La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago

—Para remover la maldición, necesitarás compartir mi cama por un tiempo. Para guiar apropiadamente tu mana y expulsar la maldición, necesito infundir mi mana de la misma manera.

Roina sintió que su corazón se hundía ante esas palabras. Así que esto era lo que Rutan había estado ocultando. Incluso el beso de ahora no había sido más que un acto de curación. Un dolor agudo le atravesó el pecho.

—He estado buscando en todos los textos antiguos, con la esperanza de encontrar otra manera, pero todos toman demasiado tiempo o son simplemente imposibles de lograr ahora. Todavía tengo más por revisar, pero no creo que haya otra manera.

En medio de la antigua biblioteca, bañada por la tranquila luz de la luna, un hombre de cabello largo y negro y ojos dorados se sentó a su lado, su voz cortés pero teñida de dolor. Roina se presionó una mano contra el pecho, con el corazón latiéndole con fuerza. Un espíritu continuaba guardando los libros, pero cada libro en esta biblioteca parecía haber pasado por las manos de este hombre hoy. Él había llegado a tales extremos para evitar dormir con ella.

—Lo siento. Quizás haya algo más que pueda hacer…

—No, de verdad, está bien. Yo, yo estoy bien. Por favor, solo infunde tu mana de la misma manera.

—…¿Estás seguro?

Los ojos dorados del hombre, brillando intensamente, se encontraron con los de ella. Roina cerró los ojos con fuerza. Quería deshacerse de la marca del príncipe lo antes posible y estaba dispuesta a tomar el camino más rápido. Pero la verdad era que deseaba a Rutan tan intensamente que esto se sentía como solo una excusa.