La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 131

Nail se m’ordió el labio y miró al frente. Ella, que pensaba que no podía hacer nada, había sido elegida por la diosa. Por lo tanto, tenía que hacerlo bien.

‘Nail, ¿estás segura de que puedes?’

Mana parecía sentir lástima, como si quisiera ir en su lugar si pudiera. Nail solo asintió sin dudar.

‘Puedo hacerlo’

Puede hacerlo. Puede hacer algo, por sí misma, con sus propias fuerzas. Eso, al menos para ella, tenía un gran significado.

Cuando se vio obligada a dejar a Roina, Roina le susurró a Nail a través del viento mágico.

‘No te preocupes por mí, haz lo que puedas’

‘Lo que pueda’

Nail se sintió guiada por algo y escuchó esas palabras aturdida.

Tanto la diosa Aiha como la señorita Roina le decían que podía hacerlo, que había algo que podía hacer.

Debía haber una razón por la que ella fuera necesaria en este lugar.

Con ese pensamiento, Nail se escabulló entre las mujeres del harén. Se había escondido detrás de una columna cuando nadie miraba. El dueño del castillo no estaba en sus cabales, por lo que era poco probable que sus secuaces fueran disciplinados. Esto era algo que Nail había sentido profundamente durante los tres días que había estado aquí.

«¿Eh? ¿Adónde se fue la de hace un rato? ¿La viste?»

«Nooo… pero si se fue, debe seguir en el castillo. No importa, vámonos.»

Nadie podía salir de este castillo. Aunque no se lo habían dicho a Nail, que trataba de pasar desapercibida, era un hecho que podía descubrir prestando un poco de atención a las conversaciones de su alrededor.

‘¿Cuál será el secreto de este lugar?’

Nail sentía curiosidad. Solo había un lugar en el castillo al que no había ido.

«La residencia de Conde Icardo.»

Estaba en lo más profundo del palacio, y como ella había evitado por todos los medios convertirse en su amante por una noche, nunca había estado aquí.

Ahora era la oportunidad.

Sola, Nail tragó saliva y miró a su alrededor.

Castelo era un país con una escasez de agua. Si tuvieran un templo de Aiha, podrían obtener agua de allí, pero desde la invasión del Imperio Kailum, vivían con las nuevas tecnologías que Kailum les proporcionaba.

Eran bombillas que brillaban hasta que se agotaba la energía de la piedra mágica, grifos que daban agua, y cajas que expulsaban aire frío o caliente.

Todos eran artefactos mágicos que utilizaban las piedras mágicas de Castelo.

Esos tontos imperiales pensaron que las piedras mágicas de Castelo eran infinitas y las usaron sin medida.

Y los aduladores que querían mantener un equilibrio oportuno también los usaron, y el templo de Aiha fue ignorado.

En los últimos años, ella también había usado esos objetos. A través de su padre.

Nail frunció el ceño. Tuvo que apretar los puños para contener las lágrimas.

Todavía sentía una ambivalencia hacia su padre. Al mismo tiempo que pensaba que era el único familiar que le quedaba y que la amaba, sentía la traición de que él no consideraba importantes sus sentimientos o pensamientos. Aún no sabía cómo reaccionar si volvía a ver a su padre.

«Haz lo que puedas.»

Nail se presionó el pecho, que se sentía oprimido, y se movió de nuevo. Lo más profundo del palacio interior tenía forma de estar rodeado por varias columnas, y estas columnas creaban una ilusión óptica que dificultaba saber dónde estaba la verdadera recámara del palacio.

Una estructura en la que los extraños se perderían fácilmente. Tal vez fue por eso que la gente la había dejado sola.

Nail brilló sus ojos y miró las columnas, o más bien, los dibujos grabados en ellas.

«Son diferentes.»

Los grabados en relieve que parecían todos similares y causaban una ilusión óptica se veían diferentes para los ojos de Nail. Entre los patrones regulares, había partes que estaban fuera de lugar. Al reunirse, esas partes le mostraban claramente el camino.

El hábito de observar algo mientras dibujaba cientos o miles de veces, y su voluntad tranquila, le permitieron a sus ojos ver el camino.

«¡Es por allí!»

Una vez que se sintió segura, Nail corrió en una dirección. El agua de Aiha que había llevado en una botella se agitó y brilló. Como si la estuviera felicitando por haberlo hecho bien.

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—¡Hermana!

Mientras tanto, Ethan seguía a Camille, que caminaba a paso rápido. El impacto de reencontrarse después de la muerte duró solo un momento. Conmocionado por la impactante verdad sobre el conde Icardo y ansioso por la ausencia de Roina, Ethan no podía permitirse expresar grandes emociones por el reencuentro con su hermana. Simplemente no podía concentrarse en ella porque tenía cosas más urgentes que hacer.

—¡Ay, qué!

—¿A dónde diablos va?

¡Tiene que darme una explicación! Ethan susurró apresuradamente. Ambos estaban disfrazados con uniformes de guardia, pero como podían levantar sospechas en cualquier momento, no podían hacer nada que llamara la atención.

Camille miró de reojo a un inusualmente ansioso Ethan y le hizo un gesto con la barbilla.

—¿No te dije que iba a matar a Icardo?

—Dijo que estaba bromeando.

Ethan apretó los dientes y habló rápidamente, pero Camille solo resopló.

—Tú mismo lo dijiste hace un rato. Que tienes que encontrar a la señorita Roina, o como se llame. Si esa Roina está aquí, lo más rápido es ir a la residencia de Icardo y esperarla allí.

Camille tenía una voz sorprendentemente seca y fría. Lo miraba como si su frenético hermano fuera patético.

—Icardo se vuelve loco cuando ve a una mujer nueva y la arrastra a su cama.

Al oír eso, Ethan se quedó sin palabras y miró a su hermana. Fue porque sintió un destello de la ira que se escondía bajo su expresión severa, como la de una hermana mayor. La sangre le hirvió al pensar que Roina sería encontrada de esa manera, pero antes de eso, tenía que confirmar algo con Camille.

—…Hermana, ¿estás bien?

—Mmm, no lo sé.

—¿Qué?

Camille lo dijo con ligereza. Sus pasos también eran tan ligeros que parecía que rebotaba. La mujer con la que se había reencontrado era voluble en muchos sentidos y completamente impredecible.

—Hace poco que me di cuenta. Mi memoria no está del todo intacta.

—…

Ethan la miró en silencio. Recordó la extraña atmósfera que sintió cuando la conoció por primera vez. De hecho, a pesar de que estaba seguro de que era su hermana, su reacción en ese momento le pareció extraña. ¿Sería posible que fuera porque su memoria no estaba intacta?

—¿No está intacta?… ¿Es por una herida de guerra?

No sería raro que tuviera secuelas después de sobrevivir a una explosión mágica tan grande. Fue una explosión que no dejó rastro de ninguna criatura viviente. Pero contrariamente a la suposición de Ethan, Camille negó con la cabeza.

—Tampoco puedo estar segura de eso… Desde que desperté, pensé que algo no andaba bien, pero creo que pierdo algo cada vez que mato a Icardo.

—¿Qué?

Camille se rio a carcajadas ante la voz de asombro de Ethan, que ya no sabía cuántas veces se había sorprendido. Como una hermana traviesa que se divierte molestando a su hermano menor. La anhelada expresión de antaño apareció y desapareció.

—Yo soy la espada que puede matar a Icardo. De eso estoy segura. Pero lo que estoy cortando no es la esencia del conde Icardo, y yo, la espada, me estoy consumiendo cada vez que me usan.

Ethan miró a su hermana con ojos temblorosos. Su hermana estaba hablando de consumirse sin el menor problema.

—Lo que quiero decir es que no eres el único que está ansioso. No sé cuántas oportunidades me queden.

—…¿Y aun así va a seguir intentando matarlo?

—Sí. Incluso si me consumo varias veces y mi alma desaparece de mi cuerpo hasta el punto de que no sepa por qué estoy haciendo esto, lo mataré. ¿Crees que solo a Icardo? Mataré al Imperio. A cualquiera que intente dominar a este Castelo, lo mataré.

—…….

Ethan se quedó sin palabras y miró a su hermana. No tenía forma de detener a una hermana que hablaba de esa manera. Solo le quedaba resignarse. Después de años de un tiempo doloroso, su hermana seguía siendo así de terca.

—…¿Y sin saber por qué lo hace y sin siquiera intentar averiguarlo?

—Porque hay algo más importante.

Los ojos de Camille brillaban como los de una leona. Como si estuviera a punto de encontrar a su presa, destrozarla y masticarla.

—…En primer lugar, ahora que estoy aquí, no intente matarlo a tontas y a locas.

—¿Ah?

Las cejas de Camille se torcieron con ferocidad. Era una actitud valiente, como si dijera: «¿Quién eres tú para interponerte en mi camino?». Pero Ethan tampoco se rindió. Él también era un hombre que había pasado por la vida y la muerte.

—No se consuma sin necesidad, y clave la espada cuando pueda matarlo con certeza.

Camille se rio con gusto ante sus agudas palabras.

—¡Ja, ja! ¡Eres mi hermano!

Los hermanos, que se habían reencontrado después de la muerte, se miraron y asintieron.