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La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 284

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  4. Capítulo 284
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—La Orden no habrá anulado nuestra misa de matrimonio, ¿verdad? ¡Eso es absolutamente imposible! ¡¿Cómo pueden anular tan a la ligera nuestro juramento hecho ante Dios?!

 

Cuanto más se extendía Flint en sus palabras, más asombrada se quedaba Eliana. ¿Dónde diablos había quedado su habitual calma y prudencia? Primero, tenía que tranquilizar al exaltado Flint. Él estaba incurriendo en un gravísimo malentendido.

 

—¡No, Flint! No soy una Santa, ni me voy a convertir en clérigo. Nuestro juramento de matrimonio sigue siendo válido.

—¿Sigue siendo…? ¿Entonces, en algún momento podría romperse? ¿La Orden de verdad te hizo esa propuesta?

 

Eliana intentó abrir la boca, pero Flint fue más rápido al soltar un rugido:

 

—¡¿Hacerle una propuesta para que sea clérigo a una mujer casada y con un hijo?! ¡¿Es que destruir familias es lo que deben hacer quienes sirven a Dios?!

 

Sus ojos gris plateado, usualmente serenos, brillaban de forma amenazante. Ahora parecía dispuesto a irrumpir en la Orden y agarrar al Papa por el cuello. En ese momento, la Orden era, para él, un nido de ladrones que querían robarle a su esposa.

 

—¡No es así! La Orden no sabe nada sobre el milagro que experimenté. ¡Por supuesto que nunca me han hecho esa propuesta!

 

Eliana agitó la cabeza e incluso las manos. Tenía que eliminar ese absurdo malentendido de inmediato. ¡¿Por qué estaba divagando de esa manera?!

 

—Flint, aunque esa propuesta llegara, jamás iría a la Orden. Es imposible que yo te abandone a ti y a nuestro bebé para convertirme en clérigo.

 

Eliana hizo todo lo posible para calmar a su esposo y aclarar el malentendido. Incluso le pidió a una sirvienta que trajera el juego de té y le preparó una taza de infusión de hierbas. Pero incluso después de terminar la taza, Flint seguía a la defensiva. El incidente de haber estado a punto de separarse de Eliana por siempre se había convertido en un trauma para él.

 

—Aunque sea la Orden, si intentan llevarse a mi esposa, no me quedaré de brazos cruzados. No irás a ninguna parte.

—La Orden no me llevará…

 

Eliana suspiró profundamente y le ofreció otra taza de té. Mientras inclinaba la tetera en su propia taza, Eliana murmuró:

 

—Estuve pensando en cómo demostrar que volví en el tiempo, pero es inútil. Yo estaba nerviosa pensando que me tomarías por loca.

—¿Por qué te pondrías nerviosa? No hay forma de que no confíe en tus palabras.

 

Flint aceptó el secreto de Eliana como si fuera algo obvio. Nunca había dudado de lo que ella decía. Siempre había sido así. Esa fe y confianza incondicional conmovieron el corazón de Eliana. Por eso, Eliana sonrió ampliamente a Flint.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

El joven sacerdote que se había desmayado al visitar el anexo se despertó lentamente. Le dolía un poco, pues parecía haberse golpeado al caer al suelo.

 

—Ay, ay…

 

Mientras Ariel se quejaba, una voz de anciano se dejó escuchar:

 

—¿Se encuentra bien?

—Sí, estoy bien… ¿Eh? ¿Abuelo Morgan?

 

El anciano era Morgan, el médico famoso del Norte y el médico personal de la Casa del Gran Duque Howard. Ariel mostró alegría al ver a Morgan, a quien ya conocía.

 

—¡Dijo que era un médico del Norte, pero ¿era el médico personal del Gran Duque Howard?! ¡Wow, me alegra tanto verlo de nuevo!

 

Morgan se rio entre dientes y respondió:

 

—Yo también estoy feliz de volver a ver al Sacerdote. Le agradezco mucho por salvar la vida de este anciano.

 

Anteriormente, Morgan había ido en una misión médica a la Casa del Marqués Durand por orden de Flint. El Marqués Durand dio una gran bienvenida a Morgan, a quien el Gran Duque Howard había enviado como muestra de afecto.

Morgan, como buen médico, curó la enfermedad de la esposa del Marqués Durand por completo. El Marqués, muy complacido, le dio muchos regalos a Morgan para su regreso al Norte.

La generosa recompensa del Marqués Durand se convirtió en una calamidad para Morgan. El carruaje, cargado de objetos de valor, fue blanco de ladrones. Los bandidos, que robaron el carruaje entero, fueron tan ‘diligentes’ que incluso vendieron a Morgan a una banda de traficantes de personas para conseguir más dinero.

El tráfico de personas era ilegal, pero se llevaba a cabo en secreto. Morgan tembló de miedo, pensando que sería vendido a un país lejano para convertirse en esclavo. Sin embargo, su situación era peor que la esclavitud. Estaba en peligro de ser vendido a un nido de apóstatas y ser ofrecido como sacrificio.

Afortunadamente, la Santa, que estaba recorriendo el Sur para erradicar a apóstatas y hechiceros oscuros, asaltó el lugar. En ese momento, Morgan estaba abrazando a un bebé que, como él, iba a ser sacrificado. Mientras él forcejeaba con los apóstatas, pidiéndoles que lo mataran primero a él, Ariel apareció justo a tiempo con los Caballeros Sagrados. Fue una verdadera bendición.

 

—¿Se siente bien?

 

Ariel preguntó con preocupación y examinó el cuerpo de Morgan. Esto se debía a que Morgan había sido linchado por los apóstatas mientras protegía al bebé que lloraba. Si la comitiva de la Santa hubiera llegado un poco más tarde, podrían haberlo golpeado hasta la muerte.

 

—Me duelen los huesos cuando llueve, pero estoy bien. ¿No es un milagro el estar vivo?

 

Diciendo eso, Morgan soltó una carcajada. Morgan, quien fue rescatado en ese momento, estuvo inconsciente por un tiempo. Por eso no pudo informar a la Casa del Gran Duque Howard de su desgracia. Mientras tanto, ocurrió el incidente sin precedentes en el que Gran Duquesa Howard fue deshonrosamente expulsada y obligada a abandonar el Norte.

Cuando Morgan se recuperó por completo y regresó a la Casa del Gran Duque, el Norte ya había pasado por un baño de sangre debido a la furia del Gran Duque Howard.

 

—Al principio, culpé a mi mala suerte. Justo cuando me encontré con ladrones, me robaron todo y me vendieron a una banda de traficantes… y el destino final fue un nido de apóstatas locos.

 

Morgan continuó con una expresión amarga:

 

—Pero el hecho de que no estuviera en el Norte en ese momento me permitió evitar un mal mayor.

 

¡Qué sorprendido se sintió al enterarse de los sucesos posteriores en el Norte! Morgan era un médico a quien el anterior Gran Duque Howard había escogido y le había otorgado un título de Barón. Su lealtad al Gran Duque Howard era tan profunda como su apego al Norte.

 

—Si hubiera estado en el Norte… probablemente habría muerto.

 

Morgan le confió su historia a Ariel:

 

—Gran Conde Pailin sobornó a Zelar, el médico de cabecera, para asesinar a Su Alteza la Duquesa. Si este anciano hubiera estado en el Norte, me habrían dado el Berom.

—¡Pero usted se habría negado, abuelo! ¡Le habría avisado a Su Alteza la Duquesa de inmediato!

—Si me hubiera negado, el Gran Conde Pailin habría considerado mi acción como traición y me habría matado.

 

La preocupación se cernía sobre el rostro de Morgan. Se preguntaba si habría podido permanecer impasible si hubiera estado en el Norte en ese momento y se hubiera enterado de que los padres de la Gran Duquesa habían envenenado a Maximillian y Agnes.

 

—No lo sé. Quizás yo también, cegado por el rencor del Norte, habría cometido un acto que no debe hacer un médico.

—¡No es verdad! El abuelo intentó salvar la vida de un niño de esos horribles apóstatas. Usted abrazó a ese bebé hasta el final.

 

Ariel dijo con los ojos llorosos:

 

—Gracias al abuelo, la preciosa hija de alguien regresó sana y salva con su familia. Dicen que era la joven Vizcondesa de Norbert. ¡La esposa del Vizconde estaba tan feliz! Preguntó quién era usted porque quería ir a darle las gracias personalmente.

 

Ante eso, Morgan soltó una carcajada. Se sintió satisfecho al pensar que el bebé, a quien protegió arriesgando su vida, había regresado a los brazos de sus padres. Ahora, Ariel juntó las manos y sus ojos brillaron.

 

—En ese momento, el abuelo parecía un verdadero santo. La Santa y todos los Caballeros Sagrados quedaron muy conmovidos. Incluso el Templo Central del Sur de Bianteca quedó tan maravillado con la bondad del abuelo que le ofreció el mejor alojamiento.

—¡¿Santo yo?! De ninguna manera.

 

Morgan, que agitaba las manos en negación, endureció el rostro y preguntó:

 

—¿Atraparon a esos horribles apóstatas?

 

Ante esa pregunta, el rostro de Ariel se ensombreció.

 

—No. Los líderes de la banda de apóstatas escaparon… ¡Pero la Santa definitivamente los eliminará! ¡Así que no se preocupe, abuelo! ¡Me vengaré por el abuelo!

 

Ariel se levantó de golpe, exclamando un ‘¡Ah, cierto!’ mientras se golpeaba la cabeza, recordando la misión que le había dado la Santa. ¡Era vigilar a una mujer llamada Layla Rosanna e investigar su estado! Casi lo olvida por la alegría de encontrarse con el genial abuelo después de tanto tiempo.

 

—Si se refiere a la mujer que fue traída inconsciente, acaba de recuperar la consciencia.

 

Los ojos de Ariel se abrieron de par en par ante las palabras de Morgan. Morgan dijo con un tono de disgusto:

 

—Tuve que atenderla por orden del Gran Duque y la Gran Duquesa, pero… Sus uñas eran completamente negras, una verdadera monstruosidad.

 

Morgan tembló al recordar las uñas de los apóstatas que había visto antes. La mujer llamada Layla Rosanna también tenía las uñas negras, como ellos.

 

—Supongo que la mujer debe estar ahora a solas con Su Alteza la Gran Duquesa. No sé por qué trajeron a una persona tan peligrosa a la Casa del Gran Duque. Y con el joven Gran Duque presente, podría traer mala suerte…

 

Morgan refunfuñó y se levantó. Iba a guiar a Ariel hasta donde estaba Layla. Morgan le suplicó al joven sacerdote:

 

—Por favor, Sacerdote, persuada al Gran Duque y a la Gran Duquesa para que se lleven a esa mujer a la Orden. Este anciano tiene miedo y no quiere quedarse en el anexo.

 

Ariel sonrió con incomodidad. ¿Cómo iba a tener éxito él en una persuasión en la que la Santa había fallado…? De repente, Ariel recordó algo y preguntó al salir de la habitación:

 

—Por cierto, abuelo, ¿es cierto que el cabello rosado de Su Alteza la Gran Duquesa no es teñido?

 

Después de reunirse con Flint, Eliana se había quitado los pendientes y había dejado al descubierto su cabello rosado de nuevo. Ariel sintió afinidad por el color brillante de su cabello.

 

—Por supuesto que sí. Aunque todo el mundo cree que está teñido, en realidad antes se lo teñía de negro.

 

Ante las palabras de Morgan, Ariel asintió y se colocó su cabello castaño detrás de la oreja. El joven recordó lo que la Santa le había dicho:

 

—Lia es muy tímida y podría tratarte con frialdad. Pero, por favor, sé comprensivo. Aunque te sientas ofendido, me gustaría que no le guardaras rencor a Lia.

 

El joven sonrió para sí, pensando que eso era una tontería. ¿Qué razón tenía él para guardar rencor a la Gran Duquesa?

A diferencia de Eliana, que había mostrado aversión hacia Ariel, él sentía una extraña simpatía por Eliana. Y no era solo porque fuera la esposa del Gran Duque Howard, a quien admiraba.

Al salir del anexo, la luz del sol brillaba por primera vez en mucho tiempo. Al recibir el sol, una joya de color marrón brilló en la oreja del joven. Eran unos pendientes idénticos a los que llevaba Eliana.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Layla había salvado su vida gracias a la clemencia de la Emperatriz en el palacio temporal. Los caballeros de la Emperatriz la ayudaron a escapar según las órdenes, pero no se esforzaron en ayudar a una mujer vinculada a la magia oscura. Dieron media vuelta, dejando la fría advertencia de que su supervivencia posterior dependía de ella. Ellos solo cumplían las órdenes de la Emperatriz, sin conocer exactamente las expectativas que ella tenía sobre Layla.

Layla, con la vida salvada, se acurrucó oculta en una cueva. Transportada dentro de un cofre, no sabía que esa cueva era un pasadizo secreto conectado al palacio temporal. Simplemente asumió que la habían dejado en un lugar tranquilo y planeó moverse una vez que la familia imperial abandonara el palacio, pues temía ser atrapada por los inspectores.

Sin embargo, ese fue su error fatal. Los inspectores del Emperador, al darse cuenta de la fuga de Layla, iniciaron la persecución y la encontraron en la cueva.

Huyendo despavorida, corrió sin darse cuenta de que el final de la cueva era un acantilado con una cascada. Como resultado, cayó por el acantilado con el bebé en brazos.

Los inspectores del Emperador, al ver la sangre esparcirse en el agua clara, asumieron que Layla había muerto y se retiraron. Pero el incidente nunca pudo ser reportado y quedó en el olvido. Inmediatamente después de regresar al palacio temporal, se encontraron con los inspectores del Príncipe Heredero. Tras un feroz enfrentamiento a cuchillo, todos fueron eliminados y sus bocas se cerraron para siempre.

Layla, por suerte, sobrevivió porque la Santa estaba cerca, y fue llevada a la Casa del Gran Duque Howard por Eliana.

‘¿Por qué yo en la Casa del Gran Duque Howard? ¿Será que Lia se apiadó de mí y me salvó?’

Layla sonrió con suficiencia al recordar a su prima, que en su infancia era tan ingenua que parecía tonta. Engañar a esa niña era pan comido.

—Cuánto tiempo sin verte, Lia. Escuché que te convertiste en la Gran Duquesa Howard… Veo que te está yendo bien.

 

Layla, que había sido convocada a la sala de visitas, sonrió radiante y se dirigió a Eliana. Sin embargo, Eliana solo se llevó la taza de té a los labios sin decir una palabra. Layla frunció el ceño y pensó:

‘Mírala, ahora que es Gran Duquesa, se da aires de dignidad. Pero, al final, sigue siendo solo Lia’


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