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La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 43

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  4. Capítulo 43
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—¿Cómo se iba a sorprender? Es la misma persona que me hizo dar vueltas fingiendo ser su hermana. ¡Ya he estado en su habitación!

 

Astin dijo con jactancia, volviendo a meter una galleta en su boca. Flint la miró de reojo; su rostro permanecía inusualmente sereno. Era un hombre realmente aburrido. Por eso, ella fue directamente al grano:

 

—Su carta, Señor Flint, fue entregada sin problemas. La Dama la confirmó al instante. Misión cumplida.

 

El encargo de Flint había sido muy simple. Era solo la entrega de una carta, nada vistoso, pero requería poco esfuerzo. Y la paga era generosa.

Después de entregar la carta, Astin le preguntó disimuladamente a Eliana qué decía. No esperaba una respuesta.

Y Eliana, con el rostro sin el menor rastro de temblor, le leyó la carta.

No tardó mucho.

Excluyendo la cortesía y el formato mínimos que se requerían en una misiva, se podía resumir en una sola línea:

 

«Por un tiempo, me ausentaré de la capital»

 

No decía adónde iba, ni había más mensajes.

Astin se sintió tan desinflada que incluso le dio vergüenza. Flint, aunque sin duda había nacido y crecido en Ringsgen, era sin duda un hombre tosco del norte. La sangre y las raíces eran algo realmente aterrador. Si ella hubiera sido Eliana, habría hecho pedazos esa carta tan poco atenta.

Eliana no parecía decepcionada. Con una dulce sonrisa, le dijo a Astin:

 

—Si iba a enviarte a ti, pudo habérmelo dicho de palabra. ¿Por qué se molestó en escribir una carta, siendo una persona tan ocupada?

 

Eliana no le dio una respuesta, ni preguntó por la salud de Flint. Ahora que lo pensaba, aquello debió ser sarcasmo. Habló tan dulcemente que en ese momento Astin no se dio cuenta de la ironía.

Flint preguntó:

 

—¿Eso es todo?

—Entonces, ¿qué más debería haber?

 

Astin estaba incrédula. Él debía considerarse afortunado de no haber sido rechazado directamente por la Dama. Pero sintiendo un poco de pena por ese hombre tan poco hábil, soltó una frase:

 

—Yo, si fuera usted, le habría regalado esos aretes.

 

Astin había hurgado entre todo tipo de objetos robados debido a un encargo de Eliana. En el proceso de buscar en el gremio que manejaba objetos robados por ladrones, se enteró de que había alguien más buscando el mismo objeto.

Al seguir la pista, descubrió que esa persona era, sorprendentemente, Flint Howard.

El impacto fue mayor que la molestia de que hubiera espiado su contrato. ¿No era cualquier persona, sino Flint Howard…? Flint, indiferente a todo, también era un hombre tan íntegro que carecía de astucia. Por eso Astin lo había dejado entrar a su oficina sin preocupaciones.

Y sin embargo, ese Flint Howard había revisado, entre innumerables secretos, solo el contrato de una persona.

Esto significaba una de dos cosas: que esa persona era un objetivo de la vigilancia de Flint, o un objeto de su interés.

Al recordar que esa persona era Eliana Rosana, la segunda opción parecía más adecuada.

Astin abrió la boca de asombro. ¡Dios mío, a ese hombre tan terco le había surgido una mujer de interés!

No parecía un amor unilateral, pero tampoco se podía decir que fuera mutuo…

Desde el punto de vista de Astin, Eliana no parecía sentir mucho por Flint. Siempre se dice que la persona que más ama es la que se impacienta, pero la primera dama de Rosana estaba llena de calma y confianza.

Así que para Astin, la situación solo parecía un desvío de la Dama, cansada de la sobreprotección de su padre.

‘No se puede obligar a una mujer inocente a casarse por un simple desvío’

Aunque pensaba así, Astin le dio a Flint un consejo a su manera, preguntándole por qué no le había regalado los aretes. Pero el hombre simplemente se hizo el desentendido.

 

—No sé de qué aretes estás hablando.

 

Astin soltó un «¡Puf!» y dijo:

 

—A fin de cuentas, fue una colaboración, ¿no? Usted también tiene parte en la finalización del encargo.

 

Flint fue quien le había dado el nombre del joyero donde se habían obtenido los aretes.

 

—¿Terminación? Eres demasiado precipitada.

 

Como no había encontrado la otra pieza, era como si solo hubiera logrado la mitad. No se podía entregar una sola pieza de arete como regalo a una dama. Flint pensó que eso se vería muy mal.

 

—Fue rápido gracias a usted, señor Flint. Me remordía la conciencia al acaparar todo el crédito.

 

Flint no respondió y se llevó la taza de té a los labios. Quien sentía remordimiento de conciencia era él.

El encargo de Señorita Eliana era tan secreto que ella había tenido que suplantar la identidad de su hermana. Y él, un tercero, se había involucrado profundamente.

Si se ponía en el lugar de ella, sería algo desagradable.

Además, la forma en que se había enterado del contenido del encargo fue espiando el contrato de otra persona. Aquello no era una acción honesta. Ni siquiera había una causa noble como motivo.

Fue puramente un impulso motivado por la curiosidad. La misma idea de intentar encontrar una razón más plausible le resultaba molesta.

Decir que no se podía entregar una sola pieza de arete como regalo a una dama era una excusa barata. Incluso si hubiera encontrado ambas piezas, no las habría podido entregar directamente.

Fuera cual fuera la razón, inmiscuirse en el encargo privado de una dama de forma tan atrevida no era para nada propio de un caballero. Si hubiera intentado entregárselos como regalo, ella le habría expresado su decepción, mencionando la moral de un caballero.

Se sintió avergonzado al pensar que parecía un rufián.

Ocultó su turbado interior y dijo con naturalidad:

 

—Astin, busca bien la otra pieza también.

—Es mi encargo, así que, por supuesto.

 

Un breve silencio se cernió en el aire. Cuando Astin, habiendo terminado sus asuntos, se levantó, Flint dijo:

 

—Astin.

—¿Sí?

—…….

 

Astin miró a Flint como preguntándole qué quería. Él solo movía los labios, como si tuviera algo que decir. Astin esperó pacientemente.

 

—La carta…..

 

Flint dejó la frase a medias. Astin hizo una expresión extraña.

 

—Ya le dije. Se la entregué bien y la abrió al instante.

—Ah, sí, claro……

 

De alguna manera, sus últimas palabras sonaron amargas. La expresión de Astin se volvió aún más peculiar. Ahora se estaba conteniendo para no estallar en carcajadas.

Flint dijo con su característica voz grave:

 

—Entonces vete. Te he retenido demasiado tiempo, siendo una persona ocupada.

 

Astin sonrió ampliamente y respondió:

 

—Sí, me voy ya. Y la Señorita parecía un poco desanimada, pero estaba bien. Que la bendición del Hada de la Suerte lo acompañe, señor Flint.

 

Astin se despidió, mencionando el estado de Eliana sin que le hubieran preguntado, y se marchó.

Flint, solo en la sala de recepción, tenía el rostro sombrío.

Realmente parecía que ella no le había pedido que le transmitiera nada.

‘Le envié una carta. Entonces, ¿no debería haber una respuesta, por supuesto?’

Flint había olvidado la existencia de las innumerables cartas de amor que había recibido de las damas. Y también que nunca había respondido a ninguna de ellas.

 

—Hmm……

 

¿Estaría enferma? Es una persona tan delicada que quizás su salud no sea buena.

En ese momento, Flint recordó que Astin había dicho que la Dama estaba bien.

‘Pero dijo que parecía desanimada……’

Flint se sumió en una profunda reflexión. Y, con base estrictamente en sus propios criterios, logró llegar a una especulación un poco más plausible.

‘¿Quizás no pudo responder por culpa de Duque Rosana?’

¿Acaso ese tipo no le habría advertido que ni siquiera hablara con hombres del norte? Quizás la disuadió para que su preciosa hija no se involucrara con un cruel señor de la guerra. Que ni siquiera se relacionara con él.

Era comprensible, siendo un hombre que podría morir en el campo de batalla en cualquier momento. Seguramente no querría que su amada hija se convirtiera en una joven viuda.

Pero Flint confiaba en que no moriría en el campo de batalla.

Aun así, no podía negar que su situación no era sólida. Si se profundizaba, era como un castillo de arena.

Entonces, ¿él también debería renunciar, pensando en el futuro de ella?

Empezaba a entender por qué su padre había dejado a su madre y a sus vasallos en el norte y se había ido solo a Ringsgen. ¿Acaso su padre no había rechazado incluso una vez la propuesta de matrimonio de su madre, que quería acompañarlo como su esposa?

Flint sacó una joyero de su bolsillo.

Al abrir la pequeña caja, apareció una horquilla con forma de mariposa, elaborada en oro. La mariposa, renacida de las manos de un artesano, era tan delicada que parecía a punto de mover sus antenas.

Los gruesos dedos del hombre acariciaron la horquilla. Era un toque muy cauteloso. Temiendo romperla de nuevo, no se atrevió a sacarla y cerró la tapa.

Con el corazón apesadumbrado, Flint partió hacia Molkía.

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

Eliana, habiendo recibido la carta de Flint de manos de Astin, estaba sumida en sus pensamientos. Jane, siguiendo las instrucciones de Eliana, trajo una caja cuadrada y la abrió. Eliana sacó de ella la invitación al banquete de Howard que había recibido tiempo atrás. Jane, al reconocer la carta, parpadeó.

‘Esa es, sin duda……’

Era una carta de una figura tan importante y tan peculiar que Jane la recordaba. Lavanda, quien se encargaba de clasificar la correspondencia, la había hojeado rápidamente y había apartado solo las cartas enviadas por los jóvenes señores. Había quemado todas, excepto la carta de Flint Howard.

El sello de cera de esa carta no tenía el emblema de la casa. Era simplemente un sello de cera liso, presionado con fuerza.

Fue Jane quien lo descubrió.

Las dos criadas, dudando, decidieron entregar esa carta directamente al Duque Rosana y preguntarle. Y Lavanda le traspasó esa tarea a Jane. Informar regularmente al duque en privado consumía bastante energía. En realidad, le daba demasiado miedo.

Duque Rosana quería ser informado sobre el itinerario de las salidas de Eliana y la presencia de hombres en ellas. Además, si ocurría algo extraño, debían avisarle, pero las dos no lograban establecer un criterio.

Lavanda, para ganarse el favor de Duque Rosana, había informado detalladamente sobre nimiedades.

 

—¡Qué estúpida! ¿Qué importancia tiene que Eliana se queje de los vestidos o vaya a la floristería?

—Sin embargo, Duque, no era como de costumbre…

—¡Cállate! ¡Si vuelves a quitarme el tiempo con tonterías, te echaré a la calle desnuda! Llévense a esta y denle diez latigazos.

 

Pero lo que recibió a cambio fue una reprimenda furiosa y un castigo cruel.

Nunca había tenido tanto miedo.

Por eso, ambas decidieron informar solo el contenido que Duque Rosana deseaba imperativamente, para estar a salvo de castigos físicos. Era tal el respeto que sentían por Pamela, quien mantenía una relación tan cercana con el temible Duque.

Lavanda y Jane, con la problemática carta en mano, se pasaron la responsabilidad mutuamente frente al despacho del duque. «Entrega tú la carta.» «No, hazlo tú.» «Yo informé la vez anterior.» Mientras discutían, el joven duque apareció frente a ellas.

 

—¿Qué hacen frente al despacho de padre?

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