Hipnotizando a mi cachonda madre - Capítulo 17
¡Vaya descubrimiento!
Antes, en el metro, no escuchaba los pensamientos de mamá… pero en cuanto esos bastardos se le pegaron, empezaron a filtrarse.
Parece que cuanto más excitada está, más claros se vuelven.
No hay mujer que se resista… ¡Ni siquiera ella!
Da igual que esté casada y que papá la folle los fines de semana, o que yo, su hijo, esté a su lado…
Cuando el cuerpo pide, el coño empapa.
Mamá regresó del baño con un paso más ligero.
Debe haber cambiado la braga…
Recordé cómo se le encharcaban aquella vez, cuando se metió esos ciruelos morados.
Ojalá pudiera ver cómo las tiene ahora…
—Mamá, ya es hora de comer. ¿Qué te apetece?
pregunté, rompiendo el hielo.
—Algo ligero… Hace mucho calor.
Terminamos en el food court del séptimo piso.
—¿Qué tal unos fideos fríos? Yo quiero los de hoe (pescado crudo).
—Perfecto. Yo tomaré los tradicionales. Así probamos ambos.
Aunque era temprano, el local ya estaba lleno.
‘Parece que este sitio es bueno. Sí, parece.’
La expresión de mamá denotaba cierta inquietud.
Quizá era por lo húmedo que tenía las bragas… Por más que me concentraba en ella, no lograba escuchar ningún pensamiento.
Según la app, mi actividad cerebral no era lo suficientemente intensa, así que no captaba nada.
Mi teléfono también permanecía en silencio.
¿No habrá manera de escuchar más de esos pensamientos calientes de mamá?
Poco después, llegaron los platos que habíamos pedido: naengmyeon de agua y naengmyeon de mariscos.
—Mamá, ¿pedimos unas cervezas bien frías?
—¿Cerveza a esta hora? ¿Y cómo vamos a manejar?
—¡Hoy no trajimos el coche!
—¡Ah, es verdad!
Su expresión era tan distraída que casi daba gracia.
—Oportunidades como esta no se repiten. Yo me tomo una. ¿Y tú?
Mamá vaciló.
—Bueno, pedimos una botella. Tú tomas un poco y si sobra, yo me lo acabo.
—Está bien, un trago no hace daño.
Después de alternar entre los dos tipos de naengmyeon y terminar nuestras cervezas, salimos del restaurante.
Había bebido demasiado rápido y sentía un ligero mareo.
A mamá también se le veía el rostro sonrosado, como el de una niña avergonzada.
—Mamá, se te ve la cara rojita.
—Sí, me subió el calor. Normalmente aguanto más, pero hoy fue muy rápido.
Su mejilla enrojecida la hacía parecer una chica tímida.
—A mí también me pasa. ¿Qué tal si damos un paseo? Así hacemos algo de ejercicio y se nos baja la borrachera.
—¡Buena idea!
Tomamos las escaleras mecánicas hasta el tercer piso, donde estaban las tiendas de ropa femenina.
—Mira, ya sacaron la colección de otoño.
Mamá empezó a interesarse.
—Siempre vas un paso adelante en moda. Fíjate bien a ver si algo te gusta.
—Aquí parece caro…
—¡No importa! Hoy invito yo, así que no te preocupes.
—¿En serio?
Mamá volvió a enlazarme el brazo y se pegó a mí.
Ese aroma suyo, dulce pero con ese mmm… que estimula los sentidos.
Comencé a caminar presionando su costado y el borde de su pecho con el codo, deliberadamente.
Ella, como una chica emocionada, apoyó su peso contra mí mientras miraba alrededor y me seguía.
Al final del sector médico, se veía la entrada del cine CGV. Todo iba según el plan.
—Mamá, ¿qué tal si descansamos viendo una película y luego volvemos con energías a comprar?
—¿Película? Sí, me encanta. Es tan bueno pasar tiempo relajada contigo, cariño.
Compramos las entradas y entramos a la sala.
Había elegido a propósito los asientos de pareja en la última fila: sin apoyabrazos, solo dos butacas magnéticas unidas.
—¿Te duelen los pies, mamá? Llevas todo el día con esos tacones.
—Un poco… pero hace bien caminar.
—Recuéstate en el respaldo y estira las piernas hacia mí. Te las masajeo un poco.
—No hace falta, no quiero molestarte.
—¿Molestarme? ¡Si soy un chico fuerte!
Agarré su rodilla con la mano izquierda y atraje su pierna hacia mí.
—Ay, bueno… pero solo las apoyo, ¿eh?
—Tienes los pies hinchados por la circulación. Mejor quítate los zapatos.
Fui un paso más allá.
—Bueno… está bien…
—Si descansas, que sea bien. Además, nadie nos está viendo.
Era día de semana y la sala estaba medio vacía.
Los costosos asientos de pareja —excepto los nuestros— estaban todos desocupados.
Sujeté su pierna y deslicé lentamente su zapato.
—Yo… yo me los quito.
—Tranquila. Déjame hacerlo. Quiero darte un masaje en los pies.
—Pero, hijo… están sudados… huelen un poco.
—No importa. A ver…
Incliné el cuerpo, acercando mi rostro a sus zapatos.
Un aroma cálido, mezcla de cuero, sudor y medias de nailon, se elevaba suave, insistentemente de sus pies envueltos en seda.
¡Ah… esto es el olor de mamá!
¿Cómo olerá ahí abajo, en ese lugar íntimo?
¿Y sus bragas, humedecidas por su excitación?
Mi mente se llenó de imágenes ardientes, de fantasías prohibidas con ella.
¡Mierda… tengo que controlarme!
—No huelen a nada, no exageres.
Apreté su pierna con firmeza y le quité los zapatos, uno tras otro.
La suave textura de sus medias, la curva de su empeine, el tobillo delicado y la pantorrilla redonda fueron desfilando bajo mis manos.
Dios, qué suaves… qué perfectas.
Venció al cine fue la mejor idea.
Tan solo sostener sus pies así ya me hace perder la cabeza.
Me acerqué más a ella, dejando espacio para que estirara las piernas hacia mí.
Coloqué su pie y pantorrilla sobre mi muslo, acariciando suavemente la curva de su piel bajo las medias.
—¿Estás cómoda? Con las piernas levantadas así…
—La verdad es que sí. ¿Y tú? ¿No te molesta?
—¡Para nada! Es como estar en el suelo, pero mejor.
Mamá, ya más relajada, dobló ligeramente las rodillas y extendió ambas piernas hacia mí.
Con mi mano izquierda, rodeé sus dedos perfectamente alineados, mientras con la derecha masajeaba su pantorrilla, presionando firme pero suave…
Dios… La textura de su piel bajo las medias era increíble: tersa, firme, deslizándose bajo mis dedos como seda tibia.
Apreté cada dedo con mis pulgares, dibujando círculos en la planta de su pie.
—¿Te alivia?
—Muchísimo. Caminé demasiado hoy…
—Los tacones no ayudaron.
—No eran tan altos, pero esto… es maravilloso.
Su voz sonaba dulce, satisfecha.
Mientras mis dedos ascendían por su pantorrilla, recordé cómo aquel bastardo la había excitado antes, y el rencor me quemó por dentro.
No dejé de masajear sus dedos, pero mi mano derecha subió más, hasta el hueco de su rodilla, donde la piel se volvía más suave, más cálida.
Un poco más, y mis dedos rozarían el borde elástico de sus medias…
El dorso de mi mano casi tocaba el ruedo de su falda.
Mis ojos miraban la pantalla, pero no veían nada.
Solo sentía: el temblor de sus músculos, el latido bajo su piel.
—¿Y aquí? ¿También te alivia?
—Ah… sí, justo ahí.
—¿Dónde más lo necesita?
—En todas partes. No pares……
Ella se abandonaba al masaje, ajena a mi tormento.
Pero cada roce, cada presión, me llevaba al borde.
Sus pies, sus pantorrillas, los muslos……
Todo era demasiado perfecto.
Las piernas de mamá, que normalmente no permitirían ni un roce intencional, ahora se dejaban masajear con total naturalidad.
Si acercaba un poco más mi mano izquierda —la que sujetaba sus dedos— hacia el interior de su muslo, quizás su talón o la planta del pie rozarían mi erección, dura y tensa…
Pero atreverse a llegar tan lejos era peligroso.
¿O no? ¿Quizás un roce rápido…?
Mientras lo pensaba, un susurro de mamá resonó en mi oído:
{—¡Ay, me da un poco de cosquilleo~!}
¡¡¡Ah!!!
¿Acaso había activado su Lectura de Mente? Pero el sistema solo se despierta con ondas cerebrales activas… ¿Sería posible que mamá estuviera sintiendo algo mientras le masajeaba las piernas?
{¿Por qué este masaje me da cosquillas… y a la vez una sensación tan húmeda?}
{Debe ser por ese tipo en el metro que no dejaba de rozarme… Y con la cerveza que tomé, esto se pone peor.}
{Quisiera pedirle que me masajee ambas piernas… pero si lo hace, no podré contenerme♡♥♥. ¡No, mejor no!}
Su voz sonaba clara en mi mente. Era evidente que también percibía el tacto de mis manos.
Seguro aquel gamberro en el metro la había dejado excitada. Dicen que, una vez que el cuerpo de una mujer se calienta, se vuelve hipersensible hasta aliviar su deseo…
Y viendo a mamá, lo entendía perfectamente.
Yo tampoco estaba mejor…
Después de espiarla tanto en el metro, estaba al borde. Llevaba un rato acariciando sus piernas y sus medias sin poder masturbarme, y el líquido preseminal ya empapaba mi ropa interior.
Si yo estaba así, ¡ella definitivamente debía sentir algo!
Aunque fuera su hijo, el roce de mis dedos hundiéndose en su muslo tenía que provocarle algún estímulo…
{Dios, ¿qué hago? Esto no para desde lo del metro…}
{Si estuviera en casa, al menos podría masturbarme… Pero aquí ni siquiera puedo hacer eso.}
{¿Debería ir al baño? ¡Es demasiado difícil aguantar! Debí hacerlo aunque fuera un poco cuando fui antes…}
{Como Chan-ho está esperando afuera, me entró prisa y lo reprimí… Pero en serio, ¡no se me pasa nada! ♡♥ㅠㅠ ¡Tendré que desquitarme♡♥ bien cuando llegue a casa!}
{Para colmo, el papá de Chan-ho se fue ayer… Así que ni siquiera puedo aliviarme♡♥ con la verga del papá de Chan-ho. ¡Estoy tan frustrada que me vuelve loca~! ㅠㅠ}
{¿Qué dirá Chan-ho si se entera? ¡Nunca imaginaría que su mamá piensa en estas cosas!}
{¡El problema es que las manos de Chan-ho son tan cálidas y estimulantes~! ㅠㅠ}
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