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La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 298

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  4. Capítulo 298
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Miller, cuyo último recurso se había esfumado, suplicó levantando la voz.

—¡Qué me está diciendo! ¡Señorita Eliana fue expulsada del Norte! ¿Qué puede hacer si yo huyo? Solo necesito que usted me ayude. Escríbame una carta de recomendación. ¿Sí? ¡No me importa si no es una familia noble en la capital!

George no se atrevió a confesar que la carta de recomendación que le había dado a su nuera había sido escrita por Eliana. Simplemente la amonestó con un rostro severo.

—Si Gran Duque Howard regresa después de la Guerra Santa, ella podría volver a ser la Gran Duquesa Consorte. E incluso si se divorcia, puede enviar una carta a Duque Rosana y al joven Duque.

—¡¿Qué diablos es esa Inmunidad Divina para que me hagan esto?! ¡Esa señorita debería haberse ido de casa y ya está! ¡¿Por qué diablos?!

Miller estaba literalmente al borde de la locura. Había caído en una trampa de la que era imposible escapar.

—Y, por cierto, ¿por qué lo necesita? Miller, ¿de verdad queda en la Casa de Rosana algo llamado Inmunidad Divina?

—¡Cómo voy a saberlo! Uf, uf.

George estaba perplejo. Pero no le importaba si Eliana conseguía o no la Inmunidad Divina. No era nada malo para el Emperador, a quien él era leal, que le arrebataran algo al Duque Rosana. George se rio entre dientes al pensar en el Duque Rosana siendo traicionado por su propia hija.

—De todos modos, búscalo. ¿No estará escondida esa tal Habitación del Señor o lo que sea en la oficina del Duque? Probablemente haya algún tipo de dispositivo secreto. En el palacio imperial también hay algo parecido.

George la animó, pero Miller se tiró de los pelos.

—¡Señor! ¡¿Acaso la señorita Eliana lo chantajeó a usted también?! —…

Él había sido víctima de algo más temible que el chantaje: una mezcla de bondad que se había filtrado hasta sus huesos y un miedo que se extendía sigilosamente. Incluso en ese momento, George no odiaba a Eliana. Había recibido demasiada ayuda de ella.

George habló con tono altanero:

—¿Chantaje? Me dijo que me fuera bien, aunque probablemente no nos volveríamos a ver, jajaja. Pero ¿será eso cierto? No sé dónde se esconde, pero Gran Duque Howard la encontrará de seguro. No te enemistes con la Gran Duquesa Consorte sin razón y obedece lo que te pida. Es el consejo de este viejo.

George tenía razón. Eliana había sido capturada por Flint y había regresado al Norte, y seguía siendo llamada la Gran Duquesa Consorte Howard. Incluso había dado a luz a un robusto hijo.

Tan pronto como regresó al Norte, Eliana apremió a Miller.

「Ha pasado tiempo, Miller. He vuelto al Norte. Pero, ¿encontraste la Inmunidad Divina? Creo que ya es hora de que tenga noticias.

 

No te preocupes. Renuncia antes de que la Casa de Rosana se arruine y ven al Norte. Te recomendaré una buena familia. O puedes trabajar en mi casa. Soy tan feliz porque di a luz a un adorable hijo. No sabes lo encantador que es. Si Miller me trae la Inmunidad Divina, seré más feliz」

La carta de Eliana estaba llena de felicidad. Naturalmente, Miller no lo estaba. Porque no había encontrado la Habitación del Señor de la Casa, y mucho menos la Inmunidad Divina.

La insistencia de Eliana, que comenzó preguntando amablemente por su bienestar, se había convertido recientemente en una coacción feroz.

「Miller, ¿aún no la has encontrado? Mi paciencia está a punto de agotarse. No me siento nada bien. Ya sabes el alboroto que está haciendo mi padre. Si estás pensando en unirte a mi padre, te destruiré junto a él. Esta es la última oportunidad. Encuéntrala esta semana y entrégala a mi persona」

Miller se estremeció al recordar la carta de amenaza que recibió de Eliana anteayer. Incluso Max, el miembro del Gremio Astrea que le entregó la misiva, la advirtió con una sonrisa.

—¿Sabe? La Gran Duquesa Consorte está de pésimo humor últimamente. Yo estuve a punto de morir en cuanto me encontré con ella.

Era cierto. Tan pronto como Eliana vio a Max, que había regresado a la Casa del Gran Duque Howard, lo reprendió a gritos por haberle informado tan tarde sobre Isabella. El joven derramó una lágrima, comprendiendo perfectamente por qué Lina no había tomado el viaje al Norte con él.

Por eso, cuando Miller le rogó: ‘Arriesgué mi vida y busqué en la oficina del Duque, pero no la encontré’, él simplemente agitó la mano. Max estaba tan apurado como Miller.

—Esa es la situación de la jefe de sirvientas. Yo también tengo prisa. Por favor, encuentre el objeto que la Señora Eliana desea rápidamente. La próxima vez, se supone que debo llevarme la cabeza de la jefe de sirvientas. No quiero hacerlo, ¿de acuerdo?

Max la reprendió severamente antes de irse. A partir de entonces, Miller se lanzó desesperadamente a la búsqueda de la Habitación del Señor de la Casa.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Y ahora, Miller se había adentrado sigilosamente en la oficina del Duque aprovechando la madrugada. Su cuerpo temblaba de miedo. Por mucho que el Duque estuviera retenido en el Palacio Imperial, había ojos del Duque por todas partes. En el instante en que alguien la descubriera, su cabeza sería cercenada.

—¡¿Dónde diablos está esa dichosa Habitación del Señor de la Casa?!

Miller se quedó absorta en sus pensamientos en medio de la oficina. La Inmunidad Divina debía ser un objeto preciado transmitido de generación en generación en la Casa de Rosana. No había forma de que la guardaran en un lugar obvio.

—¿De verdad es la Habitación del Señor de la Casa? ¿No se habrá equivocado Señorita Eliana?

La sala secreta a la que solo los jefes de la casa podían acceder. Miller había oído hablar de su existencia de pasada. Pero por mucho que registraba la oficina y exploraba la mansión, no encontraba ninguna sala secreta.

Era de por sí una tarea difícil que le pidieran a ella, una simple empleada, que encontrara un espacio al que solo podía entrar el jefe de la casa. Pero ella tenía que hacerlo. Porque Eliana tenía su vida en sus manos.

—¡Uf! ¡Qué se nota que es una Rosana! ¡De pequeña era tan inocente y buena, pero es la viva imagen de su padre el Duque! ¡¿Y si esa sala ni siquiera existe en primer lugar…?!

Miller, enfadada, pateó la pared sin cuidado. Después de golpear la pared con el pie por un buen rato, soltó un grito de dolor. Sintió un dolor punzante en el pie, como si se hubiera enganchado en algo.

—¡Agh…!

Miller golpeó su pie lastimado contra el suelo y luego se apoyó contra la pared. En ese momento, con un sonido de ‘clack‘, su cuerpo se fue hacia atrás. Para ser exactos, la pared giró sobre sí misma, revelando un espacio. Cayó de nalgas y gimió. De repente, los ojos de Miller se abrieron de par en par.

—¡Dios…!

¡La sala secreta a la que solo podía entrar el jefe de la Casa de Rosana realmente existía!

—Aquí… ¡Aquí es la Habitación del Señor de la Casa…!

Miller parpadeó y abrió la boca. Las cuatro paredes y el suelo brillaban de color dorado. Un mineral de color rojo incrustado en una de las paredes emitía un brillo misterioso.

Miller quedó pasmada. La razón era la hermosa estatua ubicada en un rincón. Era la ‘Pieza Genuina de Makarisera’ que Duque Rosana había recibido como regalo de los apóstatas.

—¿La estatua de la Hada de la Fortuna…?

Era similar a la estatua de color blanco puro que se veía en el templo, pero mucho más hermosa. El hada, que brillaba con un suave tono rosa pálido, mostraba una tenue sonrisa. En particular, el patrón de las alas extendidas era delicado y elaborado. Miller pensó que, quienquiera que hubiera creado el patrón de esas alas, era un artesano con una extraordinaria alma artística.

—Qué belleza…

Miller estaba tan distraída por la estatua que no se dio cuenta de que la pared se estaba cerrando gradualmente. Uno de sus pies quedó atrapado en la pared que intentaba cerrarse. Sobresaltada por la presencia de alguien, Miller se levantó de golpe.

—Miller, ¿qué haces tú aquí…?

El rostro de Miller se puso pálido al ver a la persona.

—¡J-j-joven Duque…! Yo… es que… Estaba limpiando y por casualidad…

Miller se encogió. Estaba a punto de morir a manos del joven Duque antes de morir a manos de la señorita Eliana. Acto seguido, con un sonido de ‘srrung‘, un cuchillo saltó del brazo de Damian. Miller temblaba incontrolablemente.

Pero el cuchillo de Damian se dirigió a su propio dedo. Se hizo sangrar y dejó caer gotas sobre el mineral de la pared. Entonces, la pared que intentaba cerrarse comenzó a abrirse de nuevo. Después de dejar caer sangre por un rato, Damian se dirigió a Miller.

—De acuerdo. La Habitación del Señor de la Casa también necesita limpieza. No sabía que mi padre te había encargado eso.

—…?

Miller miró a Damian vacilante. Los ojos impasibles de Damian recorrieron la Habitación del Señor de la Casa. Se acercó a la Pieza Genuina de Makarisera y acarició lentamente la zona de las alas. De espaldas a Miller, Damian dijo:

—Esta estatua ha acumulado polvo. Empieza por limpiar esto.

—¡Sí, sí!

Miller no entendía nada de la situación. ¿El joven Duque se creyó mi excusa de la limpieza? Pero pronto sintió que el corazón se le detenía.

—Limpia rápido y sal. Tienes una hora. Una vez que esta pared se cierre, jamás volverá a abrirse. No habrá una segunda oportunidad.

Damian salió de la habitación sin más. Miller se dejó caer, pero luego se levantó de golpe. Tenía que encontrar la Inmunidad Divina y salir de allí rápido.

—‘¿Esta pared se cerrará en una hora? ¿Es un dispositivo para encerrar a los intrusos?’

Ansiosa, revolvió la Habitación del Señor de la Casa. Buscó minuciosamente detrás de los retratos de los sucesivos Duques Rosana y en las esquinas del árbol genealógico adherido a la pared. Había todo tipo de objetos preciosos y extraños, pero no podía concentrarse en ellos.

—¡¿Dónde demonios está?!

Mientras forcejeaba, encontró una tarjeta pegada debajo de las alas de la estatua. Era la ‘Inmunidad Divina’ que Eliana tanto le había exigido.

Miller logró salir justo a tiempo antes de que la pared se cerrara.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Al día siguiente, Eliana tenía la Inmunidad Divina en sus manos. La mujer sonrió ampliamente mientras examinaba la tarjeta dorada por todos lados. Acarició el emblema de la Orden grabado en el anverso y tocó las joyas incrustadas en el reverso.

Eliana parecía radiante, como una niña con un juguete nuevo. Flint la miró sonriendo, encontrándola adorable.

—Lia, ¿cómo es que la Casa de Rosana tenía esto? ¿De verdad la Orden se lo otorgó a la Casa de Rosana?

Flint se preguntaba qué Papa demente le habría concedido la Inmunidad Divina a la Casa de Rosana. ¿Seguramente no sería el Papa actual?

—Sí, sorprendentemente es cierto. Parece que hubo algún mutante bondadoso entre los ancestros de Duque Rosana.

Tal como dijo Eliana, aunque ahora era una familia manchada por todo tipo de corrupción, hubo un tiempo en el que fueron un ejemplo para otros nobles por sus buenas acciones.

—Escuché que el ancestro de Rosana que obtuvo esta Inmunidad Divina fue una persona tan distinguida que el Papa y los cardenales le mostraron respeto. ¡Qué gran afecto debió tener por su descendencia para pedir esto como regalo…!

Dado que el padre de su vida anterior había evitado una crisis con ese certificado, se podría decir que su antepasado tenía visión de futuro.

—Entonces, ¿no debería quedar un registro interno en la Orden de que se concedió la Inmunidad Divina a la Casa de Rosana?

Eliana se rio suavemente ante la pregunta de Flint.

—No se preocupe. Incluso si hay miles de registros internos, no sirven de nada sin esta prueba. Labrante me dijo que la gestión de documentos en la Orden es un desastre. Por mucho que mi padre clame por la Inmunidad Divina, el juego termina ahora que está en mis manos.

Eliana le entregó la tarjeta a Flint y desvió la mirada. Sus ojos verdes se curvaron mientras fijaba la vista en Miller. Eliana dijo con amabilidad:

—Miller, sabía que lo lograrías. Pero no esperaba que vinieras a traerla tú misma. ¿Qué quieres?

Eliana le dijo abiertamente que pidiera lo que quisiera. Había hecho un trabajo valioso y no había razón para no pagar el precio.

—Señorita, yo renuncié a la Casa de Rosana.

Eliana asintió ante las palabras de Miller.

—Es una elección inteligente, ya que es una familia que pronto colapsará. Como fuiste la jefa de sirvientas de la Casa de Rosana, podrás conseguir un buen puesto en cualquier parte. ¿Le pediste una carta de recomendación a George? Yo te la escribiré.

Miller se sintió abatida al escuchar eso. ¡Señor George era simplemente un subordinado de Señorita Eliana! ¡Hasta esa trivialidad había llegado a oídos de la señorita!

Miller refunfuñó:

—Señorita, es demasiado cruel. Se me puso el corazón como una uva buscando eso. Si el Duque me hubiera descubierto, no sé qué habría pasado…

—Yo siempre viví así en la Casa de Rosana.

Miller se sintió solemne ante la réplica de Eliana. Al mirar el rostro de Eliana, que seguía luciendo de buen humor, se sintió aliviada.

—De todos modos, lo encontraste, ¿no? Y parece que tu corazón ha vuelto a su tamaño original.

Eliana dijo con una expresión alegre:

—Supongo que mi padre debe estar hecho un caos buscándola ahora, ¿verdad?

—Por supuesto. Estaba pegada debajo de las alas de la estatua…

En ese instante, Miller se detuvo en seco. Había recordado a Damian, que acariciaba lentamente las alas de la estatua. ¿Será que… le dio una pista?


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