La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 47

Vaya… qué cosa.

Durante un tiempo, las reuniones de patrocinadores solían celebrarse en galerías famosas o en anexos de mansiones de nobles amantes del arte, pero esta vez, la Real Academia de Arte fue elegida como el lugar.

Quizás esto se debía a la asistencia de Marquesa Deffend y también de Claude.

Felice respiró hondo por un momento, pensando en la escuela.

Al igual que su maestra de arte, Marquesa Deffend, quería que sus clases fueran secretas, Felice también prefería que no se supiera que pintaba.

Por suerte, el director de la Real Academia de Arte, el señor Edmund, tampoco la consideraba una estudiante oficial. En cambio, la ayudaba a exhibir y vender sus cuadros en la galería como una artista anónima.

Era justo lo que Felice quería.

Claro que ella no sabía quién compraba sus cuadros ni nada por el estilo. A diferencia de otros artistas, no podía reunirse directamente con los clientes para explicarles los cuadros y hablar de precios.

La Real Academia de Arte era la intermediaria que gestionaba y vendía sus cuadros. Incluso la fijación de precios la hacía la escuela, pero a ella le parecía bien.

Normalmente, una mujer no habría podido exponer su obra en la galería de la escuela, ni siquiera ocultando su identidad.

—Lord Claude.

Y probablemente, si se encuentra hoy con el señor Edmund, él mantendrá el secreto.

Él, que conoce la relación entre Marquesa Deffend y Felice, probablemente será el único entre la multitud que no vea la llegada de Claude y ella juntos como un escándalo.

Sobre todo, porque Marquesa Deffend también asistiría.

Tal vez lo verían como una extensión de las lecciones, usando a su sobrino como pretexto.

Un pintor necesita desarrollar un buen ojo, y para eso debe ver muchos cuadros de otros artistas.

Por lo tanto, incluso si la gente hablara a sus espaldas, el director Edmund expresaría las dudas de forma adecuada.

Claro que, aun así, no podría evitar que la gente chismeara sobre ellos.

—Debemos evitar que Señorita Elise lo malinterprete.

Felice abrió su cuaderno en el carruaje que los llevaba a la Real Academia de Arte.

—Claro que, cuando el conde de Legrand esté presente, yo podré hablar de pintura, pero como tutora amorosa, también es importante que la señorita Elise no malinterprete las cosas.

Así como los sirvientes de la mansión Lacliff le habían demostrado su sincero aprecio, Felice también se había estrujado la cabeza durante varios días.

‘¡Espero que el príncipe consiga a la señorita Elise y gane tanto el amor como su posición política!’

Felice miró a Claude con rostro decidido.

—La Marquesa me conoció porque le dije que mi sobrina, Annie, que vive en la mansión Lacliff, es muy preciada para ella y me sugirió que le consiguiera una tutora. ¿Ese es el inicio de la mentira?

Felice repasó las mentiras de Claude.

—Después, la Marquesa me pidió mi opinión sobre la educación artística, ya que Annie tiene talento para pintar y estaba buscando a un artista para patrocinar. ¿Por eso es que estoy aquí? ¿Verdad?

Claude asintió sin dudar.

—Entonces, señor Claude, si no estoy hablando con el conde de Legrand, iré a un lado de Marquesa Deffend. No creo que se vea bien que me quede cerca de usted fingiendo ser su pareja. Yo hablaré con la marquesa sobre esto.

Felice habló con la seguridad de que Claude estaría de acuerdo.

Pero después de escuchar todo, Claude se quedó pensativo en silencio y luego negó con la cabeza.

—No.

—… ¿Qué?

Felice parpadeó, sorprendida por esa respuesta inesperada.

—Maestra Felice, ¿recuerda lo que le dije en ese entonces? A Señorita Elise le gustan las personas que dan órdenes audaces. Incluso cuando no están en un espacio íntimo.

Felice tragó saliva al oír lo que decía Claude.

—No me diga… que piensa darme una orden así en una reunión de patrocinadores, ¿o sí?

Ante su pregunta temblorosa, Claude sonrió.

—No. Me enteré de que esta vez ella trajo a una pareja.

—… ¿Qué?

—¿No le gustaría ver cómo se da una orden audaz?

Felice apretó su cuaderno con fuerza.

Parecía que la reunión de arte se desarrollaría de una manera muy diferente a lo que había imaginado.

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Marquesa Deffend soltó una carcajada de asombro mientras miraba a su discípula, a la que no veía en mucho tiempo, y a su sobrino, que tenía una sonrisa de oreja a oreja a su lado.

—Uno se pregunta si de verdad quieren mentir…

Marquesa Deffend hizo un pequeño chasquido con la lengua detrás de su abanico.

A su lado, Duquesa Vanesa soltó una risita.

—¿Qué pensará Su Majestad si los ve?

—Tú también lo sabías, ¿verdad?

Marquesa Deffend miró a la Duquesa con una mirada penetrante.

—¡Ay…! Yo no tuve nada que ver en esto. Al contrario, intenté separarlos a toda costa.

—… ¿En serio? Creí que eras una romántica que creía en el amor.

Ante las palabras de la Marquesa, Duquesa Vanesa soltó una risita.

—Claro que no. ¿Con quién me casé? Usted lo sabe.

—Por eso mismo. Sabías que Duque Vanesa era un mujeriego y aun así te enamoraste de verdad.

Ante la afilada observación de la Marquesa, Duquesa Vanesa solo sonrió con los ojos.

Justo en ese momento, la señorita Elise Robert entró en la galería de la Real Academia de Arte.

Los ojos de Marquesa Deffend y Duquesa Vanesa se dirigieron de inmediato hacia la entrada.

—También nos acompaña la señorita Elise Robert.

Tras su entrada, se dirigió hacia Marquesa Deffend, la dama más noble del lugar, y la saludó.

—Hola, Marquesa Deffend. Es un verdadero placer y un honor poder saludarla en persona en este evento. Su sonrisa por sí sola hará que esta reunión sea aún más brillante.

—Gracias, señorita Elise. Espero que encuentre a un artista que la inspire el día de hoy.

Cuando Marquesa Deffend respondió con ligereza, Elise, tras hacer una reverencia, saludó a las damas cercanas y se retiró.

Así, los nobles continuaron entrando uno por uno.

Una vez que el último noble hubo entrado, el director Edmund se aclaró la garganta en el borde de la galería.

—Muchas gracias por asistir a la reunión de patrocinadores que se celebra hoy en la Galería Aurelia de la Real Academia de Arte.

Con la voz temblorosa del director, la puerta, que había estado firmemente cerrada, se abrió lentamente.

Los artistas que esperaban entraron poco a poco y se colocaron frente a sus cuadros en la pared.

—Los diez artistas de hoy son todos pintores sobresalientes, y Julian Bale, el ganador del Concurso de Verano, el certamen más prestigioso del imperio, también ha venido. Los presentaré uno por uno.

Los ojos de Marquesa Deffend se dirigieron a Julian Bale, que se encontraba en el centro.

—Hablando de él, me gustaría presentar primero a Julian Bale.

El director le hizo una seña a Julian, y él dio un paso al frente desde su cuadro.

Su cabello, de un negro intenso, se rizaba más allá de los lóbulos de sus orejas, y sus cejas gruesas y sus labios apretados mostraban claramente su terquedad.

Julian, que llevaba un pañuelo rojo bien anudado sobre su camisa blanca, tenía los botones del chaleco desabrochados y las mangas de la camisa subidas hasta el codo.

‘Ay……’

Marquesa Deffend suspiró para sí misma.

Sus dos discípulos eran problemáticos de una forma extraña. Sus cuadros nunca le causaban problemas, pero en otros aspectos, sí que lo hacían.

Aunque había oído que había recibido el patrocinio del conde de Legrand después de ganar el concurso de pintura del año pasado, al verlo tan pronto en esta reunión, parecía que había tenido otra pelea con su patrocinador.

A lo lejos, el conde de Legrand, con el labio fruncido, miraba a Julian como si quisiera matarlo.

—Soy Julian Bale. Este cuadro lo pinté a principios de año. Gracias.

Después de saludar brevemente, regresó a su lugar.

El director, desconcertado, le hizo señas frenéticamente para que dijera algo más, pero Julian parecía desinteresado.

En ese momento, Claude abrió la boca.

—El cuadro que está en la parte superior me llama la atención. No parece su estilo habitual, ¿puedo preguntar de qué trata?

Claude señaló uno de los cuadros.

La mirada de Marquesa Deffend se movió hacia la parte superior.

El cuadro de la parte superior de la pared, detrás de Julian, era de estilo chireko, y mostraba a una hermosa mujer de perfil, con los ojos cerrados.

El ambiente y la sensación… ‘No puede ser…’

La Marquesa frunció el ceño.

Al mismo tiempo, la mirada de Julian se cruzó con la de la Marquesa y luego se dirigió hacia Claude.

Luego, al ver a Felice sentada junto a Claude, Julian se sobresaltó. Sin embargo, como rara vez mostraba sus emociones y, si lo hacía, eran muy sutiles, la gente ni siquiera notó que se había sorprendido.

Solo su maestra, la Marquesa, confirmó la reacción de su discípulo.

—… Pinté a alguien que aprecio.