Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 152
Seungjun intentó abrir los ojos, pero desistió. Si era un sueño, no quería despertar.
Pronto, alguien se sentó en el borde de la silla, con el cuerpo pegado al suyo. Aunque había varias capas de tela de por medio, esa sensación no le era ajena.
Una mano pequeña, claramente de mujer, acariciaba su espalda reclinada con un toque familiar. Cuando ella masajeó suavemente su hombro para relajar los músculos tensos y presionó con el pulgar a lo largo del contorno de su omóplato, Seungjun dejó escapar un gemido bajo.
El sueño de hoy se sentía bastante vívido, incluso en el tacto. Incluida la suavidad y el calor de los labios que rozaban su mejilla.
De repente, un viento fuerte sopló desde afuera. Al oír el aleteo de las cortinas, Seungjun abrió los ojos sin querer. Al mismo tiempo, el toque, que pensó que desaparecería, seguía allí. La mano continuaba acariciando su hombro con ternura. El aroma a bergamota se sentía aún más intenso.
‘Esto… no es un sueño.’
En el momento en que se dio cuenta, una mezcla de alegría y resentimiento lo invadió.
Llegaste y no me muestras tu rostro de inmediato, ¡me has estado molestando todo este tiempo!
Seungjun le devolvió la jugada, como Chowon solía hacer a menudo.
—Qué bien lo haces, ¿y sirves bien en la cama también?
En el instante en que hizo la broma traviesa, la mano que era cariñosa se transformó y le agarró el cuello.
—¡Oye, Jo Seungjun. Quieres morir, hmpf…
Seungjun la abrazó hasta casi quebrarla y le tapó la boca con la suya, antes de que el hada se convirtiera en una esposa más temible que un trol. Mientras el beso se volvía más intenso, el informe cayó al suelo y se dispersó, y pronto un vestido de verano tan fino como el papel fue arrojado sobre él.
La dejó a Chowon completamente desnuda en un instante y recorrió cada rincón con sus labios y manos. Las curvas, la textura, y la reacción apasionada, no eran diferentes del recuerdo de la última vez que habían unido sus cuerpos, hace unos tres años.
—Ahg, hmpf…
Las cortinas delgadas flameaban por la ventana que estaba completamente abierta. Con eso se bloqueaban las miradas, pero no había forma de silenciar a los oídos. Chowon gimió, tapándose la boca para que no la oyeran desde afuera.
Se le encendió el rostro al mirar las manos cobrizas que le abrían las piernas de par en par, y el rostro hundido entre ellas. Tal vez porque se reencontraban después de tanto tiempo, su corazón latía como la primera vez, a pesar de las caricias familiares. Además, al ver su piel tan intensamente bronceada, como cuando regresó después de vencer al dragón en el desierto, la imagen de este hombre en su primera noche de bodas le vino a la mente de forma natural.
—Haa, Seungjun… un beso, ahg…
Él no era del tipo de dejar las cosas a medias. Con la intención de llevarla rápido al clímax para poder besarla, comenzó a frotar el clítoris con más fuerza. Cuando se puso tan insistente que incluso hurgó en su interior con un sonido acuoso, la pared interna se contrajo, mordiendo sus dedos. Chowon no pudo contener el placer que erizó todos los vellos de su cuerpo y se rindió.
—Haa… en verdad no es un sueño.
Aun así, Seungjun no levantó la cabeza de entre sus piernas hasta que se aseguró de que Chowon había llegado una vez más al clímax. Al lamerse el labio húmedo, sintió intensamente el aroma de su amada mujer.
Empujó la lengua, cargada con el sabor de la excitación, entre los labios rojos entreabiertos de Chowon que jadeaba. Ella chupó ese trozo de carne caliente con avidez durante un buen rato.
—Chowon, ¿viniste preparada para ser castigada, no?
Seungjun se quitó la ropa apresuradamente, separando a la mujer que se aferraba a él como un niño, cosa que no era habitual hoy. Incluso le pareció demasiado tiempo quitarse los pantalones, así que se desabrochó a medias la bragueta para sacar su miembro, que estaba tan erecto que parecía que iba a explotar. Los ojos de color azul claro de ella miraron el ‘arma de castigo’ que pronto golpearía sin piedad su tierna carne, como si estuviera ansiosa por ser castigada.
—Te dije que era peligroso y que no dieras ni un paso fuera del castillo, ¿no?
—¡Hmpf!
Cuando le acarició el interior del muslo que aún temblaba ligeramente con la punta de sus dedos, Chowon se agitó violentamente y contuvo la respiración. Ella bajó la mano para cubrir su entrepierna, pero Seungjun bromeó haciéndole cosquillas suavemente en el dorso de la mano con la punta de sus dedos.
—¡Ah, ugh, detente!
A pesar de que solo le estaba tocando la mano, Chowon le suplicó que se detuviera, temblando desnuda como si fuera a llegar al clímax de nuevo. Sentía como si una descarga eléctrica la recorriera por cada lugar donde la tocaban sus dedos. Su cuerpo, hipersensible después de haber alcanzado el clímax dos veces seguidas, sentía que se rendiría con solo el roce de una pluma.
—¡Ah! ¡Por favor, detente!
—¿Por qué no obedeces?
—Ahg, es que…
Cuando Seungjun finalmente quitó la mano, Chowon respiró un par de veces y respondió:
—Es que esas dos personas están de vacaciones.
Seungjun también había escuchado esa noticia. Que Lavanda y Marius se habían ido de veraneo al Gran Ducado. Bastian había comentado que, dado el extraño ambiente que flotaba entre ellos últimamente, el Ducado podría aliviarse pronto con el nacimiento de un heredero al trono.
—Así que ahora no estamos en el radar de nadie.
—Aun así, sabes que es peligroso salir.
—Lo extrañaba.
Chowon rodeó su cuello, lo acercó y lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—…Si esa es la razón, es un atenuante.
Los dos, que se miraban con ojos afectuosos, unieron sus labios humedecidos. Se besaron con más amor que lujuria, acariciando el cuerpo del otro que solo recordaban en sus memorias.
—¿Así que no me va a castigar?
Chowon susurró con los labios hinchados por el largo frote. Sus muslos, congestionados de sangre, se frotaban como si estuvieran apurando la punta del pene ardiente.
—Qué suerte para usted, Chowon. Tengo más de una cosa por la que castigarla.
—¡Ahg!
El grueso miembro se deslizó suavemente en el espacio húmedo y empapado de lubricación. No solo los labios y los toques de este hombre se sentían como la primera vez, a pesar de los casi tres años.
—¡Ahg! Ahí, ahí…
Aunque no habían unido sus cuerpos en casi tres años, Seungjun recordaba el cuerpo de Chowon a la perfección. El grueso miembro golpeaba hábilmente solo los puntos sensibles, haciendo que Chowon jadeara y se rindiera en un intenso gemido.
Mientras Chowon se sumergía en el éxtasis, Seungjun también se ahogaba en su propio deleite. La imagen, el aroma, la temperatura, la voz, el aliento de la mujer… todo lo que a veces apenas percibía en sueños, por fin estaba completamente en sus brazos. Eso fue suficiente para alcanzar el clímax absoluto.
—Haa, haa…
Chowon jadeó, con la espalda de la mano sobre su frente empapada en sudor. Sus muslos, completamente abiertos sin siquiera haber pensado en cerrarlos, temblaban. Seungjun levantó las piernas que colgaban inertes junto a la silla y sembró besos puntuales en las puntas de los pies teñidas de rosa.
El beso cariñoso se fue transformando en un manoseo de lengua lujurioso, y cada vez que el suave trozo de carne se colaba entre sus dedos del pie, Chowon gemía, fuera de sí. El líquido blanquecino, esparcido sobre su vientre plano, amenazaba con escurrirse por su piel con cada jadeo que hacía subir y bajar su abdomen. Cuando Seungjun lo limpió con un pañuelo, Chowon gimió de nuevo y todo su cuerpo se estremeció.
—¡Hmph…!
Era una imagen indiscutiblemente provocativa. El pilar de carne bronceada que había reposado sobre su pálido vientre volvió a levantarse por ello, y comenzó a gotear un líquido transparente por la hendidura.
—Hasta aquí, es el castigo por desobedecer mis órdenes y venir a buscarme.
A eso, añadió el haber venido sin avisar, el no haberse dejado ver estando aquí y, para colmo, el haberlo llamado por su nombre sin usar el lenguaje respetuoso, considerando su diferencia de edad. Seungjun arrastró a la fuerza toda clase de supuestos cargos y le aplicó un —castigo— hasta que el largo sol de verano se ocultó.
‘¿Esa persona sabe sonreír?’
Quienes se topaban con el Duque al pasar por el pasillo se quedaban paralizados, como si hubieran visto a un dragón.
De camino al comedor del primer piso, los dos se abrazaban por la cintura como amantes que recién comienzan a salir, susurrando tonterías y riendo.
La cena comenzó mucho más tarde de lo previsto, pues la reunión de los Duques se extendió más de lo esperado. Al entrar al comedor, Chowon vio rostros nuevos entre las caras familiares que había traído del castillo, y todos se dirigieron hacia ellos.
—Princesa, es un honor conocerla.
Seungjun apenas le había hablado de la gente de este lugar, por lo que la mayoría le era completamente desconocida. En medio de los fornidos hombres del escuadrón de exterminio, como caballeros y generales, una mujer joven y fuera de lugar se inclinó con una cortesía distante y una postura rígida.
—Me llamo Ayla.
La mujer, que ni siquiera había revelado su posición social, lanzó un comentario sutilmente grosero, con los rabillos de los ojos muy arqueados.
—Puedo notar que viene de la frontera norte incluso desde lejos. Por su piel pálida.
La mujer, vestida tan escasa de ropa que sus brazos y escote quedaban expuestos por el calor, tal como Astrid había dicho, sonrió mostrando su saludable piel bronceada.
Una vez sentados a la mesa, al comenzar la comida, las preguntas y el interés se centraron en Chowon. Sin embargo, Chowon no podía apartar su atención de la mujer que, desde hacía un rato, la observaba en silencio con una mirada despectiva.
—¿Qué función cumples en el escuadrón de exterminio, señorita Ayla?
—Yo soy una bruja. Como puede ver…
…diciendo esto, la mujer se acarició la barbilla. Piel oscura, cabello plateado, ojos violetas. Rasgos que solo poseían los descendientes del antiguo reino del desierto, destruido por el Reino de Ruste.
Y luego, durante toda la comida, la mujer se jactó de su participación y habilidades en la anterior cacería del dragón. Cualquiera que la escuchara, sin saber, pensaría que la que había matado al dragón no había sido Seungjun, sino ella. Incluso cuando otros cambiaban de tema, ella se las ingeniaba para volver a centrar la conversación en sí misma.
—Deberíamos haber comido solos. Es que el banquete estaba programado desde hace una semana y ya era tarde para cancelarlo, y por eso terminamos así…
Cuando Seungjun susurró disculpándose cerca de su oído, Chowon negó con la cabeza en señal de que estaba bien. Pero su cuerpo honesto rápidamente cortó las vieiras de su plato, anunciando que planeaba comer e irse lo antes posible.
—Gracias a que nací con un poder tan extraordinario como este, [Tristan]… ¡Oh, disculpe, cometí un error delante de la esposa!
La provocación era tan infantil que le dio escalofríos. La bruja, que por lo general solo se refería a Seungjun como ‘Comandante’, solo lo llamaba por su nombre cuando tenía un propósito mezquino. Por supuesto, dado que ese tipo de provocaciones no le hacían efecto a Seungjun, ella nunca lograba su objetivo, sino que siempre recibía el golpe de vuelta.
‘Ella nunca va a madurar.’
Con su personalidad ya arrogante e impaciente, el ver a la princesa de la familia real que había destruido el reino de sus ancestros justo frente a ella, la hacía arremeter sin control.
‘¿Ja… Esto realmente funciona?’
Las venas sobresalieron en el dorso de la mano de Chowon que sostenía el cuchillo y el tenedor. Al ver que Chowon caía completamente en la provocación simplona de Ayla, Seungjun suspiró por dentro.
‘Ese ni siquiera es mi verdadero nombre, y lo usa cada vez.’
Y eso que ella era la única mujer que sabía su verdadero nombre. Seungjun acercó sus labios al oído de Chowon y le susurró, a plena vista de todos.
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