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Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 159

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Intenté ser comprensiva, pensando que Marius había estado ocupado, ya que solo venía a verlo por segunda vez desde el día del ataque, pero su actitud, como si estuviera visitando al hijo de otra persona, me resultaba difícil de entender.

Cuando Chowon padeció un tumor cerebral, sus padres hicieron todo lo posible por salvar a su hijo: buscaron a autoridades en el tratamiento de tumores cerebrales, expertos en medicina popular e incluso a chamanes más renombrados que su propia madre chamán, que ya era competente. Por eso, Chowon pensó que todos los padres eran así.

‘¿Parece que lo que dijo era cierto?’

Chowon recordó las palabras de Astride de que el duque Castiel, a pesar de su actitud de benevolencia, en realidad era cruel con sus hijos.

 

—Que un muchacho con tantas cosas por hacer desperdicie su valioso tiempo tirado en la cama…

 

Duque Castiel, parado con las manos a la espalda, miró el rostro pálido de su hijo y chasqueó la lengua en voz baja.

 

—Como padre, me siento tan avergonzado que no sé dónde meterme.

—El duque ya está haciendo más que su deber.

 

Tan pronto como terminó de hablar, Lavanda salió en defensa de Marius. El duque dirigió su mirada hacia Lavanda y lentamente alzó una comisura de sus labios. A los ojos de Chowon, esa sonrisa resultaba escalofriante.

 

—Confío en que este incidente les haya hecho sentir una vez más que la Casa Castiel siempre se dedica a Su Alteza en cuerpo y alma.

 

Lavanda solo le devolvió una mirada de reproche en lugar de responder.

‘Parece que no se llevan… bien…’

Chowon, que había vivido escondida en las afueras para salvar su vida, no lo sabía. Pensaba que eran aliados por matrimonio y por la relación señor-vasallo.

‘Fue innecesario venir a saludar.’

Mientras Chowon permanecía rígida como un palo, el duque, que recibía la mirada afilada de Lavanda, se despidió con una reverencia más exagerada de lo habitual y desapareció de la habitación.

En cuanto se cerró la puerta del dormitorio, Chowon dejó escapar un gran suspiro que había estado conteniendo. Lavanda relajó su mirada y su postura, como un caballero que se quita la armadura después de una batalla, y limpió la frente sudada de Marius con una toalla húmeda. Al recordar cómo ella lo había defendido del duque, Chowon sonrió de lado.

 

—Parece que lo amas mucho.

—¿De qué hablas?

 

Lavanda retiró su mano de la frente de Marius como si se hubiera quemado.

 

—Vaya… Marius, tu esposa dice que no te ama.

—¿Cuándo dije yo eso?

 

Por unas pocas bromas, Lavanda se acercó a Chowon enfurecida y le arrebató el frasco de medicina que estaba en la bandeja de plata.

 

—¿Qué medicina es?

—Un promotor de curación. Usé la receta de la bruja que nos maldijo. Sabes lo terrible que fue la maldición, ¿verdad? Ella es confiable, así que seguro que funcionará.

 

Marius estaba recostado, apoyado en varias almohadas apiladas. Estaba inconsciente. Lavanda se sentó a su lado y preguntó:

 

—¿Lo vierto así en su boca? Se le va a derramar todo.

 

En el momento en que Lavanda le apretó la mejilla a Marius para abrirle la boca, a Chowon se le ocurrió una idea maliciosa. Contuvo la sonrisa que quería asomar y bajó la voz, fingiendo ser seria.

 

—Si se lo viertes así en la boca, podría irse a los pulmones.

—¿Y qué pasaría entonces?

—Muchos pacientes que estaban a punto de recuperarse mueren de neumonía.

 

Lavanda se giró bruscamente hacia Chowon. Su rostro se había puesto pálido al instante.

 

—Entonces, ¿cómo debo dárselo?

—Lo más seguro es dárselo de boca a boca… Tienes que retenerlo en tu boca y pasárselo de a poco con la lengua.

 

Ahora sus ojos comenzaron a agitarse. Chowon se cubrió la boca fingiendo sorpresa.

 

—Ustedes dos, ¿nunca… han hecho eso?

—¡De… de qué hablas! Por supuesto que… lo he hecho…

 

Por la expresión de pánico, era obvio que estaba mintiendo. Chowon se dio la vuelta, esforzándose por no reír.

 

—Entonces confío en que lo harás bien, me voy.

 

Chowon, que salió dejando atrás a un hombre inconsciente, a una mujer con los ojos en pánico y a una simple poción que podía haberse dado fácilmente con una cuchara, soltó la risa que había contenido tan pronto como se cerró la puerta.

Lavanda, después de darle la medicina y vigilando a Marius por si acaso le daba la temida neumonía, se quedó dormida sin querer.

 

—Mmm…

 

¿Cuánto tiempo durmió? El espacio bajo sus párpados, que había estado iluminado, ahora estaba oscuro. Lavanda abrió los ojos de golpe tan pronto como levantó ligeramente los párpados.

 

—¿Marius?

 

El hombre acostado a su lado la estaba mirando. Se alegró por un momento al pensar que el hombre, que solo había recuperado la conciencia ocasionalmente sin abrir los ojos o hablar bien, estaba ahora completamente consciente.

 

—… ¿Qué hace usted aquí?

 

Su primera pregunta fue por qué estaba en su cama. Un largo brazo se envolvió alrededor del hombro de Lavanda justo cuando se levantaba, ofendida, para irse. Marius la jaló hacia su pecho, tumbándola, y murmuró:

 

—El sol aún no ha salido, así que duerma un poco más.

 

En realidad, acababa de atardecer. Pero Lavanda no dijo nada.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Seungjun exhaló un profundo suspiro mientras escuchaba en silencio cómo el llanto del niño se mezclaba rítmicamente con el sonido de las olas que se escuchaban con claridad hasta la mansión, mientras el mar azul oscuro se extendía más allá de los edificios bajos, teñido por un rayo de luz de luna.

 

—Noah…

 

Noah, que había dormido bien toda la noche, se despertó de repente y comenzó a llorar buscando a su mamá. Por eso, en esa noche avanzada, llevaba más de una hora deambulando junto a la ventana con el niño en brazos.

 

—¿Extrañas a mamá?

 

La cabeza, que descansaba lánguidamente sobre su hombro, asintió.

 

—Yo también extraño a tu mamá.

 

Seungjun suspiró, mirando la luna sobre el mar.

A la misma hora, Chowon, que miraba la misma luna, se giró al escuchar que tocaban a la puerta de su dormitorio.

‘¿Quién será a estas horas?’

¿Acaso Marius, que se había recuperado lo suficiente como para sentarse y comer por sí mismo, se habría vuelto a agravar?

 

—¿Qué pasa…?

 

Chowon ladeó la cabeza al abrir la puerta.

 

—¿Unnie?

 

Lavanda, de pie frente a la puerta, le entregó a Chowon un pergamino sellado con el sello del rey.

 

—Toma.

—¿Qué es esto?

—Un edicto que revoca la orden de subyugación del dragón emitida al duque Rodel.

 

Los ojos de Chowon se abrieron de par en par. Lo tomó como si se lo arrebatara, rompió el sello, revisó el contenido y solo entonces soltó el aliento que había contenido.

 

—Gracias.

—Tú eres la que debería…

 

Debería irme inmediatamente, no sea que Lavanda cambie de opinión. Me di la vuelta para ir a mi habitación, pero Lavanda volvió a hablar.

 

—Y…

 

Chowon se dio la vuelta buscando el timbre para llamar a Marisa. Lavanda, parada en el umbral, movió los labios por un largo rato y luego pronunció una disculpa como una confesión difícil.

 

—Lo siento. Esta no es una disculpa cobarde que hago porque necesito tu ayuda a la fuerza.

 

Como Chowon solo la miraba fijamente sin decir nada, Lavanda apretó y soltó el dobladillo de su vestido, desahogando su sentir con tartamudeos.

 

—Simplemente… sentía que todo era injusto y odiaba a todo el mundo.

 

Mientras sacaba a relucir su dolorosa historia, su esfuerzo por no perder la dignidad de reina y no sucumbir a sus emociones se notaba claramente en los constantes cambios de su expresión.

 

—Aun así, quise aferrarme a la oportunidad que me diste para enderezar mi vida arruinada. Pero todos me señalaban o intentaban usarme, no tenía a nadie de mi lado…

 

Junto con el desvanecimiento de sus palabras, los ojos de Lavanda también se nublaron.

 

—Te envidié hasta el punto de sentir celos porque tú no eras señalada y sí tenías gente de tu lado. Desahogué mi rencor y mi ira sin salida en el lugar equivocado. Tú no hiciste nada malo…

—Tú tampoco hiciste nada malo, Unnie.

 

Era como si las víctimas se hubieran desgarrado mutuamente, profundizando aún más sus heridas. La bruja, Dorothea, Lavanda… las víctimas descargaron su ira sin destino en otras víctimas. Mientras comparaban la magnitud de su dolor con el de los demás, sintiendo celos y hundiéndose más en el infierno, los verdaderos perpetradores…

 

—Espero que esos humanos sufran por toda la eternidad en el infierno.

 

Solo entonces Lavanda curvó las esquinas húmedas de sus ojos y sonrió.

 

—Y ahora tienes a alguien que está de tu lado. Cuídalo.

—Sí. Lo haré.

 

Chowon se acercó a Lavanda y le tomó la mano.

 

—Aceptaré tu disculpa.

 

¿Dicen que un apretón de manos es un ritual para demostrar que no hay intención de hacerse daño? Solo ahora sintió que todas las maldiciones habían desaparecido de verdad.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

¿Habrá sido una suerte o una desgracia que el edicto tardara varios días en llegar?

Probablemente, si Chowon hubiera llegado un día antes, él no habría tenido que gastar una fortuna comprando un calamar gigante.

Seungjun estaba de pie en el extremo de la cubierta del buque de guerra, observando la superficie del mar que se agitaba violentamente a lo lejos. Los soldados que habían dejado el bote con el cadáver del calamar gigante en medio del vasto océano, cerca del nido submarino del dragón, remaban rápidamente hacia el buque. Era evidente su prisa, sin saber en qué momento aparecería el dragón para morder el anzuelo.

Al final, al no funcionar una estrategia activa, decidió recurrir a una táctica pasiva. Es decir, una trampa.

Tras revisar libros y recopilar testimonios de pescadores y soldados para comprender mejor los hábitos del dragón, se dio cuenta de algo. Había una buena razón por la que los sirvientes confundieron el calamar destinado a Chowon con el cebo para el dragón.

‘Su dieta principal es el calamar gigante de aguas profundas…’

Así que ordenó a los sirvientes que vigilaran el puerto a diario. Y por fin, justo ayer, apareció un barco de pesca con un calamar gigante.

El cuerpo de ese molusco, que ocupaba por completo un bote de pesca con capacidad para tres adultos y se desbordaba por los costados con sus tentáculos, estaba lleno de pólvora, bombas y grandes clavos sellados con cera en lugar de vísceras.

El vientre del dragón no sería tan duro como su exterior. Además, ¿acaso no escupe fuego constantemente desde su interior?

Los comandantes de las otras flotas se rieron de su ingenio. Dijeron que carecía de dignidad como militar. Algunos se burlaron a sus espaldas, diciendo que cualquiera podía tener una idea así. En resumen, les parecía sumamente ridículo.

Pero él nunca pensó en querer atrapar al dragón de forma cool. Simplemente quería atraparlo.

‘Ya viene.’

Cuando cerca del bote comenzaron a surgir y explotar burbujas en la superficie del agua, Seungjun levantó su mano derecha en el aire. Con esa señal, una bandera indicando el inicio de la operación fue izada en el mástil de las otras naves, y los marineros recogieron las anclas.

Si fallaba, se expondría a aún más burlas. Pero ¿qué importaba? En el momento actual, en que se acercaba la fecha límite, cualquier cosa, por ridícula que fuera, era una apuesta sin riesgo.


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