca se desdibujó, y luego sus ojos se hicieron de media luna. Un sonido sibilante no dejaba de salir de su boca.

—¿Tirano? ¿Un tirano?

—¡Sí!

—Ya veo. Es un nombre genial.

El soldado apoyó su guadaña de combate en un poste y extendió una mano vacía hacia Campanilla. Campanilla rápidamente le tomó la mano.

El soldado parecía que solo iba a darle la mano, pero Campanilla, que había recibido lecciones intensivas de maternidad de estafadores, extendió ambos brazos, pidiendo que lo abrazaran.

‘¡Qué orgullo, mi pequeño!’

—Wow…

Valen soltó una exclamación de admiración sin darse cuenta. Misty también soltaba una risa seca.

El soldado, que había alzado a Campanilla a regañadientes, dio una vuelta por el pueblo. Mi hada, que en un instante había convertido a un demonio en su carro personal, pedía que le mostraran esto y aquello, riendo a carcajadas.

Los otros soldados también conversaban en voz baja, con expresiones más relajadas.

—¿Será realmente el hijo de Su Alteza?

—Nah, imposible. ¿No oíste el rumor de que Su Alteza Ibratan es tan indiferente con las mujeres de su alrededor que parece excesivo?

—Podría ser que sea indiferente porque tiene una amante secreta.

—Eso… podría ser.

—Es sospechoso. Es raro que solo envíe al niño y la mujer ni siquiera muestre la cara.

—Los de arriba se encargarán, supongo. Nosotros solo tenemos que seguir las órdenes.

Campanilla preguntó los nombres de los soldados, que ni siquiera él podía memorizar, les interrogó sobre las armas que usaban y respondió con cuentagotas a las preguntas que le lanzaban disimuladamente.

—¿Tu sueño es ser un guerrero? ¿Tuviste un adulto que te enseñara a usar el cuerpo?

—Mamá no me deja. Dice que no quiere ver ni oír hablar de la guerra.

—Eres un buen hijo.

—¡Soy un tirano, ya te lo dije!

—Sí, tirano. ¿Pero sabes lo que significa esa palabra? ¿Alguien te la enseñó?

—No, no.

Campanilla agitó la cabeza.

—Yo también lo sé. Significa un hombre muy fuerte que vive en una casa grande como una montaña y tiene tantos subordinados como hormigas. Y mujeres bonitas que se me cuelgan pidiéndome que me case con ellas.

—¿Eh? Ah… sí, claro.

Parecía una respuesta correcta y a la vez no. Era un niño realmente confuso.

Por su color de piel y su forma de hablar, parecía tener algo en común con Ibratan, pero a veces era tan diferente que confundía.

‘Habrá que ver a la madre de este niño para saberlo’

Un soldado se atrevió a preguntar:

—¿Dónde está tu mamá y qué está haciendo?

—Mamá…

De repente, Campanilla frunció los labios y dudó. Seguía mirando de reojo hacia la plaza del pueblo, tragando saliva.

—¿Qué pasa?

—Es que, mamá…

Campanilla cubrió la oreja del soldado con la palma de la mano y susurró en voz baja:

—Está huyendo porque papá podría encontrarnos.

—¿Qué? ¿En serio?

—Mamá tiene otro hombre a quien ama de verdad.

—Ah…

—Shhh, es un secreto.

Y luego, diciendo que era hora de cenar, se metió en el pueblo dando saltitos. A lo lejos, los aldeanos le hacían señas a Campanilla para que se acercara.

—¡Ja!

En la mente de los soldados se desplegaron todo tipo de alas de la imaginación. Era obvio lo que pensaban. Yo miré sus rostros confundidos y le levanté el pulgar a Campanilla mientras corría.

Días después, saqué el vestido que había usado al venir al reino demoníaco y que había arrugado en mi maleta por lo incómodo que era.

Lo había enrollado y usado como base para la carne y la fruta, así que estaba hecho un desastre, pero después de que las mujeres del pueblo lo lavaron y secaron, quedó lo suficientemente presentable como para engañar la vista.

Después de tanto tiempo, me solté el cabello y me puse el vestido, y de alguna manera sentí que me había convertido en una femme fatale con un encanto verdaderamente letal.

—¿Por qué esa cara?

—Debí haber dicho Afrodita en lugar de Zeus.

—¿Y ese qué nombre es?

—Digamos que es la diosa del amor y la belleza.

—¡Qué tonterías estás diciendo!

Campanilla resopló y extendió la mano. Le tomé la mano y caminé con elegancia hacia la plaza del pueblo.

Las miradas de los soldados se posaron en mí.

‘Es ella’

Sus ojos decían eso.

‘En un momento como este, debería soplar el viento. Para que mi abundante cabello ondee como si un ventilador gigante lo moviera. Quizás debí haberme parado a contraluz. ¿Hay algún efecto especial que pueda crear con mi magia?’

Justo a tiempo, Campanilla me dijo:

—Mamá.

—¿Sí?

—Anoche soñé que papá nos encontraba…

Bajé los ojos con la cara más triste que pude. Abracé fuerte a Campanilla, frotando mi mejilla contra la suya, y le repetí varias veces que eso era solo un sueño.

Justo cuando los soldados, que parecían tener algo que decir, se acercaban a mí, se oyeron cascos de caballos con urgencia. Era un sonido áspero y potente. Parecía un terremoto.

Dududududu.

Una caballería de un centenar de jinetes cruzaba la llanura y venía hacia mí.

Entre ellos, vi un rostro familiar.