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Felizmente Psicótica - Merry Psycho - Capítulo 244

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  4. Capítulo 244 - Extra 2
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—Claro que sí.

Le dirigió una mirada tranquila al director, que tenía el cabello salpicado de canas. Diestro, casado, veterano de guerra.

La evaluación fue instantánea.

Al ver las pastillas para la indigestión en el escritorio, quizás también tenía problemas estomacales. Y por su postura encorvada, parecía tener dolor de espalda.

—¿Qué lo trae por aquí?

—Acabo de volver de mi luna de miel. Me casé.

—Ah. Felicidades. ¿Y hay algún problema en su matrimonio?

—Ninguno. Es mi tercer matrimonio con la misma mujer…

—¿Qué?

Eso normalmente sería una señal de problemas… ¿o no? Si no hay problemas, ¿por qué casarse tres veces con la misma mujer?

El director apretó el bolígrafo. Pero Woo-shin, quizás sintiéndose mejor solo con recordar la luna de miel, habló con una expresión mucho más relajada que antes.

—Desde que me casé, he sido increíblemente feliz. Jamás soñé que mi vida tendría tanta estabilidad. El momento más feliz para mí es prepararle la comida a mi esposa, lavar las sábanas y esperar a que mi “Preciosa” salga del trabajo.

—Ah… Entonces, ¿cuál es el problema…?

La sonrisa de Woo-shin desapareció por completo cuando el director se aclaró la garganta. Miró el techo como si estuviera alerta y se acomodó en el sofá, que parecía incómodo. En realidad, no quería hablar de este problema con nadie.

—Quiero que mi esposa se quede en casa.

—…¿Qué?

—No hay nada que desee más que ella deje de trabajar y se convierta en ama de casa, como yo.

—¿Y cuál es la opinión de su esposa sobre este problema…?

—Claro que ella quiere trabajar.

El doctor frunció el ceño. También soltó un suspiro.

—Era de esperarse. Con el ambiente de los tiempos modernos, es aún más peligroso imponer su forma de pensar unilateralmente.

—Sí, por eso estoy tan preocupado. No sé qué es más peligroso. Arruinar la carrera de mi esposa con una decisión unilateral, o cerrar los ojos y enviarla a un trabajo peligroso. No sé cuál de las dos opciones empeorará más nuestro matrimonio. Con el tiempo, mi juicio se nubla.

—¿Han hablado del tema lo suficiente?

—No, para evitar una pelea.

Woo-shin movió el pie y levantó la comisura de sus labios.

—Nosotros, si peleamos, sería un gran problema.

—¿Qué?

—Mi esposa tiene una personalidad única que puede volverse impredecible si su objetivo es obstaculizado. Es… impredecible de una forma aterradora. Y yo también. Llevo más de medio año conteniéndome y no sé qué tan mal me puedo poner.

—….…

—Además, soy cuatro años mayor que ella.

Así que tengo que calmarme. Soy el mayor.

Woo-shin se presionó la sien con el pulgar. El dolor de cabeza volvía a atormentarlo.

El doctor, con una expresión seria, miró con preocupación al paciente que contenía un dolor de cabeza tan fuerte que sus músculos de la mandíbula se tensaron. El director pasó rápidamente algunas páginas más de la historia clínica y los resultados de los exámenes antes de hablar.

—Señor Woo-shin, aquí dice que a veces tiene pesadillas…

—Me despierto alrededor de las 3:12 a.m. con un sudor frío. Solo me siento seguro cuando verifico de forma compulsiva que mi esposa esté respirando. Si no lo hago, mis dedos de los pies se contraen.

Woo-shin sonrió y lo interrumpió. De repente, la comisura de sus ojos se contrajo como si tuviera un tic nervioso.

—Estoy demasiado ansioso. Pienso en revisar el bolso de mi esposa y en instalarle un keylogger (un programa de hackeo) en su computadora cada mañana, al amanecer.

El doctor, con una expresión cada vez más seria, garabateaba rápidamente con su bolígrafo. Trastorno de ansiedad obsesiva, trastorno de ansiedad por separación, deseo de control excesivo… No podía dejar de escribir. Y para entender mejor al paciente, necesitaba profundizar en su abismo.

El doctor habló.

—Y, ¿qué han hablado sobre tener hijos?

—Nada.

El rostro de Woo-shin se endureció notablemente. Una pizca de desagrado cruzó su rostro pálido.

Una negación estricta, un rechazo rotundo. El doctor, que captó la señal, parpadeó.

—Hace unos minutos me dijo que ha encontrado estabilidad emocional desde que se casó. Cuando una persona entra en una fase de estabilidad psicológica, es normal que se active el deseo de tener hijos. En ese sentido, a los ocho meses de casados, se encuentran en la fase de idealización. Por lo general, se dice que están viviendo una fantasía.

—No, no necesito hijos.

—¿Necesita…?

La voz del doctor se hizo más baja. Woo-shin, con una expresión vacía, dijo:

—Si algo le pasara a mi esposa…

Se le cortó la respiración y su nuez de Adán se agitó. Su rostro se distorsionó de dolor, como si la sola idea fuera terrible.

Mientras apretaba los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos, sus ojos se fueron desenfocando lentamente. Como si en ese mismo momento estuviera siendo absorbido por esa terrible fantasía.

—Y si ella me deja y muere…

Solo esas palabras hicieron que toda su sangre se helara.

—Tendría que seguirla. Y si tuviéramos un hijo, me detendría.

—…!

El rostro del doctor se endureció. Lo que acababa de escuchar era tan impactante que dudó de sus propios oídos. Pero Woo-shin habló con la calma de quien habla del clima. La mirada con la que revisaba su reloj de pulsera era totalmente serena.

—No quiero sobrevivir solo en un mundo sin mi esposa. Y si tuviera un hijo, eso sería difícil. Solo quiero poder seguir a Seo-ryeong en cualquier momento. Eso es todo.

Habló con un tono monótono, como si estuviera diciendo algo ya decidido. Ante esa respuesta, que se desviaba tanto de lo normal, el bolígrafo del doctor también se detuvo. La serenidad de este hombre le resultaba espeluznante. Después de un breve silencio, el doctor respondió con convicción.

—Me parece que el que está en peligro… es usted.

Y el director agregó rápidamente:

—Sería bueno que venga a consulta de forma regular por un tiempo.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

—¡Respiren, de forma regular! ¡Uno, dos! ¡Uno, dos!

El grito del instructor hizo que la espalda de Seo-ryeong se enderezara. Sus muslos le ardían como si estuvieran en llamas y todos sus músculos gritaban de dolor. Sus brazos, que no paraban de jalar el mango, ya temblaban desde hacía un buen rato, y el sudor goteaba sin cesar de su ropa.

—¡Último esfuerzo! ¡Más rápido!

Seo-ryeong sacó la fuerza que le quedaba. Sus músculos ya habían sobrepasado su límite, así que ahora tenía que aguantar con la pura fuerza de voluntad.

Aquí, en la sala de entrenamiento subterránea iluminada por luces fluorescentes. Decenas de máquinas de remo estaban alineadas en ese espacio cerrado con paredes de hormigón gris.

La mirada borrosa de Seo-ryeong se dirigió de repente al reloj digital en la pared. 17:47.

¿Habría hecho las compras de la mañana Woo-shin? ¿Qué estaría haciendo ahora? La mente de Seo-ryeong solo pensaba en el esposo que había dejado en casa.

Esto pasaba, inconscientemente, sobre todo cuando su cuerpo llegaba al límite. Como sacar agua del pozo con una cubeta, solo pensar en Woo-shin la llenaba de energía.

—Jú… ejem… jú…

La noche anterior, el delantal que estaba usando era azul oscuro. Seo-ryeong sacudió la cabeza para quitarse el sudor. Woo-shin, con un delantal, preparándole el estofado, se cruzaba una y otra vez ante sus ojos.

—¡Aumenten el ritmo!

Pero, ¿por qué Woo-shin todavía se estremece cuando trato de quitarle los pantalones? Insisto en hacerlo, y él se asusta.

Seo-ryeong volvió a jalar la máquina, hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Le dolía la espalda como si fuera a partirse, pero al mismo tiempo una risita se escapaba de sus labios.

Solo pensar en Woo-shin hacía que su rostro se relajara. Por esa razón, las miradas frías de sus nuevos compañeros se clavaron en ella, diciendo “Ahí va la agente 15 otra vez”.

—¡Los que hayan completado la distancia, tomen un descanso de cinco minutos!

Ante la orden del instructor, todos salieron de las máquinas y cayeron al suelo al unísono, como si fuera un pacto. El ventilador industrial seguía girando sin parar, pero el olor a sudor de los agentes no desaparecía.

Seo-ryeong miró fijamente al techo y su visión se tornó borrosa. Con sus pulmones encogidos, le resultaba difícil incluso recuperar el aliento.

—…..…

La luna de miel fue corta, y el entrenamiento largo.

El hecho de que Woo-shin le hubiera dado permiso para ir a entrenar fue sorprendente, pero el apoyo inquebrantable de su esposo la llenó de más valor.

¿Cómo podía ser tan maduro? ¿Podré yo ser así algún día? …Todavía no lo sé.

Pero si él se queda a su lado, siente que puede lograr cualquier cosa. Era una fe incondicional que iba más allá de la auto-confianza.

«Cien caras», Masca…

Si le dijera que quiere verlas todas, ¿no me las mostraría?


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