La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 63

El lamento de Duque Rosana se hacía cada vez más intenso.

Verlo así lo hacía parecer un poco… insignificante. A Eliana le vino a la mente la imagen de su padre, temblando y orinándose del miedo en un instante. ¿Para llegar tan lejos y arruinar a Flint Howard…?

Tsk, tsk.

Los vasallos de Flint murmuraban, insultando al duque Rosana.

—¡Podría ser un actor de teatro! Ese, ese, ese tipo… ¡ni hirviéndolo en agua de cloaca se le quitaría lo malo!

—¡Qué cosa tan extraña está haciendo!

Y con razón, la voz de su padre, mezclada con llanto, era una actuación magistral.

Eliana se preguntó si la habilidad para la actuación que había desarrollado día a día en Zacador, en su vida anterior, la había heredado de su padre. Cuando ella hizo un gesto, Jane comenzó a empujar la silla. Eliana apretó su manto. La silla con ruedas salió por completo de la mansión y se detuvo cerca de la puerta principal.

[¡Ay, mi hija! ¡Ay! Gran Duque Howard, por favor. Olvide todo lo que pasó ese día. Al menos la cara de mi hija, para saber si está bien…]

En ese momento, una voz interrumpió el sollozo de Duque Rosana. Era una voz extrañamente brillante para el caos que se vivía.

—Padre. Estoy muy bien, soy feliz.

Un megáfono mágico, traído a toda prisa por uno de los vasallos, estaba ahora en manos de Eliana.

—Padre, ¿cómo puede hacerle esto a mi esposo? Sabe que no fue un secuestro.

La voz clara de Eliana, amplificada por el megáfono mágico, resonó ampliamente. Duque Rosana tenía una expresión de asombro ante la aparición de Eliana, quien hasta ese momento no había aparecido. Parecía como si hubiera visto un fantasma.

Nunca se imaginó que aparecería una hija débil y asustada de su padre.

Eliana, fingiendo una voz triste, dijo:

—Señor Flint y yo hemos estado saliendo desde hace mucho tiempo. Mi padre siempre se opuso, tomando como excusa la tragedia de los Howard, pero… yo amo al señor Flint. Él no me secuestró. Si consideramos todas las circunstancias, la violadora soy yo, que entré en su habitación. Fui yo quien se aferró a él.

Adel abrió la boca de par en par. Y no solo Adel. Todos los presentes abrieron la boca, o abrieron los ojos de par en par, o dudaron de sus propios oídos. Tenían todo tipo de expresiones. ¿Así que esto era lo de ‘responder al fuego con fuego’?

En ese instante, las palabras de Eliana continuaron.

—…quiero. Así que, si va a culpar a alguien, repréndame a mí.

Mientras todos estaban conmocionados por la ‘respuesta rosada’ de Eliana, Duque Rosana era diferente.

[¡Lia! ¡¿Qué tonterías estás diciendo?! ¡¿Cómo puedes clavar un puñal en el corazón de tu padre?! ¡Ay, mi hija se ha vuelto loca! ¡Se ha vuelto loca! ¡¡¡Flint Howard, maldito seas!!!]

Eliana frunció el ceño por un instante. ¿Así que iba a actuar de esa manera?

—Padre, estoy perfectamente bien. Si ya hemos compartido innumerables días viendo el cielo y hemos recogido innumerables estrellas, ¿cómo me pide que me case con otro hombre? Y el señor Flint y yo ya firmamos un contrato de matrimonio, y oficialmente somos esposos. Ya soy la Gran Duquesa Howard, así que por favor, no insulte a mi esposo.

[¡¡¡Lia!!!]

Eliana, sobresaltada por el rugido de Duque Rosana, comenzó a sollozar en el megáfono. Duque Rosana seguía diciendo algo, pero Eliana, no queriendo quedarse atrás, aumentó el volumen de sus sollozos. El lamento desconsolado de la mujer resonaba con fuerza.

A diferencia del sonido, no salía ni una sola lágrima de los ojos de Eliana. Al verlo, Adel hizo una mueca de disgusto por un momento.

De vez en cuando, Eliana decía cosas como: ‘Permitan nuestro amor’, o ‘No tuve el valor de escapar por la noche, así que me fui de día de su mano’, etc. Se refería a sí misma como una ‘hija inútil’, mostrando una actuación deslumbrante.

George, el antiguo sirviente del palacio imperial, no podía cerrar la boca y tenía una expresión de haber visto la cosa más extraña del mundo, pero Eliana ignoró su mirada y continuó lamentándose con ahínco.

‘No hay otra opción. Flint Howard no quiere que su Gran Duquesa tenga imperfecciones…’

Para Eliana, este era el mejor método. No podía ponerse a intercambiar groserías y vulgaridades con su padre, ¿verdad? Eso sería demasiado corriente.

Aunque ahora mismo su dignidad estaba por los suelos, si lo presentaba como un amor romántico, no se vería tan mal. Además, a la sociedad le encantaba ese tipo de chismes.

Pensándolo bien, era mejor así que si la hija acusaba al padre de abusar de ella. Después de todo, públicamente Duque Rosana era un padre bondadoso que amaba terriblemente a su primogénita. No era fácil romper la imagen que había construido durante tantos años.

Era mejor convertirse en una condesa inmadura que, cegada por un hombre, desafió la oposición de su padre, se escapó de casa y hacía berrinches. Como nunca había tenido una relación con un hombre, solo tenía que fingir ser una joven perdidamente enamorada de su primer amor.

[¡¿Qué tonterías estás diciendo?! ¡¿Quieres verme morir?!] Pensando ‘Ojalá se muriera de una vez’, Eliana sollozó.

—Jijijijijijijijijijiji, ¡Padre!

[¡Ay, mi querida hija! ¡Ese tipo astuto y vil te ha seducido! ¡Esto no puede ser! ¡¡¡Flint Howard, maldito seas! ¡¿Qué le has hecho a mi hija?!!]

El rostro de su padre se puso rojo y morado. Como los caballeros armados lo protegían con una barrera impenetrable, no podía cruzar la puerta principal y estaba echando humo. Aun así, seguía gimiendo y culpando solo al Gran Duque Howard, lo que demostraba que no era un tipo cualquiera.

Eliana se decidió y se aclaró la garganta. Como los caballeros de Howard la protegían con una barrera impenetrable, su padre no podía hacerle daño. Eso la hacía sentir bastante segura y aliviada.

—¡Padre, ya basta! ¡No puedo vivir ni un día sin el señor Flint! Ya no puedo dormir si no es en sus brazos. ¡No quiero las joyas de oro y plata de Rosana, sino el amor ardiente del señor Flint!

Los presentes aún no se acostumbraban a las palabras descaradas que salían de los labios de Eliana.

Era un festival de expresiones variadas. Algunos tosían avergonzados, otros se ponían rojos y exclamaban ‘¡Ay, ay!’, agregando interjecciones. Algunos se tapaban los oídos como si ya no pudieran escuchar más tonterías. Adel no se tapó los oídos, pero temblaba, como si también le costara acostumbrarse.

—¡Estoy harta de las burlas de que ya estoy vieja, no me caso y solo gasto la fortuna familiar! Demian también me detesta, me ve como una hermana inútil.

Eliana, mencionando a Demian de paso, volvió a sollozar a gritos. Esto se debía a que Duque Rosana estaba gritando a todo pulmón cómo podía su hija hacerle eso a su padre.

—¡Qué fastidio! ¡Dmitry está senil! ¡Ya es suficiente!

Uno de los vasallos, perdiendo la paciencia, puso una flecha en su arco. Era el marqués Hairen, quien había subido a la capital para encontrarse con su hija Verónica y, de paso, ver a la Gran Duquesa.

Pero solo estaba presenciando espectáculos de lo más extraños. Lo más desagradable era Duque Rosana, que no se comportaba acorde a su edad y causaba alboroto frente a la casa de otra persona. Le haría pagar el precio por deshonrar al señor del Norte.

—¡Ayyy!

La flecha que disparó Marqués Hairen se clavó en el megáfono que sostenía Duque Rosana. Duque Rosana, sorprendido, dejó caer el megáfono.

—¡¡¡Verdi Hairen, maldito seas!! ¡¡¡Un tipo humilde del Norte se atreve a hacerme esto a mí—!!!

Duque Rosana, al reconocer a la persona que disparó la flecha, se enfureció. El marqués Hairen hizo un gesto como si se limpiara la oreja, como si no le importara. Duque Rosana, aún más irritado por ese acto, temblaba las manos.

Eliana, ignorándolos, gritó al megáfono:

—¡Ahora voy a tener los hijos de Señor Flint y me convertiré en una verdadera Howard! Así que, si de verdad me ama, ¡desee mi felicidad!

Eliana decidió que ya era hora de terminar. Se había cansado de hablar y llorar tanto.

—Por cierto, padre, ¿está bien su barba? Qué bueno que le creció rápido.

Era evidente que todo lo que tenía bajo la barbilla de su padre era una barba falsa. Eliana se burló.

—Parece que ese día tuvo un ‘accidente’ en los pantalones… Dicen que el señor Flint es tan grande y tiene una presencia tan fuerte que la gente de corazón débil se asusta y comete ‘errores’ como niños cuando se encuentran con él.

La voz de Eliana era suave, como si cantara. Y su pronunciación era clara y su ritmo lento.

—Los sirvientes y sirvientas jóvenes a veces se orinan encima mientras hacen los recados del señor Flint, así que no se preocupe demasiado. Por eso, cuando me fui con el señor Flint, era mejor que no me pegara. Porque Señor Flint se enojó mucho y gritó para que no lo hiciera, usted se asustó tanto que… ¡Ay!

Duque Rosana, al ver el megáfono mágico tirado por la flecha, lo pateó con furia y cruzó la puerta principal con una actitud amenazadora. Los caballeros de Rosana intentaron detenerlo, pero el Duque, con los ojos fuera de sí, avanzaba corriendo con una expresión de demonio.

Eliana estuvo a punto de soltar un grito, pero se contuvo y, sujetando el megáfono, dejó salir esa emoción.

—¡¡¡Aaaaaaah! ¡Padre, no lo haga!!

Los caballeros de Howard, siguiendo las instrucciones previas de Eliana, no se dispersaron sino que se abalanzaron para cumplir su deber. La rodearon para protegerla, bloqueando al duque Rosana, que se atrevía a acercarse para hacerle daño a la Gran Duquesa. En el proceso, un caballero, al intentar detener a Duque Rosana, hizo un movimiento en falso y le arrancó un mechón de su barba derecha.

—¡¡¡Ayyy! ¡Mi barba!!!

Duque Rosana, a quien le habían arrancado un gran mechón de barba, gritó de dolor. No solo se había arrancado la barba falsa, sino que la fuerza había sido tanta que se había arrancado de raíz.

Eliana abrió sus ojos verdes.

Todos los ruidos cesaron repentinamente, como si un ratón hubiera muerto. En el silencio, solo se escuchaba el graznido de un cuervo que nadie había notado antes.

El caballero que, sin querer, le había arrancado la barba al duque tenía una expresión de extrema confusión.

—¡¡¡Aaaaaaah!! ¡A ese tipo lo voy a…!

Mientras miraba a Duque Rosana, que gritaba y se enfurecía, Eliana habló con una sonrisa fresca. Había dejado el megáfono. No había necesidad de que la burla de la hija hacia su padre se difundiera ampliamente.

—Padre, debería invertir más dinero en su barba. ¿Qué va a hacer ahora que se la han arrancado toda? La cuidó con tanto esmero toda su vida… Pero al menos hoy no se hizo encima los pantalones, eso es un alivio. Debe mantener su dignidad como duque. Honestamente, ese día, padre, estuvo demasiado… desagradable.

Ante el sarcasmo mordaz de Eliana, Duque Rosana perdió la razón y se indignó.

—¡Mocosa insolente! ¡¿Cómo te atreves, sin reconocer la gracia de haberte criado, a tu padre—?! ¡Hoy te voy a matar!