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Felizmente Psicótica - Merry Psycho - Capítulo 224

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  4. Capítulo 224
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No hubo una promesa. Cuando escuchaba las historias de Yuri a través de la abuela, ella también compartía con agrado las anécdotas de un Wooshin adulto y maduro.

Cómo se ve ese hombre ahora, cuál es su comida favorita, cuál es su frase más común, y también… qué texto se tatuó en la piel.

No le dijo dónde se lo hizo, considerando el impacto que podría tener en la abuela, pero Darya parecía incapaz de imaginarse a su nieto ya hecho un adulto. Aun viendo la mirada de Darya, llena de esa añoranza, Seo-ryeong se fue sin hacer ninguna promesa.

Mientras esperaba que se abriera el canal, acarició a los niños que se acercaban después de jugar al fútbol. El sudor alegre que les brillaba en la frente era una imagen muy hermosa.

Un balón es mejor que un oso, ¿no? Siente que ese sudor inofensivo es el mejor resultado de la generación anterior.

Ella, aún observando a sus hermanos que la veían con recelo, esbozó una leve sonrisa.

‘Que se olviden de mí para siempre, así, como están…….’

Por fin inclinó la cabeza ante Rigai, quien había logrado limpiar los recuerdos de los niños a través de sus ojos.

El saludo posterior fue breve. Apenas salió de la isla, Seo-ryeong tomó su equipaje del camión de Asha y se dirigió directamente al aeropuerto. Cada paso que daba estaba lleno de determinación. Si no podía encontrar a

Wooshin, seguiría el rastro de la persona con la que había caído.

 

―…¿A ese lugar?

—Ya llegué. Renté un auto y voy en camino.

 

Aunque escuchó a Chana gritar al otro lado del teléfono, Seo-ryeong no se inmutó. Kiya, el que había intentado arrastrarla consigo para que cayeran juntos. Sentimientos como el remordimiento, la culpa e incluso el rechazo hacia un hermano que solo anhela a Sonya, a veces la dejaban fría, pero luego volvían a hervir con fuerza.

 

―¡La última vez fuiste sin saber y casi mueren todos los miembros del equipo!

—El hábito de regresar a su lugar de origen cuando están acorralados también aplica a las personas.

 

Ella solo agarró más fuerte el volante mientras pasaba por un vasto campo de caña de azúcar. En el camino irregular, las ruedas se levantaban de vez en cuando, y su cuerpo se sacudía con la vibración.

 

—Instintivamente, recuerdan el lugar más cómodo.

 

El aire tibio que salía del calentador averiado le raspaba la piel. El camino de regreso al convento era tan silencioso y oscuro que parecía que entraba en un túnel profundo.

A medida que retrocedía en el tiempo, los fragmentos de una Sonya que había sido abusada se adherían en pedazos al parabrisas. Sintiendo que era absorbida por ese horrible pasado, Seo-ryeong apretó los dientes y sacudió la cabeza con fuerza. Hizo todo lo posible por recuperar el enfoque.

‘Sigue persiguiendo solo el amor hasta el final’

Ella acababa de despertarse de un sueño increíble al lado de sus hermanos que habían sobrevivido. Incluso si los viejos recuerdos la oprimían, había un pedazo de esperanza descabellada que podía apartarlos. Seo-ryeong no redujo la velocidad, sino que pisó el acelerador a fondo.

 

 

¡Plaf!

 

 

La gran puerta de metal se abrió como si se rompiera, y aplastó sin piedad el caballito de juguete de sus hermanos que había visto en el pasado. El sentimiento de alivio al ver el juguete destrozado bajo las ruedas era total.

Luego se metió una pistola y un cargador en el bolsillo trasero y agarró su teléfono. En el momento en que encendió la pantalla y vio la señal de «sin servicio», una risa escalofriante se escapó de ella.

‘¿Será que están bloqueando la señal como aquella vez?’

La idea de que Kiya realmente podría estar escondido allí hizo que su corazón se acelerara.

Ella entró al convento, que parecía una ruina desolada, y subió escaleras tras escaleras. Pasó por la capilla donde se les lanzaban versos violentos a los niños, y por el auditorio donde solían colgar a los hermanos y no dejarlos dormir.

A medida que avanzaba sobre esos recuerdos, le daban ganas de vomitar. Sentía que si se equivocaba en un solo paso, caería en un ataque de pánico. No tenía ninguna herida, pero de repente las plantas de sus pies le ardían y le aparecían marcas de latigazos en la espalda. Seo-ryeong, goteando de sudor frío, se abrió camino a través del silencio mortal. Fue en ese momento cuando el dolor fantasmal la invadió.

 

—Llegaste más tarde de lo que esperaba, Sonya.

 

Una voz familiar la detuvo. De repente, su vista se volvió borrosa como si estuviera bajo el agua, y una luz blanca cubrió todo.

Era el líder.

El líder con su túnica roja que había recibido a los vehículos militares en el pasado… estaba vivo… No, no es eso.

Seo-ryeong se mordió los labios con nerviosismo y volvió a enfocar la vista. Bajo un mural de ángeles voladores, había un hombre vestido de forma impecable con la ropa del líder de Sajalin.

Kiya estaba parado frente a los vitrales que llegaban hasta el techo. El gran cristal de colores que decoraba el convento le perforaba la retina.

Seo-ryeong, con los ojos inyectados en sangre, apuntó con el arma. No necesitaba más palabras.

 

—¿Dónde está Wooshin?

—Qué falta de tacto. ¿Eso es lo único que tienes que decir a una hermana que cayó y regresó?

—Kiya, no estoy jugando.

—…….

 

Las miradas que se observaban mutuamente se encontraron con frialdad. Kiya, con los ojos hundidos y el rostro pálido, se veía desolado. Ya no se podía encontrar en sus ojos ninguna pasión hacia Sonya. Sus pupilas vacías, por lo tanto, eran aún más aterradoras.

 

—Los hermanos están vivos.

 

Seo-ryeong ajustó su agarre en el arma al ver a un Kiya que parecía haber sido vaciado por completo. ¿Sería porque había visto a los hermanos vivir una vida simple y pacífica en una isla sin nombre?

Kiya, que había estado protegiendo el convento solo durante mucho tiempo, coleccionando caballitos de juguete, se sentía aún más desolado.

 

—Aparte de nosotros, hay hermanos que viven allá afuera.

—¿Y por eso llegaste tarde?

 

Seo-ryeong levantó una ceja ante la reacción de Kiya, que lentamente curvaba la comisura de sus labios. Era como si…

 

—¿Tú… lo sabías?

—Tal vez.

—Entonces, ¿por qué fingiste no saberlo delante de mí?

—¿De verdad preguntas eso porque no lo sabes?

 

Kiya se tocó la cabeza repetidamente con el dedo índice.

 

—¿Tengo que perder mi lugar como hermano incluso por esos tipos que ni siquiera tienen recuerdos?

—……!

—No me regañes, Sonya. Esos chicos son diferentes a nosotros. Lo olvidaron todo y fueron olvidados. La razón por la que no he podido dejar de matar y he estado limpiando desastres hasta ahora, es para que ellos puedan vivir en paz. He ido a buscar y matar, una y otra vez, a los que recuerdan a los niños de Sajalin. Si he hecho todo eso, ¿no tengo derecho a mentirte un poco?

 

Seo-ryeong endureció su rostro.

 

—Tú también pusiste mi mano en un segundo lugar.

 

Kiya sonrió con una risa sarcástica, como si recordara la vía del tren.

Entre la persona a la que se debe salvar primero y la persona que se pospone en segundo lugar, había un abismo más profundo que cualquier barranco.

La cara de Kiya se desgarró por una profunda sensación de derrota, al comprender que no importaba lo que hiciera, no podría cruzar ni llenar esa brecha. Seo-ryeong sintió, por alguna razón, que era como Maxim, Darya, Rigai o Joo Seolheon.

Aun siendo testigo de la desesperación de Kiya, que se sentía tan tangible, no podía abrazar a todos de manera torpe. Ella cerró y abrió los párpados temblorosos con fuerza.

 

—Esta vez, contesta correctamente. ¿Dónde está Wooshin?

—¿Eso es lo único que tienes que decir, aunque vayas a morir?

—… ¿Murió?

—Lo dejé vivir.

 

El tono no era muy bueno. Sin embargo, el brazo que sostenía la pistola comenzó a temblar ligeramente debido a la expresión indiferente de Kiya. No se atrevía ni a imaginarse lo que había hecho.

 

—Sonya, por mucho que lo intente, solo puedo imitarlo. No puedo hacer lo que Wooshin hizo al dejarte vivir sola. Solo veo a la Sonya que tengo enfrente, y por eso solo sé cómo atraerte hacia mí. Pero, en el momento en que caemos al fondo, ¿cómo podría dejarte y dispararle a otra persona? Me siento agraviado e idiota, así que jamás podría hacer algo así.

—¡Contesta! ¡¿Dónde pusiste a Wooshin?!

 

La impaciencia que le subía por la garganta hizo que Seo-ryeong gritara con rabia. La boca del arma temblaba.

 

—Entonces, tú también deberías volverte un poco despiadada alguna vez.

—¿Qué?

—Bienvenida a mi circo.

 

Abrió el vitral que brillaba con la luz de la luna como si fuera una puerta.

‘¿Qué acabo de oír?’

¿Ci… rco?

Kiya estaba sacando de nuevo el pasado más horrible. Ya estaba harta de ese tipo de actos, pero al mismo tiempo, sintió que su estómago se helaba y no podía moverse.

Finalmente, la enorme puerta de cristal se abrió con un chirrido y un ruido sordo. Cuando Kiya bajó una palanca de la pared, ¡Pum! Cientos de luces se encendieron al mismo tiempo. Seo-ryeong soportó por un momento la visión que se blanqueaba, y luego su voz tembló.

 

—Esto, esto… ¿Qué es…? Esto, Kiya, ¿qué…?

 

El viejo terror de un escenario al que se enfrentaba en un salto en el tiempo le subió por la espalda. Era la primera vez que veía una escena tan aterradora. Los mismos ojos apagados, los mismos labios apretados.

Personas sentadas inmóviles en sillas como espectadores. Sus miradas inexpresivas se clavaron al mismo tiempo en Seo-ryeong, que acababa de abrir la puerta.

‘¿Cuántas personas… exactamente? ¿Cuántos Wooshin…? No, ¿cuántos Hyun Kim…?’

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.

Allí, docenas de Wooshin, docenas de Hyun Kim, y docenas de rostros desconocidos estaban sentados en la misma posición.

Sus pupilas se movían de un lado a otro. Era el marido al que tanto quería ver, pero verlo la aterrorizaba como si fuera una persona disecada. Cada rostro que aparecía en su ángulo de visión era Hyun Kim, Wooshin. Las lágrimas llenaron sus ojos ante el rostro que había extrañado, pero no podía saber quién era el verdadero Wooshin.

 

—Oh, ¿qué es esto…? ¡¿Qué diablos hiciste…?!

 

Seo-ryeong jadeaba, incapaz de pronunciar una palabra. Se sentía tan mareada que creía que iba a morir, aunque no había bebido alcohol. Los rostros de los dos hombres que ella recordaba y amaba estaban mirándola, todos con guantes, como si fueran espantapájaros.

Por mucho que lo mirara, no parecía real. «No, tal vez soy yo la que está en el escenario». Una punzada de miedo le atravesó la mente.

 

—De aquí, solo puedes llevarte a uno.

 

Kiya, al ver a Seo-ryeong congelada, se rio como si estuviera llorando.

 

—A excepción de la única persona que elijas, quemaré a todos los demás.

 

«Total, son estadounidenses», añadió Kiya. Comenzó a rociar las rodillas de las personas capturadas con una manguera de aceite. Quería gritar, pero de sus labios congelados ni siquiera salía un suspiro.

Siempre una sola elección cambia el destino. Seo-ryeong se encontraba de nuevo en el punto de mira, como Maksim, Rigai, Joo Seolheon, y Darya. Su corazón temblaba hasta la muerte y su estómago se encogía.

‘Yo… yo……’

Su mente estaba en blanco.

Esa era la cosa que Seo-ryeong hacía peor en el mundo. La cosa que más deseaba, pero en la que había fracasado más estrepitosamente.

 

—Ahora… ve y encuentra a tu marido.

 

Ella misma, que había querido encontrar a su marido arriesgando toda su vida, era la misma persona que no pudo encontrarlo, aunque lo tenía justo delante. Ese doloroso fracaso revivía de nuevo ante sus ojos.

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