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Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 85

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—Tengo un mal presentimiento.

 

¡Clang!

 

La hoja de la espada, desenvainada, brilló bajo la luz de la vela.

 

—Señorita… hemos llegado demasiado lejos. Antes de que no haya vuelta atrás…

 

Un líquido siniestro de color rojo oscuro goteaba de una botella negra, empapando la hoja, gota a gota.

 

—Esa mujer, está demasiado tranquila.

 

El olor metálico a sangre se esparció por la habitación, y Greta, la criada de Dorothea, se tapó la nariz con la manga.

 

—Por favor, deténgase…

 

Pero por más que Greta tratara de disuadirla, su señora no la escuchaba. Solo giraba lentamente la daga de un palmo de largo para que la sangre cubriera la hoja de manera uniforme.

 

—¿De verdad tiene que hacerlo? Si la descubren, no escapará de la muerte…

—Por si acaso, vete del castillo ahora mismo.

 

Aunque Greta estaba preocupada por su propia vida, también le preocupaba mucho la vida de la señorita a la que había servido desde que nació.

 

—Por favor, no lo haga. Yo iré a ver al mago para que me dé más veneno, y así podremos deshacernos de Motte y hacer como si nada hubiera pasado. Aún no es demasiado tarde.

 

Había obedecido a su señora durante mucho tiempo, pero ni por un solo momento había entendido sus motivos.

‘¿Por qué está tan obsesionada con la princesa…?’.

No es que no supiera la lamentable razón, pero saberla no significaba que la entendiera.

‘Esto no es una venganza, ¿entonces qué es…?’.

Greta suspiró profundamente al ver los ojos de su señora, que parecían brillar con locura.

 

—Por favor, piense solo en su vida y sea feliz…

—¿Cómo? ¿Casándome con un noble viejo que no necesita tener hijos?

 

La voz era tan afilada como la hoja teñida de sangre.

 

—Pero la princesa dijo que va a romper la maldición. Entonces usted también podría…

—Viviré soltera por el resto de mi vida.

—Señorita…

—La princesa no podrá romper la maldición.

 

La hoja, empapada en sangre maldita, emitió un sonido escalofriante al deslizarse de nuevo en su vaina.

 

—Sufriremos juntas en este infierno por el resto de nuestras vidas.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

—Entonces, cuento contigo.

 

Seungjun le acomodó el collar de rubíes que llevaba Chowon alrededor del cuello y terminó con esas palabras.

 

—No me digas que no confías en mí, ¿verdad?

 

Sus cejas se movieron un poco ante la aguda pregunta. Él era de los que no dejaban ver sus verdaderas intenciones en su expresión, pero esta mujer lo había descubierto.

Decidió no participar en el interrogatorio para mantener la objetividad. Mientras Chowon se encargaba de limpiar su nombre, Seungjun tenía algo más que hacer.

 

—Yo también cuento contigo.

 

Al asentir, Chowon se giró hacia las criadas y guardias que esperaban en el pasillo, frente a la sala de audiencias. Seungjun la detuvo cuando dio un paso y le susurró al oído para que la gente no lo escuchara.

 

—Pero, ¿no sospechas?

 

Pensó que ella le preguntaría si había sido infiel. Chowon se volteó y lo miró con ojos curiosos, a una distancia muy corta.

 

—No me parece que el jefe sea una persona que pueda manejar a dos mujeres.

 

Su ceño se frunció ante esas palabras sin sentido.

 

—¿Qué quieres decir?

—No, no me refiero a su resistencia.

 

‘Su personalidad…’

Chowon se rió sutilmente y cambió de tema.

 

—Creo que su resistencia es suficiente para diez.

 

Ella levantó el pulgar, alabándolo, pero la expresión del hombre no era muy buena a pesar de recibir un cumplido tan sincero.

 

—¿Quiero crear un harén? No necesito a diez.

 

Él solo la necesitaba a ella.

Chowon se divirtió un poco molestándolo y luego se puso la solemne máscara de princesa. Cuando ella desapareció hacia la sala de audiencias, Seungjun también se fue con su sirviente y sus subordinados.

Parada frente a la puerta de la sala de audiencias, Chowon rumiaba las palabras que había escuchado hace poco en el vestidor.

 

—Lo preparé yo sola.

 

Mientras Dorothea metía la ropa que Chowon se había quitado en el cesto de la ropa sucia, Gisela, que le ajustaba el cordón del vestido, murmuró para que solo ella la oyera. ‘Quizás fue una buena idea dejarlas juntas’. Gracias a eso, se había enterado de que Dorothea había hecho algo sospechoso al desobedecer las órdenes y ausentarse.

Chowon sintió la presencia de Dorothea detrás de ella y entrecerró los ojos.

‘¿Qué habrá hecho esa mujer en ese tiempo?’.

Los guardias abrieron de par en par la puerta de la sala de audiencias. Cuando Chowon entró, los que estaban sentados en las sillas alineadas se levantaron y la saludaron con respeto.

Chowon frunció el ceño al ver los rostros de los que se habían reunido. Había gente a la que ella no había llamado.

 

—Hay más gente de la que esperaba.

 

Chowon murmuró su desaprobación mientras pasaba frente a Bastian.

 

—He llamado a más personas para garantizar la objetividad y la equidad.

 

Su suposición de que había sido obra de Bastian era correcta. Qué poca perspicacia.

Cuando Chowon se sentó en la silla sobre la plataforma, los demás también se sentaron. Al lado de Chowon se encontraban Walter y sus caballeros de élite, como había solicitado Seungjun.

De inmediato, los caballeros trajeron a Motte, aterrorizada, y la sentaron en una silla en el centro de la sala de audiencias.

 

—Antes de empezar el interrogatorio.

 

Chowon miró a Motte, que estaba encorvada al borde de la silla, temblando como un ratón acorralado.

 

—Prometo que no te haré daño. Así que dime la verdad.

 

Todos parpadearon ante la generosa actitud de la princesa. Por su tono de voz, no parecía una trampa ni una amenaza oculta. Alguien se conmovió y otros se preocuparon por el hecho de que la princesa estuviera dispuesta a perdonar a una humilde campesina que podría ser la amante de su esposo. Ellos no podían saber que solo lo decía para garantizar la integridad de su testimonio.

El interrogatorio fue dirigido por Bastian. Las preguntas comenzaron con cómo y cuándo la habían encerrado en la torre. Al principio, Motte no pudo hablar frente a tantos ojos y la princesa, pero poco a poco, comenzó a responder.

 

—Dices que no viste nada, entonces, ¿cómo sabes que ese hombre era el duque?

 

Bastian preguntó al escuchar que el hombre, que era el duque, solo venía al amanecer, con todas las luces apagadas.

 

—E-es que él me lo dijo… snif.

 

Motte, que se dio cuenta de que estaba acorralada en cuanto empezó el interrogatorio, comenzó a sollozar. Como ese hombre había dicho, no tenía ninguna prueba aparte del pañuelo del duque.

 

—Entonces, cuenta todo lo que sabes del duque.

—Su, su voz era grave pero baja… y era muy alto. Además… su, su cuerpo parecía estar bien entrenado…

—De hombres así, hay al menos diez en esta sala de audiencias.

 

Bastian frunció el ceño y señaló a los soldados que custodiaban la sala, como para que se dieran cuenta.

 

—Me, me pidió que lo llamara Tristan.

 

Chowon, que había estado en silencio, se rió por lo bajo en ese momento. ‘Nunca pensé que oiría el nombre del duque de Rodell de la boca de Motte’.

El jefe no consideraba a ‘Tristan’ como su verdadero nombre, así que era imposible que le hubiera pedido que lo llamara así. Era una prueba tan inútil como inverosímil. Sería lo mismo que confesar que era una reencarnada.

Al final, su risa se convirtió en un suspiro.

 

—¿Algo más?

 

Cuando Bastian preguntó, Motte se jaló la ropa y, después de dudar un largo rato, comenzó a hablar.

 

—En algún momento, trajo algo que olía bien…

—¿Te trajo comida? ¿Cómo es eso una prueba?

—No, no… no era para comer…

 

Motte se sonrojó. Chowon, que era la única que entendía lo que quería decir, también se sonrojó. Estaba mitad avergonzada, mitad enojada. ‘Tener que revelar lo que usaban en la cama frente a todos’. Quería agarrar del cuello a la persona que había provocado todo esto.

 

—Uf…

 

Chowon suspiró una vez y, con calma, sacó un recipiente de cerámica roja de su bolsillo y se lo entregó a un guardia que estaba a su lado. Se lo había llevado del dormitorio por si acaso.

 

—Llévale esto a esa mujer.

 

Como era de esperar, en cuanto abrió el recipiente, los ojos de Motte se abrieron de par en par.

 

—Sí, sí, es esto.

—Eso es…

 

En ese momento, Dorothea, que estaba de pie en silencio debajo de la plataforma, habló de repente.

 

—¿No es el aceite de coco que está en el dormitorio de la princesa?

 

Chowon la observó en silencio, mientras ella se cubría la boca con las manos, fingiendo sorpresa. Tal como Dorothea había querido, la gente comenzó a murmurar.

De vez en cuando, se escuchaban voces que decían que el aceite era un objeto costoso que no se podía obtener fácilmente, y que, por lo tanto, la mujer debía ser la amante del duque. Chowon, aunque sabía la verdad, se quedó en silencio.

 

—¿Quién te cuidó?

 

Sin importarle los murmullos de la gente, Bastian continuó con el interrogatorio.

 

—Era una señora…

 

Chowon pensó que Bastian había hecho una buena pregunta, así que rompió el silencio y le preguntó directamente a Motte.

 

—¿Ella lo sabría?

—Sí.

—¿Su nombre?

—No me lo dijo. Solo me dijo que venía por orden de la señora Steinberg, cuando vino a nuestra casa…

 

¡Jadeos!

 

El sonido resonó en la sala de audiencias. Todas las miradas, excepto las de Chowon y Motte, se dirigieron a la jefa de las criadas, y Astrid se puso pálida al ser acusada de repente.

 

—Princesa, le juro que no soy yo.

 

‘Eso ya lo sé’. Aunque no podía decirlo en ese momento. Chowon agitó una mano, indicándole que se retirara, y siguió preguntándole a Motte.

 

—¿Qué edad tenía la mujer?

—No sé con exactitud, pero parecía de unos cuarenta años.

—¿Y su apariencia?

—De cuerpo robusto, cabello castaño rojizo. Ah… Tenía pecas en la cara, y recuerdo que sus ojos eran de un verde oscuro.

 

Coincidía con la apariencia de la criada de Dorothea. Su nombre era… ¿Greta? Chowon miró a Dorothea de reojo. A diferencia de cuando se había emocionado por el aceite de coco, ahora parecía un poco nerviosa.

‘¿Acaso me subestima demasiado?’.

Quería que la princesa se cegara por los celos. Tal vez quería que ella se encerrara en la cama y llorara a mares, sin siquiera verificar la verdad. O quizás quería un escenario en el que, consumida por los celos, matara a la amante.

Pero como el interrogatorio se estaba llevando a cabo con calma, ¿qué tan nerviosa estaría? ‘Ojalá se delate sola’


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