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En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 97

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—¿De verdad no hay nadie en casa?

 

Ante el ruidoso timbre, Mary miró cautelosamente por entre las cortinas para observar lo que pasaba afuera. Solo después de reconocer el rostro familiar del cartero, abrió la puerta. Al pasar por el corto patio v y pararse frente al portón de hierro, el cartero le extendió a través de los barrotes tres o cuatro cartas, un libro de registro y una pluma.

 

—Sabía que estarías. Solo tienes que firmar aquí.

—Espera. Sujétalo bien.

—…Pero, Mary. ¿De verdad vas a seguir aquí?

—¿Por qué? ¿Hay algún otro rumor?

 

El cartero, después de recibir de nuevo el libro de registro, miró a izquierda y derecha, se pegó a los barrotes para susurrar:

 

—Los secuaces de Señor Towns. Están diciendo que si no se paga la deuda capital para pasado mañana, van a irrumpir. Dicen que el único motivo por el que se están conteniendo es que hay una posibilidad de que entre una gran suma de dinero, así que pidieron una prórroga.

—¿Una gran suma de dinero?

—Parece que vendieron de verdad la tierra con título nobiliario.

—Pero eso es… ilegal.

—De todos modos, yo te lo he dicho. No te quedes a esperar y que te metan en problemas, escapa ahora mismo.

 

El cartero inclinó la cabeza y se alejó pedaleando con fuerza su bicicleta. Mary observó su partida un momento y luego examinó las cartas que había recibido. Una era de Wyatt y la otra…

Mary pasó la punta de sus dedos suavemente sobre su nombre, clara y ordenadamente escrito en el sobre de la carta. Era bastante gruesa para ser una carta normal. Con cuidado, la guardó en su delantal para que no se arrugara y subió las escaleras.

Habían pasado dos días desde que incluso el señor Ross, el jardinero que había aguantado hasta el último momento, se había ido del Castillo de Gloucester. El castillo ahora se parecía más a una ruina que a un lugar habitado. Mary se ajustó el chal y abrió la puerta de la habitación donde Wyatt se había encerrado.

 

—¡Por fin!

 

Sorprendentemente, Wyatt estaba despierto. Como si hubiera estado observando la llegada del cartero por la ventana, se acercó a grandes zancadas y le arrebató las cartas de las manos. Dos las dejó caer al suelo en cuanto vio la superficie y la otra la abrió rápidamente para revisar el contenido.

Un sentimiento de alivio se extendió por las arrugadas comisuras de los ojos del hombre, que antaño debió de ser bastante apuesto. Se rio, mostrando sus dientes amarillentos.

 

—Maldición. De verdad que no hay mal que por bien no venga.

—¿Qué es?

—Es un boleto de barco para el Norte. Conseguirlo fue un problema debido a los tiempos que corren. Sale mañana al amanecer y es en segunda clase, pero con esto me conformo.

 

Mary, que recibió el boleto en el sobre de manos de Wyatt, revisó el contenido con calma.

 

—Pero… parece que este boleto tiene un error.

—¿Qué dices?

—Aquí dice que el pasajero es uno solo.

—¡Claro… Dios mío, Mary!

 

Wyatt, que no pudo esperar y llenaba su copa, soltó una carcajada.

 

—¿De verdad pensaste que te llevaría a ti también al Norte?

—…Pero, usted se casaría conmigo.

—¡Qué tonta!

 

Él le arrebató los boletos de la mano a Mary, burlándose.

 

—¿De verdad te creíste esas palabras? Deja de fingir inocencia.

—……

—Tú tienes que vivir tu vida y yo la mía. Nacimos en diferentes estatus, ¿Cómo podría aceptarte como condesa?

—……

—No estarás intentando decir que estás embarazada, ¿o sí?

 

A pesar de que mi cabeza daba vueltas de ira, mi boca respondió con calma.

 

—…No.

—Claro. No podría ser.

 

Él se sirvió más alcohol en el vaso y parloteó de buen humor.

 

—Solo hubo una mujer en toda mi vida que me dijo una mentira así. Antes de eso y después de eso, me acosté con incontables mujeres, pero ninguna quedó embarazada. Esa tonta, que intentó apoderarse de toda la vida de otro solo porque su menstruación se retrasó un poco…

—……

—Pero al menos ella era una noble.

 

Wyatt se sirvió otro vaso de alcohol junto al que ya estaba vacío. Mary se dio cuenta de inmediato de que él había puesto un polvo en ese vaso.

Probablemente un somnífero. O alguna clase de medicamento que aturdía temporalmente la mente para que no se atreviera a pensar en traición… Wyatt le tendió a Mary el alcohol con el polvo ya disuelto.

 

—Relaja tu expresión. Lo pasamos bien, ¿no? Tú también ganaste dinero.

 

En los ojos grises de Wyatt, Mary buscó obsesivamente el rastro de “ella”. A veces, así soportaba esas noches insoportables. Pero hoy, en esos ojos, se vio a sí misma. La mujer astuta, de cálculos precisos, la que era infame incluso entre los ladrones de poca monta por su habilidad para los cambios de manos, esa mujer tenaz.

 

—No quiero alcohol.

 

Si no hubiera sido por su abuela, ella todavía estaría entrando y saliendo de la estación de policía. En lugar de tener un trabajo estable pero con un salario de miseria, seguiría deambulando por las calles. Por eso, no sentía un miedo repentino.

Mary tomó el vaso y lo devolvió a la consola. Si él no le iba a pagar lo que le correspondía, bien. Ahora era su turno de calcular y cobrar ese precio. Por cualquier medio vil posible.

 

—……

 

Mary levantó lentamente el dobladillo de su falda. Al ver el liguero en su muslo, el rostro del hombre se enrojeció al instante. Con el deseo disparado, Wyatt se abalanzó sin pensarlo dos veces. Las manos terribles del hombre la sujetaron como si le apretaran el cuello.

Justo antes de que su cuerpo fuera empujado, Mary extendió la mano y cambió la posición de su vaso y el de Wyatt. Habilidosa y rápidamente.

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

D – 5

 

Vanessa, que garabateaba distraídamente en su libreta, se detuvo un momento. Al intentar organizar brevemente el plan en su cabeza, sin darse cuenta, había escrito letras demasiado explícitas.

Vanessa miró fijamente la libreta y luego dibujó una línea larga sobre lo escrito.

 

D – 5

 

—Aquí tienes, Vanessa.

 

Cerró la libreta con un golpe seco y levantó la cabeza. Lord Dawson, sentado en la silla de enfrente, colocó una pila de documentos gruesos sobre la mesa de la cafetería. Con la pluma, fue señalando cada uno mientras explicaba de forma sencilla.

 

—Desde el momento en que firmes este documento, la empresa dejará de estar a tu nombre. A cambio de vender la empresa de inversiones, recibirás un total de 130 mil libras, y, tal como lo solicitaste, el comprador deberá pagarte la mitad del monto en monedas de oro de Sèvres y la otra mitad en cheque.

—Confirmado.

—Entonces solo tienes que firmar aquí abajo. Y también aquí.

 

Vanessa leyó cuidadosamente cada cláusula donde el abogado señalaba con el dedo y firmó una por una. Después de repetir el proceso hasta la última página, el señor Dawson recogió los documentos y se puso de pie.

Se dirigió directamente a una mesa a pocos pasos de distancia y le entregó los documentos a una persona sentada de espaldas, cuyo rostro no se veía. Y pronto regresó con un pesado maletín de cuero.

 

—Aquí tienes.

 

En el instante en que el bolso tocó la mesa, se oyó un leve tintineo de monedas de oro al entrechocarse. Vanessa abrió ligeramente el bolso y miró dentro. Había fajos de cheques apretados y también se veía una bolsa con monedas de oro.

 

—Asegúrate de que la cantidad sea correcta. No parece que sea alguien con quien se deba jugar, pero por si acaso.

 

Vanessa contó las monedas y sacó un fajo de cheques del bolso, extendiéndoselo a Lord Dawson.

 

—Los honorarios se los pagaré ahora mismo. Son cinco mil libras en total.

—…¿Tanto?

 

Vanessa asintió. Los cheques ya no le eran necesarios. Sería ideal si pudiera convertirlos todos en monedas de oro de Sèvres, pero era imposible conseguir una gran cantidad de monedas de oro sin pasar por un banco. Y todos los bancos del mercado estaban bajo el control de Battenberg.

 

—Pensando en todo lo que hizo por mí, esto sigue siendo poco.

—Tuviste suerte. ¿Cómo iba a saber yo que aparecería alguien para comprar la empresa justo después de ponerla a tu nombre?

—Solo un último favor más.

—¿Qué cosa?

 

Ella le extendió otros cuatro o cinco fajos de cheques.

 

—Quiero hacer una donación anónima a la catedral de la diócesis de Bath. Con la condición de que, durante los próximos tres años, si aparece algún cuerpo no identificado, se encarguen de recogerlo en un ataúd.

 

Ante la respuesta tranquila de Vanessa, la expresión del señor Dawson se ensombreció un poco.

 

—Escuché lo de tu tío. Dijeron que desapareció.

—…A mí también me lo comunicaron anoche.

 

Intentó responder como si nada, pero su voz temblaba incontrolablemente. Ante la desaparición de alguien a quien alguna vez consideró familia, le resultaba difícil mantener la compostura. Incluso en los momentos más horribles y detestables con Wyatt.

 

—Tengo algunos contactos útiles en la policía y me enteré de que es difícil identificar a un sospechoso porque se ganó muchas enemistades por aquí y por allá. Parece que tenía bastantes deudas de juego. La gente dice que es mejor rezar para que haya muerto antes de ser arrastrado por Señor Towns.

—……

—Parece que intentó aplazar el plazo con el dinero de la venta del título, pero se dice que la criada que lo atendía se llevó todo ese dinero y desapareció. El cartero testificó que vio a esa criada hasta la mañana del día en que él desapareció.

—…¿Se reveló el nombre de esa criada?

—Mary Smith.

 

Vanessa asintió sin mover una ceja, como si nunca hubiera oído hablar de una criada con ese nombre.

 

—Quizás la policía también te busque y te pregunte algo. Por favor, ten cuidado. Y si necesitas un abogado, contáctame cuando quieras.

—Lo haré. Gracias por todo.

 

Lord Dawson levantó ligeramente su sombrero de caballero para despedirse y luego se dio la vuelta y salió de la cafetería.

Vanessa vació lentamente el vaso de agua que tenía delante y se levantó, sujetando firmemente el bolso de cuero. Mientras cruzaba el vestíbulo del hotel, se detuvo fingiendo ajustarse los zapatos incómodos.

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