En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 112
Por un instante, incluso su respiración se detuvo. Luego, sin inmutarse, enderezó su postura y dijo:
—Me parece que la conversación terminó en que se iba a desmantelar todo.
—Sí. Como usted dijo, la demolición comenzará pronto. Le preguntaba para confirmar si había alguna otra instrucción importante que debiera tener en cuenta.
—No hay ninguna.
Un largo silencio se instaló en el despacho. Solo se escuchó por un rato el ligero susurro de los papeles al pasar y el rasguño de la pluma sobre la superficie del papel. El Duque, habiendo revisado hasta el último punto del orden del día, recogió los documentos y se los entregó a su ayudante, preguntando:
—¿Para cuándo está prevista la obra?
—… ¿Sí? Ah, ¿el Castillo de Gloucester? Supongo que, a más tardar, los obreros serán desplegados dentro de tres días.
Después de eso, la agenda transcurrió agitada sin eventos particularmente memorables. Theodore dividió su tiempo en minutos para reunirse con la gente y asistió a reuniones centrales hasta altas horas de la noche. Se echó una siesta en el sofá de la sala de reuniones vacía, y al amanecer, tomó un carruaje y se dirigió a la estación de Linden.
Fue una decisión impulsiva. Se sintió igual que la primera vez que decidió ir al sur, pero ahora la estación y las personas parecían completamente diferentes. Un vaho blanco se elevó y desapareció de la punta de sus labios en el frío aire del amanecer. Poco después, llegó el tren, y tan pronto como se sentó en el asiento de primera clase, el tren partió con un largo silbido.
En ese instante, Theodore fue invadido por una fuerte sensación de que estaba siguiendo los pasos de ella. De Vanessa, la de aquel día, que había decidido desaparecer para siempre. Fue en ese momento cuando, tras un breve vistazo al paisaje que pasaba por la ventana, fijó su mirada al frente.
—¿Por qué tenías que volver justo hoy? Mejor hubieras llegado mucho más tarde.
Él abrió los ojos por un momento y miró el asiento de enfrente. Antes de que pudiera reaccionar, la sombra desapareció. Solo entonces, el Duque logró relajar los músculos tensos de su boca con la mano. La visión de la mujer, que de vez en cuando aparecía en sus sueños, se volvió más frecuente junto con la culpa.
Ahora, sentía su presencia en todas partes. En la tinta manchada en la mano de alguien, en los estudiantes que caminaban a paso ligero abrazando libros, en el cabello rubio suelto sobre un hombro, en la lluvia tardía que caía, en el aroma a rosas mezclado en el perfume de alguien.
Era una sensación de desmoronamiento constante, día tras día. Las emociones extrañas que surgieron con una comprensión más profunda, y las noches de insomnio que comenzaron entonces, simplemente no terminaban.
—Primo. ¿Sabes que últimamente te ves excesivamente… cómo decirlo, en peligro?
Edgar, que había terminado con Hailey Morton, simplemente parecía aliviado.
—Todo gracias a los derechos de traspaso de acciones… Es broma. Simplemente, lo sentí desde algún momento. Que la mujer que me gustaba en St. Louis ya no existe. Era simplemente una nostalgia mezquina.
Dijo que había puesto en orden sus sentimientos desde que el compromiso se puso en marcha. Porque era mejor no tener nada en absoluto que tener solo la mitad. Al escuchar esa respuesta,
Theodore había sonreído con amargura. Ahora, incluso en las tonterías más insignificantes, sentía la presencia de Vanessa.
—Mejor ve a buscarla. Ve y ruégale, o mantenla a tu lado a la fuerza. Ya sabes más o menos dónde vive, ¿no?
Por supuesto, tenía algunas ideas de dónde podría estar. Habría sido más difícil si Vanessa hubiera escapado sola, pero al final, fue con la ayuda de Winchester. Antes de la guerra, la censura se vuelve más estricta, y es complicado cruzar la frontera para cualquier persona que no sea un ciudadano. La historia de que desembarcó sin problemas de un barco mercante significaba, al final, que había disfrazado su identidad.
El plan de estudios obligatorio en St. Louis solo incluye Lant y Ermann. Si se hizo pasar por extranjera, hay dos posibilidades. Es poco probable que haya ido a Ermann, que se perfila como un país beligerante clave, en lugar de un país que se espera que mantenga la neutralidad por el momento. Además, Lant era una región en la que Winchester ya había invertido mucho en negocios. Entre ellas, la zona más sospechosa era…
Él forzó a su mente a detenerse antes de profundizar más en ese pensamiento. Esperó hasta que su cerebro, que giraba rápidamente mientras se cubría el rostro con las manos, se detuviera por un momento. Ser capaz de reprimir racionalmente lo que podía hacer quizás requería más paciencia que comprender lo que era absolutamente imposible. Theodore se recostó lentamente en el respaldo de la silla.
—Lo quiero todo de ti.
Se apretó ligeramente la muñeca derecha. Miró la palma de su mano, llena de cicatrices, con ojos indiferentes. Theodore, excluyendo al Duque. Parecía que la totalidad de ese ego juvenil ya había sido tomada por esa mujer, sin dejar nada más que una cáscara vacía. Había pasado las últimas semanas como un títere al que se le había otorgado una función.
No sabía cómo había soportado la vida antes. Era difícil volver a antes de conocer su ternura, su calidez, su dulce sonrisa. ¿Tendría que vivir así para siempre? ¿Con la sensación de haber perdido algo muy importante para siempre?
Pensar en la mujer que ahora sonreiría feliz lejos de su mano le hacía sentir que era tolerable, pero a veces, si pudiera volver a esa noche, sentiría que daría cualquier cosa.
—……
En el lugar donde habían desaparecido la ira y la incomprensión iniciales, ahora se había asentado un vacío profundo y enorme. Lo que lo llenaba ahora era un profundo nihilismo. Todo estaba vacío.
Los colores con los que veía el mundo, la suavidad del viento, la frialdad de la lluvia, la comida en su lengua y la música en sus oídos, incluso los estímulos que sentía en su piel.
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El camino hacia el Castillo de Gloucester no le resultaba desconocido. Era un camino que había recorrido, asumiendo la molestia de ir y venir a Linden cada pocos días.
Theodore cruzó ligeramente la cinta de seguridad que la policía había colocado para la búsqueda. Apenas había pasado una estación desde aquel verano, el Castillo de Gloucester ya se había transformado en una ruina. Era un paisaje algo desolador.
Theodore caminó lentamente por el sendero cubierto de hojas caídas. En el sendero que conducía al jardín de rosas, crecían abundantemente hierbas marrones sin nombre. Los arbustos ornamentales abandonados estaban secos como espinas, y producían un sonido lúgubre si soplaba el viento. Al final de ese sendero, Theodore abrió la puerta de hierro que estaba firmemente cerrada.
Allí, abandonado, se encontraba el jardín seco de principios de invierno, completamente diferente del paisaje que recordaba.
—……
Sacó la llave del llavero y abrió el candado del almacén.
¡Quiiiek!
La puerta se abrió, el polvo acumulado en el suelo flotó en el aire. El oscuro interior del almacén se había detenido en el tiempo, tal como lo dejaron la última vez que partieron.
Como si hubieran salido un momento y fueran a volver pronto para continuar con sus vidas. En todos los objetos que quedaron dentro se percibían las huellas de aquella época. La silla reclinable donde Vanessa había dormido, la cuerda para tender la ropa, el jarrón donde cada mañana ponía flores diferentes, la mesa donde compartían el almuerzo, la cama que ambos a veces desordenaban…
Con la mano derecha, acarició ligeramente las huellas de ellos. De alguna manera, tuvo la ilusión de haber regresado a ese tiempo. Sintió incluso el sonido de los insectos en las noches de verano, el aire tan caliente que el sudor goteaba, y el viento cálido que soplaba por la ventana.
Parecía que en cualquier momento se escucharía el chirrido de la puerta abriéndose a sus espaldas. Si fingía estar haciendo otra cosa, unos pasos silenciosos se acercarían sigilosamente. Y si rápidamente abrazaba el pequeño cuerpo que se acercaba sin saber que era una trampa y la tiraba sobre la cama, Vanessa soltaría una risa ahogada, con el rostro sonrojado y el aliento agitado.
—¿Desde cuándo sabías que había llegado?
Desde el principio. ¿Creías que no reconocería tus pasos?
—No te vayas…… Aunque pase el verano, para siempre……
La mujer que reía un momento antes ahora tenía lágrimas en los ojos. La súplica para que no se fuera era ahora suya. Él se había quedado abandonado aquí, mientras que Vanessa ya no estaba en ninguna parte. Había desaparecido como el verano que se va.
Theodore, que había permanecido aturdido en ese lugar por un tiempo, recuperó la conciencia con el fuerte sonido del viento golpeando la ventana. Metió la mano en su bolsillo y sacó la pieza de ajedrez que, después de todo, había traído hasta aquí. La acarició lentamente con sus manos largas y rectas antes de colocarla junto a la brújula.
Exhaló el aliento que había contenido y, por última vez, grabó la imagen de ese espacio en su mente. Luego se dio la vuelta, cerró la puerta del almacén y desanduvo el camino por el que había llegado. Sus pasos, que se dirigían a la puerta principal, se detuvieron lentamente ante las escaleras que conducían al castillo.
—……
Aunque fuera algo insignificante, quería ver una huella de que ella había vivido allí.
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