La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 157
—Me abrieron la Puerta de la Magia para que llegara temprano. Gracias.
Eliza tenía una cara de emoción. Últimamente, estaba pasando por días frustrantes por culpa de Irene Cyclamen. Irene había expresado su fuerte aversión hacia Eliza, por lo que las invitaciones a los eventos sociales habían disminuido considerablemente.
Eliza se esforzaba por asistir a todas las fiestas posibles, pero la situación se había vuelto aún más difícil para ella porque Irene había reunido incluso a sus amigas que ya se habían casado.
Fue entonces cuando le llegó la gloriosa oportunidad de asistir a la reunión con la delegación de Zacador. Si lo hacía bien, su popularidad en la alta sociedad aumentaría. «Además, como es un asunto de suma importancia para la nación, el príncipe heredero me mirará con buenos ojos», pensó. El pecho de Eliza se infló de expectativa.
—El secretario del príncipe heredero te habrá dado una idea general de lo que se trata, ¿verdad?
—Sí, pero… ¿De verdad no me enviarán a Zacador? El secretario me dijo que no me preocupara, pero aun así me siento un poco intranquila.
Eliana sonrió levemente y respondió:
—¿Acaso no te gusta la idea de convertirte en la Princesa Consorte de Zacador?
—¡¿Qué?!
Los ojos de Eliza se abrieron como platos.
‘¡¿Qué?! ¿El novio es el Segundo Príncipe de Zacador?’
—Pero… ¿Ese hombre no tiene más de treinta años? Entonces ya debe estar casado. ¿Cómo podría yo ser su princesa consorte?
—Si Príncipe Bastian te quiere, ¿Quién podría impedirlo?
—¿Él dijo que le gusto?
Los ojos de Eliza brillaron. El puesto de princesa heredera de Bianteca, que era imposible para ella, el puesto de concubina del segundo príncipe de Zacador, con quien tendría una alianza. Su mente trabajó sin parar.
—Eso depende de ti, ¿no? En Zacador hay un dicho: los hombres son como las mujeres los hagan.
—… Pero entonces sería la segunda esposa. ¿Cree que la princesa consorte me dejará en paz?
—¿La segunda esposa?
Eliana abrió los ojos de par en par.
—Tú no serías solo una noble del norte de Bianteca, sino la novia que representaría a Bianteca y simbolizaría la paz del continente. ¿De verdad crees que te tomarían como concubina y no como la primera esposa?
Esta vez, los ojos de Eliza se abrieron aún más. Era raro que una persona de Bianteca supiera el concepto de «primera esposa» y «concubina». Eliza nunca usaba palabras como «concubina» o «segunda esposa» para no dejar en evidencia que era de Zacador.
—No tengo intención de enviarte como novia, pero… si llegas a ir, irías como la primera esposa. Así que no te preocupes, nunca serías concubina.
La expresión de Eliza vaciló. «El puesto de princesa heredera de Bianteca, que es inalcanzable, o ser la primera esposa del segundo príncipe de Zacador». Si tenía suerte y el segundo príncipe se convertía en emperador, ella sería la emperatriz… Pero al ver la cara radiante de Hereise en su mente, Eliza dudó.
—De todos modos, todo depende de lo que decida Príncipe Bastian. No te hagas demasiadas ilusiones.
—Yo… ¿No me puede dar un poco de tiempo para pensarlo?
‘¿Tiempo para pensar? Si la delegación no se quedará ni una semana’
Eliana chasqueó la lengua y dijo:
—No te queda mucho tiempo, señorita Eliza. Tan pronto como la delegación tome una decisión, se irá y la reunión terminará.
—… ¡Ah!
—Tomaré tu respuesta como lo que hagas. Intenta seducir bien a Príncipe Bastian. Incluso si no te casas con él, pasar tiempo con él será divertido. Es muy apuesto.
Eliana se dio la vuelta. Vagamente escuchó a Eliza despedirse. Pensó que era una señorita que sabía cómo manejar las situaciones y caminó hacia la mansión. Sin embargo, se arrepintió de haber salido sola. Alguien la agarró de la muñeca y la arrastró.
Justo cuando Eliana intentó gritar, una gran mano le tapó la boca al instante.
—¡Mph!
—Cállate, Lia. No me digas que ya te olvidaste de mi voz.
El cuerpo de Eliana se puso rígido ante esa voz suave.
—¡Mph! ¡Mph!
El desconocido cambió de dirección y comenzó a adentrarse en lo profundo del jardín trasero. Se estaban alejando de la mansión. Marcel se detuvo frente a un gran árbol viejo.
Eliana estuvo a punto de perder el equilibrio y caer al césped, pero Marcel la sostuvo más rápido. Con su mano rodeó su delgada cintura, la atrajo hacia él y susurró con un tono dulce:
—Te extrañé, Lia.
Eliana forcejeó, pero la fuerza de Marcel era mayor.
—De verdad… te extrañé… Lia, ¿tú también me extrañaste…?
En ese momento, Eliana apretó los dientes y le mordió el dedo a Marcel con fuerza. En cuanto él aflojó el agarre, ella lo empujó con fuerza. Ante el claro rechazo, el rostro de Marcel se endureció.
—No me extrañaste, Lia.
Eliana, con el rostro pálido, le espetó:
—¡¿Qué diablos estás haciendo?! ¡¿Cómo te atreves?!
Su cuerpo temblaba de ira. Ahora incluso le reprochaba a Dios. «¿Por qué Dios le concedió a este bastardo el mismo milagro que a mí?».
—¿Estás enojada por el secuestro? Lamento haberte tratado mal en ese entonces. Pero preparé la comida a tu gusto, y la cama era cómoda. Ah, el perfume que usé para dormirte en el carruaje era completamente seguro y no tenía ningún problema para la salud…
Eliana se levantó y se alejó de Marcel. Era horrible estar sola con él en el mismo espacio. Con solo mirarle la cara, se le revolvía el estómago y se enfurecía.
Pero Marcel la agarró de la muñeca de nuevo. La acorraló y la aprisionó con los dos brazos. Sintió la dureza del árbol en su espalda, atrapada sin poder moverse. Eliana gritó:
—¡Quítate! O gritaré. ¿Crees que mi voz no llegará a la mansión?
‘Eliza no debe haberse ido muy lejos’
Eliana tomó aire.
—Shhh, ahora eres la gran duquesa Howard. En esta situación, solo Lia saldría perdiendo.
Cuando Eliana, que se había burlado, se preparó para gritar, Marcel quitó las manos del árbol. Y se desabrochó la camisa de lino en un instante.
Ante sus ojos se desplegó un torso blanco y pulcro, con músculos marcados. Sus largos dedos desabrocharon el cinturón de su pantalón.
La cara de Eliana se llenó de sorpresa ante el repentino acto, pero luego se arrugó en una mueca. Se había dado cuenta de lo que él intentaba hacer.
—Como siempre, Lia es muy perceptiva.
Marcel sonrió con vivacidad.
—Bueno, no sería malo que la gran duquesa Howard, cautivada por la belleza del séptimo príncipe de Zacador, le fuera infiel a su esposo. Cualquiera sospecharía de un encuentro romántico en esta situación. A altas horas de la noche, en lo más profundo del jardín trasero.
‘¿Qué cara pondría Flint Howard si se enterara de que su esposa tuvo un encuentro romántico con un príncipe de su país enemigo en lo profundo del jardín a altas horas de la noche?’
Con solo pensarlo, Marcel se sintió emocionado. Todavía se sentía mal por cómo ese bastardo había abrazado a Eliana frente a él.
—No te preocupes, Lia. Diré que te seduje. ¿Qué te parece si nos escapamos juntos? Sí, podrías exiliarte en Zacador.
Marcel extendió la mano para agarrar la cinta que tenía en la espalda. Y la tiró para desatarla. Cuando intentó desatar la cinta de abajo, Eliana lo abofeteó en la mano con un fuerte sonido.
Eliana no pudo aguantar más. ¡Plac! La cabeza de Marcel se giró y su mejilla se enrojeció. El apuesto hombre se tocó la mejilla ardiente y dijo:
—Tus manos siguen siendo fuertes. Me gustaba cuando tocabas lo mío con esas manos. Te esforzabas mucho. Para tener mi semilla.
Eliana levantó la mano una vez más. Pero su mano fue agarrada. Marcel inclinó la cabeza y dijo:
—Lia, ¿por qué no dices nada? ¿Todavía no se te quita el enojo? ¿Necesitas que te golpee más para que te abra la boca?
Los labios de Eliana temblaban. Sus ojos verdes estaban húmedos. Marcel sonrió con satisfacción al verla así.
—¿Quieres golpearme? Puedes golpearme todo lo que quieras.
—Cállate.
—Golpéame lo que quieras. Y cuando se te pase el enojo, volvamos a empezar.
Al final, los ojos de Eliana se llenaron de lágrimas. A veces, la gente llora cuando está muy enojada, y a ella le pasaba lo mismo. El odio que había estado latente en lo profundo de su corazón se retorció y surgió a la superficie. No sabía por qué se manifestaba en forma de lágrimas. Eliana se esforzó por no llorar.
—¿Volver a empezar? ¿Estás en tus cinco sentidos?
—Sí. Estoy muy cuerdo.
‘¿El hombre que me hizo infeliz toda la vida y me envenenó quiere volver a empezar?’
Eliana se quedó sin palabras por la incredulidad. Pero tenía que ser clara.
—No.
Finalmente, una lágrima rodó por los ojos de Eliana. Marcel sonrió y dijo:
—Sabía que dirías eso, mi amor. Lo esperaba, pero me pone triste.
Ante sus ojos estaba un rostro mucho más hermoso de lo que Eliana recordaba. El sentimiento grabado en sus ojos azules era el arrepentimiento. Pero en los ojos de Eliana, había odio.
—Ya estoy casada. Mi esposo no te dejará en paz si te ve. Si no quieres causar un problema diplomático, vístete y vete.
Una chispa de furia saltó de los ojos de Marcel ante las palabras de Eliana. Era lo que lo había atormentado y enfurecido todo el tiempo: el hecho de que ella era la mujer de otro hombre. ¡Y de Flint Howard!
—¡Casada…! Sí. Esperé a casarme contigo como estaba planeado, pero te casaste con otro.
Apretó los dientes al recordar a Flint Howard.
—¿Y dices que pasaste innumerables noches con ese bastardo? Es increíble. ¿Le entregaste tu cuerpo antes de casarte, como si…
Estaba tan enojado que a Marcel le costaba seguir hablando. Eliana era su mujer. Ella era la que debía haberse convertido en su esposa, haber tenido una feliz vida de recién casados en Lingsgen y gobernar el imperio de nuevo como emperatriz. Ella era su compañera y su única pareja.
—Sí. Pasé innumerables noches con él, ¡y ya estoy casada!
A la mujer se le nubló la vista por la ira. Eliana subió la voz sin darse cuenta.
—¡Mi esposo no eres tú, es Gran Duque Howard!
—¡Tu esposo no es ese bastardo, soy yo!
Marcel le gritó con el rostro furioso. Sus ojos azules reflejaban un odio y un rencor intensos. Incluso se veía reproche. Eliana se quedó atónita al leer sus emociones. Tan asombrada que sus sentimientos se le escaparon.
—¡¿Qué es esa mirada?! ¿Por qué tú?
Era Eliana quien quería desahogar su odio. Quería matar a Marcel en ese mismo momento.
Por fin se había librado de su padre. Ahora quería vivir en paz bajo la protección de su esposo, pero ese bastardo frente a ella intentaba arruinarlo todo. Estaba desenterrando el odio y el resentimiento que había enterrado en lo más profundo de su corazón y que quería olvidar.
«Sentía que esto no terminaría hasta que este hombre desapareciera». «Sí, voy a matarlo aquí mismo y me vengaré».
Eliana, como si estuviera poseída, metió la mano en su bolsillo. Ni siquiera se dio cuenta de que si dañaba a Marcel en ese momento, se convertiría en un problema diplomático. Su mente estaba en blanco, llena solo con el pensamiento de que su vida sería más fácil si mataba al hombre que tenía delante.
El sonido metálico de una vaina cayendo al suelo resonó, y una hoja azul brillante salió de ella. Justo cuando Eliana estaba a punto de clavársela en el blanco cuello del hombre, su muñeca fue atrapada.
—No me mates, Lia, nos meterías en problemas. ¿Quieres causar un problema diplomático?
Eliana se mordió los labios y aplicó fuerza en la muñeca. Pero no podía vencer la fuerza de Marcel. El cuchillo no podía avanzar más, incluso estando a punto de tocar el cuello.
—Ay, tus labios están sangrando.
El dedo de Marcel recorrió los labios de la mujer. Sangre roja manchó su dedo. En ese momento, Eliana se soltó de Marcel. Y con el cuchillo en la mano, se abalanzó sobre él.
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