La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 86

Jason, abrazando a Roina mientras esperaba que la excitación se calmara, comenzó a explicarle sobre sí mismo. Le dijo que, aunque parecía humano, en realidad era alguien con características de lobo.

—Creo que he leído en un libro sobre esa especie en el sur. El país mercenario de Dyke.

—Así es, yo soy de allí. Se podría decir que soy como un hombre lobo.

‘Aunque soy un mestizo con perros salvajes’

masculló Jason para sí mismo antes de hundir de nuevo la nariz en el cabello de ella. Parecía muy contento de tenerla en sus brazos en ese momento. Su torso estaba lleno de cicatrices que parecían ser de batalla, y Roina, curiosa, las tocó con la mano, pero al sentir que su miembro se endurecía de nuevo de forma amenazante, se detuvo rápidamente.

—Kk, bien hecho. Será mejor así si no quieres ser penetrada hasta mañana por la mañana.

Jason frunció el ceño y sonrió ligeramente. Él tampoco quería forzarla, así que pensaba detenerse ahí. Pero, sin importar su voluntad, el miembro que había entrado en ella no tenía intención de salir. El hueso que solo existía dentro de su miembro se hinchó, aumentando de tamaño para asegurar que no se saliera. Intentar sacarlo a la fuerza la lastimaría.

Roina guardó silencio por un momento. Entonces, ¿significaba que su miembro tenía características de perro, por lo que debía permanecer insertado durante un cierto tiempo?

—…¿Cuándo saldrá?

—…Ni yo lo sé.

—¿Qué?

Jason se sonrojó un poco y apartó la mirada de ella. Parecía algo avergonzado.

—Eres la primera.

—¿¡Qué!?

Roina parpadeó con los ojos muy abiertos. Sus pestañas revolotearon al compás de sus párpados. Jason pensó que incluso esa imagen era hermosa, que quería besarla justo ahí, y lo hizo. Sus labios se posaron sobre los hermosos ojos de ella, Roina se encogió un poco, quizás por cosquillas.

—Eres mi primera pareja de apareamiento. Por eso no sé mucho.

Dijo él con un tono algo desanimado. Ante unas palabras tan inesperadas, Roina se quedó sin habla por un momento. Ya sentía remordimiento por haberlo utilizado, ¿pero la primera vez? ¿Estaba bien que Roina le quitara su primera experiencia así? La culpa comenzó a invadirla lentamente. Fue entonces.

—Lo siento.

Él lo dijo así de repente. Cada vez que él se movía, sentía claramente el miembro del hombre conectado en su interior. Aunque la excitación había disminuido, el estímulo directo desde adentro era difícil de ignorar. Se mordió los labios para no sentir nada y aguantó un poco. Pero, ¿disculpas? En todo caso, ella debería ser quien se disculpara.

—Tu olor es tan atrevido que… ¡Maldición, no es eso!

Él la besó de nuevo en los labios sin más. Esta vez, se sentía un poco como un capricho. Solo después de que él dijo que era su primera vez, ella sintió su torpeza. Las partes que había sentido ásperas eran porque él la había presionado sin una técnica especial.

—Te salté encima como un perro en celo. Y creo que te hice daño. Así que eso, lo siento.

—Ah…

—Lo haré mejor la próxima vez.

Él se apresuró a decir eso y la miró con ojos inquietos. Roina se quedó sin palabras por la inesperada inocencia que él mostraba. Su expresión parecía la de un cachorro mirando a su dueño. La culpa la atormentaba aún más.

—Jason, hmm.

Se tomó un momento para elegir sus palabras. Su mirada y su tacto suaves, todo cubierto de afecto, pero ella no merecía eso. Él merecía encontrar una mujer mejor. Por un momento pensó en decírselo solo después de que se separaran, pero ya no quería engañarlo más. Al final, él siempre había sido amable con ella, de principio a fin. Aunque sus palabras y modales fueran bruscos, al menos ella percibió amabilidad y respeto en él.

—Hace un momento, yo… tenía un pequeño vestigio de… algo en mi cuerpo que me hizo perder la razón. Para la desintoxicación, era necesaria una relación sexual con un hombre. Por eso, fue así.

Roina dijo eso y bajó la mirada. Jason sintió que su corazón se desplomaba ante la repentina negación. De repente, sintió que le faltaba el aire y le costaba respirar. Parecía que ella iba a salir corriendo de allí. «No puede ser», pensó. Sus dedos se contrajeron, queriendo abrazarla y sujetarla con fuerza para que nunca se escapara.

‘¿Ah? ¡Maldita sea, qué está pasando!’

Se llevó una mano al pecho. Su corazón latía de forma irregular, por su cuenta. Como si estuviera ansioso. Sin duda, estaba dentro de su cuerpo, pero este corazón temblaba de ansiedad, totalmente ajeno a su voluntad. «¡Bum, bum, bum!», ese corazón parecía ser algo separado de él. Incluso, en ese espacio, parecía haberse disociado. Era la primera vez que le ocurría algo así.

—Probablemente no volveré a tener una relación con Jason.

Ella dijo eso y giró ligeramente la cabeza. Fue cruel. El corazón de Jason volvió a descontrolarse. Jason negó con la cabeza, negando la negación de ella. «No, no puede ser. Ella es mía. Es mi hembra, y será mi compañera. Ella no lo sabe, pero él, desde el momento en que se unieron, sintió que le dedicaría el resto de su vida a ella. Probablemente, sin saberlo, él solo la querría a ella.»

—¿Cómo, cómo puedes saberlo? ¿Eh? Te gustó hace un rato, ¿no? ¿No podría yo también excitarte? Entonces yo…

—Amo a otra persona.

¡Boom!

Esta vez, algo pesado, como una piedra, se desplomó. Ante esa sensación tan clara, Jason se quedó sin palabras. La mujer que aún lo contenía, y que ahora estaba en sus brazos, decía que amaba a otra persona. Lo rechazaba. Él se encontró de golpe con una fiebre desconocida y un desamor también desconocido, uno tras otro. Todo por una mujer. Llevaban apenas un día conociéndose, y no entendía por qué su corazón estaba tan averiado y traqueteaba.

—¡Maldición!

Jason sujetó los hombros de Roina, la empujó hacia abajo y se subió encima de ella. La miraba con ojos intensos. Al moverse él, el miembro duro dentro de ella se movió, estimulándola. Esta vez, Roina también se sorprendió y dejó escapar un «¡Ah!». Esa imagen excitó a Jason de nuevo, pero también sintió que no podía hacer nada, pensando que aquello le estaba prohibido. Todo lo relacionado con ella era nuevo para él. Se sentía atormentado por emociones desconocidas.

—Aun así…….

Intentó decir algo, pero se detuvo un momento, como atorado en sus palabras. Cualquier cosa que dijera en ese momento sería inapropiada, pero no podía decir nada. No podía perderla. Su instinto se lo decía. Ella era suya. Su hembra, solo suya. «Por favor, por favor, no me dejes. Mi olor está tan impregnado en ti… ¿cómo podrías irte con otra persona?». Un gemido de agonía escapó de su boca sin control.

—Aun así, ¿eh? ¿No podrías amarme a mí en lugar de a esa persona?

Roina giró la cabeza y no lo miró. Era una negación silenciosa. «¡Maldita sea!», él volvió a masticar una maldición entre sus dientes. «¿Por qué, por qué demonios?». Los dioses, sin piedad, le habían asignado como destino a alguien que ya tenía pareja. Le dolía que ella mirara hacia un lugar completamente diferente al suyo.

—No lo decidas ahora. ¿Eh? Ahora eres mía. Solo un momento, solo quédate así.

Lo último fue casi una súplica. Con labios torpes, la besó por todo el cuerpo. Su cuello, sus lóbulos de las orejas, el canal de sus pechos, su clítoris y sus dedos. Cada parte de ella. Eran besos de cortejo.

Pero Roina cerró los ojos con fuerza y, al final, nunca lo volvió a mirar.

Ambos pudieron separarse solo mucho tiempo después.

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—¿Qué? ¿No hay forma de contactar al Gran Mago?

El asistente asintió con una expresión de preocupación ante la pregunta de Josef.

‘¿A dónde habrá ido sin dejar ningún aviso?’

Josef se pasó la mano por el cabello con nerviosismo. A estas alturas, ya debería haber recibido noticias del Gran Mago. Golpeaba el suelo con la punta del pie, impaciente.

—¡Hay alguien que vio al Gran Mago!

En ese momento, un caballero se adelantó y le habló. Era un caballero que había estado investigando las inmediaciones del palacio imperial. Josef lo miró, y un escudero, que parecía ser su subordinado, se presentó con una actitud un tanto insegura.

—El Gran Mago fue al palacio imperial. Me envió a buscar una invitación formal.

Dijo eso mientras miraba hacia el palacio imperial. El palacio imperial del Imperio Kailum se alzaba en el centro de la capital, deslumbrante y espléndido.

—¿Por qué? El Año Nuevo es mañana y… la visita al palacio imperial se había pospuesto por la búsqueda de la Maestra Roina.

—Parece que él pensó que la Maestra Roina estaba en el palacio imperial.

‘Se cruzaron’

Josef se llevó la mano a la frente al escuchar las titubeantes palabras del escudero. Justo cuando pensaba que por fin podría descansar, surgió un nuevo problema.