La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 32

En el vestidor, lleno del cálido sol de la tarde, la reina Nellais estaba de pie frente al espejo. Le dio un asentimiento a su vestido y despidió a las doncellas y damas de compañía.

—Vanessa.

Pero una persona se quedó en su lugar sin irse. Duquesa Vanessa, con una sonrisa apacible, estaba sentada en un sofá con un patrón de damasco.

—Sí, Su Majestad.

Ella bajó la taza de té y levantó la mirada hacia el llamado de la reina.

—Estoy preocupada. ¿De verdad eso será de ayuda?

Nellais parecía más relajada que cuando las doncellas y las damas de compañía estaban allí, pero el tema que sacó a colación era su preocupación reciente, por lo que una grieta apareció en su rostro.

—¿Cree que Claude abrirá su corazón solo porque le puse una persona a su lado?

Con el ceño fruncido, Nellais caminó nerviosamente desde el espejo hasta el sofá.

—Creo que es una buena elección. Es una chica que emana un ambiente extrañamente cálido. Aunque diga las mismas palabras, si las dice ella, hay un poder extraño que hace que las cosas se sientan mejor.

—…Aun así. Al pensar en el barón Kelton, es cierto que no puedo confiar del todo.

—Pero al pensar en el almirante Paul Mellon, siente que puede confiar en ella.

—Haa…

Nellais se tocó la frente y se apoyó en el sofá.

—Es cierto, pero…

Nellais asintió de mala gana y su voz se desvaneció. La preocupación era visible bajo sus párpados cerrados.

Duquesa Vanessa esperó a la reina, que estaba absorta en su tristeza, y desvió la mirada hacia la ventana por un momento.

El verano se acercaba a pasos agigantados. El verano caluroso a menudo provocaba un aumento de la vitalidad en muchos aspectos. Lo mismo ocurría con los corazones de los jóvenes.

Vanessa no podía olvidar la mirada en los ojos de Claude que había visto en la sala de visitas del conde Legrand. Era, sin duda, la mirada de un hombre que se había enamorado.

El amor es algo que se nota aunque se intente ocultar.

Por eso reconoció a Felice de un vistazo, a pesar de que llevaba una peluca y gafas para esconder su apariencia.

La Duquesa pensó en Felice y observó disimuladamente a la reina.

—El segundo príncipe no tiene mucho interés en la política, y aunque lo animen, no lo hará. ¿No sería mejor dejarlo así?

Nellais, que tenía los ojos cerrados y se tocaba la frente, abrió uno de sus ojos ante las palabras de la Duquesa.

—La política no importa. Pero él es mi hijo.

Ante esas palabras, Duquesa Vanessa puso una expresión de dificultad.

—Entonces, ¿no sería mejor traer abiertamente a alguien de una buena familia para presionarlo y que el príncipe lo acepte? ¿No sería mejor comprometerlo y anunciar de inmediato que es un príncipe?

Ante esas palabras, Nellais suspiró profundamente y estiró la mano hacia la taza de té. Después de oler el aroma del té por un momento, Nellais guardó silencio por un largo tiempo.

Después de divagar por el pasado, ella abrió la boca.

—Si hago eso, le haré daño a Claude. Yo… solo quiero anunciar que Claude es mi hijo. Me entristece que mi hijo no pueda ser llamado mi hijo en ningún lado.

Duquesa Vanessa asintió en silencio.

La respuesta al problema no era difícil, pero era un momento difícil para resolverlo.

En la mente de la Duquesa, dos señoritas aparecieron una tras otra. Una era una pieza muy agradable, tanto política como familiarmente para el príncipe. Por supuesto, no era lo que Su Majestad quería. Pero tampoco se negaría.

Además, en la opinión personal de Duquesa Vanessa, la idea de que una elección política de ese tipo lastimaría al segundo príncipe era dudosa.

Porque, a pesar de su dura vida, ella no se arrepentía de la elección que había hecho.

Pero si la comparaban con Felice…

Solo en términos de condiciones, Elise tenía una gran ventaja, y aun así dudaba.

Y es que Duquesa Vanessa todavía tenía muy clara la imagen de Felice en su debut.

No sería una exageración decir que las rosas que florecieron ese año para su debut lo hicieron para Felice. Felice también recibió el elogio de Su Majestad la Reina.

Con una etiqueta impecable, una belleza deslumbrante y el amor del almirante, si esa temporada de debut hubiera terminado bien, Felice ya se habría casado en una familia prestigiosa.

Pero todo eso ya era parte del pasado.

En el momento en que el barón Kelton se endeudó y se volvió adicto a los juegos de azar, la brillante reputación se hundió y solo quedó la pobre chica.

Al final, la chica eligió ser una institutriz en lugar de un dote, y así, luchaba en una vida incomparable a la de hace cinco años.

Era lamentable.

Si tuviera que hacer una evaluación fría en medio de todo esto, Duquesa Vanessa, después de una breve reflexión, se inclinaría por Elise.

Por eso, Duquesa Vanessa le propuso a Felice que fuera a su villa. La chica, que era amable y rápida en entender, lo captó de inmediato, pero todo era incierto hasta que se viera el resultado.

Duquesa Vanessa observó la expresión de Nellais.

El ceño fruncido no había cambiado desde que empezó a hablar del príncipe.

—Su Majestad. No tendrían que dolerle las palabras para alabar al segundo príncipe. Su Majestad es la que mejor sabe lo inteligente que es el príncipe. Estoy segura de que él resolverá bien incluso el asunto de anunciar que es un príncipe.

Duquesa Vanessa concluyó el tema.

—Tienes razón. Porque es Claude. Si es él, hará cualquier cosa de manera espléndida. Debo estar envejeciendo. Mi preocupación no hace más que aumentar.

La Duquesa, que asintió dócilmente a las palabras de Nellais, también se dio cuenta de algo en ese momento.

Que Claude era una persona capaz de soportar cualquier elección.

Aunque un amor calculado tuviera resultados mucho mejores que un amor predestinado, ella estaba dispuesta a apoyar cualquier cosa.

‘Después de todo, es Príncipe Claude’

Duquesa Vanessa, con un corazón mucho más aliviado, le sonrió a Su Majestad la Reina.

Y al día siguiente, Duquesa Vanessa recibió por escrito la noticia de que su preocupación no tenía mucho sentido.

Una respuesta de Felice había llegado. La noticia era que a Claude le gustaba la señorita Elise y que, por esa razón, se quedaría más tiempo en la mansión de Claude.

Duquesa Vanessa soltó una risa ahogada ante la declaración de Felice, quien confiaba en que todo iría bien.

Aunque la carta estaba llena de disculpas por rechazar la propuesta, también mostraba su determinación de hacer un trabajo perfecto en esta tarea. Sin embargo, la Duquesa pensaba de manera diferente.

—A veces desearía que fuera consciente de lo hermosa que es. Pero supongo que esa es también su encanto.

Duquesa Vanessa le escribió una respuesta.

Que la llamara en cualquier momento si necesitaba ayuda.

—El almirante me ayudó a salvar a mi hermano menor… Solo espero que todo esto no le cause dolor a Felice.

Duquesa Vanessa decidió dejar todo en manos del calor del verano.

En realidad, quizás ya era algo que se había escapado de sus manos.

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Felice soltó un suspiro de alivio después de recibir la respuesta de Duquesa Vanessa.

Considerando la expresión, el tono y la propuesta que Duquesa Vanessa había tenido para ella ese día, a Felice le aterraba cómo se vería su rechazo.

Afortunadamente, la Duquesa le dijo que estaba bien.

Sin embargo, en ese momento su conciencia se sintió un poco culpable, por lo que Felice dejó la carta de Duquesa Vanessa y suspiró una y otra vez.

Era cierto que tenía que quedarse más tiempo en la mansión de Claude debido a la nueva lección que él había solicitado, pero Felice no tenía nada que decir sobre las preocupaciones de la Duquesa.

La buena noticia era que a Claude le gustaba Elise. Aunque Felice había abierto los ojos a sus propios deseos, si ella tenía cuidado, la preocupación de la Duquesa nunca se haría realidad.

Así que Felice grabó tres promesas en su corazón.

Primero, los 10,000 francos. Segundo, la espada de su abuelo. Tercero, las preocupaciones de Duquesa Vanessa.

Pensar que su corazón podría temblar de nuevo ante el físico de él, incluso con tres promesas tan importantes, la mareaba.

—Haa… no.

Felice sacudió la cabeza repetidamente.

Necesitaba pensar en ello de manera más ligera.

—Es inevitable porque la lección con Lord Claude es así. No es mi codicia o mi intención. Y…

Los labios de Felice se detuvieron por un momento mientras decía la última frase. Pero luego, Felice asintió.

—A Lord Claude… le gusta Señorita Elise.

Felice se levantó de un salto.

Lentamente, se acercó a la ventana, descorrió las cortinas y abrió la puerta.

Felice, agarrándose firmemente al alféizar, asomó la cabeza por la ventana y cerró los ojos.

Justo cuando estaba aspirando profundamente para ahuyentar su vergonzoso deseo, sintió la presencia de alguien.

—… ¿Lord Claude?

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