La Emperatriz que regresó en el tiempo - Capítulo 145
Flint no tenía intención de pasar la noche con Eliana hasta que esta lo amara. Sin embargo, no pudo evitarlo. El hombre quebrantó los valores que atesoraba en lo más profundo de su corazón.
Aquellas palabras que Eliana había tachado de románticas, esas mismas que decían que no podrían pasar la noche juntos si no se amaban, ahora las había roto.
El sentimiento de depravación lo mareó. Se consideró despreciable y pésimo. Pero no dejó de profundizar. Satisfacción y culpa se alternaban, atormentándolo. Pronto, aquello estalló y se derramó en forma de deseo.
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Amaneció y llegó el día de partir hacia el Feudo Cyclamen. Pavel, brincando de emoción, le insistía a Charlotte que ya quería ir.
—Espera. Todavía no es la hora.
—Charlotte, el Feudo Cyclamen tiene mariscos como especialidad, ¿verdad? ¿Eso significa que podremos ver el mar? ¡Quiero ver el mar! Mamá me llevó una vez…
Pavel balbuceaba animadamente sobre el mar que había visto con su mamá. Charlotte, al verlo actuar como un niño después de tanto tiempo, soltó una gran carcajada.
Quizás era por la educación de alto nivel que recibía, pero Pavel se había vuelto aún más precoz. Aunque no tenía edad para debutar en la sociedad, solía asistir a algunas tertulias por invitación de Vizcondesa Sullivan, su instructora de modales.
Con un séquito de guardias, Pavel se dirigía al salón de Vizcondesa Sullivan como si fuera un verdadero Príncipe Heredero. Ya no era el niño ingenuo que fingía ser un caballero. Con movimientos bastante elegantes, Pavel aceptaba los saludos de todos y conversaba con los nobles.
El norte de la alta sociedad estaba revolucionado con la noticia de que el encantador Príncipe Heredero asistiría a las tertulias de Vizcondesa Sullivan. Algunas damas incluso traían a sus hijas o sobrinas de la edad de Pavel para presentárselas.
Pavel trataba a las jóvenes con amabilidad y dulzura, pero al regresar a la residencia Howard, su rostro se tornaba apático.
—Es por el prestigio de Howard. Me tratan bien porque la Gran Casa Howard está detrás de mí. Pero si la familia imperial intentara matarme, serían los primeros en querer expulsarme del norte.
El Príncipe Heredero, con una clara conciencia de la realidad, tenía una expresión solitaria en el rostro. Un rostro que no era propio de un niño. A Charlotte le dolía ver eso. Por eso, le gustaba cuando Pavel se quejaba y se portaba como un niño.
—Sí, Pavel. Veremos el mar y comeremos muchas cosas ricas.
—¡Sí! ¡Ojalá salgamos pronto!
Sin embargo, a diferencia de los deseos de Pavel, la hora de partida se retrasó. Eliana no lograba levantarse de la cama.
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—Tengo sueño……
Había sido una noche en la que él la había acorralado sin descanso, como si quisiera desquitarse. Flint había dicho algunas tonterías en medio de todo, pero ella no podía recordarlas.
El Flint que la había abrazado la noche anterior era diferente de lo usual. Sin embargo, si le preguntaban qué era distinto, le resultaba difícil señalar la diferencia con exactitud.
‘¿Será que se está desquitando? ¿Porque toqué su punto más vulnerable?’
Al amanecer, lo vio salir solo a la terraza y encender un cigarrillo. El cigarrillo sostenido entre sus largos dedos le resultó extraño. Por lo que Eliana sabía, Flint no fumaba.
Sin fuerzas para mover ni un dedo, se quedó mirando fijamente el humo que se elevaba hasta que se durmió. Cuando despertó, la ropa de cama estaba limpia. Debía de haber dormido tan profundamente que ni se dio cuenta de que él había arreglado todo.
—¿Estás muy cansada?
preguntó Flint, abrazando a Eliana. Ya no tenía ese rostro lleno de culpa como la primera vez que estuvieron juntos.
—¿Y a eso le llama pregunta?
Eliana soltó un gruñido por el punzante dolor muscular. Flint le masajeó la cintura y los muslos mientras decía:
—Es porque ha pasado mucho tiempo.
Eliana soltó una risa hueca.
—¿No cree que se excedió? ¿Solo fue anoche?
Flint evadió la pregunta sobre haberse excedido y respondió:
—Parece que ambos quedamos bastante satisfechos.
El rostro de Eliana se puso rojo intenso al recordar la noche anterior. No podía negar esas palabras. Se había aferrado a él con todas sus fuerzas…
‘¡Qué tonta fui!’
Eliana desvió la mirada. Al ver su reacción, Flint curvó los labios y añadió con malicia:
—¿Acaso tiene la costumbre de decir que le gusta una situación aunque no sea así? Así lo tomaré en cuent…..
—¡Fuera!
Al final, Flint fue golpeado en la cara con la almohada que Eliana le lanzó y lo echaron de la habitación. Él se rio y dijo:
—Podemos salir más tarde, así que duerme un poco más.
Eliana no dudó en volver a intentar conciliar el sueño.
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El Portal Mágico en la Fortaleza Howard brillaba, a punto de activarse. Los administradores estaban atareados revisando las piedras de poder mágico que lo alimentaban.
Oficialmente, se había anunciado que los Grandes Duques Howard activarían el Portal Mágico para una reunión con los grandes nobles del Norte. Como la reunión también estaba programada, la razón no era del todo falsa.
—Su Gracia el Duque, Su Gracia la Duquesa. Por favor, esperen un momento. Hay un ligero retraso por el cambio de las piedras de poder.
Flint respondió escuetamente a la voz que venía de afuera del carruaje:
—Entendido.
Eliana dormía profundamente, con la cabeza recostada en el muslo de Flint. Él sonrió con amargura mientras le acariciaba el cabello. En su rostro tosco, la alegría y la tristeza se alternaban. La complejidad de sus emociones era tan evidente que suspiró varias veces.
Afuera del carruaje, Mason Carteret, quien estaba a cargo de la escolta de la Duquesa, también tenía una expresión complicada. Una cara, que inevitablemente vería al llegar al Feudo Cyclamen, se le venía a la mente.
‘Irene…….’
Él quería volver a ser amigo de Irene, pero ella lo había cortado por completo.
—¿Amigos? ¡Si querías volver a ser amigos, no debiste haberte acostado conmigo desde el principio! ¡¿Quién fue el que sedujo a quién, eh?!
Su transición de amigos de la infancia «sanos» a una relación apasionada se había dado bajo la iniciativa de Irene. A pesar de eso, Mason no era tan descarado como para gritar: ‘¡Tú fuiste quien me sedujo!’. Además, ¿qué importancia tenía discutir ahora algo que había sido una acción de ambos?
—Yo también lo creo. No debimos haberlo hecho. Lo siento.
‘Es culpa del tonto que se dejó engatusar’
pensó Mason mientras lo decía, pero de inmediato recibió una bofetada de Irene.
Y él pensó que se lo merecía. Así que le ofreció la otra mejilla, e Irene no se negó y le dio otra bofetada.
—¡Bien! ¡Entonces olvídate de todo! ¡Haz lo que quieras! ¡Maldito bastardo!
En realidad, Mason Carteret no podía olvidar el día en que su amiga de la infancia se había colado en su habitación.
—Quiero acostarme contigo. Mason, ¿tú qué piensas?
Fue una tentación realmente vertiginosa. Mason tiró del brazo de Irene y liberó su deseo en ella.
Fue una relación secreta que comenzó a los dieciocho años, tan pronto como cumplieron la mayoría de edad, y duró un año. El arrepentimiento y la euforia se alternaban, atormentando su corazón, pero no pudieron detenerse. Su relación se interrumpió de forma natural cuando Irene se fue a estudiar al sur, pero se reanudó cuando regresó al norte. Una vez más, Mason no pudo rechazar a Irene.
‘¿No hay manera de no encontrarme con Irene?’
En realidad, Mason quería salirse de la comitiva. Sin embargo, no podía desobedecer a Gran Duque Howard, quien le había encomendado la escolta de la Duquesa.
Flint era un superior comprensivo con las circunstancias de sus subordinados, pero la incómoda relación entre Irene y él no era una razón adecuada para ausentarse de sus deberes oficiales.
Mientras Mason se cubría la cabeza con frustración, Clemence, el Comandante de los Caballeros de Howard, le dio una palmada en el hombro.
—¿Qué te pasa, Sir Mason?
—Nada, Comandante.
Se escuchó el grito de que el Portal Mágico estaba activado. Mason volvió a montar su caballo.
Con un fuerte grito, la vista cambió y llegaron al Feudo Cyclamen. La comitiva del Gran Duque se dirigió de inmediato al lugar de recepción.
Después de pasar un poco por la zona concurrida, un fuerte olor a mar se hizo presente. ¿No habían dicho que el paisaje era espléndido porque el mar se veía detrás de la mansión? Parecía ser cierto.
Al llegar a un lugar apartado, apareció una vasta propiedad. Se veía una mansión sofisticada que armonizaba maravillosamente con el paisaje natural.
Era la villa propiedad del Condado Russell, la familia materna de Flint. El actual Conde Russell era el hermano menor de la anterior Gran Duquesa Howard, una figura neutral en la política de la capital.
Cuando la carroza de Howard se detuvo, la puerta principal de la villa Russell se abrió. El mayordomo salió apresuradamente para recibir a los señores del Norte.
—Saludos a Su Gracia el Duque y a Su Gracia la Duquesa Howard. Soy Dylan, el mayordomo a cargo de esta villa. No esperábamos su llegada tan temprano. Enviaré un mensajero de inmediato a la mansión de Marqués Cyclamen.
Los sirvientes de la villa parecían ajetreados. Esto era natural, ya que Eliana había enviado una carta de antemano con todas las instrucciones para preparar la llegada de la delegación.
—¿Está lista la oficina?
preguntó Flint. El mayordomo inclinó la cabeza y respondió:
—Está lista. Los guiaré.
—¿Y el plano de la mansión?
preguntó esta vez Eliana.
—Lo tengo listo en la oficina.
Los Duques se dirigieron a la oficina guiados por el mayordomo. La oficina a la que llegaron era muy espaciosa. Había dos escritorios en el centro, mesas rodeándolos, dando la impresión de una sala de reuniones. Eliana asintió con la cabeza.
Mientras la pareja revisaba el plano de la villa, varias personas, incluido Gilbert, trajeron documentos en carretas. Entre ellos estaba Max. Max sonrió cuando sus ojos se encontraron con los de Eliana.
Habían traído a Max a propósito para visitar la sucursal del Gremio Asta en el Feudo Cyclamen. Pensaron que podrían tomarse un tiempo para encontrarse con Astin antes de que llegara la delegación.
Eliana, que volvía a examinar el plano, preguntó:
—¿No hay pasadizos secretos en esta mansión? No están indicados en el plano. Parece ser un plano público.
—Yo conozco esos.
Flint le había preguntado a su tío materno hace tiempo. Él señaló el plano con el dedo, indicando la ubicación del pasadizo secreto.
—Su Gracia el Duque, Su Gracia la Duquesa. Los Marqueses Cyclamen han llegado.
Al escuchar la voz de afuera, Flint extendió la mano hacia Eliana. Eliana tomó su mano naturalmente y recibió su escolta.
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La calma de Eliana se mantuvo hasta que se encontró con los Marqueses Cyclamen para revisar los preparativos.
Isaac y Sara Cyclamen habían manejado todo de manera impecable; Eliana solo tuvo que señalar algunos detalles menores para que los ajustaran.
Los mariscos servidos en la comida eran frescos y deliciosos. Parecía que la recepción de la delegación no tendría problemas. Aunque Eliana no podía saborear la comida como antes, ver a Pavel comer con una sonrisa constante hizo que a ella también le pareciera deliciosa.
—Está delicioso. Lia noona, ¿puedo ir con Charlotte a ver el mar?
A Pavel le encantaba que el mar se viera tan bien desde su habitación asignada. Aunque no había playa de arena, quería sumergir sus pies en el agua y chapotear.
—Claro, pero lleva a la escolta y regresa antes de que oscurezca.
Eliana sonrió complacida, viendo a Pavel salir corriendo. La idea del niño divirtiéndose en el mar azul le levantó el ánimo.
Sin embargo, su estado de ánimo decayó después de la reunión con los Grandes Nobles del Norte. Eran leales vasallos que habían servido al anterior Gran Duque Howard, ahora retirados de la primera línea.
Eliana sentía como si estuviera viendo la versión noble de los administradores nativos de la residencia Howard. A los administradores se les podía someter por su estatus, pero estos ancianos, al ser Grandes Nobles del Norte, eran difíciles de tratar.
Justo cuando Flint se había ausentado para una inspección de seguridad, Eliana tuvo que enfrentarlos sola.
—He oído que Su Gracia la Duquesa ha aumentado los impuestos en todas las propiedades. ¡Ejem!
—El que dio la aprobación final fue Su Gracia el Gran Duque. Cuando llegue, pregúntale directamente, Marqués Cyclamen.
Marquesa Cyclamen, que asistía a la Gran Duquesa, no sabía qué hacer al ver a su anciano pariente actuar de forma tan brusca.
—Su Gracia la Gran Duquesa. Me gustaría preguntar por qué no ha autorizado el desarrollo de la mina en nuestra propiedad Carteret.
Esta vez, Mason, que estaba en servicio de escolta detrás de la Gran Duquesa, reaccionó. La persona que acababa de hablar era su abuelo.
—Se les envió la razón de la denegación, si no me equivoco.
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