En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 132
La mano que cubría su rostro se apretó con fuerza, sin lastimarla. Intentó escapar, pero sus labios fueron silenciados de nuevo por los que la perseguían. Una mano que bajaba por su espalda la agarró por la cintura, echándola hacia atrás, y la acercó a él.
Una lengua impaciente y sin un ápice de delicadeza, hurgaba pesadamente en su piel húmeda. Curiosamente, la habilidad de hacía unos años había desaparecido por completo, dejando solo un beso torpe. Él solo se concentraba en hundir su propia piel más profundamente en la piel delicada de ella y frotarse.
Sus jadeos se elevaban en sus bocas. Él estaba desesperado. Aun estando en contacto, estaba ansioso y apresurado, como si demandara ir más allá. Sus labios secos se aplastaron y se agrietaron, sangraron, y luego se humedecieron. Era doloroso y ardiente. Al mismo tiempo, era demasiado vívido y dulce.
Era vertiginoso. Y a la vez, horrible. Su cuerpo, que después de años no podía rechazarlo por costumbre; su respiración, que rápidamente se volvía febril y apasionada; sus labios, que se humedecían con sonidos pegajosos y lascivos.
El hecho de que estuviera atrapada por él, sin poder oponer resistencia, y reaccionando de forma tan obediente.
Un temblor impotente se deshizo entre sus lenguas suavemente entrelazadas. En el momento en que el pulgar de Theodore rozó su garganta, que temblaba finamente, Vanessa lo empujó con fuerza en el abdomen sin darse cuenta.
—¡Huff!
Justo entonces, un jadeo doloroso se dispersó entre sus labios unidos. Solo entonces se dio cuenta de que la boca del hombre, separada de ella, temblaba ligeramente. Su rostro se puso pálido al instante, el sudor frío perlaba su frente, la temperatura del hombre era excesivamente caliente, a diferencia del frío que recordaba, y lo más importante:
El hombre, que nunca había mostrado signos de fatiga ni siquiera durante el coito, jadeaba violentamente. Ella, sin saber lo que le había hecho, se agitó, solo al ver la sangre que empapaba sus manos, comprendió la razón.
—Tú… tu sangre, Dios mío……
—No es… nada.
Tan pronto como recuperó un poco el aliento, él volvió a atraer su cuerpo. Como si no le importara que ella tocara o hurgara su herida. Los labios de Theodore volvieron a posarse en su boca y mejillas, ahora húmedas.
—Espera un momento… Ahora no es el momento para esto, estás herido.
—Estoy bien. Solo es un poco de sangre.
….…No sonaba para nada bien. Realmente, para nada.
Además, la ubicación era clave. Aunque sus conocimientos eran limitados, una herida en el abdomen era de lo más peligroso. Si se había producido algún daño interno, las posibilidades de contraer sepsis aumentaban. En esos casos, era incluso más grave que una herida de bala común y, en algunos casos, podía llevar a la muerte sin que hubiera nada que hacer.
—¿Cómo puede ser que esto no sea nada?
—No te preocupes.
—Espera.
Él no levantó la cabeza. Sus labios, que se deslizaron sobre su piel, mordieron suavemente su nuca, sin lastimar. Ella lo empujó por el hombro con la mano apretada en un puño. Él levantó la cabeza con fastidio.
—Dijiste que lo comprarías, Vanessa. Con gusto lo estoy vendiendo.
—Eso… por supuesto que era una excusa para rechazarte. Pensé que jamás aceptarías una propuesta así…
—Tú pagaste el dinero, yo dije que lo aceptaría. Ya es un trato hecho. No puedes retractarte.
—…….
—Y a ti te lo vendería por menos precio.
—…Primero curarte. Llamaré a alguien.
Él la agarró suavemente por la muñeca de Vanessa, que se giraba apresuradamente. Podría haberse zafado fácilmente, pero no podía ser tan fría frente a una persona que estaba sangrando. Vanessa se mordió los labios que se habían partido.
¿Por qué este hombre…? ¿Por qué no la dejaba odiarlo en paz? ¿Por qué ablandaba su corazón de esta manera?
—No hay necesidad de llamar a nadie. Solo necesito medicina y vendas. Están en la chimenea.
—Y si algo sale mal…… A ti solo te costará aplicarte algo……
—Tú puedes ayudarme.
—Yo…… no sé cómo hacer esto.
—Inténtalo de todas formas.
Ella miró a Theodore con ojos conflictivos. Él se tragó la respiración que le subía por la boca y rió, como para disimular el sonido. Las puntas de los dedos de Theodore, que se apartaban el cabello empapado en sudor frío, temblaban finamente.
—Si se supiera que el representante de Ingram, quien tiene plenos poderes para negociar el alto el fuego, está herido…
—……
—Tiene que estar impecable, sin una sola mancha, desde que entra hasta que sale de la sala de negociaciones. En esta situación, ¿a quién le confiaría esto o se lo diría?
—……
—De todos modos, tu trabajo es manejar información clasificada, ¿no, Vanessa?
Ella miró a Theodore, que contenía un gemido, con ojos conflictivos. Su hermoso entrecejo estaba contraído por el dolor, y una gota de sudor rodó por su mandíbula apretada. En un instante, vio cómo la mancha de sangre se extendía cada vez más por su ropa.
No tenía elección. Al menos, sus propias manos serían mejores que las de él. Vanessa liberó la muñeca que él le sostenía. Luego, con el rostro rígido, le hizo un gesto con la cabeza hacia el sofá.
—Siéntate ahí. Y quítate la ropa…….
Ella caminó hacia la chimenea, tratando de no escuchar el roce de la ropa. En la repisa de la chimenea había una bandeja de metal con peróxido de hidrógeno, dos tipos de ungüentos y vendas limpias.
En el momento en que se dio la vuelta con la bandeja en las manos, Vanessa abrió los ojos sin darse cuenta. La parte superior del cuerpo de Theodore, bañada en el rojizo atardecer, estaba completamente cubierta de heridas crueles. Había rastros de piel irritada y curada, marcas de balas, quemaduras y cicatrices horribles.
—…….
El cuerpo, antes liso e inmaculado como una estatua dedicada a los dioses, había desaparecido por completo. En ese instante, Vanessa sintió un poco de vergüenza por el prejuicio que tenía sobre el duque: que él no había experimentado dolor ni pérdida en los últimos cuatro años.
Claro. ¿Cómo podría alguien que ha estado en la guerra estar tan intacto como aparenta? Vanessa se acercó lentamente a él. La cabeza del hombre se echó hacia atrás, siguiendo su acercamiento. Con la mano casi hipnotizada, tocó la cicatriz que quedaba en la clavícula del hombre.
En el momento en que sus cálidas yemas de los dedos rozaron la piel fría y aireada, los músculos firmemente tensos se contrajeron.
—……Quédate quieto, así.
Sentado en el sofá, él sonrió lánguidamente y cerró los ojos, como si quisiera obedecer sus deseos. Vanessa arrastró un pequeño taburete y se sentó frente a él. Cortó la venda empapada en sangre con unas tijeras y retiró cuidadosamente la gasa húmeda.
La herida parecía un poco más grave de lo que había pensado. Parecía que la habían suturado con poca habilidad, pero… Ella empapó bien una gasa limpia en peróxido de hidrógeno y limpió la herida con cuidado.
—¿Te duele?
Ella levantó ligeramente los párpados y lo miró. El hombre, que la había estado observando, sonrió levantando una comisura de sus labios.
—No.
Después de limpiar meticulosamente la herida, Vanessa quitó la gasa ensangrentada y se lavó las manos manchadas de sangre.
Luego, abrió una pequeña caja plana de ungüento antibiótico. Buscó en la bandeja algo para sacar y aplicar la pomada, pero no encontró nada adecuado. Sumergió ligeramente un dedo en el peróxido de hidrógeno y luego recogió un poco de pomada. La extendió suavemente sobre la herida.
Cada vez que sus dedos rozaban la herida, sentía que los músculos del hombre se contraían. Sus nervios se tensaban cada vez que él inhalaba y exhalaba. Y luego, en el instante en que un pequeño gemido se escapó por un toque un poco más audaz.
¿Le habrá dolido? Retiró la mano rápidamente por la sorpresa, y él rió suavemente.
—…No te rías.
Vanessa ordenó, ruborizándose. Theodore se aclaró la garganta y asintió de buena gana.
—Entendido.
—Quiero dejarlo claro: esto no significa que te haya perdonado. Es solo porque estás herido. Incluso si fueras un desconocido en este estado, no te habría abandonado.
—Sí, lo sé.
—……¿Cómo te hiciste una herida así?
—Me apuñalaron con un cuchillo.
—¿Te atacó por sorpresa un enemigo?
—Era un amigo. Sufría de fiebre de trinchera y quería apuñalar a otra persona.
—¿Tú, salvaste a un amigo?
—Parece que no lo crees.
—Es difícil de creer. Y……
Los ojos de Vanessa se tornaron fríos por un instante.
—¿Cómo voy a creer todo lo que dices?
—El tiempo que me quedaré aquí es, a lo sumo, diez días.
Diez días. El mismo lapso que aquel día de hace cuatro años.
—En diez días partiré hacia Ingram, si no quieres, ni siquiera volveré a visitarte aquí.
—…….
—Así que te pregunto si podemos pasar al menos estos diez días como antes, Vanessa.
—¿Por qué?
—Porque te amo.
Fue una confesión pronunciada con calma. La mano que aplicaba la pomada sobre la herida, como si nada, se quedó completamente paralizada. Amor. Por una sola palabra.
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Merry
Wuuuuuuw
Ya le dijooo, jajaj gracias por los capítulos Asure!