Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 91
Se tomó un trago de vino directamente de la botella, llenándose la boca. No era para emborracharse y olvidar el dolor.
Un gemido de insatisfacción cosquilleó en el cuello de Chowon cuando la punta de su verga no pudo entrar en su cuerpo y se deslizaba por sus labios vaginales. Chowon lo jaló de la oreja como si le estuviera diciendo que la mirara. Cuando él levantó la cabeza, ella le pasó los brazos por el cuello y lo bajó.
En cuanto sus labios se juntaron, Chowon giró su cuerpo y se subió encima de Seungjun. El vino fuerte se derramó por sus dientes separados, entrando en su boca.
Contrario a lo que esperaba, él no escupió el vino, sino que se lo tragó de buena gana. Pero mientras lo hacía, era increíblemente persistente en separar las piernas de Chowon e intentar meter su miembro. Si seguía así, Chowon podría desmayarse por el dolor antes de que él cayera desmayado por el vino.
—Mmm…
Chowon agarró el miembro que intentaba entrar en su cuerpo. Seungjun gimió por el repentino estímulo, y ella bajó sus caderas sobre sus muslos aprovechando el momento.
‘Así no podrá penetrarme.’
Ya que lo tenía controlado, lo dominaría hasta el final. Chowon empezó a mover la mano que sostenía su verga. ¡Slush, slush!, frotó el miembro duro con tanta fuerza que el sonido de la fricción se escuchó claramente en la habitación. Una vez que agarró la punta blanda y la exprimió, tal como esperaba, el forcejeo de su cuerpo se calmó como por arte de magia.
—Ha… mmm…
—Jefe de equipo, ¿se siente bien? Por ahora, solo hagámoslo así, ¿sí?
No necesitaba una respuesta para saber que él estaba sumido en el placer. Quizá porque sus ojos eran de color ámbar, pero la forma en que miraba a Chowon era como si la miel se estuviera derritiendo.
‘Este hombre de verdad puede perder el control de esta manera.’
Verlo tan suelto, sin ningún control, era abrumador y a la vez muy sexy. Aunque era ella la que lo acariciaba, las piernas de Chowon empezaban a humedecerse.
A medida que la mano de Chowon se movía más rápido, los movimientos de Seungjun se volvían más lentos y su respiración más agitada. Estaba a punto de taparle la boca, cuando, en lugar de jadeos, un gemido bastante fuerte se escapó.
‘¡Agh!’
La base que tenía en la mano se hinchó. Chowon no pudo apartar la mirada del increíble espectáculo: la base del miembro humano se había hinchado, tomando la forma de dos ciruelas. Y luego se horrorizó una vez más.
‘¡Ay, está saliendo!’
Un líquido blanco brotó por la punta. Miró a su alrededor a toda prisa para encontrar algo con qué limpiarse, pero no había nada a la mano.
En medio de su torpeza, el semen se derramó. Era tan fuerte la fuerza con la que salía que salpicó por todas partes. Desesperada, intentó detenerlo con su mano, pero el líquido pegajoso como leche condensada la empapó y se escurrió por entre sus dedos.
‘No sirve de nada…’
Chowon suspiró profundamente, viendo sus manos, la pinga de él, su camisa y su ropa interior, todos cubiertos de semen y hechos un desastre.
Ya estaba arruinado. Pensó que le pondría ropa limpia. Cuando se limpió el semen de la mano en los calzoncillos de él e intentó levantarse, Seungjun la abrazó y no la soltó. Y, como la noche anterior, le lamió la piel…
—Ah, mmm, me hace cosquillas.
Sus ojos perezosos parecían estar sonriendo. Era la primera vez que veía sus ojos y su expresión mostrando sus emociones sin filtros. No sabía si era un hábito del trabajo o solo su personalidad. El jefe de equipo no era de los que mostraban sus sentimientos fácilmente.
—¿Se siente tan bien?
Yo me siento terrible.
—Ay…
Chowon volvió a agarrar la botella de vino. Solo después de que se tomó unos tragos más, el brazo que la abrazaba con fuerza en la cintura se relajó.
Era una suerte que este hombre no fuera muy bueno para beber.
Después de diez minutos, en los que Seungjun siguió tocando el cuerpo de Chowon, finalmente se durmió. Chowon le picó la mejilla un par de veces y luego con cuidado le quitó los grilletes de sus extremidades.
Le quitó toda la ropa que estaba hecha un desastre. Tomó ropa nueva del cajón, pero antes de ponérsela, tuvo que limpiar el cuerpo que estaba cubierto de semen.
La mejilla de Chowon se puso roja cuando mojó una toalla y limpió el cuerpo desnudo de Seungjun. Los muslos donde se había sentado estaban húmedos. Chowon limpió su propio lubricante rápidamente, para que nadie la viera.
Pero no fue tan rápida para limpiar su parte más íntima. No podía apartar la mirada de la base de la polla, que no daba señales de desinflarse.
‘Es increíble.’
¿No le duele? El bulto que sentía a través de la tela estaba tenso y duro. Incapaz de contener su curiosidad, lo presionó con el dedo índice.
—Mmm…
Seungjun gimió y se removió, y luego abrió los ojos lentamente.
‘¡No! ¡No!’
No podía despertarse ahora que le había quitado los grilletes.
—Jefe de equipo, no. Siga durmiendo.
Chowon se subió sobre él rápidamente antes de que se levantara.
—¿Quiere un poco más de vino?
Debía volver a dormirlo. Chowon agarró la botella y, justo cuando iba a tomar un trago, se sobresaltó.
Parecía que de verdad quería comer algo. Pero no era vino.
Seungjun le quitó el vestido a Chowon por debajo de los hombros y le mordió el pezón.
—Ah, mmm… con un poco, más de suavidad…
Su mente se volvió borrosa con las caricias, en las que alternaba succionando el pezón y el pecho, y tocándola con la mano. A juzgar por los movimientos delicados de su lengua y manos, esto no era algo que hiciera el instinto de un lobo. Era la conciencia de un humano poseída por la conciencia de una bestia.
Y ahora que lo piensa, ¿no era así antes? Finge que no le importa, pero se excita al ver sus pechos. La primera noche que pasaron en esta cama, cuando Chowon le mostró sus pechos, él perdió el control por completo y se abalanzó sobre ella.
‘Qué tierno.’
¿Qué estoy diciendo? ¿Llamar “tierno” al jefe de equipo? ¿Te volviste loca, Hong Chowon?
Afortunadamente, no había perdido el efecto del alcohol por completo. Seungjun pronto se durmió. Con los labios rojos, aferrado a su pezón.
‘Parece un bebé, ¿no?’
Chowon se rio, y luego frunció el ceño de repente. ¿Un bebé? Era una palabra que no le quedaba ni una pata de hormiga al jefe de equipo. Sentía que este hombre debió de nacer con el ceño fruncido y vestido con un traje.
—Jefe de equipo, ¿de verdad se convirtió en un hombre lobo?
No había respuesta… Al ver al hombre que dormía pacíficamente con el pezón en la boca, Chowon no pudo evitar suspirar.
—Jefe de equipo…
¿Qué vamos a hacer ahora?
Aunque sabía que él no la entendería, se tragó su frustración y dijo con firmeza:
—Lo voy a proteger, cueste lo que cueste.
Si él estuviera en su lugar, la protegería sin importar lo que pasara. Por eso, Chowon no podía rendirse.
—Princesa.
Al escuchar que la llamaban, Chowon abrió los ojos de golpe. “¿En qué momento me quedé dormida?”. La habitación ya estaba a oscuras.
—¡Ay! ¿Jefe de equipo…?
Se giró sorprendida y sintió alivio. Seungjun aún seguía durmiendo con el rostro escondido en su pecho. Chowon se aseguró de vestirlo con cuidado, le puso las cadenas y luego se acercó a la puerta.
—¿Qué pasa?
Cuando abrió la puerta un poco, se encontró con Astrid.
—El prisionero del calabozo ha insistido en verla, princesa.
Se refería a Dorothea. “Ayer quiso ver al duque, ¿ahora me toca a mí?”. No sabía qué tramaba, pero le molestaba.
—¿De qué se trata? No tengo tiempo para perderlo escuchando quejas inútiles.
—No sé con exactitud, pero el guardia dice que la mujer le dijo que tenía algo que decirle a la princesa, ahora que ha salido la luna llena.
—¿Luna llena?
Al escuchar eso, Chowon se dio cuenta.
‘Esto es obra de Dorothea.’
¡Chiiik!, la pesada puerta se abrió con un sonido lúgubre. Chowon se tapó la nariz con la manga por el olor a humedad y moho que salía del calabozo.
Siguió al guardia que llevaba la antorcha y bajó por la escalera de piedra. Al doblar la esquina, Dorothea, que estaba sentada detrás de las rejas de madera, se levantó lentamente.
—¿Qué sucede?
Chowon se detuvo a unos dos pasos de las rejas y preguntó con un tono tranquilo, pausado y digno, como si nada pasara.
—Princesa, ¿salió la luna llena? El guardia me lo dijo. Me dijo que anoche hubo luna llena.
Dorothea no pudo terminar de hablar y se rio a carcajadas, como si no pudiera contener su alegría. Mientras la risa resonaba en el calabozo, el rostro de Chowon se endureció. “¿Será que así suena la risa de un demonio resonando en el infierno?”.
Sintió ganas de olvidarse de que era una princesa y de toda su dignidad, y de agarrarla del cabello. “¡Maldita loca!”, quiso gritar para desahogarse.
‘¿Qué te hice yo?’
Se sintió como si un perro rabioso la hubiera mordido sin razón alguna.
No debió haberla elegido como su doncella. No debió sentir lástima por ella solo porque decían que estaban en la misma situación. Pensó que, como ambas estaban en la misma situación, se entenderían y tendrían una buena relación en la que se curarían mutuamente, pero fue una tonta decisión, un juicio ingenuo sobre la naturaleza humana.
Chowon contuvo su ira por un momento, apretó los dientes y preguntó:
—Fuiste tú, ¿verdad?
—Estuve esperando por usted todo el día, princesa. Pero qué despistada, tuvo que esperar a que le diera una pista para venir.
¡Grrr!, rechinó los dientes. Chowon, que había apretado los puños, se los aflojó y le hizo una seña al guardia.
—Salgan un momento.
Solo un número muy reducido de personas sabía que al duque le había pasado algo. Por lo tanto, el guardia no podía escuchar la conversación con Dorothea.
—Princesa, pero esa mujer…
—Está en la cárcel. Y yo tengo mis armas, así que…
Chowon señaló con su mano las dos dagas que llevaba en el cinturón. El guardia salió después de que le dijo que lo llamara si pasaba algo, y Chowon se quedó mirando a Dorothea, que se reía detrás de las rejas.
—El intento de asesinato del duque no terminará con un simple convento.
—¿Será?
—¿Quieres hacer un trato?
Dorothea sonrió como si por fin se entendieran y asintió lentamente.
—El duque me dijo que no haría tratos con criminales.
Chowon recordó de repente lo que Seungjun había dicho la noche anterior. Si era un principio que él defendía, Chowon también debía respetarlo, pero esta vez no tenía opción de romperlo. Después de todo, era un trato que tenía que ver con la vida de Seungjun y la suya propia.
—Entonces, ¿qué me ofreces y qué quieres?
—Le diré qué veneno usé. Para que pueda encontrar el antídoto.
¿Un veneno que tenía antídoto? El corazón de Chowon empezó a latir rápido, ante una esperanza incierta.
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