La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 48

Felice, para ser honesta, se sorprendió con las palabras de Julian.

Nunca se imaginó que él pudiera tener a alguien que le gustara además de la pintura. Era comprensible, ya que Julian, por lo general, no mostraba interés en nada más que no fueran sus cuadros.

La mayoría de los cuadros de estilo Chireco hacían hincapié en las curvas suaves, y por eso muchas veces tenían a mujeres como protagonistas. Además, como el estilo de su maestro era más cercano al de Chireco, Felice pensó que el cuadro colgado en la parte superior solo había sido pintado pensando en el maestro.

—Ya veo. Es una pintura muy impresionante.

Cuando Claude asintió, el director preguntó si había más preguntas. Sin embargo, no hubo más, así que pasaron a la presentación del siguiente artista.

—Felice.

En ese momento, Claude le susurró en voz baja al oído a Felice.

El llamado bajo y sereno le rozó el oído, y Felice se estremeció.

Por alguna razón, sintió que Claude le iba a dar una orden en cualquier momento. Con las manos temblorosas, las aferró a sus rodillas lo más fuerte que pudo, y bajó la mirada con suavidad, como si nada pasara.

—El amante de la señorita Elise está aquí.

Con la mirada baja, Felice se acercó un poco más a Claude.

Quería escuchar más.

—¿Ve al portero en el último asiento de la izquierda?

Al oír a Claude, Felice fingió admirar una pintura de la pared y giró la cabeza para mirar al portero que estaba parado en el extremo izquierdo.

Tenía el pelo rubio con matices marrones, un rostro de facciones limpias. Vestía el uniforme de portero de la escuela, por lo que no se podía encontrar ninguna diferencia con otros porteros.

De repente, se dio cuenta de que la mirada del portero se dirigía hacia un solo lugar, y se inclinó rápidamente.

Al final de la mirada del portero, se encontraba sentada la señorita Elise.

Felice no pudo ocultar su asombro al ver a los dos, tan atrevidos.

—¿No le da curiosidad ver qué harán los dos?

Claude le susurró al oído a Felice.

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Claude se apegó a Felice y le susurró al oído a propósito. Luego, confirmó la reacción del pintor que estaba frente a ellos.

El hombre, que se había presentado como Julian, no le quitó la mirada de encima a Claude, incluso después de que este le hiciera una pregunta. El hombre, aun estando quieto, a menudo dirigía su mirada a Felice.

Era obvio a quién estaba mirando con esos ojos de color avellana intenso. Parecía que no tenía la intención de ocultar quién era la mujer de su obra.

Claude apretó el puño, presionando los nudillos.

Afortunadamente, a pesar de la mirada del hombre, Felice estaba tan interesada en el amante de Elise, del que Claude le había hablado, que no se dio cuenta de nada.

—La presentación de los pintores ha terminado. Ahora pueden acercarse a los pintores para que les expliquen sus cuadros. Agradezco a todos su asistencia a este evento para patrocinadores.

Director Edmund, que por fin soltó un suspiro de alivio, hizo una reverencia.

—…Barón Radcliffe. Es un honor volver a verlo.

Julian se acercó a Claude directamente y le habló.

—Y la persona que está a su lado… ¿quién es?

—Es mi pareja. Señorita Felice Kelton.

—Mucho gusto. Soy Felice Kelton.

Felice saludó a Julian con respeto.

—Vine por petición de la marquesa, pero como he estado trabajando como tutora en la mansión Radcliffe, el barón fue tan amable de permitirme asistir con él.

Felice sonrió y respondió.

—Ah, qué bueno. Es su pareja, pero no es su pareja.

Julian miró a Claude de reojo y luego fijó su mirada en Felice.

—De hecho, la he estado observando desde hace un tiempo. ¿Podría ser mi modelo en los bocetos que se harán dentro de un rato?

—…¿Qué?

Felice se sorprendió y miró a Julian. En este tipo de eventos para patrocinadores, los bocetos de la tarde eran cuadros dedicados a la persona que se convertiría en su patrocinador.

Felice soltó una risa incómoda y trató de hacerle una seña a Julian con los ojos.

Sin embargo, Julian sonrió y respondió como si no se diera cuenta de nada.

—Me gustaría que fuera mi modelo con toda tranquilidad.

—Me parece que eso no será posible.

Claude jaló a Felice con suavidad hacia él.

—La señorita Felice debe irse temprano hoy, así que no se quedará hasta la tarde.

—…¿Es así?

Aunque Claude fue quien habló, la pregunta de Julian fue dirigida a Felice.

—Sí… Me temo que será difícil quedarme hasta el final.

Felice asintió rápidamente, confirmando las palabras de Claude, y se disculpó.

—No se preocupe, está bien. Entonces, señorita Felice…

Julian seguía haciéndole preguntas a Felice cuando…

—¡Vaya…! Julian. Viniste a este evento para patrocinadores hoy.

Conde Legrand se acercó y le habló a Julian.

Es evidente que el conde estaba sonriendo con la boca, pero no con los ojos.

—Mucho gusto, conde.

Aun así, Julian saludó al conde Legrand con una expresión serena, sin inmutarse.

—Y, ejem, ejem. Barón Radcliffe, usted también vino a este evento hoy.

El Conde miró a Claude con un rostro de ligero desagrado.

Felice, sabiendo que Claude era el príncipe, se sintió impactada por la actitud arrogante del conde. Pero Claude, al responder, en lugar de enojarse, sonrió y correspondió al saludo.

—Al enterarme de la noticia sobre usted, conde Legrand, decidí asistir también.

Al escuchar la voz suave de Claude, Felice giró la cabeza para mirarlo.

—Ha habido un incidente desagradable hace poco, lo que me entristece, pero ¿no deberíamos hablar más al respecto? Espero que este día sea el primer paso para resolver el malentendido con usted, conde Legrand.

Claude sonrió, siguiendo la corriente al conde.

Felice tragó saliva al ver a Claude como nunca antes.

Si lo pensaba bien, aunque era el príncipe, Claude había estado viviendo una vida sin serlo.

Fue entonces que Felice se dio cuenta de por qué la reina estaba tan ansiosa por la proclamación de Claude como príncipe.

—Mmm… Sí, claro. Hay que hablar más. El barón Radcliffe, al ser un hombre de negocios, sabe bien de estas cosas. Lo que pasa es que yo también me considero una víctima… Y yo estoy atrapado en el medio. Ejem, ejem.

Era evidente que había vendido la obra a pesar de saber que era una falsificación.

Felice lo miró de reojo sin cambiar su expresión, apretando los labios, mientras el conde actuaba de forma benévola. Se acordó de que el conde Legrand era el antiguo patrocinador de Julian. Probablemente, la obra auténtica estaba en algún lugar profundo de la caja fuerte del conde. Julian no podía no saberlo.

—De todos modos, mandé a analizar la obra, así que en cuanto tenga los resultados le avisaré.

—No se preocupe. Siento haber causado tantas molestias. Alguien, sin duda, lo envidia.

Claude sonrió.

—Por eso, no voy a recibir el pago por la obra. Espero que sea un pequeño consuelo, conde.

El rostro del conde Legrand se iluminó al instante.

Julian, que estaba en el centro de la conversación, se quedó observando la situación en silencio, sin ninguna expresión.

Fue entonces cuando Felice recordó la razón por la que Claude la había traído con él y lo miró.

¿Acaso Claude no le había pedido que le enseñara a ver cuadros y que se concentrara en la conversación con el conde?

Sin embargo, no era necesario que Claude la trajera a ella, así que pensó que todo fue una coincidencia y que las cosas se estaban resolviendo bien.

Si hubiera un escándalo porque la trajo con él, Claude también se vería afectado.

¿Qué noble querría un escándalo con Felice, una señorita de la nobleza en desgracia?

Felice pensó que solo eran conjeturas sin sentido.

Escuchó la conversación de Claude y Conde Legrand sobre la situación de negocios reciente.

Felice sonrió de forma sutil, Julian, por alguna razón, se quedó hasta el final, esperando pacientemente a que la conversación terminara.

Conde Legrand se rio a carcajadas y, cuando se disponía a preguntar algo y giró la cabeza hacia Julian, este por fin abrió la boca.

Pero su mirada no se dirigió al Conde, sino a Claude.

—¿No ha pensado en patrocinarme, barón?

Fue una pregunta repentina.

Claude levantó una ceja.