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La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 57

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  4. Capítulo 57
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Roina se tragó la saliva sin darse cuenta. Ella tampoco quería esta situación, pero tal como estaban las cosas, parecía que le estaba quitando la inocencia a un hombre.

Levantó la mano y lo acarició suavemente. «¡Ugh!», él se arqueó y tembló violentamente, ¿será que sintió mucho solo con eso? Quizás no tomaría tanto tiempo, sintió un poco de esperanza.

 

—No le gustará, pero aguante un poco, Laiger. Lo siento.

—¡¡Eso debería decirlo yo…!!

 

No había lubricante allí. Ella misma humedeció sus dedos con saliva y los llevó a su conchita. Sus dedos se deslizaron suavemente dentro de su lugar secreto. Como Laiger la había desnudado torpe pero diligentemente, ella también estaba casi sin ropa. Ese día llevaba un vestido-abrigo de lana, y todos los botones delanteros estaban desabrochados, revelando sus pechos voluminosos envueltos en lencería, su vientre liso y hasta su íntima cabellera. Ya hacía mucho tiempo que se había quitado la ropa interior y las medias con la prisa.

 

—Mmm,

 

Chaf.

 

Mientras movía los dedos con cuidado, se escuchó un sonido lascivo y sus muslos se agitaron. Laiger, cuyo pene ya estaba hinchado a punto de estallar, se vio abrumado por un impulso apasionado de poseerla profundamente, aunque no sabía exactamente qué hacer ante la estimulante escena que se desarrollaba por primera vez ante sus ojos.

Roina abrió los ojos y miró a Laiger cuando sintió que su interior se había relajado lo suficiente. Él la miraba fijamente con ojos claramente de hombre; en ese instante, Roina se sintió avergonzada y se acercó a él con la idea de terminar este contrato rápidamente. Fue en ese momento.

 

—¿Puedo tocarla?

 

Dijo él, como hipnotizado, le acarició el pecho. «Uhm», ella también estaba ya completamente excitada, así que gimió al sentir su toque. Él, guiado por el instinto, le agarró los pechos. ¡Hut! Roina sintió una punzada de peligro, queriendo detenerse a sí misma, que ya estaba sintiendo placer por su toque. Aunque él seguía debajo de ella, sintió que si continuaba así, perdería el control. Quizás su plan de terminarlo lo más rápido posible se desbarataría.

A juzgar por su tamaño, lo de Laiger era tan grande como lo de Rutan, así que ella no estaba segura de estar lo suficientemente preparada, pero aun así, presionó sus hombros para tumbarlo de nuevo y se subió encima de él.

Su conchita, humedecida, tragó con dificultad su glande. «¡Hwang!», Roina sintió que se volvía loca con solo la entrada del glande, como si ya estuviera completamente llena. Y más aún por el éxtasis que sentía venir de él. Para él, que hacía el amor por primera vez, todo en ella era una estimulación inmensa.

Ella bajó lentamente, pero con determinación, su cuerpo. Su boca inferior envolvió suavemente su pene rosado. Ella se estaba sintiendo un poco avergonzada porque era la primera vez que veía un miembro masculino de un color tan bonito. Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en eso ahora. Porque algo grande y duro penetraba incesantemente su parte inferior, que no estaba del todo preparada. Y a eso se sumaba su excitación sexual y placer, lo que la hacía sentir aún más enloquecida.

Aunque ajustado, su conchita, acostumbrada al enorme tamaño de Rutan, devoró con avidez al nuevo miembro masculino.

 

—¡Kheu, heut, euk…!!

 

Laiger estaba a punto de perder la cabeza por la sensación que experimentaba por primera vez en su vida. Sentía como si todo lo que había soportado durante años se estuviera desmoronando. La mujer, que se retorcía y se empapaba de placer sobre él, abrió completamente su cuerpo y lo recibió. Cada vez que su cuerpo se movía ligeramente, lo suyo era succionado poco a poco dentro de ella, desde el glande, y sus pechos blancos se agitaban, mostrando sus rojizos pezones. Como si la invitara a chupar sin reservas. Sin poder contenerse, él arqueó ligeramente la cintura y empujó hacia arriba.

 

—¡¡Haang!!

 

De repente, más de la mitad de su miembro entró en ella. Ella, incapaz de contenerse ante el repentino placer, soltó un grito extremadamente lascivo. Sus piernas perdieron fuerza y se desplomó, lo que hizo que todo lo suyo entrara instantáneamente en ella. Ella temblaba incontrolablemente, incapaz de hacer nada, siendo penetrada desde abajo por su enorme miembro. Laiger también estaba temblando de éxtasis al ocupar de repente su interior.

Él nunca en sus sueños imaginó que introducir completamente su miembro en el cuerpo femenino, suave y elástico, proporcionaría un placer tan fantástico. Esto se debía a que él, desde un principio, había sido estricto consigo mismo, adhiriéndose a un entrenamiento ascético sin imaginar ni pensar en tales cosas. Sin darse cuenta, sus pupilas se dilataron y, por instinto, movió sus caderas. Un poco más profundo, un poco más rápido, un poco más fuerte. Incluso la agarró por la pelvis y la levantó para que su miembro pudiera entrar y salir con más facilidad. El suyo salió casi hasta el glande y luego entró de una vez hasta la raíz.

 

—!!!

 

Roina no pudo siquiera emitir un sonido por el inmenso placer. Como si fuera a partirla en dos, Laiger la golpeó con fuerza sin medida. Su pubis, firmemente sostenido por las manos callosas del hombre, se movía sin su voluntad para recibir lo suyo hasta el límite. El vaivén de las caderas del hombre, que por primera vez probaba el cuerpo femenino después de toda una vida de abstinencia, era como una furia.

 

—¡Ah, ah! ¡Ah! ¡Demasiado! ¡Ahhh!

 

Su cuerpo se agitaba sin control al ritmo de los movimientos de él. Sus pequeñas manos, sin encontrar dónde apoyarse, se posaron sobre sus abdominales, estimulándolo aún más. Sus hermosos senos se movían de arriba abajo, creando un paisaje impresionante.

Con el pacto cumplido, la luna brillaba aún más intensamente. La luz lunar se derramaba a través de las ventanas largas y estrechas, iluminándolos mientras se enredaban lascivamente. La capilla del templo, un lugar de reverente oración a Dios, estaba completamente llena de sonidos húmedos y lascivos.

 

—¡Roina, cof!

 

Él temblaba de éxtasis, pero en ningún momento soltó a Roina. La idea de Roina de que él terminaría rápido por ser su primera vez fue un error. Él la acosaba con una resistencia inagotable.

Ella sentía que se volvería loca por el placer interminable. Solo hubo penetración, sin preámbulos ni caricias, y no podía creer cómo era posible. Con la sotana desordenada, él finalmente se levantó y se mordió el pecho. La fruta que se movía tentadoramente sobre ella era dulce, como esperaba. Con avidez, le mordió y chupó el pezón. Era un movimiento no calculado, casi instintivo.

 

—¡Hik, ¡Hwang! ¡Ang!

 

Y sin embargo, sus manos en su pelvis no se detuvieron. Con su miembro entrando fuertemente desde abajo, como si quisiera alcanzarlo todo en ella, ella también estaba siendo arrastrada por un inmenso orgasmo. Mientras tanto, al sentir los labios húmedos y cálidos del hombre en su pecho, ella se estremeció.

Roina se aferró a sus hombros. Era un intento de detenerlo, pero no sirvió de nada; al contrario, le facilitó un poco el levantarla y empujarla.

Finalmente, insatisfecho con empujarla de abajo hacia arriba, la levantó por completo. Ella, siendo una adulta, se quedó atónita al ser levantada del suelo con tanta facilidad. ¿Seguiría siendo su fuerza hercúlea incluso cuando no fuera un hombre de nieve?

Al cambiar de postura, su ropa, apenas sostenida, cayó, dejándola completamente desnuda.

Justo al lado de ellos, había un altar para ofrecer sacrificios a Dios. Entre los candelabros de plata, los símbolos sagrados y la tela blanca que simbolizaba la pureza, su delicado cuerpo femenino fue empujado.

El caballero sagrado, que había puesto a la mujer en el altar en lugar del vino, movió sus caderas para poseerla con más rapidez y fuerza que antes. Impulsada por esa fuerza, Roina subía un poco más. Él le agarró por completo los pechos voluminosos y, poniendo una mano detrás de su cabeza, la besó profundamente. Una lengua torpe y caliente le llenó la boca.

 

¡Chingrang!

 

El candelabro de plata y los símbolos sagrados cayeron, rodando por el suelo. Ese lugar se había convertido ahora completamente en su propio altar.

El hombre, que había practicado el ascetismo y lo había dedicado todo a Dios, cegado por el deseo, se entregó sin reservas a la exploración del suave y cálido cuerpo femenino.

 

—¡Ha-eu, ah, ang! ¡¡Aaaah!!

—¡Heeut, ha!

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Ella había alcanzado el clímax innumerables veces. Estaba realmente cerca de su límite, pero por alguna razón, el caballero sagrado no llegaba al clímax. ¿Sería también esto una consecuencia del pacto? ¿Necesitaban conectarse más, más profundamente? Por un instante, tuvo ese pensamiento, pero no pudo seguirlo. A través de la resonancia, una estimulación incesante fluía de él, y su cuerpo, en contra de su voluntad, se excitó de nuevo.

 

—¡Basta, haang!

—Todavía, un poco más, ¡ugh! Después, más…

 

Diciendo eso, él dejó su marca en lo más profundo de ella. El sudor caía a cántaros con cada movimiento. Aun así, como si no conociera la satisfacción, volvió a embestir en su interior. Como si, al decir que compensaría los años perdidos, realmente estuviera cobrando todo lo que había perdido dentro de ella.

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