La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 124

—¡Fides…!

Josef entró a la torre con un golpe estrepitoso y una voz llena de urgencia. El pasaje mágico que comenzaba en la mansión del marqués. Le preocupaba que ya se hubiera cerrado, pero por suerte aún estaba abierto.

Sin embargo, Fides no parecía haber esperado su llegada; lo miraba con los ojos muy abiertos.

—¿Qué sucede? ¿En qué puedo ayudarlo? ¿Quiere un poco de agua?

Fides soltó sus palabras habituales con rapidez, preocupado por Josef. Aunque lo que dijo fue una pregunta, antes de escuchar la respuesta, ya le había traído un vaso de agua fría y una toalla, y se los extendió.

Josef, con la respiración un poco agitada, los rechazó cortésmente y dijo:

—Guíame hasta el gran mago.

Ante la firmeza de su voz, Fides solo parpadeó varias veces y luego lo miró con cautela.

—Señor Lutan todavía no ha recuperado la consciencia.

—¡Lo sé! Pero…

Josef se mordió el labio. Decir esto le resultaba doloroso. El gran mago lo había obligado a rendirse cuando él comenzó a sentir algo por primera vez por ella, y la relación entre ellos nunca había sido buena desde entonces.

Aun así…

—Solo el gran mago puede salvar a Señorita Roina.

Josef soltó esas palabras como si las estuviera vomitando.

Se agarró el pecho con angustia. El delicado tejido de su ropa se arrugó de forma desordenada por el agarre de su mano.

—Por favor, Fides. Deja que lo vea.

Fides lo observó por un largo rato y luego habló.

—Yo, todavía no puedo saber bien si un humano miente o no. Estoy más acostumbrado a obedecer las órdenes, porque fui creado para ser el guardián y sirviente de la Torre Mágica. Sin embargo, el señor Josef no es mi amo, sino un invitado, así que lo correcto en este caso sería rechazarlo y echarlo.

Los ojos de Fides se veían serenos mientras hablaba. Como un espejo, reflejaban la realidad de manera transparente.

—Pero desde que me pusieron un nombre, poco a poco he podido tener mis propios pensamientos y juicios. La autoconsciencia era más asombrosa y compleja de lo que creía. Aún no la entiendo bien, y a veces me atormenta.

Dijo Fides, mirando a Josef directamente a los ojos.

—Pero lo que es claro, es que ahora mismo, quiero creer en las palabras de Señor Josef.

El chico, cuyo nombre significaba «creencia», lo dijo así. Incluso en esta situación, donde todo era nuevo y extraño, él era un ser bondadoso que encontraba un significado. Josef, preocupado sin razón por él, apretó los puños.

—Sígame. Lo guiaré.

Sin embargo, lo importante en ese momento no era Fides, así que Josef se dispuso a seguir adelante.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Mientras se adentraban en la cueva, Roina y el grupo continuaron avanzando, respirando con la ayuda de la magia. Incluso Laiger, que había estado forzando su cuerpo y le costaba abrirse camino en el agua, ahora se dejaba llevar con más comodidad. Aunque, de todas formas, Jason seguía arrastrándolo.

Roina suspiró levemente y escudriñó lo que había delante. No sabía cuánto habían avanzado en la cueva, pero la luz en su interior se hacía cada vez más intensa. Después de sorprenderse un instante por el entorno tan brillante como si fuera de día, Roina se detuvo al ver algo que resplandecía al final del camino.

—¿La raíz de un árbol…?

Allí se encontraba la raíz de un árbol inmensa y de un blanco impoluto. Alrededor, musgo y plantas acuáticas que brillaban con intensidad la envolvían, dando la impresión de que la luz tenía vida y se movía alrededor del árbol.

Al llegar, Roina examinó el entorno y se volvió a sorprender. Sintió una energía inmensa, clara y muy abundante. Sin darse cuenta, se acercó más al árbol, pero Ethan la detuvo.

—Ethan.

—…No sabemos qué es.

Tenía razón. Era la primera vez que lo veían.

—Pero no parece peligroso…

Roina volvió a mirar el árbol y habló con nostalgia. Era tan gigantesco que, aunque solo veían la raíz, parecía llenar casi todo el espacio. De cerca, el tronco del árbol se extendía infinitamente hacia arriba, y un misterioso resplandor cálido envolvía todo a su alrededor.

Roina se apretó el pecho, sintiendo una emoción inexplicable.

Además, al observarlo más detenidamente, notó que fragmentos de corteza se desprendían al compás de las ondas de luz.

Esos pedazos, que parecían polvo desprendido del árbol, lucían curiosamente como rocas y contenían un mana abundante.

—…¿Piedras de mana?

Roina murmuró, asombrada. Lo que emanaba del árbol era la piedra de mana que tanto habían buscado por todo el imperio. Mirando alrededor, sintió que había más pasadizos de agua conectados a este árbol. Probablemente llevaban a los templos de Aiaha. Y de seguro también se dispersaban por el desierto, ya que allí había criaturas que se alimentaban de estas piedras.

Roina se quedó embelesada con la escena. Sentía como si una brisa extraña y cálida la envolviera. El árbol parecía estar llamándola, diciéndole: «Ven aquí, todo está bien».

Aunque su vacilación fue larga, su acción fue rápida. Se acercó aún más al árbol y puso la palma de la mano sobre él. Ethan extendió la mano para detenerla, pero Roina fue más veloz.

La suave textura del musgo y de las plantas acuáticas envolvió su mano. Roina se estremeció con la sensación de ser abrazada por alguien. La sensación de fusión, de estar conectada con algo. Cerró los ojos y se concentró; entonces, sintió una sensación lejana pero familiar.

‘Esto es…….’

—Lutan.

Era la energía de Lutan.

De repente, las lágrimas brotaron de las mejillas de Roina. No oía ni veía nada a su alrededor. Todo se sentía distante. Podía sentir las lágrimas calientes corriendo por su rostro.

De repente, Lutan estaba frente a ella. Exactamente como lo recordaba: mirándola con ternura, como cuando no quería dejarla ir. Roina se cubrió la boca.

—¿Ahora, ahora sí está bien?

Su voz de asombro resonó en el lugar. El largo y negro cabello, el cuerpo finamente esculpido con músculos firmes que a primera vista parecía delgado, y la mirada fría y penetrante que se volvía tierna cuando la miraba con sus ojos dorados.

No era la imagen deformada que ella recordaba, cubierta de escamas doradas. Estaba frente a ella, completamente recuperado.

Él sonrió con dulzura y calidez, le acarició la mejilla y la abrazó. Roina se acurrucó en sus cálidos brazos, sintiéndolo por completo. Lo abrazó fuerte, como si nunca más fuera a soltarlo.

—Lutan, por mi culpa te pasó eso, y no he dejado de pensar. Por qué pasó, qué sentía mi corazón.

Roina murmuró esto con la cara hundida en el pecho de él. La mano que le palmeaba el hombro y la espalda era increíblemente suave y cálida.

—Yo, yo, a Lutan…

«Lo amo», iba a decir, pero las palabras no le salieron y solo sollozó. En ese momento, Lutan le acarició la oreja con ternura, le tomó la barbilla y le levantó la cabeza. Vio su nariz atractiva y recta, sus ojos afilados y una mandíbula masculina. Roina se sintió avergonzada y no pudo mirarlo directamente.

Entonces, Lutan bajó la cabeza y se acercó a ella.

Con el corazón latiendo, Roina cerró los ojos lentamente, pensando que él la iba a besar.

Pero, de repente, Roina sintió una sensación extraña y apartó a Lutan. Aunque su fuerza no era mucha, Lutan se tambaleó y retrocedió un par de pasos.

—…Vaya.

Una voz desconocida salió de la boca de Lutan. Una voz masculina, pero suave. La de Lutan era más varonil y grave. Al escucharla, a Roina se le puso la piel de gallina.

—¿Quién eres?

Justo cuando Roina se dio cuenta y preguntó, el mundo se hizo pedazos. Ya no podía sentir el gran árbol blanco ni las ondas de agua que la habían rodeado. Solo la oscuridad y el silencio la envolvían.

—Qué lástima, ya casi estaba listo… ¿Fui muy impaciente?

El hombre con el rostro de Lutan sonrió. A medida que hablaba más, Roina supo de quién era la voz. Lo miró con los ojos llenos de asombro. Al volver a mirarlo, notó que sus ojos eran morados.

—¿Qué… qué me hiciste?

La voz de Roina temblaba sin control.