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En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 60

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—Lady Rosalyn.

 

Tras pasar un bullicioso grupo que intercambiaba saludos efusivos, apareció un caballero con el cabello cuidadosamente peinado hacia atrás con pomada. A diferencia de los hombres que habían pasado antes, en su rostro aún se notaban rasgos juveniles.

Extendió ambos brazos como si se reencontrara con alguien muy querido, y, con un aire teatral, tomó la mano que Rosalyn le ofrecía. Mientras ambos intercambiaban un breve saludo, Vanessa entrecerró los ojos y lo observó detenidamente. Había algo en él que le resultaba familiar.

¿Lo habría visto antes en algún momento? Si era amigo de Rosalyn, era posible que se hubieran cruzado alguna vez… Mientras intentaba recordar su nombre, el hombre, después de dejar un beso en el dorso de la mano de Rosalyn, se giró hacia ella con una expresión de grata sorpresa.

 

—Y también… Lady Vanessa.

 

El hecho de que él supiera su nombre con tanta certeza la desconcertó, y, titubeando, apretó con torpeza un poco de su falda entre los dedos. Si Rosalyn no le hubiera dado un leve codazo en señal de que debía ofrecer la mano, probablemente ni siquiera habría reaccionado a tiempo.

Él tomó con delicadeza esa mano que se tendía con cierta rigidez. Vanessa notó que la sostuvo un poco más de lo que lo había hecho con la de Rosalyn. Finalmente, el hombre soltó su mano y, al enderezarse, le guiñó un ojo con un gesto travieso.

 

—¿No vas a saludar a un viejo compañero de clase después de tanto tiempo?

—No la molestes, Logan.

 

intervino Rosalyn con gracia, colocándose ligeramente entre ambos para desviar su atención de Vanessa.

 

—En St. Louis apenas intercambiaron un par de palabras. Qué descaro esperar que te reciba con entusiasmo.

—Pero estuvimos en la misma clase los tres años.

—Está nerviosa, eso es todo. Apenas durmió anoche.

 

Ante ese comentario, los ojos del hombre se abrieron con sorpresa, seguido de una risa suave y agradable.

 

—Vaya… no me lo esperaba. Es sorprendentemente adorable.

—Vanessa siempre fue adorable. ¿Qué imagen tenías de ella exactamente?

—Parecía amable, pero no daba la impresión de que fuera fácil acercarse.

—Eso fue porque ustedes mismos se empeñaron en tratarla como si fuera una diosa.

—…¿De qué estás hablando ahora?

 

La conversación había tomado un giro tan extraño que Vanessa, visiblemente desconcertada, intervino atropelladamente. Ante su reacción, el hombre se encogió de hombros y respondió con sinceridad.

 

—Las cosas eran como eran. Todos estábamos atrapados en ese lugar infernal, y no había muchas chicas bonitas alrededor. Por supuesto, tú también estabas entre ellas, Rosalyn.

—Qué honor tan grande.

 

No estaba claro si lo decía con sarcasmo o simplemente no lo entendía. El hombre sonrió ampliamente, mostrando los dientes, y se rascó la nuca antes de continuar:

 

—Al principio hubo unos cuantos que intentaron acercarse en serio, pero cuando vieron a Mason acercarse para hablarle y ella se sobresaltó y salió huyendo, todos se rindieron. Si hasta ese rostro la espantaba, ¿qué chances teníamos los demás?

—Es comprensible, Vanessa. Ustedes tenían una pinta bastante intimidante.

—En fin, después de tanto quedarnos mirando con las manos en los bolsillos, al final todos acordamos dejarla como una ‘zona intocable’.

 

Zona intocable. Vanessa sabía que los chicos solían cuchichear a sus espaldas, pero jamás habría imaginado que era por algo así. Siempre había supuesto que hablaban de su pobreza, o de la mala reputación de su tío, por eso nunca les había prestado atención.

Aquella época había sido dura. Cada día era una lucha. Tenía toda su concentración puesta en mejorar sus calificaciones. Se levantaba al amanecer para ir a la biblioteca, y a la hora del almuerzo se las arreglaba para participar en actividades de voluntariado dentro del campus. Si lograba destacar académicamente, si la elegían como representante estudiantil, si lograba conseguir la carta de recomendación del rector…

Entonces, tal vez, su tío permitiría que se presentara al examen de ingreso de la Universidad Oltempose.

 

—Yo… no tenía idea de nada de eso.

 

Vanessa desvió la mirada, balbuceando las palabras. A pesar de que todo eso ya era cosa del pasado, se sintió tan avergonzada que las mejillas le ardieron.

Claro que, incluso si lo hubiera sabido, no habría cambiado nada. La mayoría de los chicos que estudiaban en St. Louis ya tenían prometida concertada desde antes de graduarse. Quizá al principio algunos sentimientos fueron sinceros, pero con el tiempo, lo lógico era pensar en la familia y el compromiso. Como lo había hecho el sensato Blair.

 

—…Vanessa, mira allá.

 

Justo cuando Logan parecía a punto de decir algo, Rosalyn le agarró fuertemente del brazo. No era propio de ella dejarse llevar por las emociones, pero en ese instante, claramente no pudo contenerse.

Vanessa giró la cabeza hacia la dirección que Rosalyn le indicaba con un gesto. Al principio no pudo ver bien, pues había demasiada gente. Pero entre las risas claras y el movimiento de la multitud que se abría paso, vio a una pareja que caminaba del brazo.

 

—Son Eden Harley y la señorita Stanley.

 

Vanessa los observó con atención, con una mezcla de recelo y sorpresa. Eden Harley, algo endurecido por sus años en el ejército, contrastaba con la señorita Stanley, que irradiaba una frescura y belleza llamativas. Ella se cubría los labios con un abanico mientras le susurraba algo, él, inclinado hacia ella, la escuchaba con una leve sonrisa.

Rosalyn, pálida como una hoja, se mordía los labios con fuerza. Parecía completamente desconcertada… pero también furiosa.

 

—Eden me escribió diciendo que vendría de permiso esta vez. Me dijo que, si podíamos encontrarnos en la fiesta a bordo, le encantaría verme. Y por supuesto, le respondí que sí. Debería haberme imaginado que vendría acompañado de la señorita Stanley…

—¿Y pensabas contarle a Eden lo que vimos aquel día en la cafetería?

 

Rosalyn asintió, sin apartar la mirada de la pareja.

 

—Pensé que sería mejor hablarlo cara a cara, por eso me contuve todo este tiempo. Hasta que Eden saliera de permiso. Pero… verlo ahora, tan descarado, como si nada…

 

Rosalyn se llevó la mano a la boca con una expresión ansiosa. Estaba a punto de morderse las uñas —una vieja costumbre que resurgía cuando se ponía nerviosa—, pero Vanessa le sujetó la mano con firmeza antes de que pudiera hacerlo. En el momento en que sus ojos, llenos de confusión, se encontraron con los de su amiga, ella habló:

 

—No hagas esto, Rosalyn. Ve con Eden.

—¿Qué…?

—Estás preocupada, ¿no? Sea lo que sea, creo que lo mejor es que hables con él. Pero no le digas aún que viste a la señorita Stanley. Podría haber una explicación. Tal vez no sea nada.

 

Rosalyn titubeó por un instante. Pero cuando vio que Eden Harley se dirigía hacia la cubierta, alzó la cabeza con determinación. Luego, empujó suavemente a Vanessa hacia Logan, como si se la encargara mientras ella se ausentaba.

 

—¿Podrías cuidar un momento de Vanessa? Es la primera vez que viene a un evento como este.

—¿Yo?

—No me voy a tardar. Solo lo acompañaré un poco hacia el fondo del salón. Busca una mesa tranquila para ella, ¿sí? Te lo agradeceré mucho, Logan Dawson.

 

Dawson. En ese momento, una chispa se encendió en la mente de Vanessa. Lo miró con una expresión de súbito reconocimiento, y en su mirada intensa, Logan enrojeció ligeramente.

 

—¿Dawson? ¿Ese Dawson?

—No sé exactamente qué significa ‘ese Dawson’, pero si estás buscando al vizconde Dawson, sí, ese Dawson soy yo —respondió él encogiéndose de hombros, como si estuviera bromeando.

 

No era a él a quien Vanessa reconocía, sino a su familia. Llevaba días hojeando viejos periódicos, obsesionada con encontrar el rostro de aquel abogado.

 

—Quisiera hablar con Benjamin Dawson. ¿Vino contigo, por casualidad?

—¿Con mi bisabuelo? ¿Tú?

 

Él ladeó la cabeza, claramente sorprendido, y su expresión lo delató de inmediato.

 

—Trabajó con mi padre antes de que falleciera. Tengo algunas preguntas sobre la época en que se redactó el testamento.

—Ah…

 

asintió con comprensión, echando un vistazo alrededor. Luego extendió una mano, indicando una dirección.

 

—Probablemente está en el fondo, jugando whist con otros caballeros. ¿Quieres que te acompañe?

—¿De verdad? ¿Sabes cómo llegar?

—Bueno, he estado en más de un barco. Las estructuras son casi iguales.

—Menos mal… yo estoy tan desorientada…

 

Vanessa comenzó a caminar a su lado, jugueteando con el colgante que llevaba bajo el escote del vestido, como si se tratara de un talismán. River Ross le había dicho que era una imitación, que si lo perdía no importaba. Pero… no estaba tan segura. Le parecía demasiado caro. Y las cosas lujosas que no te corresponden siempre terminan atrayendo la atención equivocada.

Por eso, aunque había dudado hasta el último momento, terminó colgándose aquel collar al cuello, tal como River Ross había querido. Solo por una razón: porque en aquel lugar en el que se sentía tan fuera de lugar, tan pequeña y ajena a todo… le conmovía profundamente que alguien hubiera deseado que brillara más que nadie.

 

—Oye… Somerset.

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