La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 50
Claude se acercó a la oreja de Felice y bajó la voz.
—Tan pronto salgas de la galería, dobla la esquina al final del pasillo de la derecha, donde hay una pequeña estatua. Ahí, hay un espacio muy pequeño.
Felice abrió los ojos de par en par, sorprendida, y asintió con la cabeza.
—Parece que ellos también nos sintieron. ¿Qué te parece si hablamos mientras caminamos, como si nada?
Claude le ofreció el brazo a Felice.
Felice puso la mano sobre su brazo y se quedó mirando al final del pasillo. Pensar que una pareja, que estaban teniendo un encuentro íntimo, podría estar espiándolos, la puso nerviosa. No sabía qué decir mientras caminaban.
—Felice.
En ese momento, Claude la llamó con voz firme.
Con la mirada inquieta, Felice giró la cabeza hacia él. Cuando Claude la llamaba así, era para darle una orden.
—Bésame.
Como era de esperar, le dio la orden.
Felice frunció el ceño con fuerza, miró de reojo hacia el final del pasillo de la galería y luego volvió a mirar a Claude.
Él bajó la voz y la abrazó por la cintura.
—Tenemos que mostrar que somos atrevidos también.
Felice se mordió los labios por la sonrisa de Claude.
—¿Y si alguien pasa?
dijo Felice en voz baja, mirando a ambos lados del pasillo.
—Tranquila.
Era incomprensible qué era lo que estaba bien. Aunque ya se habían alejado de la galería, aún se escuchaban algunas risas a lo lejos.
Sin embargo, él ya la había atraído por completo y, con la cabeza ligeramente agachada, la instó a continuar.
Parecía que Claude estaba empeñado en besar a Felice aquí, para que Elise lo viera.
Ella no lo entendía en absoluto, pero considerando la información que tenía sobre Claude, era difícil negarse.
¿Acaso Señorita Elise no era famosa por su rara fantasía sexual, que incluso ponía a prueba a las personas?
Tal vez, al ver a Claude dándole una orden tan atrevida a Felice, ella sentiría atracción.
La indecisión de Felice se prolongaba.
Claude volvió a bajar la voz y dijo:
—Elise ya tiene novio, ¿no? Para que la conquistes, ¿no crees que tienes que ser más atrevido que él?
‘Es verdad…….’
Felice volvió a mirar el final del pasillo con ojos inquietos y finalmente tomó una decisión.
Sí, Elise ya tenía novio.
Para conquistar a Elise, Claude tendría que mostrar esa faceta.
Felice besó los labios de él, sintiendo que sus preocupaciones de la noche anterior no habían servido de nada.
‘¿Qué estamos haciendo en la escuela…?’
—Ah…
Felice dejó escapar un ligero suspiro y besó sus labios.
Su corazón latía como loco al pensar que cualquiera podría aparecer de repente.
Mientras besaba los labios de Claude sin hacer ruido, pensando en cualquier posible situación, él de repente le chupó los labios con fuerza.
Un fuerte sonido, “Chuack”, resonó por todo el pasillo.
Felice se sorprendió y lo golpeó frenéticamente en el hombro. Pero él no tenía la intención de soltar sus labios. Con una sonrisa radiante, como si estuviera apuntando a alguien al final del pasillo, continuó besando sus labios.
El sonido que resonaba en el pasillo se hizo más fuerte.
Pronto, el sonido de sus lenguas chocando llenó el pasillo.
La respiración agitada de Felice se dispersó intermitentemente por el pasillo.
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—Julian.
Marquesa Defend llamó el nombre de su discípulo con severidad.
—Sí.
La respuesta de Julian fue insatisfactoria. La Marquesa se sintió tentada de alzar la voz al ver su actitud, pero contuvo el enojo y tragó saliva.
Aunque estaban en el rincón más alejado de la galería, no podía gritar ni fruncir el ceño.
Había demasiadas personas observando.
—Necesitas conseguir patrocinadores, ¿y esa es la actitud que tienes?
—Haa… Solo le pregunté a Barón Radcliffe si sería mi patrocinador.
—… Julian. ¿Acaso intentas jugar con mis palabras? Te pregunto qué estás haciendo con Felice. Barón Radcliffe es su acompañante, ¿Qué diablos estás haciendo ahí?
—…….
Julian murmuró con los labios y se quedó callado. Un largo silencio se apoderó de los dos. Marquesa Defend sabía que él no había guardado silencio porque estuviera pensando en su error.
Como era de esperar, después de unos minutos más de silencio, Julian abrió la boca.
—Son personas que se ganan la vida… traficando con cuadros. ¿Por qué tengo que dejar a Felice… a su lado?
Él miró a la Marquesa con la misma mirada desafiante que le había dirigido a Claude. Al mismo tiempo, apretó los dientes. Era la misma actitud rebelde que tenía de niño. Los músculos de la mandíbula de Julian se contrajeron de repente.
—¿Falsificaciones? ¿Es por eso?
Marquesa Defend preguntó, ocultando su expresión detrás de un abanico.
—¿No sabe lo sucio que es el conde Legrand para beneficiarse? De verdad… Cuando veo esa porquería…
—Lo sé. Por eso te pregunto. ¿Es por las falsificaciones?
Ante la aguda mirada de Marquesa Defend, los ojos de Julian se desviaron hacia abajo.
—También es por eso…
Al final, su respuesta fue evasiva.
Si ese no fuera un lugar lleno de gente, la Marquesa le habría pegado en la cabeza con el abanico.
Marquesa Defend exhaló lentamente un suspiro detrás de su abanico.
Tras reprimir el impulso de alzar la voz, habló con calma.
—Ya te dije que no me importaba si te gustaba o si la amabas. Pero, ¿no te dije que no te dejases atrapar? ¿Qué te dije cuando te acepté como mi discípulo?
—Que no me acercara a Felice.
—Exacto. Y, ¿ahora te atreves a exponerlo en un lugar con tanta gente?
Cuando la Marquesa lo regañó, Julian respiró hondo.
—…Lo siento.
No parecía sincero.
Quizás él podría argumentar que lo era, pero la Marquesa conocía la terquedad de su discípulo.
—Elige a un patrocinador y quédate en silencio.
Sin embargo, de los labios de Julian no salió una respuesta de aceptación.
Una vez más, el silencio se apoderó de ambos.
—… Julian Veil.
Marquesa Defend lo llamó con más severidad que antes y lo miró fijamente.
—Pero, ¿por qué… por qué no puedo estar con ella?
Los ojos color avellana de Julian se humedecieron.
—¿Por qué no puedo ver a Felice?
Se percibía un rastro de resentimiento.
Era exasperante, pero la Marquesa no se inmutó ante las palabras de su discípulo.
—¿Cómo osas hablar de romance cuando se trata de una clase sagrada?
Aunque desestimó las palabras de su discípulo de esa manera, la mirada desafiante en los ojos de él no se desvaneció.
El estúpido discípulo solo se dedicaba a pintar, por lo que no sabía lo que era el amor.
Era la excesiva confianza de un joven inexperto de veintitrés años.
La confianza de creer que si él siente algo por alguien y lo expresa, la mujer también lo amará.
Pero la realidad era dura.
Los sentimientos de las personas no pueden ser detenidos por la prohibición de una maestra.
Solo hacía falta mirar a Claude para darse cuenta.
Claude era el que mejor sabía que Felice no debía tener una relación amorosa. Por supuesto, tal vez a Claude no le importaba su nombramiento como príncipe, pero sabía lo que era mejor.
Él quería tanto a su madre que podría haber intentado algo con Elise por ella.
Pero al final, ¿qué fue lo que eligió el chico?
Ella no sabía cuánto tiempo hacía que no veía la sonrisa genuina de su sobrino, esa que le llegó hasta las orejas cuando le presentó a Felice.
Cuando te enamoras, no puedes ocultarlo.
No importaba el género, la edad o la experiencia.
¿Cómo podrías tratar a la persona que amas de la misma manera que a los demás?
Entonces…
—¿Qué poder tienen mis palabras? ¿Acaso puse grilletes para que tus pies no se muevan, o cosí tu boca para que no hables?
Marquesa Defend le hizo ver la realidad a su discípulo.
—Si tu destino es estar juntos, serán una pareja incluso si te coso la boca y te pongo grilletes en los pies. No me guardes rencor. Tú y Felice nunca debieron estar juntos.
Al oír eso, Julian cerró los ojos con fuerza y se levantó bruscamente.
Pero la Marquesa, con su expresión inalterable sobre el abanico, lo dejó irse.
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