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Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 140

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—¿Por qué llora? ¿Le duele algo?

 

Me duele el corazón.

Durante nueve meses, había menospreciado a este niño. Lo había tratado como si no existiera, y cuando eso no funcionó, lo trató como si fuera el hijo de otra persona.

Ni una sola vez se había alegrado cuando el bebé le daba pequeños golpecitos a su vientre para hacerle saber que estaba vivo. Las cosas por las que ya tenía que pedirle perdón al niño, que apenas tenía una hora de vida, no eran ni una ni dos.

Y pensando en la despedida que estaba programada, ni una vida entera de disculpas sería suficiente.

‘¿Los protagonistas de la novela que quedan protegerán bien a mi hijo después de que me vaya?’

Pero, ¿cómo podría dejarte y marcharme? Chowon miró al niño que se acurrucaba en su regazo y finalmente tomó una difícil decisión.

‘Haré que no tenga que irme.’

Al menos no se iría de aquí hasta que el niño pudiera valerse por sí mismo. Incluso si eso significaba que tendría que sobrevivir en este lugar durante al menos veinte años más.

 

—¿Por qué llora?

 

El hombre, sentado frente a ella, le preguntó mientras le limpiaba las lágrimas que le corrían por las mejillas. Chowon miró su rostro apesadumbrado y se esforzó por sonreír.

 

—Porque el bebé se parece a su papá y no a mí.

 

Seungjun hizo una expresión extraña, con una mezcla de desconcierto y aflicción. Chowon, que siguió llorando, riendo, acariciando al niño que abrazaba y estirándole uno por uno sus pequeños dedos, de repente se bajó el camisón por debajo del hombro.

‘Señorita Chowon, ¿qué está haciendo?’

Seungjun se confundió al ver que Chowon, además de abrazar al niño, intentaba amamantarlo. Habían conseguido una nodriza con anticipación, pues ella había dicho que no lo amamantaría, ¿por qué había cambiado de opinión de repente?

Pero tampoco podía detenerla. La imagen de la mujer que amaba amamantando a su hijo es un momento conmovedor y memorable para cualquiera. Sin embargo, Seungjun observó ese valioso momento con una sensación de abatimiento.

 

—¿Lo vio, ahora?

—……

 

El bebé, aun con los ojos cerrados, encontró el pezón de inmediato y lo agarró con firmeza.

‘Parece que sí es mi hijo, por cómo se esfuerza por no perder la oportunidad de comer.’

Chowon sonrió con las comisuras de los ojos llenas de lágrimas y besó la redonda frente del niño.

 

—Hola, mi bebé. Yo soy tu mamá.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Tarde en la noche, Seungjun regresó al dormitorio después de bañarse y se detuvo.

 

—¿Llegaste?

 

Una voz con un dejo de risa lo recibió, e inmediatamente se dirigió a la chimenea tan pronto como su mirada se posó en la cama. A pesar de ser principios de junio, las noches en el Norte seguían siendo frías. Agregó más leña, avivó el fuego, se quitó lentamente la bata, la colgó en el sofá y luego miró fijamente la cama.

Chowon estaba amamantando al bebé. El niño, que había engordado tanto que era irreconocible de cómo era al nacer, jugueteaba hoy con su diminuta mano en el rostro de su madre como si le causara curiosidad.

 

—¿Está rico?

 

Chowon besó la manita, que gateaba cerca de su boca, y sonrió.

 

—Tienes el apetito de mamá y la belleza de papá, ¿no te parece?

—Puede ser…

 

Para Seungjun, el bebé era una viva imagen de Chowon, excepto por el cabello. Como ni siquiera el color del cabello era el de ella, el hombre sentía que el niño no se parecía en nada a él. Eso era, afortunadamente y a la vez, una desgracia.

Había afecto en las dos pares de ojos azul claro que no se separaban el uno del otro. En los ojos de color café claro que los observaban, solo había temor.

Seungjun se esforzó por ocultar su expresión y se subió a la cama. Recién entonces, Chowon levantó la cabeza y le dedicó una dulce sonrisa.

 

—Ya ves, es tan guapo como tú, Seungjun…

 

El rostro sombrío que tenía durante el embarazo había desaparecido, y ahora Chowon solo sonreía radiantemente. Nunca pensó que la felicidad de la mujer que amaba se convertiría en un problema.

 

—Noah.

 

El bebé sonrió alegremente, ya fuera porque entendía su nombre o simplemente porque le gustaba la voz de su madre.

Que el nombre del niño, la primera sangre real que nacía en más de veinte años y futuro dueño del Ducado Rodel, fuera el de ‘Noah’, tan simple y sencillo, tenía una historia que la gente de este lugar desconocía.

El bebé no había tenido un nombre de vientre, y nunca pensaron en uno mientras estaba en camino. Los dos, que se sintieron incómodos por no tener un nombre para llamar al recién nacido, se pusieron a pensar después de que naciera.

 

—Pongámosle un nombre que funcione tanto en Corea como aquí.

 

A su propuesta, comenzaron a elegir candidatos, pero no había muchos nombres de niño que fueran naturales en ambos mundos. Después de mucha deliberación, solo pudieron elegir dos:

Johan o Noah.

 

—Noah es un nombre que parece que se va a romper si lo tocas…

—Johan es demasiado anticuado.

—Puede que lo sea en el siglo XXI, pero no en la Edad Media…

—No es para tanto.

—¿Y Noah es trendy? Mejor dejémoslo en Johan. Además, mi alias era Johan cuando buscábamos a la bruja. Es perfecto.

 

Pero Chowon ya estaba encaprichada con Noah. Afortunadamente, ahora sabía muy bien qué botón presionar para controlar a ese dictador obstinado y salirse con la suya.

 

—¡Ah! Ahora que lo pienso, el chico que me gustaba en la escuela primaria se llamaba Johan. Era muy guapo… Bueno, Johan tampoco está mal.

 

Sí, los celos.

Cuanto más hacía Chowon esa falsa sonrisa nostálgica, más se endurecía el rostro de Seungjun. El certificado de nacimiento que él había escrito a mano tras ausentarse un momento llevaba escrito el nombre Noah.

‘Tu papá podrá saltar, pero no escapa de la palma de la mano de mamá.’

Chowon sonrió y palmeó suavemente la espalda de Noah, que ya había comido hasta saciarse. Noah no tenía intenciones de eructar y, en cambio, giraba la cabeza de un lado a otro, tratando de mirar a su alrededor.

 

—Noah, di mamá. ¡Ma! ¡Má!

 

Era imposible que un bebé que recién cumplía los cuatro meses pudiera decir la palabra ‘mamá’.

 

—Ma ma ma…

 

Sin embargo, el simple hecho de que balbuceara obedientemente, a los ojos de Chowon, que estaba completamente enamorada, ya lo convertía en el genio más grande del reino.

 

—¡Ay, qué bien lo hace! Mi bebé tiene reservado el primer puesto en la Academia Real.

 

Chowon de repente acercó a Noah a Seungjun, que los miraba con ojos que reflejaban risa y amargura a la vez.

 

—¿Y papá? Inténtalo tú también, papá.

 

El bebé podría no entender lo que significaba la palabra ‘papá’, o tal vez ni siquiera la existencia de un padre. Sus ojos, brillantes de intensa curiosidad, parecían preguntarle: ¿quién eres tú, el que está al lado de mamá mañana y noche?

‘No digas esas cosas.’

Aun sabiendo que era imposible, Seungjun temía que el bebé realmente dijera la palabra ‘papá’. Últimamente, cada vez que Chowon hacía esto, él intentaba evitar la situación o desviar la atención.

 

—Si ya comió, vamos a acostarlo.

 

Cuando Seungjun extendió sus manos hacia Noah, Chowon con gusto le entregó al bebé.

 

—Vamos, Noah. Ve con papá.

 

Seungjun no pudo soportar la mirada llena de expectativas y giró su rostro, en el que se reflejaba un sentimiento de culpa. Chowon aún no se había dado por vencida, a pesar de que sabía que él siempre la decepcionaba.

Cuando él salió de la cama con el bebé en brazos, Chowon gritó con el ceño fruncido:

 

—Aún no ha eructado.

 

Quería decir que él mismo debía hacerlo eructar.

 

—La niñera lo hará.

 

La razón por la que él nunca había accedido a las peticiones de Chowon no era por pereza o desinterés en la crianza. Para eso, tendría que cargar al bebé. Y por mucho tiempo. Y al final, sucedería lo que él tanto temía.

 

—Noah, duerme bien.

 

Chowon saludó al bebé con voz tenue a sus espaldas. Pensó que preferiría recibir otra flecha en la espalda antes que escuchar esa voz.

 

—Ja…

 

Salió al pasillo y solo entonces suspiró, habiendo contenido el aliento. El olor del bebé impregnó el aire que inhalaba, y Seungjun suspiró aún más profundamente.

¿Le habrá parecido gracioso el sonido de los constantes suspiros? El bebé, que lo miraba con los ojos muy abiertos, se echó a reír a carcajadas.

 

—No te rías. Me voy a encariñar.

 

Su voz era como la de alguien suplicando por su vida a quien intenta matarlo.

Suplicar por la vida. No había mejor forma de describir su estado de ánimo. Porque este niño le mataría el alma.

Desde el primer momento en que sintió el movimiento en el palacio real, fue invadido por un miedo incontrolable.

Te voy a amar. Y me vas a dejar.

Se preguntó por qué las pesadillas del día en que su familia murió lo visitaban todas las noches después de que el bebé fue concebido, y era una advertencia de su subconsciente.

Que volvería a perder a su familia en un instante.

Desde el día en que perdió a sus padres y a su hermano a manos de un asesino en serie, hasta que Chowon devolvió la vida a su existencia, él vivió como un cascarón con el alma muerta.

Por miedo a volver a una casa vacía, por miedo a volver a una casa tan silenciosa como el día en que su familia murió, se enfrascaba en el trabajo hasta altas horas, e incluso cuando usaba somníferos por no poder dormir, era habitual que se despertara a las pocas horas atormentado por pesadillas.

Si regresaba a casa desde aquí, es probable que se sumaría una pesadilla más a las que lo atormentaban cada noche. El sueño de un bebé riéndose a carcajadas acurrucado en los brazos de una mujer que es solo una subalterna. Podría despertar con la almohada empapada y preguntarse por qué lloró, si se trataba claramente de un sueño feliz.

Quizás Chowon sabía que él intentaba no encariñarse con el niño por miedo a eso. Le preocupaba que Chowon pudiera experimentar algún día el mismo trauma que él, pero ella, sin saber nada de su sufrimiento, se encariñaba con el bebé día tras día.

 

—Ja…

 

El niño tampoco entendía su dolor. Porque sonrió con los ojos arrugados, igual que su madre, al oír el suspiro.

‘¿Por qué te pareces tanto a la mujer que amo?’

Era una suerte y a la vez una desgracia que no se pareciera a él. Porque era difícil ignorar el afecto que sentía repentinamente al ser tan parecido a Chowon.

‘Este niño no es mi hijo. Es solo el hijo de los protagonistas de esta maldita novela.’

Hoy, también, Seungjun se repetía las mismas palabras, como si se estuviera lavando el cerebro, mientras miraba al niño.


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