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La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 236

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  4. Capítulo 236
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—No. Yo no voy a ir.

 

La expresión y la voz de Eliana al decir eso eran muy firmes. Valdemar le replicó con la expresión de quien mira a una hermana sin remedio.

 

—Huh, ¿pero no ibas a tener el niño?

—Sí. Me exiliaré en Nymphs y conseguiré un lugar en la Isla de Bretaña. Lo criaré como mi hijo allí.

—¿Por eso estás buscando a la Santa?

 

Valdemar sabía que Eliana estaba buscando a la Santa por lo que le había dicho Astine.

 

—Sí. La Santa, que es tan bondadosa, seguramente escuchará mi historia.

—Qué necia.

—El amor siempre es necio.

 

Valdemar, que se dio cuenta de algo, dijo:

 

—Entonces, ¿estás huyendo porque amas a Flint Howard?

—…….

—¿No piensas en el sufrimiento de ese tipo?

 

El rostro de Eliana se contorsionó de dolor. Valdemar continuó con una expresión extraña.

 

—¿No tienes intención de cumplir la venganza de la persona que amas?

—¿Me está diciendo que muera a manos de ese hombre?

 

En realidad, la venganza a la que se refería Valdemar tenía un valor mucho más ambicioso. Por ejemplo, el trono imperial.

¿Por qué no arrebatarle el trono que el Emperador Leopold quiere dejarle al Príncipe Heredero? ¿Qué mejor venganza que esa? No sería difícil para Flint Howard asesinar al Príncipe Heredito… La mujer que tenía delante podría ser una excelente socia política para Flint Howard.

Valdemar sonrió y dijo:

 

—No creo que Flint Howard te mate. Y, al menos, deberías respetar la voluntad de Flint Howard.

 

Eliana guardó silencio.

Ella no tenía la menor intención de convertirse en el blanco de la venganza de Flint. Además, ya no podía dar un amor abnegado.

Al regresar en el tiempo, ahora solo podía permitirse un amor egoísta que velara únicamente por su propia seguridad.

No volvería a cometer la locura de dirigirse hacia la ruina a sabiendas.

 

—Yo me encargaré de ese problema. No es asunto de Su Primer Alteza Imperial.

 

Eliana, que le espetó eso a Valdemar, sintió de repente que la rabia la invadía y rechinó los dientes.

Nunca perdonaría al cabecilla que causó esta situación. Fue una tontería perdonar a Marcel. ¡Qué estúpida fue!

Definitivamente, no podía vivir bajo el mismo cielo que ese hombre. Uno de los dos debía ponerle fin.

 

—Conviértase en Emperador. Y…

 

Eliana miró directamente a Valdemar y continuó.

 

—Asegúrese de matar a Marcel Zacador, a ese hombre.

 

Ante las escalofriantes palabras de Eliana, Valdemar torció la boca y dijo:

 

—Lo eliminaré, aunque la Gran Duquesa no me lo pida. Sin falta.

 

Sus ojos verdes y azules brillaron con rencor y sed de sangre.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Duquesa de Rosana sintió un alivio temporal después de exponer el nacimiento de Eliana. Era como si un empacho de diez años finalmente se hubiera disipado.

Todos compadecieron a Duquesa Rosana por tener que criar a la hija bastardo de su marido como si fuera suyo, y la elogiaron como una dama verdaderamente bondadosa. Además, el Duque de Rosana fue tachado de hombre inmoral por cometer adulterio mientras su esposa estaba embarazada. La Duquesa también se sintió algo satisfecha al ver a la gente culpar a su marido.

Sin embargo, la opinión de la sociedad comenzó a tomar un giro extraño. El ‘escándalo de la ilegitimidad de la Gran Duquesa Howard’ se había convertido en el ‘escándalo del bastardo del Duque de Rosana’.

Duquesa Rosana se sintió frustrada.

‘¿Por qué? ¿Por qué nadie culpa a Eliana? ¡¿Por qué solo critican a mi marido?!’

Por supuesto, ella sabía que no podía derrocar a Eliana, la dueña del Norte, solo por ser una bastarda. Pero pensó que al menos podría empañar la reputación de Eliana.

Pero la realidad era otra. El Emperador Leopold no mostró ninguna reacción a pesar de conocer el nacimiento de la Gran Duquesa Howard, Emperatriz Beatrice se mostró cautelosa, Príncipe Heredero Hereise tampoco le retiró su afecto.

Especialmente, la intención de Hereise era clara. Él no quería que Eliana fuera el centro de los cotilleos de la sociedad. Por lo tanto, usó al Duque de Rosana como el chivo expiatorio de los chismes. La ocasión era perfecta, ya que el Duque de Rosana estaba fuera de la capital.

Todos, conociendo la voluntad del Príncipe Heredero, solo hablaban del Duque de Rosana, pero la Duquesa no soltaba a Eliana.

 

 

—La madre biológica de Lía era una mujer vulgar y de baja clase. Lia se parecía tanto a su madre biológica desde pequeña que mi marido y yo estábamos muy preocupados. ¿Cómo podría no odiar a esa niña que, por su egoísmo, envió a su hermana menor a una muerte segura mientras ella… ¿Cómo podría no odiarla?

 

 

A Hereise le molestaba cada vez que escuchaba calumnias sobre Eliana, y no podía soportarlo.

Estaba muy descontento con las acciones de Duquesa Rosana. Por eso la seguía a todas las reuniones sociales a las que asistía y se inmiscuía en ellas.

 

—Aunque la Gran Duquesa sea una bastarda, es una descendiente legítima de Rosana. La Duquesa también debe tener un afecto paternal; dígame, ¿de verdad odiaría a Lía, que es como una hija para ella?

 

Adel se hizo eco de las palabras de Hereise. Ella era la persona más ansiosa por criticar al Duque de Rosana.

 

—Claro. Su Alteza el Príncipe Heredero tiene razón. La Duquesa es una dama bondadosa, y solo se cegó momentáneamente por el adulterio de su marido. Yo también me habría enfadado si hubiera tenido un marido tan rastrero.

 

Algunos soltaron una risita ante la palabra ‘rastrero’ y luego miraron con cautela a Duquesa Rosana. Hubo un breve silencio.

Pero cuando Hereise soltó una carcajada, todos empezaron a reírse sin reservas. Duquesa Rosana, que no se atrevía a mirar al Príncipe Heredero, fulminó con la mirada a Adel. Por supuesto, Adel ni siquiera parpadeó.

Hereise, riendo por un buen rato, palmeó el hombro de Adel y dijo:

 

—Estoy de acuerdo con el Conde Evans. Duquesa Rosana es la dama más bondadosa y virtuosa que he conocido.

—No sé. Se rumorea que odia a Su Alteza.

—Oh, el dolor de una madre que ha enterrado a su hija, Isabella, es grande, pero como madre, querrá que la Gran Duquesa sea feliz. ¿No es así, Duquesa?

 

Cuando el Príncipe Heredero dijo eso, Duquesa Rosana no pudo criticar a Eliana. Había caído en su propia trampa. Si expresaba su desagrado por Eliana, se convertiría en una dama poco bondadosa que odiaba a la hija que ella misma había criado.

 

—Isabella también querrá que su hermana mayor sea feliz con su marido. Era una chica realmente alegre.

 

Como Hereise seguía mencionando a Isabella, Duquesa Rosana no pudo contenerse. Usó su astucia para poner una expresión de tristeza.

 

—Pero esa niña, Bella, consideraba a Lía como su hermana y la seguía mucho… Cuánto le dolería saber que su amada hermana la empujó a una muerte segura.

 

Ante las palabras de la Duquesa, los ojos azules de Hereise se fijaron en ella. Sus pupilas azules eran afiladas y frías. Lentamente, abrió los labios.

 

—¿No cree que Isabella se entristecería desde el cielo al saber que su madre culpa a su hermana por su muerte? Creo que no es de buena educación mencionar a la difunta de esta manera.

 

Eso era una advertencia pública. Significaba que no debía volver a culpar a Eliana por la muerte de Isabella. Ante la constante protección del Príncipe Heredero, los miembros de la sociedad se encogieron.

Al final, la lección del escándalo del bastardo fue: ‘Debes elegir bien a tu marido’.

Mientras tanto, Jane se había estado recriminando día tras día desde el día en que se reveló el nacimiento de Eliana.

 

—Fue mi culpa por hablar de más…

—No, no es culpa tuya, Jane. Duquesa Rosana ya había estado diciendo en muchas ocasiones que Isabella murió por culpa de Su Alteza. Iba a suceder tarde o temprano, incluso sin ti.

 

Aunque Oliver la visitaba todos los días para consolarla, Jane seguía llorando amargamente. A Oliver le dolía verla así. Pero, por otro lado, pensó que era una suerte.

‘Si Jane supiera la verdad, se iría al Norte o a buscar a Su Alteza. Eso es demasiado peligroso. No debe saber nada.’

Gracias al esfuerzo de Oliver, Jane no sabía nada de lo que había sucedido en el Norte.

Y no solo Jane, sino también la gente de la capital. Por orden estricta del Príncipe Heredero, los grandes nobles del Norte habían mantenido en secreto el asunto de Eliana.

El Norte tenía una gran unidad, y el secreto se guardaba con sumo cuidado. Además, con la autoridad del Príncipe Heredero, el secreto era total. Incluso el pequeño número de nobles que sabían lo que pasaba en el Norte, conocían la voluntad de Hereis, el próximo Emperador, y jamás lo mencionaban.

Oliver no siguió la voluntad del Príncipe Heredero desde el principio. Intentó informar a Flint sobre el asunto de Eliana, pero fue llamado por Hereis. Para ser exactos, sería más apropiado decir que fue arrastrado y encarcelado por la gente del Príncipe Heredero en el Centro de Control del Portal Mágico.

Una vez en prisión, Oliver evaluó rápidamente la situación. Por eso no confrontó a Hereise cuando este vino a verlo, preguntándole por qué lo había encarcelado.

 

 

—Su Alteza el Príncipe Heredero, ¿por qué no reprende a los grandes nobles del Norte que cometieron un acto de insubordinación contra la Señora del Norte? ¿Qué intenta ocultarle a mi señor?

 

 

Hereise sintió un escalofrío ante la pregunta perspicaz que había dado justo en el clavo.

 

 

—Aunque se dé por sentado que Su Alteza cometió adulterio, como afirman los grandes nobles del Norte, ¿qué pasa si el niño en su vientre es descendiente de Howard? El Gran Duque debe saber sobre el percance de Su Alteza.

 

 

El Príncipe Heredero respondió fríamente al adjunto de su amigo.

 

—Si Gran Duque Howard se entera de ese hecho ahora, ¿qué podría hacer desde esa lejanía? No puedo perturbar el estado de ánimo del Gran Duque, que está llevando a cabo asuntos importantes.

—Su Alteza el Gran Duque…

—Vizconde Jiménez, jamás le informe al Gran Duque Howard sobre el adulterio y la desaparición de la Gran Duquesa. Si jura que lo hará, lo liberaré de inmediato de la prisión.

—¡Su Alteza el Príncipe Heredero!

—No me desobedezca. El Gran Duque Howard será nombrado Ministro de Asuntos Militares tan pronto como regrese. No puedo permitir ningún problema que lo obstaculice. El Gran Duque Howard tomará todas las decisiones a su regreso, así que absténgase.

 

 

Oliver no podía desobedecer la orden del próximo Emperador. Juró guardar silencio, pero se atrevió a expresar su frustración.

 

 

—No puedo entenderlo. Su Alteza Flint no es una persona que no sepa distinguir entre lo público y lo privado.

 

 

Oliver solo conocía la razón pública por la que Eliana había sido depuesta, el adulterio, y no los detalles más profundos.

Al final, Hereis le explicó la tragedia de Howard relacionada con los padres de Eliana. Por supuesto, omitió mencionar que fue una orden secreta del Emperador Leopold.

 

 

—Y la Gran Duquesa no tiene un niño en el vientre. Envié a mi gente para sacarla antes de que desapareciera, y ella les reveló que se trataba de un embarazo psicológico. Además, ella se fue del Norte a salvo, así que no se preocupe.

 

 

Al escuchar hasta ese punto, Oliver no pudo ir en contra de la voluntad del Príncipe Heredero.

‘Tal vez sea una suerte que no haya un niño. Eso será mejor para Su Alteza.’

Quizás sería mejor que la Gran Duquesa se divorciara de su marido y cortara lazos. Oliver tampoco podía predecir cómo reaccionaría Flint si regresaba y se enteraba de la verdad.

Que los padres de su esposa hubieran asesinado a sus propios padres. ¿Cómo pudieron enredarse tanto sus relaciones?

 

 

—La Gran Duquesa dejó una solicitud de divorcio. Ella quiere que todo se resuelva con el adulterio.

 

 

Fueron las palabras que Hereise le dejó a Oliver al sacarlo de la prisión.

Oliver negó con la cabeza. El Flint que él conocía no era una persona que aceptaría la solicitud de divorcio de Eliana.

Además, los grandes nobles, cegados por el rencor de sus ancestros, ya habían revelado las fechorías de los padres de Eliana, y seguramente el Norte estaría alborotado.

Oliver suspiró y se dirigió al Ministerio de Asuntos Militares. Actualmente, estaba desempeñando sus funciones como adjunto de Flint, que sería el Ministro de Asuntos Militares. Mientras hablaba con el adjunto del Marqués de Durand, una mujer irrumpió en su oficina.

Era Adel Evans. Tenía agarrado al empleado del Centro de Control del Portal Mágico por el cuello. Adel arrojó al empleado frente a Oliver y gritó a todo pulmón.

 

 

—¡Oliver, ¿te atreves a interponerte en mi camino?! ¿Qué? ¿Que no puedo ir al Norte por una inspección de emergencia del Portal Mágico? ¡¿Qué demonios significa esta tontería?!


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