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Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 137

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Era un pañuelo bordado con fresias amarillas.

Tras sonreír amargamente a su propia mano, que inconscientemente lo manoseaba, respiró hondo. Luego, antes de volver a dudar, arrojó el pañuelo a la hoguera en un rincón del balcón. La pieza de tela, que carecía de significado desde el principio, se convirtió en cenizas en un instante.

No sabía si se sentía aliviado o vacío. Marius suspiró largamente y, tal como lo había hecho hacía un momento, contempló el lugar lejano y repitió la misma frase.

 

—Al principio, le sigues el juego al teatro de marionetas, y luego, poco a poco, te preparas para apuñalar a padre por la espalda.

 

Fue lo que su hermano le había dicho antes de que él partiera hacia la capital real.

 

—Señor Marius.

 

Mientras intentaba organizar sus planes futuros con un ánimo sombrío, una voz familiar lo llamó desde atrás.

 

—Ah, señorita Irene.

 

Cuando se dio la vuelta, la dama de compañía de la princesa entró al balcón y cerró la puerta con llave.

 

—Gracias por venir a mi boda. ¿Está disfrutando el banquete sin inconvenientes?

 

En el momento en que recitó ese saludo protocolario y vacío de corazón como un loro, sonriendo como un bufón, la expresión de la dama de compañía se ensombreció.

 

—¿Por qué…, por qué hizo eso?

—¿Qué?

—¿Por qué de repente con Princesa Lavanda…?

 

La dama de compañía puso una cara que parecía a punto de romper en llanto.

 

—No sé a qué se refiere…

—Usted amaba a Princesa Freesia.

—Eso…

—Por eso yo también lo admiraba desde la distancia. Porque sé que Princesa Freesia y yo no somos rivales en muchos aspectos. Pero pensé que, ya que la Princesa tiene pareja, el Señor Marius se rendiría algún día, y que quizás, en algún momento, me miraría. Snif, lo esperé con ese pensamiento…

—Ah, Señorita Irene…

 

Marius, que ni en sueños se había imaginado los sentimientos de Irene, se sintió bastante perplejo. Además, al verla sollozar, se quedó en blanco.

 

—Pero, ¿por qué se casa de repente con Princesa Lavanda?

—Eso es simplemente debido a circunstancias inevitables, y de ninguna manera es culpa de la señorita Irene.

 

Irene, que le había hablado en tono de reproche, se quedó atónita al escuchar la suave respuesta que recibió. En cambio, estaba recibiendo un consuelo amable de su parte. En ese momento, se sintió profundamente avergonzada. Se dio cuenta de su error y, asustada, se disculpó y salió apresuradamente del balcón.

 

—¡Oh…!

 

La princesa estaba parada junto a la puerta.

 

—Ah… Princesa Lavanda…

 

¿Acaso no habría escuchado toda la conversación que tuvieron en el balcón? Princesa Lavanda miró fijamente a Irene, quien temblaba de miedo como un conejo frente a un león. Irene descubrió por primera vez en su vida que unos ojos sin emoción podían ser aún más aterradores.

 

—P-princesa, eso es…

—Basta.

 

La princesa esbozó una sonrisa de locura, sin saber si estaba llorando o riendo, se dio la vuelta de repente y se alejó.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Había perdido.

 

—¡Hmp!, Ahhh…

 

Las dos personas se acostaron en la cama justo cuando sonaron las campanadas de medianoche. Chowon, que había estado acostada en silencio mirando el techo, rompió el incómodo silencio con una risita.

 

—¿Qué pasa?

—Estaba pensando en aquella noche.

 

Este era justamente el mismo colchón donde las dos personas se vieron obligadas a pasar su noche de bodas.

De hecho, Seungjun también estaba pensando lo mismo. Por eso se había producido un silencio incómodo y atípico entre ellos.

 

—¿En qué momento de aquella noche pensó para reírse?

—No es eso. Es solo que, en ese entonces era todo tan incómodo y distante, y ahora ya no…

—Tienes razón, jamás hubiéramos imaginado que terminaríamos así.

 

Las dos manos que se deslizaron lentamente por el centro de la cama se entrelazaron. Seungjun tiró de la mano entrelazada de Chowon y le dio un largo beso en el dorso. Era una sensación extraña verlo en esa cama, un hombre que ahora expresaba afecto sin reparos.

 

—Esa noche, de verdad… no era el Subgerente Jo Seungjun que yo conocía.

—¿Por qué?

—Aunque siempre tenía el rostro serio, era la primera vez que lo veía tenso de esa manera. Y ¿sabe que fue la primera vez que lo vi preocupado por mi opinión?

 

Los labios sobre el dorso de su mano dibujaron una sonrisa incómoda.

 

—Es cierto… Esa noche se me nubló la vista de verdad…

 

Apenas terminó de hablar, Chowon soltó una burla.

 

—¿Una persona a la que “se le nubló la vista” dice “¿Quiere que la toque aquí?” justo al empezar?

—Eso fue porque usted estaba tan nerviosa, como si fuera a una entrevista de trabajo, y yo quería relajarla…

—Ah, y ¿qué fue lo que dijo al día siguiente? ¿Con la boca? ¿Con la mano? Que eligiera rápido porque no había tiempo. Y lo dijo con mucha desfachatez a una subordinada con la que solo se había acostado una vez.

—Si nos acostamos una vez, puedo decir esas cosas.

—Vaya… ¡Yo estaba tan avergonzada, pensando si a este hombre no le daba vergüenza!

 

Esta vez, Seungjun fue quien se burló.

 

—Si iba a decir eso, al menos no lo disfrutara.

 

El cariñoso beso en el dorso de la mano se tornó sugerente en un instante. Los labios que antes besaban tiernamente cada nudillo del dorso de la mano, ahora subieron por el índice hasta envolver la punta del dedo. El juego de su lengua lamiendo la punta roma era descaradamente explícito. Un diente firme mordió suavemente la punta del dedo, y luego los labios suaves lo succionaron con delicadeza antes de soltarlo.

 

—Y en cambio, usted, Chowon, se excitaba y llegaba al clímax con solo un pequeño roce. Honestamente, yo también me sorprendí.

 

¿Pequeño? ¿Cómo que pequeño roce? ¿Fácilmente? Chowon no era alguien que se excitara tan fácilmente.

Pero tal como dijo, incluso ahora, solo con que le lamieran la punta del dedo, su cuerpo estaba reaccionando.

 

—Pues no lo haga tan bien, entonces.

—Tienes razón. Todo es culpa mía por hacerlo demasiado bien.

 

Aun cuando lo decía, en su rostro que fingía descaro, había una sonrisa extraña, como si estuviera avergonzado.

Seungjun se incorporó e inclinó su torso sobre Chowon. Con cuidado para no tocar su vientre, rodeó el pecho de Chowon con su brazo derecho.

 

—¿Con qué empezamos esa noche?

—Un beso.

 

Aunque sabía que él preguntaba aun recordándolo todo, Chowon le siguió el juego. Cerró los ojos como esa vez, y esta vez, unos labios suaves cubrieron los de Chowon sin darle un respiro.

Lamentablemente, ya no olía a aquel vino agrio de esa noche. Seungjun había dejado de beber desde que Chowon quedó embarazada. La razón era que temía que a Chowon, a quien le gustaba el alcohol, le resultara difícil resistir el olor.

Este hombre, sin duda, recordaba cada detalle de su noche de bodas. La punta de la lengua, húmeda como aquella noche, recorrió sus labios firmemente cerrados, preguntando por su consentimiento. Chowon sonrió, abriendo sus labios de buena gana.

El problema comenzó en el momento en que se atrevieron a usar la lengua, siendo una relación obligada entre jefe y subordinada. Tal vez fue a partir de ese instante que la relación entre jefe y subordinada se echó a perder.

Sus manos se superpusieron. La palma ancha presionó la mano de Chowon contra la cama, y sus dedos callosos jugaron con la punta de los dedos humedecida por la saliva. Chowon no podía ignorar la intención detrás de ese gesto.

 

—Entonces, ¿dónde fue ese lugar que, sin vergüenza alguna y con tanta desfachatez, usted dijo que me tocaría en nuestra noche de bodas?

 

Chowon se rio a carcajadas y tomó la mano de Seungjun. Al bajarla, rozó involuntariamente su vientre suavemente abultado, y ambos se sobresaltaron.

Pero inmediatamente regresaron a lo que estaban haciendo, como si nada hubiera pasado. Seungjun metió la mano bajo el borde de la camisola e inmediatamente soltó una carcajada antes de retirarla. Al separar los dedos índice y medio, un hilo plateado se extendió largamente en la tenue luz antes de romperse. Ni siquiera se había quitado la ropa interior.

 

—Se supone que estamos recreando nuestra noche de bodas, pero si esto pasa tan pronto, es un fracaso desde el principio.

 

El dedo que se había deslizado dentro de su ropa interior hizo rodar un punto resbaladizo, como si estuviera untado con aceite de coco. Entonces como ahora, Chowon llegaba al clímax en un instante. Seungjun, que la besaba con ternura en sus labios jadeantes, preguntó:

 

—¿Quiere que revivamos también el recuerdo del segundo día?

—Ahhh, desde el principio, hasta el final.

 

Tan pronto como la orden de la señora fue dada, él la obedeció lealmente. Le quitó la ropa interior empapada y separó sus muslos para hundir su rostro entre ellos. Cada vez que su clítoris era succionado vigorosamente, la carne interior, donde el agua se había acumulado abundantemente, era frotada por sus dedos gruesos, y el sonido chlof se sentía muy distante.

Seungjun se detuvo justo antes de que Chowon llegara al clímax, tal como en la segunda noche. Era exasperante. Esta vez, Chowon no solo puso una expresión de decepción, sino que lo recriminó:

 

—Ay, en serio… ¿Por qué se detiene ahí?

—Para una recreación fiel.

—Puede que entonces la pareja fuera su subordinada, ¡pero ahora es su esposa, más aterradora que un trol!

 

Él simplemente sonrió levemente y, en un instante, hundió su cuerpo entre las piernas de Chowon.

 

—Si la toco, ¿qué pasa?, Ah, ¡hmp!…

—Sí, lo sé. Así, al tocarla profundamente, el trol se convierte en un cordero.

 

Tal como dijo Seungjun, Chowon sonreía satisfecha, como si no fuera la persona que estaba fastidiada hace un momento.

 

—Apúrese…

 

Chowon lo apretó con su carne interior, apurándolo. Dicen que el aumento de la libido es un síntoma del embarazo, y al parecer Chowon era un caso de esos. Por esa razón, tenían relaciones con tanta frecuencia como antes de romper el hechizo.

Su impaciencia le parecía adorable. Sin embargo, si se quedaba quieto solo para ver más de esa ternura, aprendería por las malas que un hámster puede ser más aterrador que un trol.

Cuando comenzó a mover la cintura lentamente, los labios que estaban a punto de hacer un puchero dibujaron de inmediato una bonita curva. Seungjun se inclinó con cuidado para que su vientre no se tocara, unió sus labios con un toque suave y se levantó de inmediato. Solo lamentaba no poder abrazarla y frotarse contra ella como si fueran un solo cuerpo.

 

—Uhm, solo un poco, más…

—¿Sí?

—Profundo.

 

A propósito, él solo la penetró hasta la mitad, y Chowon lo notó inmediatamente, gimiendo. Por experiencias pasadas, él ya sabía que en esos momentos no debía preguntar si debían tener cuidado por el bebé. Con mucha tacto, Seungjun evitó el orificio del útero y presionó suavemente los puntos sensibles y profundos que hacían que Chowon disfrutara más, con la punta de su miembro.

 

—Sí, ahí, Ahhh…

 

Chowon se retorció y sus muslos, que rodeaban su cintura, temblaron ligeramente. Sus ojos estaban desenfocados, como si se hubiera derretido en placer.

‘¿Soy el único que se siente así?’

Cada vez que sentía el útero abultado, la idea de que su hijo y Chowon estaban más allá de eso le daba una sensación extraña. Si lo pensaba profundamente, era algo deprimente; si lo pensaba superficialmente, era algo inquietante y embarazoso.

‘¿Debería hacer esto cuando hay un bebé en el vientre?’

Chowon, desde su punto de vista médico, había dicho que no había ningún problema de salud, pero la reticencia de Seungjun a tener sexo con su esposa embarazada no era solo por preocupaciones médicas.

‘Esto se siente un poco… como de patán…’


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