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En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 121

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  4. Capítulo 121
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Novel Info

El ataúd de Henry Ashley Winchester fue entregado a su familia el martes por la noche. A pesar del impacto, como si una marea gigantesca lo cubriera por completo, Blair hizo lo que debía con calma.

Abrió el tosco ataúd para confirmar la identidad del cuerpo que ya empezaba a descomponerse, después de eso, inmediatamente inició los procedimientos funerarios. Atendió a los dolientes, cuidó a su hermana, que lloraba a punto de desmayarse durante todo el elogio fúnebre, y ayudó a su madre, que parecía extrañamente eufórica, a ir a su dormitorio. Después de un día entero de estar agobiado sin un momento para detenerse a pensar, finalmente, cuando se encontró solo, sintió:

‘Ya no hay vuelta atrás’

Sin estar seguro de qué quería revertir, o de qué quería huir. Todo lo que estaba experimentando se sentía borroso, como si ocurriera en un sueño. Todo fue tan repentino.

El viernes por la mañana hubo una ceremonia de investidura. Inmediatamente después, se dirigió al juzgado para firmar el voto matrimonial con Cici. Fue un procedimiento seco, sin cantos de coro, sin hermosos vestidos, sin velo de novia ni flores.

Cecilia Winchester, después de firmar, sonrió con las mejillas sonrojadas, como si todo estuviera bien. A pesar de eso, dijo que era feliz. Que lo amaba tanto. Fue con esa sonrisa inocente que Blair sintió de repente que algo andaba mal. Huyó de allí, soltando la mano de Cici, se encerró en el despacho de su padre.

Sabía en su cabeza que era un acto cobarde, pero simplemente no podía soportar seguir fingiendo que estaba bien. Afortunadamente, la excusa de tener que organizar las pertenencias del difunto le sirvió de buen pretexto.

 

—Mi señor.

 

Los ojos del mayordomo, quien lo había cuidado desde muy niño, revelaban tristeza y orgullo a la vez. Blair giró la cabeza con cierta brusquedad. En ese momento, no podía soportar ninguna expectativa dirigida hacia él.

 

—¿Qué pasa?

—Si va a organizar las pertenencias, necesitará esta llave.

—…Esto es.

—Es la llave de la caja fuerte. El difunto marqués… me la confió antes de salir.

—¿La caja fuerte? ¿Qué hay dentro?

—Yo tampoco lo sé. Solo me dijo que contenía objetos personales y que debía guardarlos con seguridad.

 

El mayordomo hizo una reverencia y cerró la puerta de madera al salir. Blair hizo girar lentamente la llave de la caja fuerte en su mano. Un suspiro se le escapó sin querer. Todo lo que cargaba era simplemente abrumador.

Ser llamado Marqués de Winchester, Cici, Rosalyn, la confesión de su madre. Todo eran cuchillas afiladas. Cortaban su delicada piel y avivaban su culpa.

Si las palabras de su madre eran ciertas, ni una sola gota de sangre Winchester corría por sus venas. Estaba en una situación en la que debía estar agradecido solo por haber sido acogido y criado bajo ese nombre, y aun así, estaba descaradamente ocupando el lugar del verdadero heredero.

 

-Blair Fabian Winchester. No pienses en otra cosa. Eres mi hijo.

 

¿Cuánto de esas palabras fue sincero? Tenía tantas cosas que preguntarle a su padre cuando regresara. Si él se atrevería a reclamar su herencia, hasta qué punto eran ciertas las palabras de su madre, o…

Si realmente no había ninguna posibilidad de que él fuera su hijo……

 

—……

 

Recibió el título sin que nada estuviera claramente resuelto. Desde entonces, pensó que su valor residía únicamente en engrandecer a los Winchester.

Eso sería honrar a la madre que había soportado la vida y la forma de pagar la bondad recibida de Henry. Pensaba vivir así y, más tarde, adoptar a un hijo de un pariente con sangre Winchester para heredar el linaje. En ese proceso, Cici, esa mujer…

 

—Antes… me preocupaba, pero ahora estoy bien… Así que, por favor, no digas que rompamos el compromiso……

—Bronte. ¿De verdad te has vuelto loca?

—¿No puedo simplemente, seguir… esperando? Hasta que tú… aclares tus sentimientos…

—……

—Por favor, Blair. ¿Sí? Tú también… conoces el dolor…… de ser…… rechazado.

 

……¿Qué diablos he hecho?

Apretó la llave con fuerza. Era mejor no pensar más. Sí. Simplemente vivamos como un egoísta idiota. Le diré a Cici que no puedo dejarle nada al hijo que tenga, como un loco…

 

—Mamá ha aguantado todo viéndolos solo a ustedes.

 

Su voz, rota por el llanto, le cortó la respiración de nuevo. Blair se levantó, como para ahuyentar los pensamientos que se repetían. La caja fuerte se abrió con mucha suavidad con la llave.

 

—……

 

Contrariamente a la expectativa de que contendría algo grandioso, no parecía haber nada particularmente especial. Algunos documentos relacionados con propiedades, bonos del estado y pagarés antiguos, un retrato de su madre de unos veinte años, sonriendo ampliamente con el cabello hasta la cintura. Y…

Mientras revisaba el contenido uno por uno, sus ojos se posaron en un objeto inusual. Eran sobres de cartas viejos, desgastados y manchados. Las cartas, cuidadosamente apiladas, estaban atadas con un cordel y selladas con cera. Él las tomó sin darle mucha importancia.

Loise Eliza Bannet

En la parte exterior del sobre estaba el nombre y apellido de soltera de su madre. En ese instante, le vino a la mente una voz que había escuchado en algún momento.

 

—Sí, guardé las cartas que Loise escribió en ese entonces.

—¿Cartas?

—…Hablé sin pensar, por precaución. No es nada importante, no te preocupes. Lo veremos al regresar.

 

El marqués, que dijo que regresarían para verlo, nunca regresó. Así que esta era la única pista que podía explicar los sucesos de aquella época. Blair, como poseído, desató el cordel que envolvía las cartas.

 

Henry Ashley Winchester. Escribo esta carta porque mi madre me dijo. Necesitas saber cuánto está sufriendo tu prometida.

 

Al principio, eran simplemente cartas de amor sin importancia. El marqués de Winchester había servido en el ejército cuando era joven. Las cartas, llenas de una distancia y cortesía apropiadas hacia su prometida, cambiaron en un instante.

 

Henry. Oh, por favor, perdona mi error. Todo fue un error de una noche. Yo, me cegó el deseo por un instante……

 

A diferencia de las anteriores, la letra temblorosa revelaba una agitación inconfundible. También en el rastro donde la tinta se había derramado y se había limpiado apresuradamente con la mano. Blair, que leía las frases siguientes una por una, de repente encontró una frase y apretó la carta con fuerza.

Tiró la carta descuidadamente al suelo y abrió inmediatamente el siguiente sobre. Y el siguiente, y el siguiente… Un silencio se apoderó de la habitación en el mismo instante en que su mano, que sostenía la última carta, cayó inerte. ¿Cuánto tiempo permaneció así?

La puerta del despacho se abrió de golpe sin llamar. Una voz tan alegre como si trajera consigo la brisa de primavera lo llamó.

 

—¡Blair! ¡Aquí estabas!

 

Se quedó sin aliento.

 

—¡Mamá te ha estado buscando por todas partes y no sabía que estabas aquí! Las cosas de Cici acaban de llegar. Apúrate y…

 

Loise, que entraba sonriendo al despacho, se quedó lívida al ver las cartas en la mano de él. Gritó y se abalanzó para arrebatarle las cartas que su hijo sostenía.

Blair agarró con fuerza ambas muñecas de su madre, que se le abalanzaba como una loca.

 

—¡Cómo… tú, eso, dónde lo…!

—¡Cómo que…!

 

Ante el fuerte grito de su hijo, Loise pareció volver en sí y se sobresaltó. Los hermosos ojos verdes de la mujer se llenaron de lágrimas al instante. Blair apretó los dientes.

Por esta apariencia, su padre había vivido toda su vida atado con una correa. Y no solo su padre, sino incluso él mismo…

 

—Blair. Escúchame… por favor, hijo…

 

Él logró contener a duras penas la rabia que le subía. Todo era por el egoísmo de esta mujer. Por su culpa, todo se había arruinado. Él, Rosalyn, Cici y la vida del hijo que aún no había nacido, e incluso Vanessa…

 

—¿Cómo… pudo, mentir, de esta manera?

 

Se le hizo un nudo en la garganta y no pudo pronunciar bien las palabras.

 

—…Yo, solo pensaba en protegerte…

—¿De qué me ha protegido, exactamente?

 

Él rio y lloró a la vez. Esa mujer parecía ni siquiera darse cuenta de que había clavado un cuchillo en el corazón de su hijo con sus propias manos. Solo entonces, al ver las lágrimas en los ojos de su hijo, el rostro de Loise mostró una expresión de consternación.

 

—Ah, mamá… mamá se equivocó, en todo. ¿Sí? Blair. Así no, mamá está muy… inquieta. Cálmate un poco, por favor……

—No.

 

Él empujó a Loise y, tambaleándose, se apoyó en el escritorio.

 

—Vete. Y no piense en volver a verme la cara nunca más.

—¡Blair!

—Esto no es una sugerencia, es una orden. Le diré al mayordomo que empaque sus cosas. La villa de Alberton será adecuada.

—Blair… Por favor, cálmate. ¿Sí? Cómo puedes… hacerle esto a tu madre……

—¡Rosalyn, esa chica!

 

Él apartó bruscamente la mano suplicante de su madre.

 

—Todavía no ha podido ver la carta de Vanessa. ¿Lo sabe? Porque cree que la está protegiendo.

—……

—Lo más terrible de todo… soy yo mismo. Y Cici, que se casó con un tipo como yo……

 

Se tocó las sienes con una mano temblorosa. Las lágrimas que no pudo contener cayeron al suelo. Sintió pena por Cecilia, quien se había casado con un tipo como él.

Creía que ya lo había superado. Que había cortado todos los sentimientos relacionados con Vanessa. Pero no era así. El impulso que brotó al leer la carta fue horrible. Todavía quedaba en él una repugnante chispa nacida de su infancia.

Blair intuyó. Este momento lo perseguiría y lo atormentaría por el resto de su vida. Cada noche que se acostara junto a Cici, cada vez que se enfrentara al amor ciego de su esposa, se ahogaría en la culpa. Ya no tenía el valor ni siquiera de mirar a Cecilia a la cara. Por el egoísmo de esa mujer que era su madre, todos habían terminado siendo infelices.

 

—Váyase en silencio. Entonces, al menos mantendré este secreto para Rosalyn.

—…….

—No es por usted, es únicamente por Rosalyn. Si ella supiera esto, la odiaría hasta el día de su muerte.

 

Loise miró a su hijo con los labios temblorosos por la traición. Era el hijo que había dado a luz con tanto dolor. ¿Cómo podía ser tan cruel con ella por culpa de una simple mujer? ¿De verdad no entendía lo mucho que había odiado a Vanessa por esto?

De todos modos, la situación era claramente desfavorable. Cuando Blair se enojaba tanto, era mejor darle un tiempo. Blair había sido un niño que, toda su vida, no soportaba ver lágrimas en los ojos de su madre. Si le daban un poco de tiempo para que se le pasara el enojo, pronto cambiaría de opinión.

La humillación de pasar unos meses lejos de Lynden era algo que estaba dispuesta a soportar con tal de corregir a su hijo.

 

—Mamá…… por ahora seguiré tus deseos.

 

El problema era más bien Rosalyn. Encerrada en casa, sin actividades sociales, Rosalyn era la mayor preocupación de Loise últimamente. Probablemente, la confesión de ese día había sido la causa. Desde entonces, su mirada, antes tan segura, se había vuelto cabizbaja, su actitud retraída, y su rostro alegre, lleno de preocupaciones.

No se arrepentía de haberles dicho esas cosas a sus hijos. Incluso… podría haberlas repetido varias veces, pero lamentaba la transformación completa de su hija.

 

—Como dices, a Rosalyn… es mejor decirle que me fui de viaje por un tiempo. En secreto, claro. Apenas está recuperando la estabilidad, y si hay algún malentendido, sería un desastre, ¿no crees…?

 

Antes de que Loise terminara de hablar, la puerta del despacho se abrió de golpe. Loise se sobresaltó y se dio la vuelta. En los ojos verdes de Rosalyn, que estaba de pie en el umbral, brillaba una luz extraña.

 

—Así que……

 

Blair miró alternativamente a Rosalyn y a Cici, que estaba detrás de ella con una expresión de angustia, con ojos desolados. Rosalyn, que había observado la farsa dentro del despacho con calma, curvó una comisura de sus labios.

 

—¿Qué se supone que me van a ocultar en secreto?

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

El bebé, que había nacido prematuramente, creció sano, haciendo que todas las preocupaciones fueran inútiles. Sus pequeños brazos y piernas se fortalecieron rápidamente, su peso aumentó tanto que a menudo le costaba sostenerlo en brazos.

El día que se dio cuenta por primera vez de que los ojos del niño eran azules, su corazón latió con tristeza.

¿Aquel hombre la habría amado un poco? ¿Aquellas noches de verano? Vanessa lloró un poco, hundiendo la mejilla en la suave palma del bebé. Porque la respuesta a esa pregunta nunca la sabría.

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