Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral?

—Tenemos el mismo padre, ¿no?

‘¡Padre, ni qué nada!’

Solo era un libertino desvergonzado, la causa de todo este desastre.

El pueblo natal de Dorothea, Telpes, era un balneario de aguas termales que la realeza frecuentaba. El anterior rey también lo visitaba a menudo y, por supuesto, no pudo evitar sus malos hábitos.

Los que se habían reunido en la sala de audiencias comenzaron a murmurar ante la asombrosa revelación, pero Dorothea no dijo nada. En cambio, sus ojos llenos de ira y resentimiento confirmaban la verdad.

—Tú y yo somos víctimas. Pero el anterior rey no está aquí para que nos venguemos, tampoco sabemos dónde está la bruja. Así que, ¿buscabas vengarte de mí? No, desde el principio, tal vez estabas más interesada en arrastrarme al mismo infierno que tú, en lugar de vengarte.

El motivo para atormentar y detener a la persona que iba a romper la maldición por el bien de todos, incluyéndola a ella, era sin duda…

—Celos.

—…….

—Los celos pueden volver loca a una persona fácilmente.

No fue hasta que fue humillada por el divorcio y exiliada a Telpes que se dio cuenta.

La razón por la que nunca había podido tener un hijo con su esposo y por la que no había podido evitar que una amante le arrebatara todo, era porque era la hija ilegítima del anterior rey.

Su familia se lo había ocultado durante más de veinte años. Dorothea, sin saberlo, había hecho un esfuerzo inútil para ganarse el aprecio de su padre, quien la despreciaba.

La sensación de vacío que sintió al enterarse de la verdad…

Ese vacío pronto se llenó de odio. Y el día que conoció a la princesa, el odio que se había estado pudriendo finalmente se desbordó.

El interés y la admiración de todos por haber derrotado a los ladrones. La belleza de la princesa, que, a diferencia de ella, era de aspecto sencillo, pero cautivaba la atención de todos de inmediato. Y el esposo que la amaba tanto que daría su vida por ella, a pesar de que sabía que no podía tener hijos.

A diferencia de ella, que lo había perdido todo por la maldición, la princesa lo tenía todo a pesar de la maldición.

En el momento en que se dio cuenta de eso, algo se rompió dentro de ella con un crujido. Probablemente fue su razón.

‘Esto es injusto. Tú y yo somos de la misma sangre de ese mujeriego, entonces, ¿por qué tú eres preciosa y yo soy tratada como un insecto?’

Dorothea, que había perdido la razón, hizo algo que la antigua ella nunca hubiera hecho. Comenzó a sembrar la inseguridad en el corazón de la princesa poco a poco. Quería que esa inseguridad corroyera su mente, como había sucedido con la de ella.

Su conciencia le dijo que no lo hiciera, pero la euforia que sentía cada vez que el rostro de la princesa se oscurecía la hizo olvidarlo. Y así, las cosas se salieron de control, hasta llegar a este punto.

Como dijo la princesa, los celos pueden volver loca a una persona.

Y la locura de Dorothea no tenía fin.

‘Ya es muy tarde’

El sol ya se había ocultado detrás de la colina. En el camino a la mazmorra, Greta se inclinó y le susurró a Dorothea, que miraba el cielo sin prestar atención:

—Aun así, por favor, no me odie demasiado, señorita. Le oculté el mayor de sus crímenes hasta el final. Es como si le hubiera dado una oportunidad, así que, por favor, pídale a Barón Telpes que perdone mi vida…

—Pronto habrá luna llena.

Una sonrisa burlona apareció en el rostro indiferente de Dorothea, que seguía mirando al cielo.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Después de arreglar el desorden que Dorothea había creado, pasó una semana en un abrir y cerrar de ojos.

En ese tiempo, Rothe se había ido a Telpes. Como era un error de la familia Telpes haberla incluido como candidata a doncella, sabiendo que era hija ilegítima del anterior rey, era su responsabilidad hacerse cargo de Rothe, quien había sufrido tan duras consecuencias.

Greta había sido ejecutada hace unos días, Dorothea todavía estaba en la mazmorra del castillo del duque.

—Me dijeron que fue a la mazmorra hoy, ¿verdad?

Tan pronto como se subió a la cama, Chowon tomó la mano izquierda de Seungjun. Estaba ansiosa por saber qué se habían dicho, ya que Dorothea había pedido hablar con el duque.

—¿Qué le dijo esa mujer?

—Nada importante. Solo dijo tonterías.

—¿Qué tonterías?

—Dijo que el puesto de duque debería haber sido el de su padre.

Seungjun escondió las palabras que no se habían borrado de su mente en todo el día y evadió la pregunta.

—Solo estaba suplicando. Le dije que no hago tratos con criminales y me fui.

El castigo de Dorothea aún no se había decidido. A pesar de ser la instigadora de este terrible incidente, era noble y, al parecer, tenía sangre real, por lo que era muy probable que no fuera ejecutada como Greta. Podría terminar en un convento por el resto de su vida.

‘Ricos o nobles, la gente es igual en todas partes’

Chowon suspiró y desvendó su mano izquierda. Con cada capa que retiraba, la mancha de sangre en la venda blanca se hacía más grande.

‘¿Por qué no sana?’

La herida de la daga de Dorothea, que se había clavado en su mano, no había sanado en una semana. Era una herida superficial de apenas un centímetro de largo, por lo que la piel ya debería haberse cerrado y debería tener una costra, pero todavía sangraba.

—Ya está.

Seungjun apartó la mano al ver que Chowon la seguía mirando con tristeza.

—Sanará con el tiempo.

—El tiempo ya ha pasado.

Seungjun se vendó la mano de nuevo y miró por la ventana. Como estaba nublado, ni la luna ni las estrellas se veían en el cielo nocturno, las campanas de las once resonaron en el aire.

—No es momento para esto.

Su mirada regresó a la cama y se posó en la chemise de verano, tan delgada como las alas de una libélula. La tela blanca se alzaba en la curva de sus pechos, una visión exquisita. En la cima, los pezones se endurecían lentamente bajo su mirada penetrante, empujando la tela translúcida.

—Es hora de trabajar horas extra.

Se quitó la camisa de un tirón. Antes de que la tela tocara el suelo, le agarró la barbilla a Chowon y se tragó sus labios. El roce húmedo y pegajoso de sus cuerpos se mezclaba con gemidos ocasionales.

—Ahhh, jefe… Basta…

—¿Qué he hecho?

Lo único que Seungjun hizo fue recorrer su chemise con un dedo. El problema era Chowon, que se había convertido en un perro de Pavlov. Ahora, con solo un ligero toque de él, su cuerpo se ponía en alerta, esperando el éxtasis.

Así que no pudo evitar temblar ante el más mínimo estímulo.

Cada vez que sus nudillos duros delineaban el contorno de sus senos, la carne suave se aplastaba bajo la ligera presión. La anticipación llegó al extremo cuando su mano hizo un círculo y se acercó lentamente a sus pezones.

—¡Ahhh!

—Si solo hubiera hecho eso, la palabra ‘basta’ tendría sentido.

Los nudillos de Seungjun golpearon sus pezones erectos y Chowon soltó un aliento agitado, temblando por todo el cuerpo. Era difícil soportarlo con solo el toque de su mano, pero la tela que se arrugaba y se frotaba contra su piel la hizo estremecer.

Por supuesto, sus juegos no terminaron ahí. Seungjun atrapó la carne suave entre sus gruesos nudillos y la hizo rodar. Cada vez que sus pezones se retorcían, Chowon agitaba sus piernas y arrugaba las sábanas de la cama.

—Mmm…

Su aliento se le escapaba, su boca abierta fue invadida por su lengua caliente. A pesar de que sabía que Chowon no estaba en condiciones de besarlo, Seungjun enredó su lengua con la de ella con insistencia y la succionó.

Empujada por su fuerza, Chowon se desplomó en la cama. Seungjun miró su pecho, que subía y bajaba con su respiración, comenzó a desabrochar su cinturón de cuero. Chowon lo miró fijamente, con la visión borrosa, mientras él se quitaba los pantalones.

—La ropa.

Dio una orden corta, como solía hacer en la oficina. Pero la imagen de su jefe abriendo sus piernas, frotando su cuerpo contra ella y cerniéndose sobre ella, estaba muy lejos de lo que solía ver en el trabajo.

‘Es un hombre tan experimentado, ¿por qué actúa así?’

Una mirada de deseo. Una respiración agitada, aunque solo la estuviera mirando. Y su virilidad, presionando su intimidad a través de la delgada tela, como si fuera a penetrarla en cualquier momento.

Seungjun siempre se emocionaba como si nunca hubiera visto a una mujer desnuda, justo antes de que ella se quitara la ropa.

Chowon tomó una gran bocanada de aire caliente y sudoroso y se tocó su propio cuerpo con las manos húmedas. Cuando agarró el borde de la chemise, que peligrosamente se posaba en sus muslos, la nuez de Adán de Seungjun se movió.

Habían pasado innumerables noches juntos, pero el nerviosismo seguía ahí. Chowon también tragó saliva y lentamente se subió la tela por encima de la cabeza.

—Uf…….

Él, que siempre era tan tranquilo, no tenía paciencia en la cama. Sus labios calientes se frotaron contra su piel desnuda, subiendo por su cuerpo.

‘Me hace cosquillas’

Chowon, que se estaba retorciendo y subiéndose la ropa por el pecho, se detuvo de repente y se puso rígida.

—¡Ahhh!

Tan pronto como sus pezones tocaron el aire exterior, fueron absorbidos por una boca caliente y húmeda. Chowon, aún con la ropa puesta, se arqueó al sentir el feroz movimiento de su lengua.

—Ahhh… jefe… está… mmh, presionando demasiado a su subordinada, ¡ahhh…!

El brazo y la ropa que le cubrían la cara fueron tirados hacia abajo. Ella trató de ocultar su rostro sonrojado, pero fue detenida de nuevo tan pronto como sus ojos se encontraron con los de su jefe, que le chupaba el pezón profundamente.

—¿Por qué se tapa la cara?

—Me, me da vergüenza…

Una risita le hizo cosquillas en su pezón, que ahora estaba pegajoso por la saliva.

—Ahhh…

—El trabajo debe ser reconocido.

—El trabajo lo está haciendo usted ahora.

—Entonces aprenda bien.

‘¿Para qué voy a aprender a chupar y lamer?’. Chowon miró al hombre que le mordía el pezón de nuevo y se sonrojó sin querer al recordar lo que le estaba pinchando el muslo.

‘Aun si nos hemos acostado innumerables veces, que me chupe eso…’

Justo cuando pensó que se había acostumbrado a que él le acariciara los pezones como si estuviera rodando un dulce, su lengua, con la punta afilada, presionó y se metió en la carne suave del pezón.

—¡Ahhh!

Estaba tan extasiada por las caricias que sentía en el pecho que no se dio cuenta de que su ropa interior se estaba desprendiendo de su entrepierna. Al quitar la tela que se le había pegado a la piel, un hilo plateado se extendió y se rompió.

El juego apenas estaba comenzando. Él se deslizó por su piel, ya húmeda, como si alguien hubiera derramado miel.

Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 88

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