Marquesa Maron - MARMAR - Libro 3 - Capítulo 284

—Cállate. ¿De dónde aprendiste esas cosas? Oye, tú, ¿leíste esa novela pícara que Fátima escondió a escondidas en la cocina, verdad? Dímelo, la verdad.

—Si estaba puesto en el estante, ¿qué va a esconder? Cada vez que van al mercado en el carro de carga, llega un libro nuevo. Entonces, todos lo leen rápido con disimulo y lo devuelven ahí.

—¡Qué descarado es este niño!…

—¿Acaso hay niños de más de cien años?

—¡Yo!

Valen sonrió alegremente y levantó la mano.

Campanilla y yo, sin poder replicar, le cedimos la última fruta que nos quedaba.

—Los cazadores dijeron que nos protegerán por la noche, así que durmamos. Parecen tener compasión, así que no nos harán vigilar.

—Son cazadores humanos. Hay que tener cuidado.

—Yo no soy humana.

—Ah, eso es verdad.

Un demonio que no sabía nada del Reino Demoníaco, una semidemonio-semihumana, y una diosa joven. Pudimos dormir cómodamente frente a la hoguera, bajo la protección de los cazadores humanos.

¡Kieeeeeee!

—Esto es realmente extraño. ¿Qué demonios es eso?

—No es un murciélago, tampoco una gárgola, y es demasiado pequeño para ser un dragón.

—¡Encima nos está siguiendo! Al principio pensé que era casualidad, pero viendo que nos persigue por todo el bosque, es definitivo. Nos tiene marcados como presa.

—¿Había algún informe de que algo así apareciera en el Bosque de la Luna?

—Es la primera vez.

¡Kieeeeeee!

Los cazadores estaban muy intrigados con el murciélago monstruoso. Al principio, lo tomaron a la ligera, pensando que era solo un mutante que apareció en el Bosque de la Luna, pero como los seguía día y noche, dijeron que ya casi les estaba agarrando cariño.

—Zeus.

—Sí.

—¿Ves ese río?

—Sí.

—Si caminan por ese río durante unos dos días, aparecerá un pueblo. A su paso, quizás les tome cuatro días. Es un pueblo pequeño y rural, pero viven demonios amables, así que vayan por ahí por ahora.

—Gracias.

—Nosotros tenemos que regresar por este camino para rastrear a los humanos que cruzaron desde el mundo humano. Lo siento por no poder llevarlos hasta el pueblo.

—No, está bien. Ya es suficiente con la ayuda que nos han dado hasta ahora.

—Para que ese bastardo, tu supuesto esposo o lo que sea, no te encuentre, es mejor que te vayas a un lugar rural o te escondas en una ciudad enorme.

¡Qué amables son estos demonios que salieron a cazar humanos! Durante el tiempo que estuvimos con ellos, tuve que debatir varias veces si debía o no intentar detenerlos.

—Pero, ¿para qué usan a los humanos que cazan?

—Tenemos que averiguar por qué se abrió la puerta al mundo humano y cómo sucedió. Es inevitable si queremos proteger el Reino Demoníaco. Los humanos son seres malvados y horribles. Los demonios normales que no saben nada no deberían encontrarlos. Nosotros debemos encontrarlos y eliminarlos primero.

—Ah, entiendo.

—Es lamentable que nosotros y los humanos seamos idénticos. Si tuviéramos cuernos en la cabeza o alas negras, sería fácil distinguirlos. Incluso si tuviéramos una cola parecida a una serpiente en el trasero, estaría bien.

No, esa es la imagen que nosotros tenemos de ustedes, ¿sabes?

—Adiós.

—Adiós. Zeus Winter Casnatura.

Los cazadores se rieron y agitaron las manos. En las mías tenía la carne seca y la fruta que me habían dado.

—Son demonios buenos.

—Sí, verdad.

—Si tan solo no fueran cazadores de humanos.

—Lo mismo digo.

Por cierto, qué bien se aprendieron ese nombre tan difícil.

Volví a mirar a los cazadores que regresaban al bosque y luego me di la vuelta hacia el río que se veía a lo lejos.

¡Justo cuando quería extender mis alas, si nadie me veía!

—¿Te dije que te largaras o no?

¡Kieeeeeee!

—Tú, ¿no eres del Bosque de la Luna? ¿Por qué me sigues hasta aquí? ¿Estás loco? ¿Qué vas a hacer si te encuentras con un cazador de monstruos? ¿Qué tal si hay algún loco coleccionista de monstruos en el Reino Demoníaco?

¡Kieeeeeee!

—Si sigue así, el día que se encuentre con algún familiar mío, se le van a separar los huesos de la carne…

El murciélago monstruoso, que creí que se había quedado atrás al salir del Bosque de la Luna, apareció de nuevo.

Mirándolo, tan emocionado como si estuviera esquiando en el agua tranquila del río, sentí que a mis alas les iba a salir moho.

—Simplemente caminemos. Aunque vayamos rápido, no vamos a encontrarlo antes, ¿o sí? Estaría bien si solo tuviéramos que encontrar a una persona, pero en el peor de los casos, esos cinco podrían estar dispersos y escondidos.

—¿Tengo que ir a buscar uno por uno?

—Entonces, ¿qué va a hacer?

—¿No se puede construir algo parecido al Castillo de Maron en el Reino Demoníaco para que vengan ellos?

—Para eso tendría que ganar una mala fama tan grande como para sacudir el Reino Demoníaco. ¿Olvidó que antes Lady Hailey era una enemiga pública de los Tres Reinos? ¡Tendría que ser así de famosa para que funcione!

—No creo que sea tan difícil.

Hice una forma de pistola con una mano y apunté al cielo vacío.

¿Disparar?

¿Darles unos fuegos artificiales grandiosos para celebrar mi llegada al Reino Demoníaco?

¿Por qué mi poder se volvió tan fuerte de repente? ¿Será porque consumí toda la energía corrupta, como dijo Valen? Antes de venir al Reino Demoníaco, no creo que fuera tanto.

A ver. ¿Funcionaría si lo hago lo más pequeño posible?

No un guisante, sino un grano de arroz. No. No un grano de arroz, sino un grano de mijo. ¿Qué hay más pequeño que eso? ¿El ojo de una aguja? ¿Caspa? ¿Lagañas?

Mientras murmuraba «más pequeño, más pequeño» y creaba una bala de energía, Campanilla habló con voz preocupada.

—No la condense. Si explota mal, podría haber un terremoto aquí. Además, es un río. ¿Sabe lo terrible que es una inundación?

—Puedo disparar al cielo.

—¿Qué pasa si todos los monstruos alados del Reino Demoníaco vienen aquí?

—¡Ay, caray!

No puedo hacer nada.

Valen me agarró la mano y tiró de mí.

—Primero vayamos al pueblo que nos dijeron los cazadores. Allí podemos hablar de nuevo con Lady Misty.

¡Kieeeeeee!

Sentí algo extraño, como si no hubiera sido yo sino el murciélago quien respondió, pero simplemente asentí con resignación.

El camino hacia el pueblo era tranquilo. Quizás por estar a la orilla del río, el paisaje era excelente.

El extraño fenómeno de dos soles en el cielo desapareció tan pronto como salimos del Bosque de la Luna, y si teníamos hambre, podíamos pescar y asar peces.

Incluso le había tomado cariño al murciélago que revoloteaba sobre mi cabeza, y ahora, cada vez que me despertaba o me iba a dormir, nos saludábamos con «buenos días» o «buenas noches».

—Es un pueblo pequeño.

—Sí que es pequeño.

—Parece que tiene menos población que el Castillo de Maron.

El lugar que nos indicaron los cazadores era un pueblo realmente diminuto. Era un poco difícil incluso llamarlo pueblo, pues solo consistía en cuatro o cinco casas.

Como era obvio que no habría ni un mapa del Reino Demoníaco ni siquiera una posada, decidimos no quedarnos en ese pueblo.

Solo preguntaré cómo llegar.

—¿Van de aquí a la ciudad?

—Sí, ¿a dónde tenemos que ir?

—Pues, si siguen el río, llegarán. Nosotros solemos ir en barco, pero para una mujer sola y con un niño, es un poco…

—¿Podrían venderme un burro?

—Claro, eso no es problema. Ay, pucha. Joven madre, está pasando por mucho.

No me atrevía a conducir un barco sola, así que compré un burro. Fue una solución de emergencia, ya que el pueblo era tan pequeño que no pude comprar una carreta ni un caballo de viaje.

Pero parece que lo de la gente generosa era cierto, porque cargaron el burro que compré con mucha comida y mantas.

—Zeus, si el padre de los niños te molesta, simplemente patéale en medio. No se puede evitar separarse, pero hay que pensar en los niños. Asegúrate de recibir suficiente para la manutención. ¿Entendido?

—Sí. Le sacaré hasta el alma.

—Ay, de la preocupación, no voy a poder dormir hoy.

En ese pequeño pueblo compré un burro, a un vendedor ambulante que encontré siguiendo el río le compré una mochila ligera, y a un pescador que había salido lejos a pescar le rogué un manto.

Finalmente, estaba completa.

Campanilla suspiró y dijo:

—Lady Haley.

—¿Sí?

—Pareces una mendiga.

—Lo sé.

Con el equipaje y Campanilla encima del burro, Valen en la mochila que llevaba a la espalda, y yo, una mujer con un manto viejo ondeando y un bastón.

Hasta a mí me daba pena verme.

—Si sigo así hasta la ciudad, me haré rica. Cada vez que me ven, se desesperan por darme limosna.

—No quiero ser ese tipo de rica…

Las monedas de oro que traje del Reino Demoníaco no las había usado para nada más que para comprar el burro. Como todos los que encontraba me daban comida con lástima, diciendo que me moría de pena, ¿qué era esto sino viajar sin dinero, comer gratis?

¡Bien! Ya que voy a ser una mendiga, seré la reina de los mendigos.

—Vamos, hijos.

—Sí, mamá.

¡Kieeeeeee!