La lección secreta de Señorita Baronesa Felice - 105

Felice, recostada en la cama y acurrucada en el cálido abrazo de Claude, soltó un suspiro sin darse cuenta.

El hecho de que la amante de Claude, de la que se había hablado tanto en la sociedad, fuera finalmente ella, inevitablemente se convertiría en un tema de chismorreo. Sería una sorpresa para todos que Claude, quien incluso había tenido un escándalo con la hija del Primer Ministro Robert (que era prácticamente la figura más poderosa), hubiera elegido a Felice.

Además…

El hecho de que Claude, la figura principal de ese chismorreo, fuera en realidad un príncipe oculto por la realeza durante décadas, provocaría una enorme conmoción.

—No te preocupes por nada.

Claude, que la abrazó como si supiera lo que estaba pensando solo con un suspiro, susurró.

Felice hundió el rostro en su abrazo confortable por un momento y luego levantó lentamente la cabeza.

Su hermoso amante era siempre una persona radiante. Y también era alguien que se atrevía a tener pensamientos peligrosos.

A Felice le daba miedo el caballero, pero también le aterraba lo que este hombre que la abrazaba pudiera hacer.

—¿Sabe que lo que más me asusta es cuando usted dice que no me preocupe? Jum… Me gustaría que me explicara sus planes en detalle.

Ante las serias palabras de Felice, Claude soltó una carcajada alegre y le acarició el cabello con pereza.

—Mmm… Primero, antes de contarte el plan, hay algo que quiero hablar contigo. —¿Qué es? —Yo… durante mucho tiempo expresé mi rechazo a mi madre sobre la proclamación como Príncipe. Por eso, no pensé que ella insistiría tan firmemente en la proclamación junto con el matrimonio.

Felice asintió en silencio y miró a Claude.

—Ella me lo propuso una vez cuando ingresé en la Academia Naval, otra vez cuando cumplí la mayoría de edad y otra vez cuando me retiré como oficial. —Ella se lo propuso mucho más de lo que pensaba. —Jaja. Es una persona con una terquedad tan grande como la mía. Por supuesto, ella respetó mi voluntad. Pero ya no lo hizo después de que empecé mi negocio. Un príncipe haciendo negocios, los viejos nobles de la corte nunca lo habrían tolerado.

Claude habló con una sonrisa, pero Felice lo miró con calma, solo sonriendo.

La historia que siguió era un contenido que Felice también conocía. Su Majestad la Reina le había propuesto la proclamación de Príncipe una vez más, y por ese motivo, ella había sido contratada como tutora de romance.

<Ahora… quiero anunciar a Claude como Príncipe. Como mi hijo, ¿saben? Si ya tiene edad para formar una nueva familia con su amante, quiero reivindicar ese apellido.>

Al recordar las palabras de Su Majestad la Reina, la mirada de Felice se ensombreció. Protegida en su cálido abrazo, sentía que había usurpado el lugar que alguien más debería haber tenido.

Ella debía haber sido la guía, no la persona que se sentara en ese lugar.

—…¿Cómo crees que era una mujer para mí, Felice?

Claude le dio un suave beso en la frente y dijo con calma:

—Si mi madre no me hubiera acogido y mi tía no me hubiera enseñado tan rigurosamente, probablemente… habría tomado un camino completamente torcido.

Él se rió entre dientes, pero Felice ya no pudo sonreír ante la historia que continuó. La comisura de sus labios, ligeramente levantada, también se cayó.

—Mi origen en sí mismo se sentía sucio. Yo mismo me sentía miserable por haber nacido de esa mujer. A medida que crecía, las mujeres me parecían bestias al acecho, tratando de aprovecharse de mí. Ese sentimiento llamado amor no tenía ningún romance para mí. —Claude…

Felice soltó un suspiro de pena y acarició suavemente su mejilla.

—Pero un día, alguien cayó de repente en mi mundo. Una mujer con ojos claros y honestos que me enseñó sobre el romance.

Felice se reflejó en los ojos azules de Claude.

—Tú eres la persona que vino a enseñarme qué es el amor. De verdad.

Claude golpeó suavemente su frente con la de Felice.

—Así que, Felice. No es que no quiera proclamarme Príncipe por ti. Si la forma de no hacerlo es la mejor para todos, simplemente quiero seguir así. La única persona que estará triste será mi madre, así que le pediré su comprensión.

Felice, que tenía la frente tocando la suya, giró lentamente la cabeza para mirarlo de nuevo a los ojos.

—Claude. Yo respeto cualquiera de sus decisiones. No me importa si usted es un Príncipe o no. Pero, Claude, yo… no quiero ser un obstáculo en su camino.

Los ojos verdes, rectos y claros de Felice miraron fijamente a Claude.

—El camino brillante y hermoso es siempre un camino difícil. Si el camino al éxito fuera fácil, todos serían exitosos y hermosos. Al igual que el espíritu de la Casa Kelton está bajo las profundidades del mar, por eso pudo recibir la gloria de todos.

Felice sonrió.

—Usted es el Príncipe de la Casa Real de Buford, sin importar lo que diga nadie. —Felice… —Pensemos en la forma de hacer la proclamación, ¿de acuerdo?

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Sería una traición a mi maestro.

Julian Vale se sentó en su estudio, absorto en sus pensamientos, mirando el lienzo durante un largo rato.

El retrato de Felice era un cuadro de su colección privada, y era uno que no debía ser revelado al público bajo ninguna circunstancia.

Si un cuadro como este se hiciera público, la reputación de ella se vería empañada.

Probablemente la destrozarían con especulaciones sobre cosas que ni siquiera existían.

Así que este era un cuadro que Julian miraba en secreto cuando la echaba demasiado de menos. No tenía nada que ver con el asunto que estaba preparando con todas sus fuerzas.

—Ya no queda mucho. Los preparativos están casi listos.

Julian murmuró para sí mismo y apretó los puños.

Lo que él planeaba revelar al mundo era el hecho de que Conde Regland había estado obteniendo beneficios personales con falsificaciones. Y en esa historia, planeaba deslizar sutilmente el nombre del Barón Radcliffe.

Como Barón Radcliffe también había examinado la falsificación, no podría negarlo.

De esa manera, en el momento en que este incidente saliera a la luz, parecería que ambos se estaban cubriendo las espaldas para su beneficio mutuo.

Ambos serían rechazados en el mundo del arte, y en la jerarquía invisible de la sociedad noble, el Barón Radcliffe, junto con Conde Regland, no tendrían más remedio que caer en la desgracia.

Por supuesto, a mi maestro no le gustará.

Barón Radcliffe era una existencia excepcional que había ganado el favor del maestro a pesar de no ser su discípulo.

Pero ahora, a Julian no le importaba si Barón Radcliffe era el favorito de su maestro o no.

Julian ya no tenía intención de perdonar al Barón.

Una vez que se enteró de que había utilizado a Felice de esa manera, no podía permitir que él permaneciera cerca de ella.

—Ah… Qué difícil debió ser para Felice…

Por muy talentosa que fuera, había un límite en lo que podía ganar con la pintura, por lo que no podía haber rechazado la propuesta del Barón.

Para la Felice de ahora, pintar no era una forma de ganar dinero. Es posible que incluso vendiera cuadros por menos del coste de los materiales.

Dado que Felice era mujer y no podía revelar su identidad, el precio de sus cuadros no crecería mucho.

La propuesta del Barón Radcliffe debe haber sido una oferta irresistible para romper un futuro tan oscuro como la noche.

—Por eso tengo que esforzarme para que Felice tenga otras opciones. ¡Como un instrumento para ese tipo de basura…!

Julian apretó los dientes y agarró el pincel con fuerza.

Su mirada temblorosa se detuvo en los ojos de Felice que él había pintado. Frente al cuadro, tan detallado que parecía una fotografía, su ira se desvaneció lentamente.

—Ah… Felice…

Lentamente se acercó al lienzo.

Extendió la mano hacia Felice en el lienzo, y con un toque tan cauteloso como si realmente la estuviera tocando, puso la punta de sus dedos sobre la pintura.

—Ah…

Un gemido escapó de su boca.

Frunció el ceño e hizo un círculo con la mano, como si abrazara la mejilla de Felice.

—Te rescataré. A costa de todo lo que tengo.