La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 123

Roina se arrodilló con cuidado y revirtió el canal de agua que había localizado. Invirtió la magia que yacía bajo el lago. Cuando abrió el canal, la luz que salía del espejo de su collar se hizo más intensa. Roina agarró el espejo con una mano y lo presionó con fuerza.

—¿Despertaste? Aprecio que quieras ayudar, pero el lugar a donde vamos ahora es fácil de detectar si emites luz. Sería mejor si te guardas tu energía y me ayudas en el momento decisivo. ¿Qué te parece?

El espejo pareció entender y parpadeó. Roina sintió que el espejo aún no había recuperado toda su fuerza. Era mejor que se guardara la energía para más tarde en lugar de forzarse a despertar ahora. Sin embargo, era suficiente con que le hubiera dicho que un pedazo de magia primordial estaba dentro de él.

Esto significaba que no se habían equivocado de camino y que era el atajo, no el camino largo.

Roina, con una expresión decidida, miró a la gente que la rodeaba y a sus compañeros. Ellos, como era de esperar, estaban a su lado.

—Entonces, nosotros nos iremos por este canal. Aún no sabemos qué hay al otro lado, pero lo que buscamos está aquí, y parece ser el camino más rápido al palacio real.

—Una vez que se vayan, comenzaremos con la tarea que nos encomendó.

Roina asintió tranquilamente. Ya había tomado todas las medidas necesarias; la flecha ya había sido disparada. Si la gente de afuera no los apoyaba mientras Roina y sus compañeros inhabilitaban a Icardo, podrían fracasar por completo.

En ese momento, una chica entre la multitud, Nail, salió corriendo y gritó:

—¡Tengan cuidado! ¡Deben regresar!

Su voz dudosa estaba empapada en lágrimas. Al parecer, Nail pensaba que Roina podría no regresar. Con el grito de ella, las mujeres que los observaban a su alrededor también comenzaron a hablar.

—¡Buena suerte!

—¡El resto déjennoslo a nosotros!

—¡Desháganse de Icardo de una vez por todas!

Una gran oleada de apoyo lleno de los deseos de cada uno de ellos los invadió. Roina los miró, conmovida y aturdida, luego se mordió el labio inferior y asintió. La gente estaba sufriendo. Si resolvían esta situación, todo poco a poco volvería a la normalidad. Sería difícil por ahora, pero de a poco, de a poco.

Roina y sus compañeros se fueron, rodeados por la esperanza y el apoyo de la gente.

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Roina y sus compañeros entraron al canal nadando, ya que, aunque podía revertir la dirección del agua, la forma seguía siendo la misma. Un simple mortal no podría haberlo hecho, pues no se sabe qué tan profundo es el agua ni a dónde lleva. Sin embargo, Roina usó magia y trajo elementos de aire para crear bolsas de aire para todos.

—¡Oh, esto es genial!

El más entusiasmado, sorprendentemente, fue Jason. Le encantaba la idea de meterse al agua y nadaba libremente para ver todo. «¡Mira aquí! ¡Hay algo curioso aquí! Guau, también crece esto», gritaba mientras exploraba las criaturas extrañas que crecían en el fondo del lago.

Ethan, que creció en el desierto y probablemente nunca tuvo la oportunidad de nadar, también se las arreglaba bien y se movía sin problemas por el agua.

Y el que tenía más problemas era… Laiger.

—Laiger, ¿está bien?

—Estoy, estoy bien.

Él se movía rígidamente y respondía con el rostro pálido. No había mostrado ningún problema cuando hablaba con Aiha, pero en el momento en que se dio cuenta de que tenía que meterse al agua, se puso rígido.

—¿Le tiene miedo al agua? Si le cuesta, podemos descansar…

—¡N-no! Los acompañaré.

Dijo eso y nadó de manera torpe. Mientras más torpe nadaba, más se alejaba de sus compañeros. Parecía que no tenía la menor intención de hacerlo.

Roina suspiró y le pidió a Jason:

—Jason, ayúdale a Laiger.

—¿Por qué yo?

—¿Quiere que le ayude yo?

—…¿Cómo sabías que me gusta ayudar a los demás? Laiger, agárrate fuerte.

Jason, sin oponer resistencia, agarró a Laiger y comenzó a nadar. Al ver que se movía, Laiger, con un poco de alivio, cerró los ojos y comenzó a rezar con las manos juntas. Todo su cuerpo estaba rígido por la tensión. Probablemente no habría podido llegar hasta allí si Roina no hubiera estado guiando a los tres con magia.

Roina miró hacia arriba desde el fondo del lago. El agua era más profunda de lo que pensaba, y la luz del sol se filtraba desde muy lejos. La luz, refractada por las ondas del agua, iluminaba débilmente el fondo del lago. Había algas marinas de una forma que nunca había visto, las flores azules que crecían sobre ellas emitían una luz tenue, como la de las luciérnagas, parecida a la que había visto en el templo de Neila. Pequeños peces sencillos, pero hermosos, se movían en grupo entre las algas.

—…Qué hermoso.

Ethan asintió con la cabeza ante el murmullo de ella. Él no había dicho nada hasta ese momento y parecía estar pensando en muchas cosas.

En ese instante, a lo lejos, en las profundidades del lago, se veía una cueva que abría su boca hacia ellos. Estaba hecha de roca negra con un matiz azulado, y las algas llegaban hasta ella, por lo que una luz tenue la iluminaba por dentro. Roina pensó que tal vez era por consideración de Aiha.

Roina y sus compañeros entraron lentamente a la cueva. La luz que se filtraba a través del agua se desvaneció y la temperatura del agua bajó considerablemente. Ethan, que sintió que Roina se estremecía un poco, se acercó y le acarició suavemente la espalda, mirándola como si le preguntara si estaba bien.

—Estoy bien.

Roina le sonrió y ordenó los elementos de fuego a su alrededor para subir un poco la temperatura. Se sintió mucho más cómoda.

Aunque la luz dentro de la cueva era débil, las algas brillantes estaban por todas partes, por lo que no se veía completamente oscura. Ellos continuaron lentamente a través de la cueva.

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—¡¡Maldita sea!!

Pum.

Su puño, ahora bastante más fuerte, golpeó la pared de la prisión.

Era Josef. El heredero oficial del marquesado de Amasto, el mejor de su clase en todas las materias de sus múltiples carreras, el genio en magia y lenguaje antiguo, el líder del partido anti-príncipe y el patrocinador de la fuerza revolucionaria que logró derrocar a la familia imperial.

A pesar de sus numerosos títulos, se sentía profundamente impotente.

‘¿Será que subestimé al príncipe heredero, quien fue poseído por un ser divino aunque fuera por un breve momento?’

Se confió demasiado, pensando que ya había ganado. Se sentía miserable, no podía soportar su propia vulnerabilidad.

En la prisión vacía había una marca, como si el espacio hubiera sido devorado. Las rejas, la puerta y los símbolos a su alrededor, todo había desaparecido. Josef, con los ojos llenos de angustia, examinó rápidamente los registros que el analista de magia había hecho antes de que él llegara y leyó los símbolos rotos de alrededor.

‘Todo… desapareció sin dejar rastro’

Uno por uno, todos los símbolos estaban dañados de la misma forma. Las palabras antiguas, que se alineaban en un patrón para dar significado y poder, habían perdido su poder por las interrupciones en el medio y estaban colgando sueltas.

La magia del espacio y el tiempo seguía siendo un campo inexplorado para los humanos, pero el oponente no solo había manipulado el espacio, sino que había aniquilado su existencia.

En ese momento, lamentó no ser un gran mago.

‘Si fuera un gran mago, podría haber seguido a este ser de inmediato’

Pero no podía. Se agarró el pecho con angustia.

En ese momento, vio algo que brillaba. Un soldado que lo acompañaba, al ver que lo notó, apartó la linterna, la luz que esta reflejó hizo que el objeto brillara aún más.

Josef se apresuró a ir a ver.

—Esto…

En el lugar donde el espacio había sido devorado, había algo de metal, negro, plano y redondo, tirado en el suelo. Lo levantó y lo miró de cerca; parecía una escama. Una sensación de frío glacial se sintió en el lugar donde lo había tocado.

—La escama de un dragón negro…

Josef murmuró sin darse cuenta y apretó el puño para tomar la escama. Apretó los dientes y aguantó el frío que le calaba hasta los huesos. Se levantó, lleno de furia. La torre del gran mago no era un lugar al que cualquiera pudiera ir, y él no era la excepción, pero por un tiempo, para enseñarle sentido común a Roina, había ido y venido y había conseguido un modo de contactar con la torre.

—Nunca, jamás dejaré que te salgas con la tuya.

No podía permitir que se la arrebataran de nuevo. Josef se alejó, lleno de ira.