La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 114

‘Cuando vayas a la Ciudadela, habrá un discípulo mío. Él se encarga de la comunicación de los de Castelo, que no pueden expresar su voz por la opresión del gobierno del Imperio’
Nail lo dijo así. Aunque la mirada en sus ojos no parecía estar muy de acuerdo.
‘Aunque no estoy de acuerdo con los métodos de ese chico, si mencionas mi nombre, seguramente ayudará a Señora Roina y al Príncipe Heredero’
Roina, recordando sus palabras, dio el primer paso. La Ciudadela se sentía, definitivamente, como un lugar próspero. Al ver que había un poco más de plantas, era claro que también tenían abundante agua. Los rostros de la gente rebosaban vitalidad, y se veían muchos ciudadanos imperiales que se habían mudado allí.

—Parece el territorio del Imperio.

—……

Ethan, con una expresión amarga, bajó la mirada y no respondió. Roina, para consolarlo, simplemente apretó su mano una vez y luego la soltó.

No fue difícil encontrar al discípulo de Neila. Uno de los edificios más grandes de la Ciudadela era el Partenón, un templo que adoraba a los dioses del Imperio, y él se encontraba allí. Era irónico que, siendo un sacerdote de Aiha, se quedara en un templo que adoraba a Kyle.

Aunque Neila solo había negado con la cabeza cuando Roina le preguntó si había dejado de ser sacerdote, era claro que las cosas ya no eran como antes.

El Imperio era originalmente un Estado teocrático. La familia imperial era el templo del Imperio, y los miembros de la realeza eran los mensajeros de Dios. También había sacerdotes de Caíl que vivían en el palacio imperial.

Los jóvenes acólitos que habían ayudado en el ritual del Príncipe Heredero eran ellos.

Sin embargo, como no podían ver a un miembro de la familia imperial y rezarles todos los días, se habían construido templos como este en lugares lejanos a la capital. Además, como no había una doctrina que negara a otros dioses, también era posible adorarlos junto a otros dioses.

‘No se ve natural’

Eso pensó Roina. No era un sistema que pudiera mantenerse por tanto tiempo. Después de todo, era un sistema en el que el poder real estaba demasiado concentrado. Era natural que colapsara si ocurría algo, como con este Príncipe Heredero, pero se había mantenido por mil años.

Pero, ¿no había más de una cosa antinatural en este mundo? Roina no pensó más en ello y se dirigió al templo con los demás.

El templo tenía, sin lugar a dudas, la forma del templo de Aiha, pero había sido modificado. Se podían ver estatuas y decoraciones que no encajaban, como si no hubieran estado allí desde el principio. Cada una era increíblemente hermosa, pero no armonizaba con el lugar. Mientras que en la capital del Imperio el poder imperial había caído en picada por el incidente de la fiesta de Año Nuevo y los sacerdotes se mostraban prudentes, aquí no era así.

Un sacerdote de Castelo se acercó y saludó a la gente con una sonrisa radiante, dándoles su bendición.

—…Ethan, ¿ese será el discípulo de Nail?

—…Sí, es él.

Ethan respondió con vacilación. Era un hombre hermoso y digno, que daba bendiciones en nombre de Kyle en lugar de Aiha y ayudaba activamente a promover el Imperio, tranquilizando a la gente. Era de esperar que incluso Ethan dudara. No solo parecía que no era un sacerdote, sino que también parecía que no era del Reino de Castelo. Mirándolo más de cerca, su apariencia era un poco diferente a la de los de Castelo tradicionales.

Se veía un poco más como un ciudadano del Imperio.

Fue entonces que se apartó su cabello color trigo, sonrió dulcemente y miró a Roina y sus compañeros.

—¡¡Traidor!!

Plop, se escuchó un ruido, y una bola de harina le voló al hombre. El rostro sonriente del sacerdote se congeló.

—Cálmese, todo es por la voluntad de Dios…

—¡¡Mi hija fue secuestrada!! ¡¿Y ahora me sales con eso?!

Un hombre de mediana edad, con el rostro completamente rojo de ira, gritó eso. El sacerdote bajó las comisuras de sus ojos con una expresión de incomodidad. Luego, hizo un gesto hacia algún lugar, y recibió una toalla de un niño que lo estaba ayudando, se limpió el rostro y se volteó.

—¡¡Tú, bastardo!!

El hombre corrió para agarrarlo por el cuello, pero los guardias que el sacerdote había llamado corrieron y lo detuvieron.

—¡Suéltame! ¡Maldita sea, espía al servicio del Imperio! ¡Tú la vendiste! ¡Mi hija estuvo en este templo por última vez! ¡¡Este bastardo la vendió!!

El hombre forcejeaba para liberarse, pero no era suficiente contra la fuerza de los guardias adultos. Pronto, lo arrojaron a un rincón del callejón fuera del templo.

—Debes estar agradecido de que el Sacerdote Mana sea misericordioso y lo deje ir con solo esto. Si te acercas de nuevo, serás ejecutado de inmediato.

Eso dijo el guardia. El hombre gritaba y se enojaba, pero como no se atrevía a arriesgar su vida, se derrumbó en el suelo y lloró en silencio.

Al ver la escena, Roina, con cuidado, jaló la manga de Ethan y lo miró. Pensó que sería mejor que Ethan hablara con él, ya que ella y los demás se veían como ciudadanos del Imperio.

Como si hubiera leído la mente de Roina, Ethan asintió con la cabeza pesadamente y se acercó a él.

—¿Qué pasó?

—Ugh…, lo oíste todo, ¿para qué preguntas?

El hombre murmuró y se cubrió la cabeza. Parecía que también le parecía patético cómo se veía.

—Aun así, podría ser diferente si lo oigo de usted.

Ethan se sentó junto a él. El hombre lo miró de reojo.

—Yo también tengo una hermana, y su situación me preocupa.

—…¿Tienes una hermana? Pues cuídala bien. No la pierdas como yo.

Ethan simplemente lo miró con ojos tristes. Al leer algo en ese silencio, los ojos del hombre se abrieron un poco.

—…¿No me digas que tú también?

Ethan abrió la boca con calma.

—No puedo verla en este momento.

—¡¡Malditos imperiales!!

El hombre, otra vez enojado, frunció el ceño y jadeó. Apretó el puño y se volteó hacia Ethan.

—Esos bastardos se llevan a todos los hombres que están sanos, y ahora incluso a las mujeres… ¡No son humanos!

Tuh

escupió y se presentó como Arzan. Al mirarlo más de cerca, se dio cuenta de que cojeaba y explicó que como su pierna no estaba bien y había pagado un tributo al Imperio, no se lo llevaron.

—Pagué todo el dinero que tenía que pagar, hice todo lo que tenía que hacer, y les sonreí sin orgullo para quedar bien con ellos. Con tal de que mi familia estuviera a salvo, todo estaba bien…

Él, angustiado, se cubrió la cabeza de nuevo. Su cabello castaño rizado se enredó con sus gruesos dedos. Su expresión era de mucho dolor.

—Mi hija Nella ha desaparecido… dijeron que no la tocarían, y…

Volvió a soltar un llanto. Era un llanto que se sentía tan doloroso como si le estuvieran perforando el corazón.

—Fue ese tipo, Conde Icardo… siempre estuvo detrás de mi hija.

Según él, Conde Icardo era un hombre codicioso y un libertino. Cuando llegó a Castelo como administrador, parecía que estaba un poco atento, pero cuando recibió un documento que ordenaba enviar a todos los hombres de Castelo sanos a un campo de trabajo forzado, mostró su verdadera cara.

Comenzó a llamar a todos los ciudadanos que le parecían un poco hermosos. Fingió que las personas que habían pagado un gran tributo eran una excepción, pero las mujeres que eran de esas familias y eran hermosas, sin falta, desaparecían.

Al oír toda la historia, Ethan apretó el puño, Jason, que lo había estado observando, soltó una maldición como solía hacerlo, y Leiger rezó en silencio. Roina, llena de lástima, miró a Arzan.

—No puede ser…

El hombre, mirando a Roina de reojo, dijo en voz baja:

—Oiga. Creo que usted es una ciudadana imperial que vino aquí sin saber nada, pero ser ingenua también es un pecado. Todo lo que dice ese sacerdote Mana, que el Imperio está de nuestro lado, es una mentira.

—…La cúpula del Imperio ha cambiado. El Príncipe Heredero, que ordenó la explotación de Castelo, ha sido derrocado. Conde Icardo ya no tiene la autoridad para actuar así.

Al oír las palabras de Roina, Arzan abrió los ojos de par en par y la miró. Sus ojos estaban inyectados en sangre.

—¿Es, es eso verdad?

Con manos temblorosas, agarró a Roina.

—¿Cómo lo sabe?

—Yo…

Roina empezó a hablar, pero miró a Ethan. Él asintió con la cabeza con calma. Probablemente, significaba que apoyaba todo lo que Roina hiciera. Roina volvió a mirar al frente con pesadez y dijo en voz baja:

—Hemos venido para ayudar a que Castelo se recupere.

El hombre, como si no pudiera creerlo, abrió un poco la boca. Roina le tendió la mano.

—Por favor, levántese. Parece que este no es un buen lugar para tener una conversación larga.

—Ah…

Arzan, después de tener una expresión aturdida por un momento, recobró la conciencia, se apoyó en la pared y se levantó de un salto.

—Vayamos a mi casa. No está lejos de aquí.

Roina y los demás ayudaron al hombre y se alejaron.