La sirvienta fugitiva es amada por el Gran Mago - Capítulo 110

—Así que conoce los fragmentos de la magia primordial.

Movió lentamente los labios para refinar la pronunciación. Las palabras de Neila eran correctas. Aunque había venido aquí para cumplir un contrato con Ethan, su objetivo principal era recuperar su poder.

Y lo que necesitaba para recuperar ese poder eran los fragmentos de la magia primordial.

Sin embargo, era un misterio cómo Neila sabía tanto. Neila simplemente se rio, arrugando los ojos, ante la pregunta de Roina.

—Deje que la corriente la guíe. Lo sabrá de forma natural. Siempre y cuando no olvide lo que es importante, será suficiente.

—¿Va a evadir mi pregunta con palabras tan enigmáticas?

Roina apretó los dientes y dijo eso.

—La he conocido hoy, así que no sé qué clase de persona es. Pero para mí, este es un asunto urgente e importante.

La imagen de Lutan, acostado sin saber si vivía o no, pasó por su mente. Su voz se volvió húmeda por sí sola.

Neila observó a Roina atentamente, luego extendió su mano y la tomó.

La palmeó suavemente, acariciando el dorso de su mano. Una lágrima que se había acumulado en el rabillo del ojo de Roina cayó rodando.

—Para mí también es un asunto importante. Se relaciona con el final de todos nosotros.

La anciana, que mostraba los rastros del paso de incontables años, dijo eso y abrazó a Roina con cuidado.

—Le diré cómo puede conseguir una piedra mágica, incluso sin Ayras. Si sigue ese camino, llegará al final, así que no se preocupe demasiado.

El suave toque de Neila pasó por la espalda de Roina. Hacía mucho tiempo que no recibía un abrazo tan cariñoso de alguien. No era su intención, pero la ansiedad reprimida se abrió paso y las lágrimas cayeron sin cesar.

Roina simplemente cerró los ojos con fuerza.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Del templo de Aiha fluye agua sin cesar. Todos los residentes de la zona lo sabían. Sin embargo, nadie sabía la razón. Para ellos, la explicación era simplemente que se trataba de una bendición de Aiha. Neila también creía lo mismo.

Sin embargo, cuenta la leyenda que un día se dio cuenta de que había algo más allá de esa bendición. A medida que la población de Ayras disminuía significativamente, las piedras mágicas fluían junto con el agua subterránea. Como los Ayras no podían recogerlas, las piedras se acumulaban en algún lugar de donde fluía el agua subterránea.

—En lo más profundo, bajo el Reino de Castelo, debe estar el origen. Y lo que lo atrae es esta estatua de Aiha.

Neila dijo eso con reverencia, dibujando el símbolo sagrado de Aiha con su mano. La bendición de Aiha escondía ese significado.

—Sin embargo, la entrada a ese subterráneo no está aquí, sino en el palacio real.

Neila dijo eso mientras miraba a Ethan, y él la miró con una expresión seria. Cuando Roina lo miró para confirmarlo, él solo asintió pesadamente.

La razón de su vacilación era probablemente que el palacio del Reino de Castelo había sido ocupado por Kailum desde hacía mucho tiempo. Roina miró a Ethan, que no había dicho una sola palabra desde que salieron del templo hasta que regresaron a su alojamiento.

—Ethan, ¿te preocupa ir al palacio?

—… Me preocupa, sí.

«Eso parece», murmuró. Parecía tener la mente en otro lugar. Roina lo observó con paciencia y añadió.

—Dijiste que nos guiarías tú mismo. ¿Estarás bien?

Nadie sería más adecuado para guiar por el palacio que él, el príncipe heredero. Aparte de él, no conocía a nadie más. A pesar de saberlo, Roina le preguntó una vez más. No quería que sus sentimientos fueran ignorados.

—… Creo que, probablemente, estaré bien.

Roina no podía entender por qué le agregaba un «probablemente», así que lo miró fijamente por un largo rato, pero él no respondió. Ella decidió no decir nada y le dio espacio para que él procesara sus sentimientos a solas. Como tenían previsto visitar el palacio a la mañana siguiente, no sería demasiado tarde si le preguntaba de nuevo.

Las cuatro personas llegaron rápidamente a la puerta de la ciudad del Reino de Castelo, cuyo antiguo nombre era Katra. No estaba tan lejos, así que era posible. Sin embargo, aun así, ya era tarde y era imposible moverse a otro lugar. Necesitaban un lugar donde quedarse.

¡Tilín!

Al abrir la puerta de una posada bien ubicada, el dueño, que estaba cabeceando, levantó la cabeza y los saludó.

—Oh, oh, bienvenidos.

—¿Tiene cuatro habitaciones individuales?

Ethan, el menos llamativo del grupo por ser de la zona, se adelantó y preguntó. El dueño de la posada se rascó la cabeza con aire de preocupación y respondió:

—Como pueden ver, es una posada pequeña, así que no hay muchas habitaciones individuales. Ahora todas están ocupadas. Si buscan de dos camas, es otra cosa.

Al oír eso, Ethan se giró involuntariamente y sus ojos se encontraron. Roina asintió fácilmente.

—Entonces, daremos dos de dos camas. Mi esposa y yo compartiremos una habitación.

Aparte de que pisó el pie de Jason, que estaba a punto de gritar algo ante las palabras de Ethan, la «esposa», ese momento transcurrió sin más incidentes.

Sin embargo, a pesar de haber alquilado las habitaciones, las cuatro personas estaban apiñadas en una de ellas. Roina suspiró.

—Si hacemos esto, no tiene sentido haber alquilado dos habitaciones. Vayan a sus propias habitaciones y descansen.

—……

Ninguno de ellos respondió a sus palabras. «Estos tercos», pensó Roina, moviendo la cabeza. Era de suponer que no querían que nadie se quedara a solas con ella, pero a ella, que no tenía intenciones de hacer nada, le resultaba absurdo.

—Bueno, yo voy a descansar. Hagan lo que quieran.

Roina les dio la espalda, tomó su ropa y entró al baño.

¡Cloc!

La puerta se cerró, dejando solo un silencio gélido entre los tres hombres.

‘De verdad… ¿Qué pretenden hacer?’

Ella les había dicho que solo había una relación contractual entre ellos y lo habían aceptado, pero parecía que las emociones no eran tan sencillas como las palabras. Roina volvió a suspirar, acariciando las instalaciones de baño hechas de piedra mágica.

El agua salía con un sonido de chirrido. Darse una ducha en medio de un desierto de arena caliente. Sería casi imposible si no existiera la magia.

En realidad, para ella, acostumbrada a la vida moderna, era extraño que en un lugar con tan pocos magos se pudiera usar magia para una posada así.

‘El secreto de este mundo…’

Si llegara a saber todo lo que pasó hace mil años, ¿lo podría entender todo? ¿Incluso sus sentimientos por Lutan? Roina sintió un sabor amargo en la boca.

De repente, se escuchó un fuerte ruido desde afuera, y el viejo cerrojo que sostenía la puerta de forma insegura se cayó, abriendo la puerta de golpe.

Roina abrió mucho los ojos, cubrió su cuerpo con las manos y miró hacia la puerta. Allí, Laiger, con una expresión inmutable, se sostenía de la puerta a pesar de que Jason le estaba jalando el cabello.

—Señorita Roina, la ayudaré a bañarse.

—¡Roina no necesita eso!

—… No, no lo necesito, así que vete, Laiger.

—¡Dijo que no lo necesita!

Jason agitó su mano de forma más violenta. Pero Laiger no se fue, y le dirigió a Roina una mirada lastimera.

—Señorita Roina, creo que hoy me tendrá que dar un poco de magia.

—Ah.

Roina lo miró con sorpresa. Últimamente, había gastado toda su energía con los contratos de los otros dos hombres, así que no había podido estar con Laiger. La razón por la que lo había traído era precisamente esa.

Laiger se sacudió la mano de Jason como si estuviera espantando una mosca y fijó su mirada en Roina. Parecía estar triunfante.

—Entonces, por favor salgan, excepto Laiger. No puedo bañarme si están aquí…

—¡N-nos bañaremos juntos!

Jason gritó con rabia. Ante sus palabras, un silencio se apoderó de la habitación.

—… ¿Qué?

—N-no hay ninguna ley que diga que tenemos que hacerlo por separado. ¡Podemos hacerlo juntos!

Al decir eso, Jason se quitó la camisa. Su torso bien formado, con cicatrices por todas partes, quedó expuesto. Roina lo miró con los ojos muy abiertos, confundida, mientras Laiger frunció ligeramente el ceño. Él también se quitó la camisa y se acercó a Roina.

—Primero, la ayudaré a lavarse.

Luego, se arrodilló con obstinación y la miró, como pidiéndole permiso. Roina los miró a los dos con una expresión de consternación.

—Me parece que es un buen método para que la señorita Roina ahorre energía.

Para colmo, se escuchó otra voz detrás de la puerta. Roina cerró los ojos con frustración.

—¡Saldrán todos de aquí, que me voy a bañar sola!

«¡Rápido!», ante su regaño, los tres hombres fueron echados y solo pudieron mirar la puerta del baño, atónitos.