En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 61
—Has estado jugueteando con eso todo el rato… ¿Qué llevas en el cuello?
—Ah, esto.
Vanessa bajó la mano que había estado toqueteando el collar, con las mejillas ligeramente sonrojadas. De por sí, con los adornos de encaje no se notaba mucho, pero aun así le daba cierta vergüenza mostrarlo con naturalidad. Ni siquiera era suyo; solo lo había tomado prestado por un rato, lo cual lo hacía todavía más incómodo.
Titubeando un poco, escondió por completo el collar bajo el cuello del vestido.
—No es nada.
—¿Nada, dices?
En ese brevísimo instante, Logan había alcanzado a ver el collar, y su rostro palideció como si hubiese presenciado algo que no debía. Desde luego, el collar desentonaba con la sobria ropa que ella llevaba: era excesivamente llamativo. Probablemente por eso parecía tan fuera de lugar, como si una hermana menor se hubiera colgado las joyas de su hermana mayor a escondidas.
Vanessa, algo avergonzada, tiró del lazo de su sombrero para cubrirse un poco más el pecho.
—¿Tan feo se ve?
—No, no es eso…
—Logan Dawson. Sé honesto.
Cuando lo miró con expresión seria, Logan desvió la mirada con torpeza, las mejillas también enrojecidas.
—Al principio pensé que había visto mal… Pero eso que llevas al cuello, ¿no es Lágrima de Sirena?
—¿Lágrima de Sirena?
Al oír el nombre, su expresión no cambió en absoluto. No pareció sorprendida ni incómoda. Solo tranquila. Esa reacción tan serena lo desconcertó más a él que a ella.
—El famoso collar de la casa Demures… No me digas que no lo sabías.
Vanessa parpadeó, con los ojos muy abiertos, y luego soltó una risita cristalina, de forma algo inesperada.
—Lo siento, es que tu cara fue tan graciosa… Claro que he oído hablar de él. Es famosísimo.
—Ah, bueno… entonces… menos mal.
—¿Pensaste que era auténtico y por eso te quedaste así?
Vanessa sonrió, aliviada.
—Lamento decepcionarte, pero es una réplica. Se lo pedí prestado a una amiga.
—…¿Una réplica? ¿Eso?
—Sí. Aunque se nota que usaron gemas de buena calidad, más finas que en una imitación común. Aun así, Lágrima de Sirena es la pieza estrella de esa firma. Incluso fue exhibida en una feria internacional… ¿Cómo podría alguien llevarla así, tan campante?
Logan la miró con una expresión indescifrable. Parecía, al mismo tiempo, completamente sin palabras y profundamente apesadumbrado por ella. Se frotó el rostro con una mano enjuta y, con un gesto serio, volvió a fijar los ojos en ella.
—Vanessa Siren Somerset.
El suspiro que soltó fue largo y denso, cargado de una preocupación que no se molestó en disimular.
—De ahora en adelante… vas a tener que endurecer un poco el corazón.
Ella apenas iba a preguntarle qué quería decir con eso, cuando, sin que se diera cuenta de que ya habían llegado, la puerta se abrió de pronto y una luz cálida y suave se derramó sobre su rostro. Vanessa entrecerró los ojos por un momento y se encontró de golpe ante un gran salón que parecía un invernadero de cristal.
El contraste con el bullicio de afuera era como pasar a otro mundo: el ambiente era sobrio, elegante. La puerta se cerró con suavidad a su espalda y, casi sin pensarlo, Vanessa miró hacia atrás. Luego, como si la empujaran, se aferró al brazo de Logan y avanzó con él.
Las cortinas, tan blancas que dejaban entrever el exterior, los pesados tapetes verde oscuro, las mesas redondas alineadas en fila, el tintinear de copas de cristal, las risas discretas y educadas…
Más adelante, una orquesta de cámara tocaba música clásica, mientras asistentes impecablemente vestidos se deslizaban entre las mesas con bandejas de champán y pequeños bocados, atendiendo a caballeros elegantemente reunidos. En medio de la escena, Logan levantó la mano para saludar a alguien.
—Abuelo Benjamin.
—Ah, Logan.
Justo parecía haber terminado una partida de whist, porque un anciano que recogía sus cartas alzó la vista y le regaló una sonrisa de oreja a oreja. Hizo un gesto para que se acercaran, inclinándose hacia los caballeros que lo rodeaban.
Mientras avanzaban hacia la mesa, Vanessa lo observó con atención sin parpadear siquiera. Dentro de los límites de la cortesía, trató de captar cada detalle. Aunque había memorizado una foto suya de hace diez años, publicada en un periódico local, le resultaba difícil estar segura de que ese anciano de expresión amable era realmente la persona que buscaba.
—En un momento… sí, hablaremos un poco y luego me iré. Puedes tomar algo mientras tanto… Así es, querido.
Los caballeros se levantaron con cierta premura para dejar sitio. Benjamin Dawson, recogiendo su abrigo, lanzó a su sobrino-nieto una mirada severa, aunque claramente fingida.
—Tú, mocoso. ¿Dónde te habías metido? Tu madre te ha estado buscando desde el anochecer.
—¿Por qué? ¿Pasó algo?
—¿Y cómo voy a saberlo yo? Supongo que recibió tus notas por correo urgente y no quedó muy contenta.
Los rostros de ambos hombres se fruncieron al unísono, compartiendo una misma preocupación. Por el ambiente relajado entre ellos, quedaba claro que Logan sentía un gran aprecio por su tío abuelo.
—Pero dime, ¿no piensas presentar a la joven dama que tienes al lado? ¿De qué familia es?
—Ah, claro. Es Lady Vanessa Somerset. La he traído porque quería hacerle una consulta a mi tío abuelo.
—Por favor, puede llamarme simplemente Vanessa.
Vanessa extendió una mano con elegancia. Si hubiera sido una dama ya muy curtida en los círculos sociales, seguramente habría saludado al anciano con una leve reverencia de rodilla, en lugar de un gesto tan sobrio. Las jóvenes de su edad a menudo se mostraban condescendientes o hasta desdeñosas con los caballeros mayores.
Pero para Vanessa, que había pasado todo el día enfrentándose a situaciones completamente nuevas, mantener la espalda recta y la sonrisa suave ya era un esfuerzo considerable. No podía confiar más que en los libros de etiqueta de Saint-Louis, en su severa institutriz de modales… y en los consejos de Rosalyn.
Benjamin, algo sorprendido por el estilo tan anticuado del saludo, no tardó en sonreír con agrado y, con un gesto caballeroso, llevó los labios a su guante sin llegar a tocarlo.
Aún con la sonrisa satisfecha en el rostro —demasiado amplia para su edad, quizá—, terminó por carraspear al notar la mirada que le dirigía Logan.
—¿Somerset? Ah… ahora que lo dices…
Frunció ligeramente el entrecejo, como si buscara en la memoria, y luego exclamó con un aire de reconocimiento.
—Sí, sí… Recuerdo haber conocido a tus padres hace muchos años. Santo cielo… tú eras apenas una pequeña señorita entonces.
Por fin. Vanessa sonrió abiertamente, como si así pudiera contener el temblor y los nervios que le revoloteaban por dentro.
—Me contaron que usted fue asesor legal de mis padres en una ocasión. Supongo que debió de ser por esa época… aunque, lamentablemente, no lo recuerdo.
—A esa edad es normal… ¿Qué tendrías? ¿Cinco años, quizás?
—Espero que no dude en tratarme con confianza.
El anciano la contempló por un instante con sus ojos celestes y serenos. Luego, con una mirada surcada por los años pero aún viva, le dedicó una sonrisa afable.
—¿Estás segura? Pensé que venías como cliente.
En sus ojos, que la observaban con firmeza, brillaba una lucidez que ni el tiempo había conseguido apagar. Vanessa respiró hondo, tratando de mantener la calma. Benjamin Dawson le parecía una persona íntegra.
Claro que esa era la impresión de una joven de apenas veinte años, con poca experiencia del mundo y cuya única vida fuera del hogar habían sido un internado y la iglesia. No confiaba en su instinto a la hora de juzgar a los adultos. Sabía bien que ellos dominaban el arte de llevar máscaras, y que ella aún no tenía las herramientas para desenmascararlos.
Especialmente aquel anciano. Se notaba que tenía experiencia. Daba la impresión de que, dijera ella lo que dijera, intentara ocultar lo que intentara, él sabría captar al instante lo que se escondía tras sus palabras. Un abogado, después de todo, estaba entrenado precisamente para eso.
‘No va a servir de nada andarse con evasivas o medias verdades.’
Convencida de ello, Vanessa apretó con suavidad el brazo de Logan, que aún sostenía.
—Logan. Lo siento, ¿podrías dejarnos solos un momento? Es un asunto de familia.
—Ah.
Logan, que había estado observando la escena sin decir palabra, se puso de pie con un ademán torpe.
—Claro. Iré a tomar un whisky con soda por allá.
—No te pases con la bebida ni te dejes llevar por el ambiente, Logan. Y cuidado con las medicinas.
—Tío, ¿todavía me ves como un niño?
Giró hacia Vanessa.
—Entonces, hasta luego, Vanessa.
Le tomó la mano con un gesto anticuado y elegante, y le guiñó un ojo, con una expresión que se esforzaba en parecer despreocupada, aunque tenía las mejillas ligeramente encendidas.
—Y no olvides que te estoy haciendo un favor. Te va a salir caro.
Logan hizo un gesto juguetón a su tío abuelo y se alejó caminando hacia el otro extremo del salón. Vanessa lo siguió con la mirada por un momento, observando su espalda mientras se perdía entre la multitud.
No sabría decir con exactitud qué era… pero había algo en la actitud de Logan que, desde algún punto, comenzó a generarle una extraña disonancia. Una sensación incómoda, difícil de explicar. Y, sin embargo, su corazón palpitaba con fuerza, como si algo dentro de ella intentara advertirle de algo. Vanessa llevó una mano al pecho, sobre el corazón. Aquello no se parecía en nada al modo en que latía cuando pensaba en River Ross.
—Y bien, Lady Vanessa.
Sumida en sus pensamientos, Vanessa alzó la vista al oír que la llamaban. En sus ojos, de pronto, brillaba una chispa de atención.
—Sí.
La sonrisa amable del anciano se había desvanecido por completo. Frente a ella, quien la miraba ahora no era un abuelo entrañable, sino un abogado astuto y penetrante.
—Debes de tener un motivo más serio para haberme buscado, si llegaste hasta aquí con ayuda de mi sobrino nieto.
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