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La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 67

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—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Vete de aquí!

 

Barón Kelton gritó tan fuerte que la habitación del hospital vibró. Él, que incluso cuando estaba borracho no ensuciaba su cuarto, ahora tenía el suelo cubierto de trozos de papel hechos jirones.

 

—…Señor Barón.

 

Una voz desconocida resonó en la puerta. El hombre, con una libreta bien apretada en la mano, dio un paso hacia el Barón. Con ese pequeño movimiento, los papeles que estaban a sus pies aletearon.

Bajó la mirada por un momento, vio el nombre de Felice escrito en los trozos de papel y dibujó una sutil sonrisa.

 

—¿Piensa dejar a su hija así?

 

El hombre sacó disimuladamente una tarjeta de presentación de su bolsillo interior y dio dos pasos más hacia el Barón.

 

—Soy Jasper Hale, periodista de The True. Solo necesito una entrevista sencilla. ¿No le gustaría aclarar esta injusticia?

 

Sin embargo, los ojos verdes del Barón, que miraban al hombre, solo mostraban desconfianza.

 

—Señorita Felice no pudo haber hecho tal cosa. Debe ser un informe falso. Yo puedo ayudarle a deshacer esta injusticia. Solo tiene que responder mis preguntas.

 

Normalmente, para cuando Jasper se hubiera acercado tanto, Barón Kelton ya habría arrojado algo. Pero hoy, solo lo miraba con ojos temibles, sin mostrar resistencia.

Esto animó a Jasper, quien dio medio paso más.

El Barón, atrapado en la habitación, ya no podría pedir ayuda a nadie más que a él.

Los periodistas se habían retirado hacía tiempo por su mal temperamento, el paradero de su hija era desconocido, y las notas de crítica se publicaban a diario. Y en medio de todo esto, el único que hacía apariciones esporádicas era Jasper Hale, él mismo, por lo que la situación era ineludible.

El Barón no era más que un ratón acorralado. ¡Capturar y calmar a un ratón así…!

Jasper esbozó una sonrisa amable.

 

—Señor Barón. Puedo publicar un artículo de rectificación. Solo responda algunas de mis preguntas.

 

Jasper caminó hasta justo enfrente de la cama y lo miró.

Pero en ese instante, la voz baja y hundida del Barón adquirió una agudeza que no había tenido antes.

 

—No te molestas en ocultar esos ojos que brillan como si hubieras encontrado a tu presa, y aun así te atreves a decirme eso.

 

Coincidiendo con el sobresalto de Jasper, el grito del Barón volvió a resonar.

 

—¡Fuera!… ¡Escúpete!

 

El Barón escupió muy cerca de Jasper y giró la cabeza bruscamente.

 

—¡E-E-Ese…! ¡Esto es…!

—¿Qué? ¿Esto? ¿Quieres que te vuelva a escupir? ¡Qué descaro el tuyo, maldito, para faltarle el respeto así a Barón Kelton!

 

Pensó que no estaba en sus cabales, pero parecía haber elegido el objetivo equivocado.

Jasper apretó el puño, frunció el ceño con rabia y se dio la vuelta, evitando al Barón que echaba espuma por la boca.

 

—Maldita sea…

 

Al salir de la habitación del hospital, Jasper se jaló el cabello. Justo unos días antes, el editor en jefe había regañado a todos los equipos que habían publicado esta noticia. En particular, la portada que había recibido más reacciones era el artículo de Jasper.

Naturalmente, era un artículo que contenía críticas sobre los actos recientes de Felice. Además, al incluir comparaciones con Señorita Elise, la gente se entusiasmó y el periódico puso su artículo en primera plana.

Pero pronto, la situación comenzó a desarrollarse de manera inesperada.

No se podía encontrar el rastro de Felice, que se había desvanecido.

¡Ni en su casa, ni en el hospital, ni siquiera en la mansión de Barón Radcliffe o la de Marquesa Defend!

Para criticar el comportamiento reciente de Felice, al menos deberían saber dónde está, ¿no es así?

Pero por más que buscaron, no había noticias. Ni siquiera de si estaba viva o muerta.

Había pensado en entrevistarla para editar astutamente la nota, pero en la situación actual, incluso eso era difícil.

Era posible desviar la atención editando sutilmente lo que ya se había revelado. Pero inventar algo que no existía como si fuera verdad se descubriría de inmediato.

La gente solía pensar: «No hay humo sin fuego», por lo que asumían que no había críticas sin razón. Además, aquellos que estuvieron de acuerdo con el artículo deseaban tener la razón. Por lo tanto, una edición sutil siempre podía convertir la opinión pública en un lodo turbio.

Si la situación llegaba a ser aquella en la que no se sabía qué era verdad, su culpa se difuminaría, y al final, la Señorita no podría escapar de su artículo, a pesar de cualquier explicación que diera.

Pero…

 

—¡Mierda!

 

Jasper salió del hospital y se golpeó la frente contra la pared.

El problema era que, no solo no había entrevista, sino que la persona misma había desaparecido. Por más que preguntaba y se infiltraba, no la veía.

Normalmente, en momentos como este, ¿no se presentaría a toda clase de tés para dar su versión? ¡Al menos, ¿no iría a ver a las otras señoritas para ganarse su favor?!

Pero, ¿por qué… por qué…?

Incluso la señorita más arruinada debe tener uno o dos amigos de la infancia.

Entonces, ¿por qué desapareció sin dar ninguna excusa?

 

—Se escondió como si supiera que se publicaría este artículo. ¿Cómo puede haber actuado tan rápido?

 

Jasper jadeó con brusquedad y apretó los labios.

 

—…Debe ser Barón Radcliffe o Marquesa Defend. Ellos son los únicos con la capacidad de esconderla. Pero… el lado de Barón Radcliffe es mucho mejor para hacer que el escándalo sea más grande.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Felice regresó a su habitación y sacó un colgante que no había abierto en mucho tiempo. Siempre lo llevaba en el bolsillo interior de su bolso, pero desde hacía un tiempo, había dejado de mirarlo.

Dentro había un dibujo de su padre y Felice, parados uno junto al otro.

No lo recordaba con exactitud, pero creía que había sido un regalo por su décimo cumpleaños.

 

 

Click.

 

 

El colgante se abrió con un sonido alegre.

Era un dibujo que no veía en mucho tiempo.

La pintura tenía colores intensos y se notaba que la técnica era muy sólida, basada en un rico detalle.

Era el estilo de pintura de su padre.

 

—Le encantaban los colores intensos 

 

murmuró Felice en voz baja. En realidad, Felice no había usado ropa roja, pero en el dibujo, llevaba un vestido de un rojo intenso.

Su padre odiaba todos los «colores» con los que había nacido: la piel pálida, los rasgos suaves del rostro, e incluso el cabello castaño y los cálidos ojos verdes que le había heredado a Felice.

Decía que le recordaban a un ciervo indefenso.

Por eso, el rostro de su padre en el colgante no era como el real. Sin embargo, el rostro de Felice estaba pintado con ese cabello castaño y esos ojos verdes que tanto odiaba.

Ella nunca había reflexionado profundamente sobre esa contradicción de su padre.

Porque el amor no se trata de obtener respuestas, sino de sentir.

Ella pensaba que también esto era una forma de afecto de su padre.

Sin embargo, en medio de las contradicciones, el corazón de Felice se agotó. Su padre era callado, pero muy juguetón con ella; invertía grandes sumas de dinero en estafadores sin ningún miedo, pero no tenía el valor de asistir a las reuniones sociales.

La realidad empeoró progresivamente, al punto de que ahora se sentía afectada por la palabra de cualquier periodista que nunca había conocido.

De hecho, Felice había vivido resentida con su padre durante varios años, por lo que no era sorprendente que el afecto familiar ya estuviera por los suelos.

 

—Pero la razón por la que quiero volver a creer en él es porque el amor que me dio todavía… sigue aquí……

 

Felice cerró el colgante.

Deseaba que incluso este puñado de amor restante no se volviera también algo tedioso…

Felice cerró los ojos.

 

 

Toc, toc.

 

 

—Señorita Felice. Soy Ben, el mayordomo.

 

Ante el golpe, Felice se levantó.

 

—Sí, Mayordomo.

 

Cuando Felice abrió la puerta, el mayordomo le hizo una reverencia respetuosa.

 

—El amo me pidió que le transmitiera algunas cosas.

—Ah….… sí……

 

Felice tragó saliva.

Debe tratarse de lo que Claude dijo que averiguaría sobre su padre.

Mi padre…

No. Cálmate. No puede ser. Sí, el Señor Claude también lo dijo.

…..…Pero, ¿y si esta vez también lo hizo? Esta vez, mi padre sí tenía motivos.

Se enfadó al ver el periódico, y por eso…

 

—¿Señorita Felice?

—Ah, sí… Dígame.

—Sí. Al parecer, Barón Kelton no mencionó que Señorita Felice se encuentre aquí. El Barón agregó, cito sus palabras, que gritó fuertemente: «¿Creen que vendería tan fácilmente mis cosas valiosas a unos estafadores?».

—Ah…

 

La noticia de su padre, que siempre la decepcionaba, por primera vez…

 

—Q-Qué alivio.

 

Felice asintió lentamente, apenas logrando calmar su respiración temblorosa.

 

—De verdad, de verdad… Qué alivio. De verdad.

 

Felice apretó aún más el colgante que tenía en la mano.

Sentía que las lágrimas estaban a punto de brotar de sus ojos.

Tuvo la sensación de que el paisaje rural de Dubuhré junto a su padre se había acercado de golpe.

 

—Y también supe que Señorita Felice necesita un espacio para practicar danza. Hay un pequeño salón de baile en el lado opuesto del segundo piso. No es lo suficientemente grande para un gran baile, pero es perfecto para practicar.

 

El mayordomo sonrió amablemente a Felice.

 

—El amo la está esperando.


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La lección secreta de Señorita Baronesa Felice

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