La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 49

Los ojos de Marquesa Defend se fijaron en Felice y Claude.

Frente a ellos, había un alboroto que incluía a Julian y a Conde Legrand.

Las miradas no solo de la Marquesa, sino de todas las personas en la Galería Aurelia, convergían en ellos.

—¿No les parece que el vestido y el anillo que lleva la señorita Felice parecen muy costosos?

Naturalmente, las miradas también se concentraron en Felice.

No es que ya no fueran lo suficientemente críticas con ella por ser la pareja de Claude, sino que el vestido y el anillo le parecieron a la Marquesa unos artículos bastante caros.

Sin embargo, curiosamente, el sombrero parecía hecho a mano y los zapatos no tenían joyas.

Además, el collar, que debería ser lo más llamativo, estaba desgastado.

Aun así, por el simple hecho de que Felice lo llevaba puesto, todo creaba una extraña armonía. Incluso el color y el diseño desbordaban ternura. Parecía que la persona que lo hizo había puesto mucho corazón.

—Pero ese anillo… ¿no es un anillo Weatherby, de los que solo se les dan a la realeza?

—Ay, ay. Es verdad.

—Pero, ¿cómo podría tener un anillo de la realeza…?

—¿Será una imitación…? Miren el collar. Parece un collar de granate que intenta pasar por rubí. El color es muy opaco.

Se habían reunido para apoyar a los pintores, pero lo que en realidad estaba sucediendo era una evaluación de los objetos de Felice.

La Marquesa, que no quería ver a su única discípula siendo objeto de chismes, se levantó de su asiento.

—¿No ha pensado, Señor Barón, en apoyarme a mí?

Pero uno de sus discípulos, de quien esperaba que se quedara callado, estaba causando problemas.

Julian, con una mirada desafiante, observó a Claude y hería su orgullo.

La gente, que no sabía lo que sucedía en su interior, pensaba que Julian solo estaba lanzándole un anzuelo al barón rico. Pero para los ojos de la Marquesa, era todo lo contrario.

Ese, ese, ese necio terco y obstinado le había lanzado un desafío a Claude.

La Marquesa deseó que la reunión de mecenas se arruinara en ese momento. Se le quitó el interés en su sobrino y su discípula; todo lo que quería era irse a casa a descansar.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

—Me niego.

Claude rechazó el desafío de Julian con una sonrisa.

—¿Acaso no le gusta mi cuadro?

—No. Así es.

—¿Qué parte no le gusta?

—Simplemente no me gusta. Para un hombre de negocios el instinto es importante, y el cuadro no me llega al corazón.

La voz de Claude, a diferencia de sus palabras, fue muy cortés. Felice se quedó paralizada, pues la conversación era demasiado tensa.

No sabía por qué Claude sentía una aversión tan grande por Julian. ¿Quizás porque la pintura que Conde Legrand trajo era una falsificación de Julian? ¿O Julian había rechazado el mecenazgo de Conde Legrand y, casualmente, como el conde estaba presente, estaba actuando así?

En cualquier caso, Felice hizo todo lo posible para controlar su expresión.

Objetivamente, la pintura de Julian era de primer nivel. Además, él no solo tenía una habilidad que todos reconocían, sino que, a diferencia de Felice, era un estudiante oficial de la Real Academia de Artes. Esto era una gran ventaja para un artista.

Si bien el talento podía ser un buen apoyo, al final, el artista tenía que vender sus cuadros, por lo que no podía ignorar las conexiones escolares y familiares. De los diez artistas presentados hoy, él era el que más prometía.

Por supuesto, Claude había dicho que no sabía mucho de pintura, así que tal vez nunca le interesó.

Después de todo, la pintura que compró para colgar en su mansión fue la que le compró a Conde Legrand a raíz de un incidente.

—Qué lástima.

Julian sonrió y respondió a las palabras de Claude.

—Justo a tiempo. La duquesa de Vanessa dijo que le gustaría ver tu cuadro, Julian.

Ante la voz de Marquesa Defend, Claude y la gente que estaba reunida inclinaron la cabeza y retrocedieron.

—Es un honor poder verla en esta reunión, marquesa.

Julian saludó respetuosamente a Marquesa Defend. Ella le respondió con una sonrisa amable y luego giró la mirada para fijarse en Felice.

—¿Ha estado bien, señorita Felice? Ya nos habíamos saludado, pero había tanta gente que no pude preguntarle cómo estaba.

Felice le sonrió abiertamente a la Marquesa y se inclinó.

—He estado muy bien, señora. Gracias por preguntar.

—No es nada. ¿Lord Radcliffe ha estado bien? ¿Y cómo está Annie estos días?

—Annie ha estado muy feliz gracias a su cariño, marquesa.

—Oh, me alegro. Eso es un alivio.

La Marquesa rió y se unió hábilmente a la mentira. Luego, saludó al conde Legrand. El conde, con una actitud diferente a la que había tenido hace un momento, le saludó con respeto y se apartó.

—Me preocupa haberle hecho una petición abrumadora a Lord Radcliffe. Es soltero, y me apena haberle pedido que trajera a la señorita Felice.

—No es nada.

La Marquesa, consciente de las miradas de la gente, dejó claro que había sido a petición suya que Felice la acompañaba. Y justo cuando estaba a punto de hablar para llevarse a Felice, Claude la interrumpió.

—Señora.

Claude la llamó como si estuviera deteniendo su siguiente frase. Felice lo miró extrañada. Era la oportunidad de que Felice fuera con la Marquesa para seguir la mentira, pero su llamado interrumpió la secuencia.

Claude sonrió suavemente y miró a la Marquesa.

—¿No es gracias a usted, marquesa, que la señorita Felice vino hoy como mi pareja? Escuché que es la primera vez que viene a la Real Academia de Artes. Annie es una niña de mi mansión, y en agradecimiento por el cuidado que la señorita le ha dado, me gustaría guiarla personalmente por la academia.

Ante las tranquilas palabras de Claude, no solo Felice, sino también la Marquesa, se quedaron con el rostro serio.

Si hubiera habido un periodista en la sala, sus ojos seguramente habrían brillado y su pluma se habría movido furiosamente. Las damas y las señoritas que escucharon la historia comenzaron a susurrar.

Justo en ese momento, Julian intervino.

—Entonces, sería bueno que yo la guiara. Como esta es una reunión de mecenas, ¿no estará usted muy ocupado viendo los cuadros, señor barón?

La cabeza de Claude se inclinó de lado, como si no se hubiera dado cuenta de que Julian seguía allí.

—¿No debería un artista explicar sus cuadros a los nobles que lo patrocinarán? No creo que usted tenga tiempo.

Claude respondió con dureza.

—No, tengo mucho tiempo. Mis cuadros son tan famosos que no hay obras que no conozcan. Y no creo que haya venido ningún noble que no me conozca.

Se formó una atmósfera extraña.

Era como si los dos hombres estuvieran peleando por Felice. Felice no podía entender por qué le estaba pasando esto.

—Estoy bien. No necesito ver nada.

Felice se apresuró a expresar su opinión y miró a la Marquesa.

—Justo ahora, quería hablar con usted sobre Annie, señora, ¿le parece bien?

Pero Claude la interrumpió sin siquiera darle tiempo a la Marquesa para responder.

—Oh, señorita Felice. ¿No dijo hace un momento que estaba emocionada por la academia? Parece que se sintió incómoda por la interrupción de un desconocido.

—¿Qué? ¿Yo, cuándo? ¿Señor Claude?

Los ojos de Felice se movieron agitadamente.

De hecho, no era la primera vez que Felice iba a la academia. Sin poder ni confirmar ni negar la mentira de Claude, Felice solo movió sus ojos.

Mientras tanto, Claude no se detuvo. Giró su cuerpo hacia Felice y bajó la mirada.

—Señorita Felice está aquí por primera vez en una reunión de mecenas y parece estar nerviosa, pero a veces hay artistas que se exceden al buscar el patrocinio de los nobles.

—¿S-señor Claude…?

Felice realmente no podía entender por qué Claude estaba actuando de esa manera.

Al final, Marquesa Defend resolvió la situación.

—Siempre me gusta hablar de Annie, pero la señorita Felice tiene curiosidad, ya que hoy es su primera vez en la Real Academia de Artes. Si tengo la oportunidad, me gustaría ir con ustedes, pero… también quiero preguntarle a Julian sobre su cuadro.

Claude sonrió.

Con un cortés saludo, Claude se llevó a Felice fuera de la galería. Justo cuando Felice se alejó de la galería y se giró para protestarle a Claude, escuchó un gemido.

—…Mmm.

Felice se detuvo. Miró a su lado, y Claude se encogió de hombros.

¿Acaso… ese gemido era de Señorita Elise…?