Jefe, si me mata un dragón, ¿cuenta como accidente laboral? - 103
—¿Cómo se hace?
Lo había aprendido en el ejército, pero era un recuerdo muy lejano. Nunca lo había puesto en práctica.
—Le rodeas los brazos así y levantas el pulgar……..
Quizás su maestro era bueno. Hizo lo que le dijo y, después de dos intentos, la castaña hinchada salió volando de la boca de la mujer.
El problema era que, a pesar de haber retirado el objeto, la mujer no respiraba. Chowon la acostó de inmediato y comenzó a hacerle reanimación cardiopulmonar. La mirada de Seungjun, que la observaba en silencio mientras le soplaba aire en la boca y le comprimía rápidamente el pecho, se frunció.
—Bebé tiburón…
Se preguntaba qué estaría murmurando, pero Chowon estaba cantando una canción infantil. Había escuchado que se cantaban para mantener el ritmo de las compresiones, ¿pero una canción infantil? La imagen de una profesional doctora se desmoronó por completo.
Afortunadamente, la mujer recuperó la conciencia en poco tiempo. El esposo de la mujer, con lágrimas en los ojos, le dio las gracias a Chowon.
—¡Gracias, señora bruja!
—La próxima vez, tenga más cuidado.
—¿Cómo puedo recompensarla por salvar la vida de mi esposa…….?
Resultó que la mujer era la dueña de la posada. En agradecimiento por salvarle la vida, la pareja les ofreció dos habitaciones para pasar la noche, la cena y hasta cerveza, todo gratis.
—Gracias a mí ahorraste dinero. ¿A poco no?
Sentada en un rincón de la ruidosa taberna, Chowon se bebió la cerveza de un solo trago y dejó el vaso sobre la mesa con un «¡toc!», sonriendo. El dueño, que no dejaba de mirarla, le hizo un gesto a su hijo. Pronto, un vaso de cerveza con espuma desbordante fue colocado frente a Chowon.
—Pero, ¿en serio no es una bruja?
Preguntó el hijo del posadero. Mientras Chowon le hacía RCP, la gente susurraba que era una bruja, ahora, sentada en la mesa, empezaron a acercarse de a uno para preguntarle. Chowon sacó el pase de viaje y se los mostró, tal como había hecho con ellos.
—Mira.
El permiso de viaje firmado por el duque de Rodel, el señor de la región, tenía los nombres de los tres: Hanna y Hans, hermanos, y Johan, el esposo de Hanna. Después de asegurarse de que no había ninguna bruja o maga anotada en la profesión, el chico asintió y se retiró.
—Tu hermano es tan molesto.
Chowon murmuró, doblando el pase y guardándolo en su bolsillo. Bastian había preparado el documento. No había tenido la consideración de preguntarle, pero bueno, se lo pasaba que hubiera elegido los nombres. ¿Pero qué era eso de «esposa de Johan» en el campo de profesión de «Hanna»?
‘¿Desde cuándo ser la esposa de alguien es una profesión?’
Por su parte, Marius asintió como si estuviera de acuerdo y tomó su vaso de cerveza.
—También creo que mi hermano es molesto.
Por supuesto, la razón de su molestia era completamente diferente: le desagradaba que su identidad falsa, Hans, fuera el hermano de Hanna.
—De todos modos, creo que soy bastante genial.
Chowon se dio unas palmaditas en el hombro en señal de autoelogio y tomó el nuevo vaso. Ignoró la mirada poco amable de «Johan», que la observaba desde un lado.
—Princesa.
—Hanna.
Esta vez, la mirada poco amable se dirigió a Marius, que estaba sentado frente a él.
—Ah, Hanna. Ese, ha… ¿cómo se llamaba…?
—¿La maniobra de Heimlich?
—Sí, ¿dónde la aprendiste?
—Ah, en un libro de la biblioteca del palacio.
Chowon respondió a la ligera y agregó antes de que Marius pudiera preguntar más:
—Ahí hay de todo. Deberías ir a verla la próxima vez.
—Ah… sí… si tengo la oportunidad.
Ya lo sabía. Había dicho eso porque sabía que a Marius no le gustaban los libros, tal como lo esperaba, él perdió el interés al instante.
—Eres increíble.
En realidad, a Marius no le interesaban los conocimientos médicos, sino la princesa.
—Princesa, siempre…
—Mmm…
—Hanna, parece que no hay nada que no puedas hacer.
Aunque fue Seungjun quien realmente llevó a cabo la maniobra de Heimlich, Marius, como era de esperarse, no le dio ni un solo elogio. Después de todo, su «elogio» era solo un halago disimulado.
—A tu lado, Hanna, me siento avergonzado por mi insuficiencia.
—¿Insuficiencia? Fui tú quien consiguió ese objeto.
Se refería al hígado de dragón.
—Sabes que siempre estoy agradecida, ¿verdad?
Pero no habrá más recompensa aparte de la gratitud. La última vez se vio envuelta en una situación que la llevó a darle un beso en la mejilla, y ha estado en una guerra fría con el hombre sentado a su lado desde entonces.
—Sería un honor si pudiera ayudarte. Sabes que puedo hacer cualquier cosa si lo deseas.
Ante la frase «cualquier cosa», la mirada de Seungjun se volvió fría.
—Estoy tratando de ser alguien digno de Hanna.
El tipo estaba loco. Quería ser alguien digno de una mujer casada.
Pero en lugar de decir algo amargo, Seungjun se bebió su cerveza amarga. Él siempre había sido así.
—Mi aspecto es tan vergonzoso…
Ahora vivían de posada en posada o, si no podían, dormían al aire libre, sin nadie que los lavara o los vistiera. A Chowon parecía preocuparle eso.
‘Pero si se ve preciosa’
Quería decirle eso, pero Marius se interpuso.
El duque pensaba que se había ganado el corazón de la princesa. Que el corazón de la princesa se había alejado de su duque.
Cuanto más creía Marius en eso, mayor era la probabilidad de supervivencia para los dos. Cuanto más demostraba Chowon que le gustaba, menor era la probabilidad.
Después de lo que pasó con esa dama de compañía, él sabía muy bien lo aterrador que podía ser el sentimiento de celos. Así que, mientras él pensaba en algo que no provocara a Marius, el tipo se adelantaba con palabras aduladoras como un zorro.
—No es así…
—¿Qué dice? Es tan, tan hermosa. Honestamente, por la belleza de la princesa, me preocupo todos los días de que la secuestren en el camino.
Así era él.
‘Haz lo que quieras’
Aunque lo intentara, Chowon nunca iría con él. Seguramente él había aprendido una lección esa noche que llegó tarde, pero aún seguía golpeando un árbol que no cedería. Seungjun, con las mejillas sonrojadas, observaba a Marius coqueteando con la esposa de otro, y cuando el espíritu de Chowon se desvaneció, golpeó la mesa.
—Oye, cuñado. Es hora de trabajar.
El apodo de «cuñado» hizo que el rostro de Marius se pusiera rígido y se fue en silencio, tomando su laúd. Una de sus tareas era recopilar rumores. Como no había periódicos ni internet, la única forma de enterarse de las noticias sobre Rodel, el palacio real o las brujas era a través de la gente.
Cuando Marius desapareció, la mesa se sumió en un silencio. Lo único que sucedió en el tiempo que duró una canción de laúd fue que Seungjun partió el pan duro que Chowon se esforzaba por masticar y se lo devolvió. No se intercambiaron ni una sola palabra.
—Ya no le dé más.
El vaso de Chowon se había vaciado de nuevo. Seungjun le hizo un gesto al chico que traía otra cerveza. Ignoró la mirada lastimera que quemaba sus mejillas.
—Qué rica está la cerveza aquí…
La forma en que movía los frijoles en su plato con el tenedor se veía triste.
‘Ay… ¿Por qué me preocupo por esto…?’
No sabía si el reproche iba para él o para Chowon. Seungjun le deslizó su vaso, con dos sorbos restantes. De reojo, vio una sonrisa que se abría de par en par. Hacía mucho tiempo que no la veía sonreír cuando estaban a solas.
—Ay, de verdad que está deliciosa.
La satisfacción de haber hecho algo bueno, el orgullo por los elogios y el alcohol la volvieron atrevida.
—¿Puedo tomar un vaso más?
Cuando su vaso de cerveza se vació, se colgó del brazo de Seungjun y le guiñó un ojo. Algo que nunca habría hecho en sus cinco sentidos.
Seungjun la miró fijamente, con el rostro sonrojado, riéndose y frotándose contra su brazo. Era linda… increíblemente linda… pero…
—Señorita Hong Chowon, ¿por qué es tan informal conmigo?
Marius no estaba, ¿por qué su tono era tan informal?
—¿Por qué? Esa es la regla de este mundo, ¿no lo sabías?
En la realidad, cuando Chowon nació, Seungjun estaba aprendiendo a sumar en la primaria. Como era consciente de la considerable diferencia de edad, el truco de decir «este mundo» era molesto.
—Ahora no soy el duque y usted no es la princesa. Somos una pareja de plebeyos.
—¿No se supone que las parejas se hablan así…?
La reacción de Seungjun la hizo sentirse un poco tímida, y murmuró con voz insegura, añadiendo un «-os» tardío. ¿Por qué no respondía? No podía descifrar la emoción en los ojos marrones del hombre que la miraba sin tregua.
Sabía que algo extraño estaba pasando. Su cara se acercaba cada vez más, como si fuera a besarla.
‘Hay gente aquí…….’
Pero pronto olvidó a la gente. El sonido de su corazón latiendo en sus oídos ahogó el ruido a su alrededor, dándole la ilusión de que solo estaban él y ella.
Chowon no podía apartar la mirada de sus ojos marrones, que parecían inusualmente profundos. Quería ver lo que estaba pensando, pero de repente pensó que tal vez él ya sabía lo que ella sentía. Aunque podía ocultar sus sentimientos con palabras sin emoción, sus ojos no podían mentir.
Avergonzada, Chowon cerró los ojos y en ese instante, el aliento de él le rozó los labios. Sus narices casi se tocaban. Ella sabía lo suaves que eran los labios de este hombre, que solía ser tan rígido.
‘Un poco más… solo un poco más……’
Contuvo su respiración acelerada, esperando que sus labios la tocaran.
—Señorita Chowon, de verdad…….
—¿Sí?
Pero lo que tocó sus labios fue un susurro cargado de un significado inesperado.
—¿De verdad crees que somos una pareja?
Abrió los ojos de golpe. Sus ojos, aún indescifrables, la miraban fijamente.
¿Estaba diciéndole que no se hiciera ilusiones porque no eran una pareja, o de verdad le estaba preguntando?
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