La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 194

Eliana parpadeó aturdida una vez. Respondió por reflejo:

—No sé de qué está hablando.

—No. Usted sabe de lo que estoy hablando.

Flint la miró fijamente a la cara. Como si quisiera arrancar cada emoción. Ante la brillante mirada gris, Eliana tragó saliva.

Flint estaba seguro.

—No fue un accidente, fue un desastre provocado por usted.

Los labios de Flint temblaron. Hasta ahora, él había creído sin dudar que era un accidente. Pero todo había sido una trampa de Eliana. En otras palabras, fue un desastre causado por una persona.

Eliana bajó la mirada por un momento y luego volvió a mirarlo a los ojos.

—…Para conseguir lo que uno quiere, se necesita un sacrificio. Piense con calma, como el señor del Norte que es.

Flint resopló.

—Fueron vidas inocentes. ¿Cómo puede decir eso, después de haber visto tantas vidas destruidas en el Norte?

El rostro de Flint estaba tranquilo, pero la ira en su voz era clara. La voz de Eliana se alzó.

—Digo esto precisamente porque lo vi. ¡Su Majestad ni siquiera se inmutó al ver los terribles registros del Norte! ¡Ese día nos habría echado sin más!

—¡Si nos echaba, habríamos vuelto!

—¿Y qué iba a hacer al volver a ver a Su Majestad?

Flint había pensado en arrodillarse para conseguir apoyo.

—¿Pensaba arrodillarse?

La mirada de Flint, al que había dado en el clavo, vaciló. Eliana se burló:

—¿Iba a agarrar las faldas del Emperador y suplicarle que salvara el Norte?

—… ¿Qué hay de malo en eso? Fue usted quien me aconsejó que dejara de lado mi orgullo.

Eso no significaba que él debía humillarse así. Eliana se mordió el labio.

—¿Cómo pudo hacer algo así? Lia, ¿por qué…?

Las palabras de Flint la hirieron como si fueran un cuchillo. Eliana se mordió el labia.

La decepción de su esposo. No era algo desconocido para ella. Pero tal vez porque había pasado tanto tiempo, le dolió como si le estuvieran desgarrando el corazón. Eliana se obligó a no llorar.

—No se preocupe, no nos descubrirán.

—Lia, lo que me importa…

Flint intentó decir algo, pero Eliana no quiso escucharlo. Lo ignoró y continuó:

—Su seguridad no correrá ningún peligro. El Norte también está a salvo. Si nos descubren, lo cual no pasará, solo desháganse de mí. Soy la hija de Rosana, así que será fácil deshacerse de mí y echarme la culpa. Involucre a mi padre. Como él discrimina a los norteños, será una buena excusa. Y a los grandes duques del Norte no les gusto, así que si digo que me divorcié, lo celebrarán con los brazos abiertos.

—¡Lia!

Flint gritó al final. Eliana se detuvo, pero de inmediato gritó con más fuerza:

—Eso es lo que le preocupa, ¿no? ¡Pero me encargué de todo de forma impecable! No soy tan tonta. ¡Aunque Su Majestad envíe más de cien investigadores, no encontrarán ninguna prueba!

—¡Ese no es el problema en este momento! ¿Qué está diciendo…?

El rostro de Flint era aterrador. Eliana sintió un escalofrío. Era la primera vez que veía a Flint tan enojado… desde lo del sótano. No, se veía más enojado que esa vez, y su corazón se encogió. Parecía que lo que había hecho había cruzado una línea que él había trazado hace mucho tiempo.

—El Norte conseguirá apoyo al final. No pido crédito por eso. No, viendo su reacción, parece que cometí un gran pecado. Pero creo que hice lo que tenía que hacer por el Norte. Como usted no pudo, yo lo hice por usted.

Las palabras de Eliana eran un poco incoherentes. La ira en el rostro de Flint no desapareció. Eliana preguntó con algo de tristeza. Las palabras le salieron sin querer.

—¿Cree que invadí su territorio? ¿Por eso…?

…está tan enojado? A Marcel de su vida anterior también le había pasado. Eliana dijo algo que nunca había dicho en su vida anterior.

—Entonces, recupere mis poderes.

Eliana, mientras reinó como emperatriz en su vida anterior, nunca había soltado el poder. Se lo quitaron a la fuerza, pero nunca lo había soltado por su cuenta. Vivió luchando por aferrarse a todo su poder. Y lo hizo, a pesar de que sabía que eso le repugnaba y le aterrorizaba a Marcel.

Pero ahora, con la esperanza de calmar su enojo, dijo lo primero que se le ocurrió.

Tenía miedo de que su amor se enfriara. Aunque había logrado el embarazo que tanto anhelaba y su posición como gran duquesa se había consolidado, le aterraba que su corazón se alejara de ella. Que él dejara de amarla.

Como el daño ya estaba hecho y no se podía revertir, quería arreglarlo de cualquier forma.

—¡Si cometí un error tan grave, entonces castígueme!

Eliana gritó como si estuviera a punto de perder la cabeza. Y, de forma increíble, Flint dijo fríamente:

—Sí. Lo haré.

En el momento en que Eliana escuchó esas palabras, su corazón se detuvo. Flint la miró fijamente y salió de la habitación. La puerta se cerró con un portazo y Eliana se desplomó en la silla.

Se sintió horrible.

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Flint no podía soportar su ira.

Aunque le indignaba que Eliana hubiera soltado a los monstruos en la capital a propósito, la mayor parte de su ira provenía de sus palabras y acciones.

—Si nos descubren, lo cual no pasará, solo desháganse de mí. Soy la hija de Rosana, así que será fácil deshacerse de mí y echarme la culpa. Involucre a mi padre.

Al escuchar eso, la ira le hirvió en la cabeza, y ni siquiera pudo hablar.

¿Deshacerse de ella? ¿Echarle la culpa? ¿E involucrar al duque de Rosana? Ni siquiera con un cuchillo en el cuello, él la relacionaría con un ser tan despreciable.

¡¿Cómo pudo decirle algo así?! ¡¿Qué pensaba ella de él?!

Flint se puso a respirar con dificultad por un rato.

Parecía que ella no confiaba en él en absoluto. Eso le partió el corazón y le llenó el pecho de resentimiento. Cuanto más recordaba sus palabras, más se calentaba.

Además, sus palabras, ‘castígueme’, avivaron aún más la ira de Flint.

Eliana no sabía cuál era el mayor error que había cometido. Y eso era tan cruel que Flint, lleno de ira, le respondió que sí.

Flint no esperaba esas palabras de Eliana. Esperaba que le explicara por qué había hecho algo así, que le contara toda la historia, que le revelara todo sin reparos.

Flint podría entender cualquier cosa que ella le dijera. Estaba dispuesto a pensar desde su perspectiva y a aceptarlo.

En realidad, no necesitaba que ella se lo dijera. Podía adivinarlo sin que ella se lo explicara. Probablemente quería que la capital experimentara el sufrimiento del Norte.

Flint también lo había pensado a veces. Pero él solo esperaba que la capital empatizara con su dolor, no que lo experimentara directamente. Eso era demasiado drástico, imprudente y peligroso.

‘¿Cómo se le pudo ocurrir liberar a los monstruos del Norte en la capital?’.

Flint sintió que su cabeza daba vueltas. Dejando a un lado la moral y la ética, la idea era asombrosa. Pero de ninguna manera era agradable.

¿Qué podía hacer ahora que ya estaba hecho? Flint exhaló un profundo suspiro.

Para ser honesto, dejando a un lado lo que era correcto o incorrecto, su tristeza era aún mayor.

¿Por qué no lo consultó con él? ¿Acaso pensó que él se opondría?

‘Aunque me opusiera, habría hecho lo que quisiera de todas formas’.

Flint apretó los dientes. ¡Qué obstinada! ¿Me considera su esposo siquiera? Hasta las parejas que se casan por conveniencia consultan este tipo de cosas. ¿Por qué…? Flint de repente se sintió triste.

Sus emociones eran volátiles y le arrebataron la calma y la razón. No podía encontrar la paz. Sentía que le saldría humo de la cabeza. Los pasos de Flint, que caminaba a zancadas, revelaban su intensa emoción. El sonido de la puerta del despacho al abrirse y cerrarse con un portazo fue más fuerte que nunca.

‘¿Y qué es eso de que los grandes duques del Norte me recibirían con los brazos abiertos si me divorcio? ¿Quién diablos anda diciendo esa tontería? ¿Debería matarlos?’.

La frente de Flint se arrugó. Su rostro era tan sombrío que parecía que iba a matar a alguien. Gilbert, que observaba a su señor, se acercó y le dijo con cautela:

—Gran Duque, la joyería que pidió ha llegado. El joyero terminó antes de lo esperado.

Gilbert hizo un gesto y los sirvientes trajeron cinco estuches de joyas. Al abrir las tapas, los sets de joyas destellaron con un brillo resplandeciente. Las lujosas joyas engastadas en las piezas brillaban con un color hermoso.

Había diamantes, esmeraldas, cuarzos rosados, peridotos, e incluso rubíes de sangre.

Todo había sido pedido por Flint para regalárselo a Eliana. Originalmente, pensaba dárselos como una sorpresa mientras conversaban tranquilamente. Pero…

Gilbert, al ver la expresión de vacilación de Flint, preguntó con cautela. Él también había sido testigo de la discusión de Flint y Eliana en el salón.

—¿Los devuelvo?