La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 84
Después de que Elise se fuera, Felice suspiraba una y otra vez mientras estaba sentada en el sillón de la sala de espera del primer piso.
La idea que tuvo de salir a caminar un rato fuera del hospital se desvaneció tras encontrarse con Elise. Al estar mentalmente agotada, no le daban ganas de mover el cuerpo.
Apoyada en el sillón y con los ojos cerrados, Felice pensaba con el corazón lleno de inquietud en las cosas que debía hacer.
Lo primero de todo, sería hablar con Claude. Tendría que contarle lo de hoy y pedirle que cambiara el horario de las clases.
Ah, y también tendría que visitar a la duquesa Vanessa, quien le gestionó la solicitud, antes de tener la última clase con él.
Después de todo, lo correcto sería contarle directamente a la duquesa que tuvo que renunciar a las clases. Es que, el favor que me hizo terminó así…
—Ha…
Felice dejó escapar un suspiro.
Lo que la duquesa temía había sucedido al final, por lo que no podría evadir la responsabilidad con ninguna palabra. No tendría nada que decir, incluso si ella se enfadara.
En ese momento, mientras suspiraba como si la tierra se fuera a hundir, alguien llamó a Felice en voz baja.
—…Felice.
—¡Felice!
Felice abrió los ojos y se enderezó lentamente, quitando la espalda del respaldo.
La voz era claramente la del tío Percival y la del tío Nigel, quienes habían sido hospitalizados junto con su padre, pero como no se veía a nadie, Felice giró la cabeza en distintas direcciones con desconcierto.
—…¿Tío Percival, tío Nigel?
Felice, sin darse cuenta, bajó la voz y llamó a los tíos. Entonces, una mano se asomó repentinamente por debajo de la silla.
—¡Ayy!
—¡Felice, aquí!
—Abajo, ¡aquí!
Felice, que se sobresaltó, bajó la mirada hacia debajo del sillón. Por alguna razón, las dos personas estaban acostadas en el suelo mirándola.
—¿Por qué… por qué están aquí? El suelo debe estar muy sucio…
—Es que… nos regañaron… Las enfermeras. Recibimos la pena de limpiar el suelo y lo estamos limpiando con la espalda.
—Por eso no debiste dejar que te atraparan.
—¿Y por qué es mi culpa?
—¿Entonces es mi culpa?
Debido a que los tíos empezaron a discutir de nuevo, Felice giró la vista hacia el mostrador, observando las reacciones de las enfermeras.
Afortunadamente, parecían estar ocupadas con sus tareas y no se daban cuenta.
—¡¿Por qué discuten otra vez?! Levántense del suelo. Está sucio.
—Pero, sabes, estar acostados aquí se siente fresco y agradable.
—Es verdad. También es acogedor.
Felice suspiró y asintió de mala gana.
—¿Ambos están mejor de salud?
—Estamos bien.
—Sí, estamos bien. Pero, Felice… Recientemente vino alguien, ¿Barón Kelton te contó?
—¿Alguien vino a ver a mi padre?
—¡Vaya, parece que Felice aún no lo sabe!
El tío Nigel, lleno de confianza, salió de debajo del sillón. El tío Percival también salió del sillón tras él, y Felice suspiró para sí misma al ver los sucios uniformes de hospital de ambos.
Parecía que era hora de enviarlos a lavar después de mucho tiempo.
Porque ninguno de los dos tiene familia que los cuide.
—Vino Elise.
—Estuvo hablando con el director del hospital.
—Ah…
Felice asintió ante la mención de Elise.
—De hecho, también vino hoy.
—Hoy también habló con el director del hospital.
—Ya veo. Pero, ¿por qué con mi padre?
Felice levantó la vista y les preguntó a Nigel y a Percival.
—Ah. Eso es… ¡simplemente porque Barón Kelton se enojó al ver el artículo de noticias en ese momento! Es natural que se enoje si el enemigo entra hasta la base aliada.
—Sí, es cierto. Debe enojarse.
Felice entrecerró los ojos ante el modo sutil en que Nigel evadía su mirada.
—Pero, ¿por qué no me mira a los ojos?
—¿Eh? ¿Yo? ¡¿Por qué no iba a poder mirarte a los ojos, Felice?!
—Mmm… ¿Acaso el día que la joven Elise vino al hospital, mi padre conversó con el doctor Morton, o habló con la joven Elise, o sucedió algo por el estilo?
—No. No pasó nada de eso. ¿Verdad, Percival?
Nigel rápidamente le dio un codazo en el brazo a Percival. Al mismo tiempo, la mirada de Felice se volvió aún más penetrante.
Justo cuando estaba a punto de continuar con el interrogatorio, Percival inclinó la cabeza, como si estuviera confundido.
—No pasó nada de eso. Es más, Elise vino, ¿por qué Felice no se sorprende?
Percival buscó la aprobación de Nigel, como diciendo: ‘¿A poco no es raro?’. Solo entonces, Nigel también enderezó un poco los hombros encogidos y miró a Felice.
—Cierto. ¿Por qué no se sorprende? Es extraño que Elise venga hasta el hospital. Si yo lo hubiera escuchado, me habría puesto serio de inmediato.
—¿Acaso la encontraste, Felice?
—Ah… Eso. Solo. La encontré por casualidad en el pasillo hoy. Dijo que había hablado con el director del hospital. Parece que la joven Elise y el doctor Morton tenían una amistad que no conocíamos.
—¿Y la dejaste ir sin más? ¡Debiste agarrarla del pelo de una buena vez!
Percival alzó la voz. Por eso, Felice se llevó el dedo índice a los labios haciendo un gesto de shhh. Al mismo tiempo, no olvidó mirar a las enfermeras que estaban detrás.
No se sabía qué castigo más severo recibirían las dos personas, que ya estaban cumpliendo una pena de limpieza, si volvían a causar alboroto.
—¡Tío Percival! …¡No es para tanto! ¿Qué hizo mal la joven Elise? El artículo fue el malo.
—¿Acaso no sabes de quién es el periódico The Truth?
—La joven Elise no lo escribió así.
—…Felice.
Mientras Felice observaba a Percival, esta vez intervino Nigel. Pero la voz de Nigel se volvió de repente seria.
—¿No te parece extraño que Elise apareciera de repente en el hospital? ¿Felice está tranquila porque sabe la razón? Si es así, menos mal. Si no, ¿no deberíamos sospechar? Es alguien que ha entrado al bando contrario. No hay forma de que haya venido sin un plan.
Debido a que regresó a su antigua forma de ser en un instante, los labios de Felice se movieron con indecisión. Nigel, quien debió ser un soldado admirable, reportaba con cautela, como por costumbre.
Aunque su relación se había forjado después de que su padre fuera hospitalizado, Felice recordaba en Nigel y Percival a muchos soldados que habían seguido a su abuelo, quienes habían sufrido en tierras lejanas por la patria. Finalmente, Felice abrió la boca.
—Ese día, la joven Elise probablemente vino a verme. Habló sobre el tema del artículo. También parecía estar esperándome hoy. Así que… no se preocupen. Afortunadamente, terminé bien la conversación con la joven Elise.
—¿De verdad? Si es así, menos mal, pero…
—Pero cuando estaba hablando con el director del hospital, no parecía que te estuviera buscando a ti, la verdad.
Percival volvió a inclinar la cabeza. Entonces Nigel añadió una explicación para Felice.
—Lo que quiere decir Percival debe ser eso. Elise habló mucho de donaciones o de grupos con el director del hospital. Pero creo que pudo haber inventado una razón superficial solo para verte a ti.
Pero Percival frunció el ceño, como si no estuviera satisfecho con las palabras de Nigel.
—Pero entonces, ¿por qué preguntó si los pacientes tenían dificultades?
—Dijo que preguntó por el costo de la mano de obra.
—Y también mencionó sutilmente la historia de Barón Kelton.
—Podría haber sido una pregunta que hizo para verte a ti. Percival, ¿qué quieres decir?
—Solo digo que me resulta sospechoso.
—Aun así, Elise es solo una joven. A esa edad, a veces vienen al frente enemigo cegadas por el amor. Seguramente quiere eliminar a su rival amorosa.
—Nigel, ¿no acabas de decirle a Felice que debía sospechar de Elise? ¿Y ahora por qué la despachas diciendo que es ‘solo una joven’?
Poco a poco, las chispas volvían a saltar entre los dos.
—Percival. ¿No escuchaste lo que dijo Felice? ¡Acaba de reunirse con Elise! ¡Y hablaron bien!
—¿Y qué tiene que ver eso? ¡Puede que tenga otra intención oculta!
—Si fuera una persona tan meticulosa, ¡no habría venido tan a la ligera al frente enemigo! Es joven y vino sin pensar. ¡Vino para ver a Felice! ¡Tú siempre eres demasiado cauteloso!
—¡¿Qué tiene de malo ser cauteloso?!
—¡Por tu cautela, nuestro escuadrón…!
En ese momento, al escuchar la palabra ‘escuadrón’, Percival se agarró la cabeza al instante.
Acto seguido, gritó: ‘¡Aag!’, y rodó por el suelo. Nigel, por su parte, comenzó a jadear con dificultad, como si le hubiera dado un ataque de asma.
Felice se sorprendió y llamó a una enfermera. Una enfermera ya venía corriendo, asustada por el grito desgarrador de Percival.
En un instante, se armó un alboroto. Percival vomitó y Nigel se acurrucó y empezó a llorar.
—No…
—¡No…!
Las mismas palabras de las dos personas llenaron la sala de espera del primer piso.
Felice cerró los ojos con fuerza.
—Señorita Felice, ¿sería tan amable de entrar un momento?
La enfermera le suplicó, y Felice asintió y se retiró.
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