Marquesa Maron - MARMAR - Libro 3 - Capítulo 286

Qué alivio.

[Gran Duque Ibratan, después de ascender al trono del Rey Demonio, está librando una feroz guerra contra quienes se oponen a él.]

¿Eh?

¿Guerra? ¿No decían que Ibratan era un Gran Duque tan poderoso que todos lo reconocían como el número uno del Mundo Demoníaco sin necesidad de un Rey Demonio?

Tenía muchas preguntas, pero en ese momento, había algo más urgente.

—¿Dónde está Maris?

Si encontraba a Maris, todo sería más fácil. Con su mente brillante, no solo comprendería la situación del Mundo Demoníaco, sino que también se sabría el mapa de memoria.

Mientras me movía emocionada en mi asiento, Misty me dijo:

[Dicen que apareció de repente, apoyó económicamente a los humanos que se escondían y luego se fue. Dijo que tenía algo entre manos.]

¿Qué es eso? ¿»Algo entre manos»?

[Tengo la intención de esperar a Lady Haley en el lugar donde ellos se quedaron. Es un pequeño pueblo que quedó vacío porque todos los residentes se fueron debido a las frecuentes guerras, pero hay una gran ciudad cerca, lo que facilita conseguir provisiones e información.]

Ah, ya veo.

[También está cerca de Selborn, en el Mundo Demoníaco, y se extiende hasta el dominio de Gran Duque Ibratan. Lady Haley, escuche bien.]

Estoy escuchando.

[Debe encontrar la Aldea de los Exiliados.]

La conversación con Misty terminó rápidamente.

Campanilla y Valen miraban a la distancia.

Al principio, me miraban de reojo como si estuviera loca, haciendo gestos en el aire y hablando. Pero después de presenciar un par de veces cómo me comunicaba telepáticamente con Misty, parecieron llegar a un acuerdo: en lugar de preguntarme abiertamente si estaba loca, simplemente se ponían a mirar juntos a lo lejos.

Valen preguntó:

—¿Qué dijo Lady Misty?

—Dice que vayamos a la Aldea de los Exiliados. Dicen que hay algunos humanos que cruzaron del mundo de los vivos escondiéndose allí. Y Maris también pasó por ahí.

—¿Príncipe Maris?

—Parece que les dio fondos para establecerse y luego se fue. De verdad, qué increíble es. ¿Cómo habrá conseguido dinero un tipo que cayó en el Mundo Demoníaco sin nada?

Campanilla y Valen respondieron al unísono:

—Su cara, seguro.

—Me parece que su cara.

Yo también lo pensé, pero Maris, además de ser guapo, también era inteligente, así que podría haber usado alguna habilidad increíble que no se nos ocurría.

—Si ya terminamos de comer, ¿nos vamos?

—¡Kieeeeeee!

—¡Cállate! ¡Nadie te preguntó a ti!

Esta vez, Valen subió al burro, y Campanilla caminó tomándome de la mano. Caminamos, caminamos y seguimos caminando.

Aunque no avanzamos mucha distancia porque parábamos varias veces para que no le salieran ampollas a las patitas de mi pequeña hada.

Aun así, esa noche encontramos un pueblo grande y bien organizado.

Olía a ceniza por alguna parte. El pueblo estaba rodeado por una cerca hecha con troncos gruesos entrelazados, y huesos y calaveras estaban exhibidos como trofeos por todas partes, luciendo horribles.

—Será porque viven demonios, pero tienen un gusto…

—Los que parecen rudos por fuera suelen tener buen corazón por dentro. Lady Haley, ¿no lo sabe después de haber tratado con tantos humanos?

—Podrían ser diferentes a los humanos.

—No hay diferencia. Demonios o humanos.

Campanilla murmuró, recordando a Tristan y a los demonios de Selborn en el Mundo Demoníaco. Al recordarlos, yo también asentí sin darme cuenta.

Además, ahora yo era una mujer tan lamentable que cualquiera querría ayudarme.

Cuando entrara, seguramente me preguntarían:

—Qué duro lo está pasando una mujer joven.

¿Ven?

—Si dejas todo lo que tienes, te perdonaremos la vida.

¿Eh?

¿No es que me iban a dar todo lo que tenía?

Pensé que había escuchado mal y lo miré fijamente, y el hombre que custodiaba la entrada del pueblo se rió entre dientes y dijo:

—¿Quieres morir? ¿Cómo te atreves a entrar sin miedo, sabiendo dónde estás? ¿Es que te falta un tornillo, mujer?

¿Qué está diciendo ahora?

—Baja todo eso. También el burro. Los mocosos son un estorbo, así que llévatelos y lárgate rápido.

Pensé que había escuchado mal y volví a preguntar:

—¿Que lo baje y me largue? ¿Esto?

—Sí, eso.

El hombre señaló mi mochila, mi equipaje, el burro, etc.

De cerca, el hombre desprendía un olor rancio extraño. Tenía tatuajes toscos, adornos horribles, y lo único que brillaba era el cuchillo de carnicero que sostenía.

Le pregunté una última vez para confirmar:

—¿Estás tratando de asaltarme ahora? ¿No ibas a ayudarme por lástima?

—Estaba loca, ¿o qué?

—Si bajo todo esto y me voy, nos convertiremos en mendigos, ¿no? Estos pequeños podrían morirse de hambre, ¿y aun así?

—Todo es tu culpa. ¿Por qué tenías que aparecerte frente a mis ojos?

El hombre se rió a carcajadas y extendió la mano.

Yo simplemente me quedé quieta. Valen y Campanilla tampoco mostraron ninguna reacción. Nos quedamos allí, parpadeando, hasta que el hombre arrebató mi mochila con una mano y comprobó las monedas de oro que había dentro.

—Oh, ¿qué es esto? ¡Era una loca con dinero! ¿Quién eres? ¿Cuál es tu identidad? ¡Jajajaja! ¡Con razón hoy tengo buena suerte! Esto no puede ser.

—¿Qué cosa?

—Parece que tienes una familia rica, ¿verdad? ¿Verdad? Si te encierro en un corral de animales y corto tu lindo cuerpo en pedazos para enviarlos, podré sacarte mucho más oro…

Campanilla interrumpió.

—Mamá.

—¿Sí?

—Mátalo.

—¿Lo hago?

Campanilla estaba muy enojada, diciendo que no había nada más que escuchar, pero en realidad yo estaba algo emocionada.

¡Por fin había conocido a un demonio de verdad!

¡Oh, sí!

—Oye, ¿cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Hay una abrumadora mayoría de demonios como tú en el Mundo Demoníaco, verdad? ¿Verdad? Hasta ahora, todos los demonios que he conocido solo han roto mis ilusiones, lo cual fue un poco decepcionante, pero tú eres diferente, ¿eh?

—Esta loca…

—¿Esas son las únicas groserías que sabes? Eres un tipo con muy poco vocabulario.

¿Será porque no fue a la escuela? ¿No hay escuelas en el Mundo Demoníaco? Las groserías no están en el plan de estudios, pero la verdad es que uno las aprende más que nada en la escuela.

Me dio pena que un villano solo supiera una grosería, así que le solté una colorida variedad de insultos que aprendí de los chicos de mi clase de secundaria.

Números, partes del cuerpo, la salud de la familia. Y por si fuera poco, hasta enfermedades y castigos.

Oye tú, ¡siente la grandeza del coreano!

—¡Es… es… este loco!

—¿Qué te pasa? Ni siquiera voy por la mitad.

Qué cobarde.

—Todavía no he empezado con las groserías que me enseñó mi abuela, ¿y ya te pones así?

Sonreí con suficiencia, y el hombre, ya al límite, blandió su arma sin más.

El cuchillo que sostenía parecía ser usado para descuartizar animales grandes como vacas o caballos. Al ver cómo la hoja brillante y azulada se dirigía directamente a mi cabeza, pensé que no debía aguantar más.

Les di a mis hijos una mala experiencia en su educación. Es mi culpa como madre.

Así que voy a lanzar a este bastardo hasta el fin del Mundo Demoníaco, sin dejar rastro.

Tan pronto como terminé de pensar en ese breve momento, mi cuerpo se movió instintivamente. Cuando practicaba, siempre sostenía una pequeña pistola y adoptaba la postura de disparo, pero esta vez, mi instinto estaba pensando en un bazuca por sí mismo.

—¡No!

¿Qué significa «no»?

—¡Todos van a morir! ¡Quién sabe quién más estará en ese pueblo, todos van a morir!

¡Qué me importa! Me llamó loca.

Una energía oscura y siniestra brotó de mi cuerpo. Al ver eso, el hombre se sobresaltó y vaciló, luego gritó hacia el pueblo:

—¡Salgan todos! ¡Salgan rápido! ¡Aquí hay una mujer con un montón de oro!

Sí, ¡llámalos a todos!

—¡Tomen sus armas! ¡Es una bruja!

Vaya, una bruja. Aquí he escuchado de todo.

Del pueblo rodeado por la cerca salieron en tropel demonios parecidos al hombre. Tenían una apariencia sucia y fea, pero sus armas brillaban con filo.

Parece que a sus ojos yo era una mujer un poco diferente a las de siempre. Miraban al niño que yo sostenía, al burro que llevaba, como si fueran objetos de la bruja, llenos de miedo y repulsión.

—¡Mátala!

Parece que esta vez tendré que lucir mi fuerza.

—Ay, se está cavando su propia tumba.

Con el suspiro de Campanilla como señal, agrupé la energía que había brotado y disparé varias ráfagas.