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Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 105

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—¿Por qué? ¿Tienes algo que decirme?

 

‘¡Guau! ¿De verdad puede leer la mente?’

 

—Ah, no.

 

Chowon respondió vagamente y se distrajo, inclinando la cantimplora. No tenía idea de que Seungjun solo le había dado la cantimplora porque la vio masticar más lento de lo normal, como un hámster con las mejillas llenas. Era un hábito sutil que ni siquiera ella misma conocía.

 

—Princesa.

 

Después de terminar de comer, Chowon estaba llenando su cantimplora en el arroyo cuando Marius se acercó.

 

—Deja de llamarme así.

 

Chowon miró a su alrededor y luego señaló con la cabeza hacia donde estaban las mulas. Seungjun, que estaba atando el equipaje a una de ellas, parecía estar demasiado lejos para escuchar.

 

—Ah, lo siento. Por cierto, tome esto.

 

Lo que Marius le ofreció fue un ramo de flores silvestres. Pensó que había ido al baño al ver que no comió su almuerzo y se fue, pero ¿había estado recogiendo flores?

 

—No pude encontrar una flor más bonita que ‘Hanna’. Por supuesto.

 

‘Ay, miren a este chico. Su técnica de coqueteo es de primer nivel. Pero su habilidad para elegir a la persona adecuada es nula. Estas cosas hay que decírselas a la persona indicada’

 

—Gracias.

 

Como era un regalo, lo aceptó. Sería ridículo rechazar unas simples flores silvestres. Mientras observaba a Chowon, que daba vueltas al ramo, Marius se sonrojó y dijo algo extraño.

 

—Hanna es tan delicada y frágil como estas flores……

—¿Yo?

 

¿Qué estaba diciendo? Chowon recordó por un momento los resultados de sus pruebas de resistencia.

 

—¿Por qué no la tratan con cuidado para que no se rompa?

 

La mirada de Marius se dirigió a los hombros de Chowon. Era obvio que se refería a Seungjun.

 

—Me preocupa que se haya casado con un hombre tan brusco.

—Ah, ¿sí?

 

Solo entonces Chowon se dio cuenta de que se refería a los alocados golpes en la pared de la noche anterior.

‘Qué vergüenza. ¿Por qué tiene que sacar este tema otra vez? Le dije que no hablara de eso’

Y eso que ya había recibido un montón de regaños por decir cosas raras el día después de su primera noche juntos.

‘Esa princesa tuvo sexo ayer. Y anteayer también’

Era incómodo que cada persona que conocían lo supiera de forma implícita, pero ya había decidido no preocuparse por eso, a menos que alguien lo mencionara.

Pero siempre había alguien que lo sacaba a colación.

‘Marius, sé más discreto’

Además, ¿preocupado porque su marido es un hombre brusco? ¡No podía estar más equivocado!

‘Anoche fue increíble’

¿Y solo anoche? Cuando su boca estaba a punto de sonreír con malicia, Chowon se aclaró la garganta. No pensaba tener esa conversación con Marius a su lado.

 

—Pero, ¿y tu almuerzo? ¿No tienes hambre?

 

Chowon cambió de tema y se levantó de inmediato.

 

—Jefe.

 

Seungjun, que estaba ajustando la cuerda de la mula, se volteó y frunció el ceño. Chowon sostenía un pequeño ramo de flores en ambas manos, como si estuviera orgullosa. No había forma de que la mujer que estaba sacando agua del arroyo lo hubiera hecho ella misma.

 

—Mire. Marius me dio flores. ¿No son bonitas?

—Sí, debe estar contenta de tener muchos órganos reproductivos.

 

Las flores son órganos reproductivos. Él mismo había dicho eso, ¿por qué se molestaba ahora? La cara de Chowon se puso como si hubiera masticado un insecto. «Ay, qué desagradable», murmuró y se fue.

‘A eso le llaman hipocresía’

Aunque había terminado de empacar, Seungjun no dijo nada para irse. Estaba parado a unos diez pasos de la mula, en la sombra de un árbol, cuando sintió una presencia detrás de él. No se dio la vuelta, solo preguntó.

 

—¿Por qué?

 

‘¿Acaso ese bastardo va a darle sus órganos reproductivos también?’

Se rió con amargura y movió sus dedos con rapidez.

 

—Jefe, ahora me doy cuenta de que no es que no haya tenido novias, es que no ha podido.

 

Chowon intentó un torpe plan de celos, pero recibió el golpe de frente. Después de resoplar sola, no pudo aguantar más y fue a provocarlo, pero se arrepintió al instante.

 

—Ah, sí. Eso parece.

 

Su voz sonaba bastante apagada. Se dio la vuelta y se alejó sin siquiera mirarla. Soltó algo que tenía en la mano en el suelo y el rostro de Chowon palideció al reconocerlo.

Era un anillo de flores.

Dejó el anillo de bodas en el castillo por miedo a ser asaltados. Es cierto que los humanos son animales de costumbres; al principio se sentía extraña por tenerlo, y ahora se sentía extraña por no tenerlo.

¿Sentía lo mismo? ¿Por qué motivo estaba tratando de hacerle un anillo? El corazón de Chowon empezó a latir con fuerza al imaginarlo.

Al mismo tiempo, se sintió avergonzada. Se había atrevido a decir algo tan hiriente sin saberlo.

‘Tengo que disculparme y pedirle que lo termine’

Justo cuando se agachó para recoger el anillo de cosmos violeta a medio hacer. Hubo un crujido en el arbusto frente a ella y de inmediato un ¡clang!, el sonido de metal. Levantó la cabeza de golpe, y una espada tosca tocó su cuello.

El hombre que la apuntaba con la espada era, a todas luces, un ladrón.

‘Qué bien que no traje el anillo de bodas. Si no, me habrían robado no solo el de compromiso, sino también el de bodas’

…Ese pensamiento trivial se interrumpió de inmediato.

 

—Eh, no tengo nada……

 

Chowon, que había estado retrocediendo, se detuvo. Había otra espada tocándole la espalda. Estaba acorralada.

Aunque había aprendido defensa y evasión de Seungjun, intentar algo en esa situación, donde ya la habían acorralado, era una locura.

No necesitó gritar para que la salvaran. Ya podía escuchar los pasos y el grito furioso de Marius. Pero los dos tuvieron que detenerse antes de llegar a Chowon.

 

—Será mejor que no hagan nada estúpido.

 

Los ladrones salieron del bosque y rodearon a los tres. Parecía haber al menos diez. Era imposible para ellos tres enfrentarlos. La pregunta de por qué un grupo tan grande atacaría a viajeros que no tenían nada fue respondida de inmediato.

 

—Bruja, ¡síguenos!

 

El suceso de haber salvado al dueño de la taberna en el pueblo debió llegar a oídos de los bandidos.

 

—¡Que no soy una bruja!

 

Pero no importaba cuánto lo repitiera, no le hacían el menor caso. Un hombre que parecía ser el cabecilla se acercó a Seungjun con paso desgarbado y blandió su puñal frente a sus ojos.

 

—Si nos entregas a la bruja sin problemas, les perdonaremos la vida.

 

Parecía que le vio como la persona que más problemas le daría, por eso le dirigió las amenazas a él. Seungjun, sin decir una palabra, alternaba una mirada seria entre los bandidos y Chowon. Parecía estarle dando vueltas en la cabeza a cómo salir de esa situación.

 

—Si intentan seguirnos, les cortaremos la cabeza en dos.

 

Un bandido se acercó a Marius con su larga espada en el cuello, haciéndolo retroceder.

 

—Voy a ir.

 

En el momento en que la frase salió de la boca de Chowon, los ojos de Marius se abrieron de par en par.

 

—Prin… ¡cof!

 

Antes de que Marius pudiera decir «princesa» de nuevo, el codo de Seungjun le golpeó el estómago. Seungjun se mordió el labio con fuerza, pero no le dijo que no fuera.

 

—Los seguiré, ya pueden bajar las espadas.

 

Chowon empujó ligeramente la hoja mellada que le tocaba el cuello.

Los tipos dijeron que los matarían a los dos, pero no a ella. Estaba claro que la estaban secuestrando por sus habilidades de bruja. Así que no la matarían. Si se resistía y Seungjun moría, todo se habría terminado.

Con ese cálculo en mente, Chowon siguió a los bandidos con las manos atadas con una cuerda, como si fuera una presa. Miró hacia atrás y se encontró con la mirada de Seungjun. Sus ojos estaban llenos de preocupación y remordimiento.

Chowon, fingiendo que todo estaba bien, sonrió y dejó caer algo. Era una flor que había sacado del ramo que Marius le había regalado. Él entendió la intención y asintió débilmente.

El poblado de los bandidos, escondido en lo profundo de las montañas, estaba más ruidoso que de costumbre. Todos se habían apiñado en la pequeña choza para ver a la bruja que su jefe había capturado.

 

—La bruja está bien buena.

 

Un tipo que la espiaba a través de la ventana se rio, y Chowon lo miró con furia. «Acepto lo de «buena», pero…».

 

—¡Que no soy una bruja!

 

No importaba cuánto lo dijera, nadie le prestaba atención.

 

—Solo aprendí un poco de medicina de un mago del pueblo, eso es todo.

 

El jefe, de pie detrás del hombre que le ponía grilletes en las muñecas y los tobillos, solo se burló. Los grilletes estaban unidos por una larga cadena de hierro a un poste clavado en el centro de la choza. Chowon vio cómo el hombre que la encadenaba guardaba una llave tosca en su bolsillo.

 

—Por cierto, ¿dónde está el paciente?

 

Les preguntó a los hombres que la rodeaban en la choza, pero todos solo se miraban entre ellos.

 

—Los voy a curar. Y después de eso, ¿me dejarán ir?

 

¿Acaso no había un desarrollo así en los dramas o las películas? Recordó esas historias donde los bandidos secuestran a un médico y, al ver que cura a un paciente gravemente enfermo, se conmueven y lo dejan ir.

 

—¿Qué paciente? Aquí no hay nadie.

 

El jefe respondió bruscamente y, después de ordenar al hombre que la encadenó que la vigilara bien, se fue.

Pero la frase de que no había pacientes era una mentira. Tan pronto como el jefe se fue, la gente empezó a acercarse a Chowon, quejándose de sus dolencias.

 

—Ah, no soy dentista… Intente usar hilo dental y cepíllese los dientes con frecuencia.

 

Una enfermedad en las encías…

 

—Ah, no… Esto no tiene cura.

 

Un anciano con demencia…

 

—Mmm… No tengo medicina ahora, jaja… Límpiese y séquese bien.

 

Hasta una enfermedad de la piel que necesitaba una pomada antimicótica.

‘¡Dije que me traigan pacientes que yo pueda curar!’

Después de ver a todos los pacientes, la gente comenzó a dudar de su identidad.

 

—¿Qué clase de bruja es esta?

—¡Les dije que no soy una bruja!

—El jefe atrapó a la bruja de más bajo nivel.

 

Los bandidos, todavía sin prestarle atención, seguían hablando entre ellos. Por lo que decían, parecía que habían secuestrado a Chowon con un propósito muy claro. Estaban planeando montar una clínica ilegal o venderla a un rico que necesitara una bruja para ganar dinero.

 

—Ay…

 

Chowon suspiró, mirando por la ventana mal hecha. Era un alivio que no la lastimarían, pero el problema era que el sol se pondría pronto.

‘Maldita sea. Debería haberlo hecho por la mañana…’

Así no estaría tan ansiosa.


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