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La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 186

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  4. Capítulo 186
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—¡¿Qué cambio de posición?!

 

Eliana ya tenía el rostro completamente rojo. Flint se rio suavemente y siguió hablando:

 

—Lo sabrá si lo intentamos esta noche…

—¡Cállese!

 

Al final, Eliana le dio un buen golpe en el brazo a Flint.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

A esa misma hora, en la mansión de Marqués Albich, se celebraba una fiesta. La anfitriona, Marquesa Albich, estaba ocupada cuidando a su nuera embarazada. El joven Marqués Albich también cuidaba cariñosamente a la Princesa Helena, su esposa, al lado de ella.

Princesa Helena, que llevaba un vestido de maternidad holgado, dijo con tristeza:

 

—Invité a Su Majestad la Emperatriz… pero me rechazó sin dudarlo.

 

Cuando la Princesa sintió que se le humedecían los ojos, Joven Marqués Albich se sintió impotente.

 

—A la Emperatriz le debe resultar difícil ver a una mujer embarazada. Así que no llores, Helena.

—Me gustaría mostrarle al bebé cuando nazca.

 

Cuando la Princesa Helena dijo eso con una sonrisa inocente, Joven Marqués Albich asintió y le prometió que así sería.

Los sirvientes llegaron con carritos y comenzaron a reponer los aperitivos. Toda la comida variada había sido preparada para complacer los gustos de la Princesa.

Gran Marqués Albich, el padre de Marqués Albich, charlaba con los grandes nobles desde lejos. Los nobles más ancianos de la capital elogiaron al Gran Marqués Albich.

 

—Apenas te casas y ya vas a ser bisabuelo. Eres un hombre muy afortunado.

—Son cosas que uno ve naturalmente cuando vive mucho tiempo. Ustedes también, cuiden mucho su salud.

 

Gran Marqués Albich respondió y observó a la Princesa Helena. Con su barriga ya grande y una gran sonrisa, la Princesa Helena se veía muy bien. Aunque todos en la familia la querían, Gran Marqués Albich no sentía mucho afecto por ella.

Cuando las cosas no salían como ella quería, lloraba, y su forma de quejarse como una niña era insoportable. Aunque al principio pensó que la Princesa era solo inmadura e infantil, se dio cuenta de que tenía un lado astuto.

Una vez, la Princesa Helena se puso a llorar, diciendo que sentía que a su abuelo político no le caía bien. Marqués Albich incluso tuvo que consolar a su nuera, diciéndole: ‘Mi padre es de la vieja escuela y tiene un fuerte resentimiento hacia Zacador’. Al recordar ese momento, se le marcó una vena en la frente a Gran Marqués Albich.

‘Como era de esperarse de una mujer de Zacador, es una verdadera zorra. Extiende sus garras incluso a este anciano’.

A pesar de su rostro inocente, sus acciones no lo eran. Aunque estaba embarazada de su bisnieto, no entendía por qué no sentía afecto por ella. Gran Marqués Albich sabía que si maltrataba a su nieta política, solo pasaría por un anciano malhumorado. Por eso, intentaba no demostrar su disgusto.

 

—Voy a tomar un poco de aire.

 

Gran Marqués Albich se dio la vuelta y se dirigió a la terraza para tomar aire fresco. Frente a la terraza, el anciano se encontró con Damián Rosana.

 

—Buenas noches, Gran Marqués Albich.

—Oh, Damián. No, Joven Duque Rosana, cuánto tiempo sin verlo.

 

Damián se hizo a un lado, como cediéndole la terraza, y dijo:

 

—Pase usted. Iré a otra terraza.

 

Ante las corteses palabras de Damián, el anciano le dijo de forma amable:

 

—No es necesario. Si este viejo toma aire frío, se enfermará.

—Sé que usted es muy fuerte.

—Entonces, vayamos juntos. ¿Me harías compañía?

—Por supuesto.

 

El anciano entró primero a la terraza. Damián se preparaba para entrar cuando escuchó un alboroto en la entrada del salón y giró la cabeza. Sin embargo, pronto perdió el interés y continuó su camino.

Marquesa Albich recibía con un rostro radiante a los invitados que acababan de llegar. La invitada era Jane, quien estaba siendo escoltada por Oliver.

 

—Buenas noches, Marquesa de Albich. Y a usted también, joven Marquesa de Albich. Soy Jane Cyclamen, la dama de compañía de Su Alteza Gran Duquesa Howard. Vengo a transmitir las felicitaciones de Su Alteza. He oído que ha habido una gran alegría en su familia.

 

Ena le entregó una caja de plata que llevaba en la mano a Jane. La caja no era ni demasiado pequeña ni demasiado grande. Jane abrió la tapa de la caja y mostró el regalo.

 

—Es un jabón hecho con leche de cabra. Es inofensivo y suave. Es muy hidratante, Su Alteza también lo usa.

 

La caja estaba llena de jabones. Jane cerró la tapa, y la Princesa Helena tomó la caja con sus propias manos y dijo:

 

—¡Oh, qué agradecida estoy!

—Me dijo que lo usan mucho las mujeres embarazadas, que son sensibles a los olores, así que espera que le sea de gran ayuda, Princesa.

—Por favor, transmítale mi agradecimiento a Su Alteza Gran Duquesa. Si planean celebrar una fiesta en la Casa del Duque, por favor, envíenme una invitación a mí también.

 

Jane sonrió y se quitó el abrigo. Mientras Ena tomaba el abrigo, Oliver se presentó:

 

—Soy Oliver Jiménez, el ayudante de Su Alteza Gran Duque Howard. Hoy vine en calidad de pareja de Señorita Jane.

—Encantada de conocerle, Vizconde Jiménez.

 

Marquesa Albich preguntó por el bienestar de Gran Duque Howard por cortesía y los guio adentro.

 

—¿Quieren probar algo, señorita Jane?

—Yo solo quiero una copa de champaña.

 

Jane tomó una copa de champaña de la bandeja de un sirviente que pasaba. Los nobles, que se habían dado cuenta de su presencia, se acercaron en masa a Jane para presentarse.

 

—Oh, encantada de conocerlos. Soy Jane Cyclamen. Mi padre es Marqués Cyclamen.

 

Jane se presentó con bastante elegancia. Oliver apretó la mano de Jane, quien estaba un poco nerviosa. Los nobles no paraban de hablar.

 

—Escuché que Su Alteza la Gran Duquesa ha logrado grandes cosas. Por favor, transmítale mis saludos.

—Así que la señorita es la hija del Marqués Cyclamen. La Gran Duquesa la tenía bien escondida, una dama tan hermosa.

—Señorita del Marqués Cyclamen, ¿cómo está la salud de Su Alteza la Gran Duquesa?

 

Ahora todos empezaban a elogiar a Gran Duquesa Howard. Su actitud era más que una bienvenida entusiasta, era casi una adulación.

Jane mantuvo una sonrisa en su rostro para ocultar sus nervios. Se le acalambraba la boca de tanto sonreír, pero lo estaba haciendo bien. Y como solo había halagos para Eliana, a veces incluso sonreía con sinceridad.

Oliver se encargaba de responder de forma apropiada a las preguntas difíciles que le hacían a Jane.

‘Lo está haciendo mejor de lo que pensaba’

Eliana, preocupada por Jane, quien se aventuraba en la vida social por primera vez, había enviado a Oliver con ella. Cuando Jane le preguntó por qué no iba, Eliana respondió:

 

—Para mí sería incómodo ir… Joven Marqués Albich me propuso matrimonio, ¿no? ¿Por qué la Princesa me envió una invitación? ¿Acaso quiere restregarme en la cara que ahora es su hombre?

—Ay, debe ser porque es de otro país y no sabe nada.

 

Ante las palabras de Jane, Eliana soltó una carcajada.

 

—Qué ingenua. Una Princesa de Zacador que hace berrinches por el embarazo para impresionar a la Emperatriz, dudo que no sepa nada. No puedo enviarte con las manos vacías, así que te daré un regalo. Empaca un jabón de leche de cabra. Me da pereza pedir uno especial.

 

Oliver, que había escuchado esa conversación, se preocupó por la Princesa Helena. ‘¿Y si le hace pasar un mal rato a Jane?’. Pero la Princesa Helena no parecía interesada en Jane. Además, Jane estaba manejando muy bien a los nobles, incluso mejor de lo que Oliver esperaba.

‘¿Dónde estará?’

Mientras lidiaba con los nobles junto a Oliver, la mirada de Jane buscaba a alguien. Un noble que la observaba con curiosidad se acercó. Era Joven Duque Sanders.

 

—¿Buscas a Damián? Damián está en esa terraza.

 

‘¿Cómo lo supo?’

Jane se sobresaltó, Joven Duque Sanders sonrió. Él era amable con la inocente joven cuyo rostro mostraba sus emociones.

 

—Me enteré de que eres la dama de compañía de Gran Duquesa Howard. Entonces pensé que, por supuesto, estarías buscando a uno de los gemelos.

—…Gracias, Joven Duque Sanders.

 

Cuando Jane se dirigió a la terraza, Joven Duque Sanders la siguió.

 

—¿Me conoce?

—Claro que sí.

 

Oliver, que se había alejado de Jane para rellenar su bebida, se dio cuenta de lo que pasaba. ‘¿Qué quiere ese tipo?’.

 

—La escoltaré. Así Damián no podrá rechazarla.

 

Jane miró la mano de Joven Duque Sanders. En ese momento, Oliver apareció como el viento y tomó la mano de Jane. Él torció la boca y dijo:

 

—Hoy soy la pareja de Señorita Jane.

—Ah, Oliver. Cuánto tiempo. ¿Cómo has estado?

—Muy bien. ¿Y tú, Cliff?

—Yo, pues. Siempre igual.

 

Jane se quedó con los ojos muy abiertos al ver a los dos hablar de forma tan informal. Joven Duque Sanders caminó hacia la terraza, sonriendo suavemente y dijo:

 

—Oliver y yo somos compañeros de la Academia.

—Ah… sí.

 

Joven Duque Sanders tocó la puerta de la terraza y la abrió de inmediato.

 

—¡¿Quién es?!

 

Jane se sobresaltó por la voz cortante de Gran Marqués Albich. Joven Duque Sanders también se sorprendió por un momento, pero luego sonrió.

 

—Gran Marqués. Soy yo. Hay una invitada que busca a Damián.

—¿En serio? Entonces este viejo se retira.

 

Gran Marqués Albich le echó una mirada a Jane y a Oliver y luego salió de la terraza. Jane, que pensaba en presentarse, tenía una expresión aturdida. Joven Duque Sanders intentó decir algo, pero Oliver fue más rápido.

 

—No se preocupe, señorita Jane. Gran Marqués Albich es así.

—Ah, sí…

 

Joven Duque Sanders miró a Jane por un momento y luego salió de la terraza.

La mirada de Damián, que estaba de pie en silencio, recorrió a Jane y a Oliver. Jane, al encontrarse con la mirada de Damián, estuvo a punto de bajar la cabeza por reflejo, pero Oliver se lo impidió. Sin embargo, Damián ya había notado el movimiento antinatural.

 

—Todavía no pierde el hábito de sus días como sirvienta. Por supuesto, la sangre de una plebeya no se va a ningún lado.

 

Jane se mordió los labios ante el sarcasmo de Damián. Aunque el hombre que estaba frente a ella ya no era un simple caballero, sino un noble como ella, los viejos hábitos eran difíciles de romper.

 

—Señorita Jane es la hija de Marqués Cyclamen. Por favor, trate a la Señorita Marquesa con respeto.

 

Damián soltó una risa burlona ante las palabras afiladas de Oliver.

 

—Ah, claro. Señorita Marquesa Cyclamen. ¿Te envió Eliana? ¿Qué tiene que decirme después de que nos separamos?

 

Ante la expresión de miedo de Jane, Oliver apretó la mano que sostenía. Su intención era darle valor, pero Jane se sintió abrumada. ‘Si no actúo como una noble aquí, Oliver se burlará de mí’.

 

—¿Por qué dice eso, si usted sabe la razón? Nuestra Gran Duquesa, que es como un ángel, le envió a preguntar por su bienestar.

 

Era una forma de manejar su imagen. Damián, por supuesto, sabía que Eliana, a pesar de haberse distanciado de su familia, quería mostrar que todavía estaba conectada con la Casa del Duque Rosana. Él dijo de forma altiva:

 

—Dile que estoy muy bien.

 

Jane iba a responder que lo haría, pero Oliver fue más rápido.

 

—No parece que sea así, por la sombra que veo en su rostro, joven Duque. Ah, ahora que lo pienso, escuché que su prometida falleció.

 

El rostro de Damián se arrugó de forma terrible. Ese era el tema que, en esos días, le estaba causando un gran desorden mental.

 

—Señorita Jane, es mejor que se vaya. Yo me encargo.

—Pero…

—Parece que es demasiado para usted. No se preocupe.

 

Ante las palabras de Oliver, Jane se mordió el labio y salió de la terraza casi huyendo.

 

—¿Qué pasa? ¿Tiene algo que decirme?

 

Oliver se aseguró de que Jane estuviera lo suficientemente lejos y le respondió a Damián con voz cortante:

 

—¿Sabe algo del té ‘Melanie’?


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