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Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 54

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—Señor Walter.

—Sí, Princesa.

—¿El Duque siempre fue tan bueno con la espada desde que se unió a la banda de mercenarios?

—Mmm… Bueno, la verdad es que solía ser bueno, pero un día de repente, no sé qué le dio…

 

Walter dejó la frase inconclusa, pero Chowon entendió sin que tuviera que decir más. El primer día que se despertó en el palacio, Chowon también escuchó que la princesa se había vuelto tonta.

 

—Aun así, sus bases son sólidas y tiene un gran conocimiento táctico…

 

‘Claro, es un hombre coreano que sirvió en el ejército…’

 

—Y practicaba a la menor oportunidad. Día y noche. Hasta que sus manos se rajaban y sangraban.

 

Las comisuras de la boca de Chowon se cayeron al recordar los callos gruesos en las manos que la tocaban todas las noches.

 

—Es un hueso duro de roer. Ah, claro, en el buen sentido.

 

‘¿Hueso duro de roer? No tuvo otra opción si quería sobrevivir.’

 

—Además, también era un bicho raro.

 

Walter soltó una risita ahogada y charló sobre los días en el cuartel del desierto, sobre el caballero de rango inferior, Tristán.

Mientras todos buscaban riqueza y estatus, solo él luchaba pensando en la princesa, a quien los demás veían como un estorbo. Por esa razón lo llamaban bicho raro.

 

—Incluso después de matar al dragón. Creíamos que nos habríamos visto envueltos y habríamos muerto, ¡pero salió caminando como si nada! Bueno, sí se desplomó después de unos pasos… Todos se emocionaron y fue un caos total.

 

El rostro de Chowon se ensombreció mientras escuchaba historias que Seungjun nunca le había contado.

‘¿Qué tan abrumador debió ser cuando le arrojaron esa tarea imposible a la cara?’

Sintió un nudo en la garganta. El “Jefe de Equipo” que veía de lejos le parecía un solucionador de problemas que lo sabía todo, pero el “Jo Seungjun” que veía de cerca era solo un ser humano. Una persona normal que también tenía sus miedos y cosas que no podía hacer. Un forastero que, como Chowon, se equivocaba y se sentía perdido porque todo aquí era nuevo.

Aun así, simplemente hacía su trabajo en silencio. Nunca la escuchó quejarse de lo difícil que era.

‘¿No se sentirá solo?’

Su corazón anhelaba acercarse y abrazar esa ancha espalda.

 

—¿Y sabe cuál fue su primera frase?

—… ¿Cuál?

—Dijo que ya podía ir a buscar a la princesa, se sintió conmovido.

 

Walter bajó la mirada al rostro de la princesa, que parecía que iba a llorar, y le hizo una petición.

 

—Los sentimientos de ese hombre hacia usted, princesa, son así de profundos. Por favor, trate de entenderlos.

 

No, los sentimientos de ese hombre por Chowon no eran así.

Esto no era amor, era solo un accidente.

Aun sabiendo eso, sus propios sentimientos por él se inclinaban cada día más hacia un lado inesperado. Este accidente imprevisto ya estaba fuera de control. Lo único que Chowon podía hacer era no dejar que él se diera cuenta de lo que sentía.

 

—¿No tendrán frío? Ambos están vestidos tan ligero……

 

Irene se estremeció como si se le pusiera la piel de gallina con solo verlos.

 

—Sí, la verdad……

 

Los dos hombres solo vestían un pantalón y una túnica delgada. Y esto, con el rocío de la escarcha cubriendo el pasto.

Además, la túnica de Seungjun estaba empapada en sudor. Se veían claramente los músculos de su espalda debajo.

Chowon recordó la cicatriz que estaba debajo de la camisa mojada. La huella de su desesperada lucha por sobrevivir no solo estaba en su hombro. Las marcas que había observado de cerca cuando estaban solos, también se habían convertido en heridas profundas en el corazón de Chowon. A veces, en las noches en las que no podía dormir, buscaba esas marcas en el cuerpo dormido de él y las tocaba una a una.

Estaba recordando con tristeza las cicatrices que podrían haberle costado la vida si hubieran sido un poco más profundas o desviadas, cuando escuchó un comentario fuera de lugar a su lado.

 

—Ver a los hombres pelear sin siquiera tener la ropa adecuada, como si fuera una pelea de perros, me parece algo muy vulgar. A mí, que no soy una humilde sierva, me resulta de lo más corriente. Tal vez sería diferente si fuera un torneo a caballo.

—Entonces entra.

 

Los ojos de la princesa, al voltearse hacia Gisella, eran tan fríos como la brisa helada de la montaña Himmel.

 

—¿En serio crees que la forma en que actúas todo el tiempo es cool? Solo eres grosera.

 

Las damas de compañía querían preguntar qué era cool, pero el ambiente era tan hostil que no se atrevieron.

 

—Cuando seas mayor, te arrepentirás a solas, revolcándote en tu cama. Y si no, la cosa es todavía peor.

 

La princesa hizo una mueca de fastidio y volvió su mirada hacia el duque.

 

—Gisella, ven un momento…

 

Astrid se levantó y señaló la esquina del edificio. Parecía que iba a regañarla, ya que la educación de las damas de compañía era responsabilidad de la dama de honor.

Cuando Astrid se fue, Dorothea se sentó al lado de la princesa.

 

—Princesa, debe ser muy feliz.

—¿Eh?

—Dos hombres tan apuestos se dedican a usted.

—Ah…

 

Las mejillas de la princesa comenzaron a sonrojarse.

 

—Lord Marius también es increíble. Sacrificarse por usted, princesa, al punto de dejar de lado su orgullo para aprender a usar la espada del duque… Realmente es un sacrificio conmovedor.

—Sí, el Lord Marius es muy atractivo.

 

Irene estuvo de acuerdo. No era necesario preguntar qué significaba la expresión que tenía, con las dos manos juntas como si estuviera soñando un dulce sueño.

‘Un chico rubio guapo y una chica rubia guapa, la verdad, es una combinación hermosa.’

El instinto de casamentera, que Chowon no sabía que tenía, comenzó a aflorar lentamente.

 

—Hasta donde yo sé, Marius no tiene prometida. ¿No te parece que haría una buena pareja con Irene, Dorothea?

—¿En serio? Pero el Lord Marius ya le ha jurado lealtad a la princesa…

—Eso es lealtad como vasallo. Marius ya tiene la edad para casarse.

 

Aquí, la gente solía casarse antes de los veinte años. Así que Marius, de diecinueve, ya iba tarde.

 

—Por cierto, Marius fue quien recomendó a Irene para dama de compañía.

 

Con esas palabras, el rostro de Irene se puso rojo como una flama.

 

—Te pusiste roja como un tomate, jaja.

—¿Qué? ¿To-qué?

 

¡Ah! Aquí no hay tomates. Chowon corrigió rápidamente.

 

—Que estás roja como una fresa.

 

Irene, avergonzada por haber sido descubierta, se cubrió las mejillas con las manos y bajó la cabeza.

Cuando se escucharon aplausos de nuevo, Chowon volteó. Los dos hombres se estaban dando la mano, al parecer el duelo había terminado.

Chowon bajó del muro de piedra y se sacudió el musgo de la ropa. Seungjun y Marius se acercaron con sus espadas bajas, y las dos damas de compañía hicieron una reverencia.

 

—Princesa, pensaba ir a verla cuando terminara el entrenamiento, ¿por qué no se quedó adentro?

 

Chowon le dedicó una sonrisa de vergüenza a Marius, que se acercó con un rostro tan alegre como si no se hubiera desanimado en absoluto después de lo sucedido.

 

—Buen trabajo.

 

El hombre del que en verdad quería acercarse estaba ocupado poniéndose la chaqueta que había dejado sobre el muro de piedra. Esa espalda tan confiable se veía particularmente sola hoy.

Chowon se acercó lentamente con los brazos cruzados. Un fuerte olor a sudor provenía de él cuando volteó. Se sintió extraña. Al oler aquí ese aroma animal que olía todas las noches en la cama.

 

—¿Fue una buena vista?

 

En lugar de responder, Chowon le tomó la barbilla a Seungjun con ambas manos. Inclinó ligeramente la cabeza a la derecha y se puso de puntillas.

Hasta ahora, había creído que las princesas de los cuentos de hadas eran seres lamentables. No solo era injusto estar atrapada en un castillo, sino que también era terrible tener que casarse sin amor con un extraño solo porque la había salvado.

Pero eso era un error. ¿Cómo no iba a sentir amor por alguien que se había enfrentado a un monstruo por ella?

Un aliento caliente y áspero se entrelazó con carne suave. Chowon, que robaba los labios de Seungjun como si se los fuera a tragar, se sobresaltó y se alejó. Tarde se había dado cuenta de lo que había hecho.

Los besos con este hombre ocurrían exclusivamente por la noche, en la cama.

Los ojos del hombre que la miraba se quedaron temblorosos, y Chowon se alejó del campo de entrenamiento como si estuviera huyendo. Parecía que la persona que se iba a avergonzar hoy no era Gisella, sino Chowon.

Seungjun, que miraba atónito la espalda de la mujer que huía como si hubiera cometido un crimen, se dio cuenta un rato después. De que solo para él era un día de primavera con los cerezos en flor, mientras los demás estaban helados como si hubiera pasado una era glacial.

 

—¿Por qué no van con la princesa?

 

Su tono era más cortante de lo habitual. Mientras se tocaba la punta de sus orejas, que estaban al rojo vivo.

La razón por la que la gente se había congelado era obvia. En este lugar conservador donde a los jóvenes de noble cuna se les podía llamar delincuentes, besarse en público, incluso si se trataba de una pareja casada, era motivo de críticas.

Claro, no había nadie lo suficientemente valiente como para señalar a la princesa, pero sí había alguien lo suficientemente loco como para reclamarle al duque.

 

—¿Cómo pudo hacer una cosa tan obscena?

 

Marius detuvo a Seungjun cuando se dirigía al baño para lavarse antes de regresar a su oficina.

 

—¿Acaso una pareja casada no puede besarse?

 

La verdad era que el hecho de que Chowon lo besara no era en absoluto algo natural, ni siquiera eran novios, mucho menos esposos. Pero Seungjun trató de actuar con naturalidad.

 

—¿Quién lo hace frente a otros hombres?

—¿Yo lo hice?

 

‘Lo hizo Señorita Chowon. Entonces, ¿Por qué la señorita Chowon me…?’

 

—Aun así, debió haberla detenido.

—¿Y usted la hubiera detenido, Lord Marius?

 

El rostro de Marius mostró sorpresa, luego sus ojos se agitaron, como si estuviera imaginando algo.

 

—Claro, no habría necesidad de detenerla. La Princesa jamás haría una cosa así.

 

Seungjun le dirigió una mirada fría y dobló la esquina.

Por la forma en que su boca seguía funcionando, parecía que no había sido tan grave. Se prometió a sí mismo aumentar la intensidad del entrenamiento al día siguiente, abrió la puerta del baño de golpe y se detuvo.

Había alguien sentado en el borde de la bañera.

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