La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 153

—……

 

Pero ella ya se había acostado temprano. El hombre se acercó lo suficiente como para escuchar su suave respiración.

Sentado en la cama, Flint la miró por un largo rato. Su gran mano acarició con delicadeza la mejilla de la mujer. Por un momento, parpadeó y retiró la mano. Sintió humedad.

Volvió a mirarla a la cara. Su mirada era tan intensa y persistente que ella se habría asustado si hubiera abierto los ojos. Sus largas pestañas no se movieron ni un poco, ni siquiera cuando él le sujetó la delgada muñeca.

Sin embargo, Flint terminó dándose cuenta de que la respiración de la mujer se había alterado. Su ritmo cardíaco también era un poco rápido. Cuando dormía profundamente, su corazón latía más despacio.

Se imaginó perfectamente a ella, llorando hasta hace un momento, secándose las lágrimas a toda prisa y fingiendo dormir.

Un profundo suspiro escapó de los labios de Flint.

‘Así, ¿Cómo voy a poder preguntarle?’

Intentó conciliar el sueño con su frustración a cuestas. Como resultado, no durmió nada.

 

 

 

 

 

 

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Al amanecer, Eliana se quejaba y gemía. Parecía estar sufriendo una pesadilla, ya que estaba empapada en sudor frío.

 

—Mar…… cel……

 

Flint, acostumbrado, trajo una toalla húmeda y se la puso en la frente.

 

—Ma…… cel…….

 

Cuando tenía pesadillas, Eliana a menudo hablaba en sueños. Al principio, Flint pensó que eran balbuceos sin sentido.

Pero a medida que el número de veces que él la consolaba de las pesadillas y la hacía dormir aumentaba, Flint pudo unir las palabras que ella susurraba de forma intermitente.

 

—No… quiero… morir…

—Nadie podrá hacerte daño.

 

Flint susurró en su oído mientras le limpiaba el sudor de la frente. Su voz era muy suave, como si quisiera tranquilizarla. Pero de los ojos cerrados de Eliana brotaban lágrimas.

 

—Tu padre nunca te pondrá una mano encima.

 

Cuando tenía pesadillas, ella decía que no quería morir, que no la mataran. Por eso, Flint pensó que estaba soñando con el día en que el duque de Rosana intentó golpearla hasta la muerte.

 

—Lia. Todo está bien.

—Mar…… cel……

 

Pensó eso hasta que se dio cuenta de que lo que Eliana siempre murmuraba era el nombre de alguien.

 

—……cel……

 

Normalmente no habría notado que esos balbuceos intermitentes formaban un nombre. Pero el incidente de la noche anterior había grabado al séptimo príncipe en la mente de Flint.

 

—Mar, cel…

 

El pañuelo húmedo cayó de la mano de Flint cuando el nombre se completó en los labios de Eliana. Marcel. La comprensión y la duda llenaron su mente.

Pero de repente, su mente se quedó en blanco. Eliana había empezado a tener una convulsión.

 

—¡Lia!

 

Flint se alarmó al ver su cuerpo convulsionar. Aunque se quejaba en sus pesadillas, nunca había tenido una convulsión. Normalmente bastaba con limpiarle el sudor, abrazarla y darle palmaditas hasta que se durmiera.

 

—¡¿No hay nadie afuera?! ¡Llamen al médico!

 

El primero en despertar con los gritos de Flint fue Lina, que dormía en la habitación de al lado. Lina, que había estado durmiendo en un pequeño cuarto como doncella de Jane, se levantó de golpe y despertó a Jane.

 

—¡Señorita Jane, creo que algo le pasó a la gran duquesa! ¡Hay que llamar al médico!

—¡¿Qué?! ¡¿A la Gran Duquesa?!

 

Jane, a quien se le había ido el sueño, gritó. Adel, que se había desmayado en el suelo después de beber, se despertó aturdido.

 

—Lina, ve a buscar a Gilbert para que no se alarme el personal de la mansión. Si necesitas ayuda, busca al señor Oliver. ¡Adel, vamos conmigo!

 

Jane dio instrucciones a Lina y luego se dirigió rápidamente al dormitorio de los Grandes Duques con Adel.

 

—¡Cálmese, Señor Flint! ¡La delegación está en el primer piso!

—¡¿Cree que tengo la cabeza para calmarme?!

 

Flint gritó de rabia cuando Adel intentó calmarlo. «¿Qué importa la delegación ahora?». Al verla convulsionar con el rostro pálido, su corazón dio un vuelco. Parecía que iba a dejar de respirar en cualquier momento, y el miedo invadió el corazón de Flint.

 

—¡Cuanto más, más debe mantener la calma! ¡Sabe que no hay más que esperar a que la convulsión se detenga!

 

Adel gritó y le giró la cabeza a Eliana. Lo hizo para evitar que se mordiera la lengua o se asfixiara durante la convulsión. Le parecía increíble que Flint no hiciera ni este simple primer auxilio.

 

—¡¿Cuándo llega el médico?!

 

Jane le habló a un furioso Flint:

 

—Pronto estará bien.

 

Como dijo Jane, las convulsiones de Eliana comenzaron a calmarse. Flint se sintió extraño al ver la calma de Jane.

 

—La Gran Duquesa sufre convulsiones muy de vez en cuando cuando tiene pesadillas. Pero no es un problema físico, así que se recupera rápido.

 

Esto solo le pasaba en la casa ducal de Rosana, y era muy raro. Las convulsiones eran tan cortas que cuando el médico llegaba ya habían terminado, así que las doncellas solo habían aprendido los primeros auxilios. Jane murmuró con pesar:

 

—Nunca le había vuelto a pasar desde que se fue de Rosana…….

 

Las convulsiones de Eliana se debían a factores psicológicos. Como sabía esto, Eliana le había ordenado a Jane que no armara un escándalo y le había pedido que guardara silencio.

 

—La Gran Duquesa dijo que solo vigiláramos su estado……

—¡¿Por qué no me lo dijiste?! ¡Les dije que me contaran cualquier problema de salud que ella tuviera!

 

La voz enojada de Flint resonó en la habitación. Jane se encogió ante la presión de Flint. Adel se interpuso entre Flint y Jane para defenderla.

 

—¡La Gran Duquesa le ordenó a ella que no le dijera nada a usted! ¡Lo acaba de escuchar! ¡Además, estas convulsiones cortas no tienen tratamiento!

 

A menos que fuera una enfermedad crónica, era un problema mental. A veces, había caballeros que sufrían convulsiones debido a traumas sufridos en batallas o en la caza de monstruos. Según Adel, Eliana sin duda tenía un trauma debido a su maldito padre.

Flint apretó los dientes y le preguntó a Jane:

 

—Debes responder a esto. ¿Quién diablos es «Marcel»?

 

El rostro de Jane se tensó de repente. Y en su rostro apareció una mezcla de comprensión y sorpresa.

A Jane le había parecido que el nombre del séptimo príncipe de Zacador era muy familiar. Marcel. Era el nombre que Eliana decía en sus pesadillas. Jane no podía no saberlo, ya que fue la primera en enterarse de que Eliana tenía pesadillas.

 

—¡Te pregunté quién es «Marcel»!

 

En el oído de Flint resonó la voz dulce del séptimo príncipe que había escuchado antes.

 

—Hola, mi amor. Cuánto tiempo.

 

Jane parecía pensar lo mismo. Tartamudeó:

 

—Yo, yo también me acabo de enterar. Yo no sabía quién era ese nombre……

—Entonces, ¿Lia y el séptimo príncipe de Zacador tienen algún tipo de relación?

 

El rostro de Jane se llenó de tensión y cautela.

‘¿Acaso está dudando del pasado de la Gran Duquesa?’

Jane también recordaba que la reacción de Eliana al encontrarse con el séptimo príncipe había sido extraña.

Aunque hubiera algo entre ellos, Jane no tenía la menor intención de contarle a Flint sobre el pasado de Eliana. No eran pocos los que cambiaban de actitud al enterarse del pasado de su pareja. Eso debía mantenerse en secreto.

 

—No te preocupes. No soy tan arcaico como para cuestionar su pasado antes del matrimonio.

 

La voz de Flint se había suavizado un poco, pero Jane habló con decepción:

 

—La Gran Duquesa vivió siempre vigilada y controlada por su padre. Especialmente con los hombres, Duque Rosana les tenía pánico. ¿Sabe lo que le hizo a la señora cuando Joven Marqués Albich le propuso matrimonio?

 

Al hablar, Jane se había exaltado y ahora estaba enojada. Su voz también era más rápida.

 

—¿Cómo puede pensar que la Gran Duquesa tiene un pasado si usted sabe lo que pasó? ¿Y con el séptimo príncipe, de todos? ¿Qué tipo de relación podrían tener? ¡La Gran Duquesa nunca ha salido de Bianteca!

—…Lo sé.

 

Flint también sabía que no podía haber una conexión entre Eliana y Marcel. No había ningún punto de encuentro. Eliana nunca había salido de Vianteca y, hasta donde él sabía, esta era la primera vez que el séptimo príncipe visitaba Bianteca.

 

—Señorita Isabella murió en la noche de bodas con el séptimo príncipe de Zacador. Aunque no lo dice, a la Gran Duquesa le dolió mucho.

 

Jane añadió con precaución:

 

—En Zacador, incluso llaman al séptimo príncipe «el príncipe maldito». Es natural que la gran duquesa se asuste al encontrarse con un hombre así.

—……

—Y el que tuvo intenciones impuras hacia la Gran Duquesa fue el séptimo príncipe. Fue el séptimo príncipe el que coqueteó…

—Ya es suficiente.

 

Flint interrumpió a Jane con frialdad. Su voz tenía un tono gélido.

 

—No estoy pensando de forma impura sobre los dos.

 

A Flint no le importaría si Eliana tuviera un pasado secreto y misterioso. Después de todo, era algo de antes de su matrimonio.

Aunque era improbable, si Eliana hubiera tenido un romance profundo con el séptimo príncipe, Flint estaría bien con eso.

Lo que era vulgar y patético era que un hombre coqueteara y le hiciera insinuaciones a su antigua amante, que ahora era una mujer casada. Si eso pasaba, él, como su esposo, se encargaría de lidiar con el asunto en lugar de ella, que era de corazón débil.

Y, sobre todo, no había ningún vínculo entre los dos. Como dijo Jane, podría ser que ella le temiera porque era el esposo de su difunta hermana y un príncipe maldito.

Sin embargo, su agudo instinto, el que lo había mantenido con vida hasta ahora, le decía que había algo entre ellos. Su mente sabía que no tenía sentido, pero no entendía por qué su corazón se sentía tan incómodo y le latía tan rápido.

 

 

 

 

 

 

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Al día siguiente por la mañana, Eliana se despertó en los brazos de Flint. Se sentía bien, ya que había amanecido más fresca de lo que esperaba. Pero el rostro de Flint se veía demacrado.

 

—¿No durmió bien?

 

Parecía tan agotado como cuando pasaba varias noches en la oficina por exceso de trabajo.

 

—¿Le resultó incómoda la cama?

 

Eliana le preguntó de nuevo, pero Flint le devolvió la pregunta. Sus ojos grises estaban llenos de preocupación.

 

—Y usted, ¿está bien?

—¿Yo? Dormí muy bien.

 

Flint examinó detenidamente el rostro de Eliana y exhaló un suave suspiro. Parecía aliviado.

 

—¿Pasó algo anoche?