La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 207
—Es una fragancia que usa para dormir bien por la noche. Hoy la usó durante el día. Debe de haber estado muy cansado.
El sirviente susurró con una voz apenas audible.
—La conversación de Su Alteza, el Príncipe Heredero, con Su Majestad la Emperatriz fue un poco más larga de lo normal. Duró tres horas enteras…
Mientras escuchaba al sirviente, Flint miró a su alrededor.
Dos tazas y una tetera sobre la mesa, cerca de la cama, indicaban que los dos habían pasado un tiempo juntos. Al ver una barra de plata colocada junto a las tazas, Flint se dio cuenta de que Hereise aún desconfiaba de la Emperatriz.
Flint apartó las cortinas de la cama y soltó un ligero suspiro. Hereise dormía plácidamente. Pero las ojeras bajo sus ojos y su pálido semblante eran notorios.
Mientras Flint contemplaba el rostro sin vida de Hereise, el sirviente volvió a susurrar.
—Últimamente, Su Alteza, Hereise, ha estado sufriendo de un insomnio severo… La Emperatriz le ofreció su ayuda.
—¿Qué tipo de ayuda?
—La Emperatriz le dio una poción para el insomnio y los dolores de cabeza, y ha sido muy efectiva. Él mismo confirmó allí mismo que el medicamento no tenía nada extraño.
Aparentemente, Hereise había revisado la poción con la barra de plata frente a la Emperatriz.
—Acabo de enterarme de que es una medicina que la Emperatriz también toma a menudo. Ella incluso le regaló mermelada de durazno que hizo con sus propias manos, diciendo que la medicina era muy amarga. Por supuesto, la mermelada también estaba bien.
—Y, ¿dónde está Dylan? ¿Aún sigue de vacaciones?
Dylan era el mayordomo principal del palacio del Príncipe Heredero y el asistente de Hereise. Flint recordaba vagamente que Hereise había mencionado que Dylan había regresado a su hogar por asuntos familiares. ‘¿Todavía no ha regresado?’ Flint se sintió desconcertado.
—Bueno… Dylan ha desaparecido.
—¿Qué?
Ante la voz cortante de Flint, el sirviente se encogió y respondió:
—Nosotros tampoco sabemos la razón. Su Alteza, el Príncipe Heredero, ha estado de mal humor por eso.
—Tiene sentido.
Hereise apreciaba mucho a Dylan y lo llevaba a todas partes con él. Flint, al recordar la apariencia de Dylan, pensó que debía buscarlo personalmente y se dio la vuelta. El sirviente lo siguió como para despedirlo. Los pasos de Flint se detuvieron en seco justo antes de salir de la habitación.
—¿Pasa algo, Gran Duque?
Flint miró la ventana por un momento y luego volvió a caminar.
Cuando Flint salió, la puerta del dormitorio se cerró. El sirviente lo siguió para despedirlo. Flint se volteó hacia el sirviente y le dijo:
—Carter, si Su Alteza el Príncipe Heredero tose…
De repente, Flint dejó la frase sin terminar.
Recientemente, Hereise había descubierto un escándalo de corrupción en el que se apropiaban de suministros de ayuda y malversaban los fondos de donaciones. Aunque parecía que todo iba bien, la situación en el lugar debe ser un caos debido al cambio de personal.
Quería ayudar a Hereise, que estaba abrumado por el exceso de trabajo. Si pudiera ayudarlo con las labores humanitarias, sus preocupaciones disminuirían.
Pero dudó al recordar las palabras de Eliana, que le había dicho que no ayudara con las labores humanitarias del Príncipe Heredero.
—La gente de la capital ahora le teme a los monstruos. Es una buena oportunidad.
Sin embargo, la política no debía mezclarse con el bienestar del pueblo. Flint, ya con una decisión tomada, dijo con firmeza:
—Dile que quiero ayudar con las labores humanitarias. Dile que estaré en el Departamento Militar y que puede enviar un mensaje allí.
—Sí, Gran Duque.
Flint se volteó por un momento y miró el dormitorio del Príncipe Heredero. El sirviente preguntó con cautela:
—Gran Duque, ¿hay algo más que quiera decir…?
—No.
Flint se fue del palacio del Príncipe Heredero. Pero una imagen que había visto en el dormitorio de Hereise no salía de su cabeza.
Había una mancha de sangre en la hoja de una planta en maceta cerca de la ventana. Parecía una salpicadura de sangre.
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En el salón de la mansión del Gran Duque Howard, la taza de té se llenó.
Eliana hizo un gesto con la mano, y las damas de compañía y las sirvientas salieron del salón. Con el sonido de la puerta al cerrarse, un profundo silencio se apoderó del lugar.
El rostro de Eliana, sola con Marcel, estaba ligeramente pálido. Su corazón latía con fuerza.
Sería una mentira decir que no tenía ninguna sospecha sobre la muerte de Isabella.
Sobre todo, el ataque en la noche de bodas de la pareja del Séptimo Príncipe de Zakador era algo que no había sucedido en su vida anterior.
Recientemente, se había revelado oficialmente que la responsable del ataque de Ringsgen era una maga oscura. Era un hecho que la Torre Mágica también había reconocido.
‘¿Podría ser que Marcel ordenó a los magos oscuros matar a Isabella?’
Eliana consideró esa posibilidad, pero se esforzó por no pensar en ello. Sentía que no podría soportar la culpa.
El destino del que ella había huido lo había asumido Isabella, y había muerto a una edad temprana. Esto se había convertido en una carga considerable para Eliana.
Pero frente a la evidencia que Marcel había puesto sobre la mesa, ella no podía seguir ignorándolo.
—¿Tú, mataste a Isabella?
Ante la pregunta de Eliana, Marcel sonrió con brillantez y respondió:
—Sí. Algo que no habría sucedido si te hubieras casado conmigo como estaba planeado…
Eliana se levantó de un salto y le dio una bofetada a Marcel.
¡Plac!
Él volteó la cara y se tocó la mejilla que le ardía. Los labios rojos del hombre soltaron una risa vacía.
—¿Por qué te enojas?
—…
—¿Sabes cómo me sentí cuando otra mujer estaba en el lugar que te correspondía a ti?
Después de volver en el tiempo, Marcel había esperado ansiosamente el día de casarse con Eliana. Asumiendo que todo seguiría el mismo curso que en la vida anterior, él se había preparado minuciosamente.
Pero la novia que llegó a Ringsgen no era Eliana.
La decepción y la rabia que sintió Marcel en ese momento eran indescriptibles.
Además, Isabella Rosana, la verdadera hija legítima, parecía haber crecido recibiendo el amor de sus padres.
Eso hizo que a Marcel se le revolviera el estómago. ‘A Lia la maltrataron y explotaron, pero a la hija legítima la trataron con mucho respeto.’ Por eso no dudó ni un segundo en matar a Isabella Rosana.
—¿Qué tiene de malo matar a la hija legítima de la familia Rosana que quería quedarse con tu gloria?
—¿Mi gloria?
—Claro, tu gloria. Ibas a ser mi esposa y la futura Emperatriz de Zakador.
Eliana tenía una cara de extrema rabia. Por eso, Marcel no entendía la ira que ella desbordaba.
—¿Te quedaste en Pablessica y ahora sientes afecto fraternal por Isabella Rosana? Di que no.
Marcel miró a Eliana con desdén.
En la vida anterior, la razón por la que la emperatriz se derrumbó fue por haber sido una hija ilegítima. ¡Y fue la familia del Duque Rosana la que lo reveló! ¡La familia por la que ella había sido obediente y devota toda su vida! ¿No era Isabella una descendiente de esa maldita familia del Duque Rosana?
—¡Esto es increíble! ¡Recuerda que ella era descendiente de la familia Rosana, la que te abandonó sin piedad!
Cuando Marcel alzó la voz, Eliana gritó aún más fuerte:
—¡Cállate! ¡Isabella era mi hermana! ¡Ella nunca me abandonó! ¡Ella es diferente!
Eliana no sentía un afecto especial por Isabella. O, más bien, eso era lo que ella creía. Después de todo, no habían interactuado mucho.
Pero ahora tenía que admitir que, a pesar de la poca interacción, había surgido un afecto. De lo contrario, no estaría tan enojada y dolida.
El día que su padre casi la mata a golpes, fue salvada por Flint y, al mismo tiempo, vio la sinceridad de Isabella.
Era la niña que se interpuso en el camino de su aterrador padre y le gritó que no le hiciera eso a su hermana. El recuerdo de ese día se hizo más profundo después de la muerte de Isabella.
Marcel se pasó una mano por su hermoso cabello rubio y respondió:
—¿Qué tiene de diferente? ¡Nunca te vi interactuar con Isabella Rosana! ¡Odiabas a esa gente de tu casa que te crio como una tonta! ¡Deberías estarme agradecida por haberme deshecho de ella por ti!
—¿Me estás diciendo que mataste a Isabella por mí? ¿Qué tiene eso que ver conmigo? ¡Nunca quise algo así!
Eliana resopló. Marcel Zakador siempre era así. Él no entendía lo que ella quería.
En su vida anterior, lo que ella quería era el amor y el respeto de Marcel. Y en esta vida, ella solo deseaba no tener nada que ver con él.
Quería escapar de él y vivir una vida tranquila y pacífica.
Pero esta persona, incluso después de volver en el tiempo, no le daba lo que ella quería. Al contrario, estaba destrozando su paz.
Eliana, molesta, le gritó:
—Siempre eres así. ¡Todo lo que haces es por tu avaricia y ambición! ¡Deja de fingir que lo haces por mí!
—… Si hubiera sabido que te ibas a casar con un tipo vulgar del norte, yo también me habría casado.
—¡No cambies de tema!
Eliana, que había soltado un grito agudo, apretó los dientes. Evadir el tema y cambiar la conversación cuando surgía algo desfavorable era la especialidad de Marcel. O lo resolvía todo con unas palabras vacías de amor.
—Lia, te amo.
—Estás loco.
Ya no había una mujer a la que le emocionaran las confesiones dulces. Por el contrario, ella se estremeció con disgusto.
—Mi amor, ¿esto no es suficiente para ti?
El joven Marcel era el hombre más hermoso que existía. Después de volver en el tiempo, sus ojos eran más profundos de lo que Eliana recordaba. Con una mirada melancólica, le suplicaba, implorando un amor desesperado.
Pero el corazón de Eliana ya no se aceleraba. En cambio, su corazón se había enfriado y su sangre se le subía a la cabeza.
—Dijiste que no importaría nada si solo tenías mi amor. Ya es suficiente con este berrinche.
Eliana soltó el aire con fuerza.
‘¡Cómo puede una persona ser tan descarada! ¿Un berrinche? ¿Mi rechazo te parecía un simple berrinche?’
Se dio cuenta de que Marcel estaba usando un tono condescendiente, como para mimarla.
Ella gritó en un ataque de histeria:
—¡Por favor, ya basta! ¡Estoy hablando en serio! ¡Te detesto! ¡Ya no soy tu amor!
Eliana alzó la voz, mostrando una rabia violenta.
—¡No te amo! ¡Me das asco y te aborrezco!
—…
—Ojalá estuvieras muerto.
De repente, el rostro de Marcel se endureció por completo. Ella lo estaba rechazando de manera desesperada. La intención era demasiado clara.
Él nunca se había tomado en serio el rechazo de Eliana. Como sus peleas habían sido frecuentes en su vida anterior, pensó que esto era parte de lo mismo.
No, quizás él sabía que ella realmente lo odiaba, pero prefería ignorarlo.
—¿Por qué?
La tristeza se apoderó del rostro de Marcel al hacer esa pregunta. La verdad que había ignorado lo abrumó y ya no pudo disimular su expresión.
Su corazón latía con ansiedad. Sentía como si hubiera tomado una decisión equivocada y ahora enfrentaba una consecuencia irreversible.
De repente, se volvió desesperado y su voz sonó patética.
—Yo, sigo amándote…
‘Nunca dejé de amarte.’
—Lia, tú lo dijiste. Dijiste que me amarías para siempre. Dijiste que yo era el único. Que solo con mi amor podías vivir…
—¿Tú me amaste?
Eliana preguntó, como si estuviera completamente incrédula. Había algo en su interior que quería explotar. Pero ella se esforzó por contenerlo.
—Sí. Si no te hubiera amado, no me habría esforzado tanto por hacerte Emperatriz, siendo tú de Bianteca.
Ante esas palabras, la cara de Eliana se retorció.
Eran las mismas palabras que había escuchado una y otra vez en su vida anterior. En ese entonces, se sintió conmovida y feliz por su amor. Pensó que podría dedicarle toda su vida y le brindó devoción y amor sin reservas.
Pero esa mujer ya no existía.
La mujer tonta murió el día que el hombre que tenía en frente la envenenó. La Eliana de ese entonces ya no existía en el mundo.
—Lia…
Los ojos azules de Marcel se llenaron de ira y furia. Al recordar su vida anterior, no pudo contenerse.
Estaba resentido, tanto como amaba a la mujer que tenía enfrente. ‘Le di tanto amor, ¿cómo puede negarlo?’
—Si no fuera por mi amor, ¿cómo habrías mantenido el trono de Emperatriz por el resto de tu vida? Desde el momento en que te convertiste en mi esposa hasta el día de tu muerte como Emperatriz, ¡yo te protegí y te cuidé!
—…….
—En la vida anterior y en esta… ¡nunca dejé de amarte ni por un segundo!
Los labios de Eliana temblaron. Finalmente, dejó escapar los fragmentos de emociones que había intentado ocultar.
—Entonces, ¿por qué me mataste?
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