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La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 195

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Era la forma indirecta de preguntarle si quería un reembolso. Flint negó con la cabeza al instante. No era tan mezquino como para devolver todos los regalos que había preparado solo porque acababa de pelearse con Eliana.

Gilbert, con una expresión un poco más brillante, dijo:

 

—A la princesa también le gustarán. ¿Se los entregamos ahora mismo?

 

Flint se había devanado los sesos al elegir las joyas. ¿Le gustarían a Eliana? No parecía interesada en las joyas. Pero el dueño de la joyería le había susurrado que a nadie le disgustaban las joyas, y menos si eran de la mejor calidad, que hasta el amor nacería. Por eso, Flint las había encargado todas.

Al ver el resultado, que para cualquiera era una obra de arte, Flint se sintió orgulloso. Valió la pena romperse la cabeza pensando y estudiando sobre joyas y orfebrería. Pero…

El rostro de Flint se ensombreció al recordar lo que acababa de suceder en la habitación.

 

—¿No cree que esto podría ayudar a que se reconcilien? La princesa fue muy astuta, pero la decisión que tomó fue por el bien del Norte. ¿Por qué no intenta entender sus intenciones?

 

Gilbert se dio cuenta de que la ira de Flint no venía del plan de Eliana. Si él estaba herido, quería que se reconciliaran pronto para que su señor se sintiera mejor.

Mientras tanto, Flint frunció el ceño. ¿Reconciliarse regalando joyas? El problema para Flint no era lo astuta que había sido Eliana. Objetivamente, ella había cruzado una línea que Flint había marcado, pero para él, eso no era lo importante en ese momento.

Estaba enojado porque había usado tan a la ligera palabras como ‘cortar la relación’, ‘deshacerse’ y ‘divorciarse’.

¿Cómo se atrevía a hablar de divorcio como si nada? Ella era su compañera. El divorcio no existía en su vida. Flint no tenía la menor intención de separarse de la mujer que amaba. Preferiría amarla en secreto hasta el día de su muerte que dejarla ir.

Su cabeza era un torbellino de pensamientos. El rostro de Flint se puso rojo de nuevo y Gilbert se sobresaltó. Cambió de actitud y dijo:

 

—La princesa fue muy dura. Debió al menos haberlo consultado con usted… Los devolveré. El joyero me dijo que hay mucha gente que quiere esas joyas…

—¿Devolverlos? ¿Quién se atrevería a desear algo que le pertenece a la Gran Duquesa de Howard? Son de Lia. No digas tonterías y vete. Paga el encargo de inmediato para que no se le ocurra decir más sandeces.

 

Gilbert bajó la cabeza ante las duras palabras de Flint. Dijo con cautela:

 

—Lo siento. Entonces, ¿se los entregamos ahora mismo a la princesa…?

—No. No lo hagas.

 

Gilbert inclinó la cabeza confundido. ¿No devolverlos, pero tampoco entregárselos a la princesa? ¿Quiere guardarlos por ahora?

 

—Entonces, por el momento en la caja fuerte…

—En el tocador de Lia. Pónganlos con cuidado.

 

Como ella no estaba participando en actividades sociales, no se daría cuenta por un tiempo. Flint hizo un gesto y los sirvientes cerraron las tapas de los estuches de joyas. Gilbert asintió y los despidió.

 

—Voy a ir al palacio del príncipe heredero. Llama a Oliver.

 

Antes de salir de la mansión, Flint hizo una última recomendación:

 

—Mis regalos deben ser entregados sin que ella se dé cuenta. Lo más tarde posible.

 

Era una especie de manifestación de su tristeza.

Gilbert dijo que ella se daría cuenta pronto, pero Flint estaba seguro de que no lo haría. Eliana no tenía el pasatiempo de mirar joyas. Solo se las ponía cuando sus damas de compañía se las daban, sin ni siquiera mirarlas.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

El ambiente en el salón, después de que Flint se fuera, era de completo silencio. Las dos damas de compañía no se atrevían a hacer nada, y solo se limitaban a observar a Eliana. ¡Qué desastre! La pelea de una pareja que rara vez peleaba había sido brutal.

Veronica, que había visto varias veces al Flint que comandaba a los soldados en la zona fronteriza, ni siquiera podía respirar. Sintió que el corazón se le encogía. A pesar de que la intensidad de Flint era intimidante, Eliana no parpadeó. Por un lado, Veronica no podía evitar sentir admiración.

‘¿Se necesita ese tipo de espíritu para controlar el corazón del guerrero más fuerte del continente?’

El hecho de que el desastre de los monstruos de la capital fuera parte de una estratagema de Eliana era muy sorprendente. ¿Hizo que las puertas mágicas funcionaran mal a propósito? ¿Y lo hizo a la perfección, sin dejar una sola prueba? Veronica entendió por completo la intención de Eliana. Había tomado la drástica medida para que la capital experimentara el sufrimiento del Norte. De esa forma, el Emperador entraría en razón y le daría apoyo al Norte.

Como ella había dicho, la capital tenía que saber el valor del Norte, que era el autoproclamado escudo del Imperio. Además, el Gran Duque Howard era la espada de Bianteca. Él siempre participaba en las guerras, grandes y pequeñas. Pero el Emperador lo trataba muy mal.

Ahora, la preocupación de Veronica era otra. ¿El Gran Duque de verdad castigaría a la princesa? Ella pensó que la estratagema, en la que se habían puesto vidas en la balanza, era un poco excesiva. Tal vez el estoico Gran Duque Flint estaba furioso por esa parte.

Eliana, que había estado mirando fijamente la puerta por donde Flint se fue, dijo:

 

—Jane, tráeme todas las invitaciones que me llegaron.

—Sí, princesa.

 

Jane salió rápidamente del salón. Veronica se acercó con cautela y dijo:

 

—Yo apoyo su plan, princesa. ¿Qué quiere que haga a partir de ahora?

 

Los ojos verdes de Eliana se dirigieron a Veronica. Veronica continuó:

 

—Por un tiempo, en la alta sociedad, solo se hablará de los monstruos. Yo, como norteña, sé mejor que nadie lo aterradores que son los monstruos. ¿Quiere que exagere un poco?

 

Las comisuras de los labios de Eliana se curvaron hacia arriba. Como se esperaba, Veronica era inteligente y perceptiva. Tan pronto como escuchó que tenía que traer las invitaciones, entendió lo que tenía que hacer.

 

—Me parece bien. Sería bueno que también mencionaras que el Norte es el escudo del Imperio.

—Sí.

—También sería bueno que mencionaras lo mucho que el marqués de Hyleon se esfuerza en la zona fronteriza.

—Sí.

—Si el Norte cae, la capital se verá afectada, ¿no? Esos idiotas que se creían a salvo solo saben cómo acabar con unos cuantos monstruos, ¿qué sabrán ellos de la guerra y la defensa?

—Así es.

—También sería bueno que se corra el rumor de que si el Norte es invadido por los monstruos, la capital se convertirá en un paraíso para ellos.

 

En ese momento, se escuchó un golpe en la puerta y Jane entró con una pila de cartas. Una brillante sonrisa se dibujó en su rostro. La razón era que había visto a Gilbert poniendo seis estuches de joyas en el tocador.

Las cartas que trajo Jane cayeron sobre la mesa. Las dos damas de compañía comenzaron a abrir las invitaciones y a clasificarlas por hora. Veronica dijo:

 

—Princesa, entonces, a partir de la reunión de mañana…

—No. Asistiré a partir de hoy mismo. Veronica, encárgate de clasificar los eventos más cercanos y envía un mensaje diciendo que asistiré.

 

Esta vez, Eliana se dirigió a Jane:

 

—Tú me acompañarás y me ayudarás a arreglarme. A partir de hoy, reanudaré mis actividades en la alta sociedad.

 

Si Flint ayudaba a Hereise con las labores de rescate, tenían que obtener algún beneficio de ello. No debía parecer que Flint lo hacía como un vasallo de Hereise, sino como el señor del Norte, experto en ataques de monstruos, que echaba una mano. Eliana planeaba hacer ese trabajo en la alta sociedad.

Cuando Eliana salió de la habitación, las doncellas la siguieron. Eliana llamó a Lina:

 

—Llama a Max. Me voy a ir de inmediato, así que en el carruaje.

—Sí, princesa.

 

Cuando Eliana entró en el tocador, las doncellas se apresuraron a ayudarla. Jane la ayudó a arreglarse con una expresión de preocupación. Cuando Eliana se puso el vestido por completo, Veronica entró.

 

—Princesa, en una hora hay una reunión del té en la mansión del conde de Murray. Ya le he enviado un mensaje.

—Lady Violette entenderá que llegue un poco tarde. ¿Y después?

 

Veronica comenzó a recitar el itinerario un poco al azar, pero Eliana lo entendió a la perfección.

 

—Organízalo de forma que sea fácil de ver.

—Sí, princesa.

—También voy a hacer un pedido en la tienda de moda Brillante, así que llama a Madame Marianne.

 

El tocador estaba en silencio, excepto por el sonido de las doncellas moviéndose. Las doncellas, que solían charlar un poco, se mantuvieron en silencio y se concentraron en su trabajo. Se habían dado cuenta de que la gran duquesa no estaba de humor. Aparte de cuando Eliana le decía que no usara mucho maquillaje o cuando Jane daba instrucciones, no se escuchaba ninguna otra palabra.

Jane silenciosamente trajo los estuches de joyas uno por uno y los puso sobre el tocador. Preguntó con voz emocionada:

 

—Princesa, ¿cuáles quiere usar?

—Tú elige…

 

Eliana, que estaba echando un vistazo a los estuches de joyas, parpadeó.

 

—¿Había tantos?

 

Vio estuches de joyas que nunca había visto. Al abrir uno por uno, las joyas brillaron con tal intensidad que la deslumbraron. Jane sonrió y dijo:

 

—Dice que fue un regalo sorpresa del Gran Duque.

—¿Qué…?


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